30 de agosto de 2016

Condenados a elegir




Como dice Savater “estamos condenados a elegir” no hay posibilidad de evitar esta condena, nadie puede ser exonerado porque incluso la no elección es ya una elección. Sin embargo esta tareíta que nunca terminamos es la más difícil de nuestras vidas. Elegir es muy difícil y arriesgado, nunca estaremos absolutamente seguros de estar haciendo la mejor elección y siempre perderemos algo, precisamente lo que no elegimos. Condena que se nos hace cada vez más pesada en un mundo que en forma general ha preferido sentarse sobre la comodidad, disfrutar de lo ligero y dejar que otros elijan por nosotros. Queremos “tener” pero ya hemos perdido hasta la noción de lo que es “ser”. Sobre todo tener placer, a pesar de que Freud nos advirtió que evitando el malestar se produce inevitablemente un nuevo malestar. Si pesa la incomodidad por lo inevitable de una elección y se elige por dejarle a otro esta responsabilidad, entonces tarde o temprano nos invadirá el malestar de ser obligados a “ser” lo que no hemos querido ser. El imperativo de moda de “sé feliz” desde la comodidad se nos trastoca en pérdida de libertad y esclavitud. En esa hemos estado.


Caracteriza nuestro momento la angustia, el malestar, la rabia y el dolor y ya tocamos el umbral de no poder continuar negando el fracaso y las consecuencias del peor error cometido en nuestra historia. El error fue haber creído que este mal era necesario y haber apostado por un determinismo que en sí mismo negaba las posibilidades de perfeccionar lo que teníamos, que no era malo pero si perfectible. Botar todo logro al cesto de la basura y dejar en manos de aventureros desvergonzados nuestras posibilidades de ser simplemente lo que queremos ser. Lo mínimo, civilizados. Ahora estamos obligados a tolerar la frustración, superar el temor por el vínculo más íntimo con nosotros mismos y actuar sin dubitación para rescatar las posibilidades de una sociedad mejor. Para que vuelva a abrirse el abanico de posibilidades en las elecciones de vida de cada uno de nosotros. Para volver a ser los únicos responsables de nuestras elecciones y para poder asumir los riesgos propios que inevitablemente nos obliga la vida en libertad. Salir, en primera instancia, de la mediocridad de lo impuesto por otros como males necesarios. La vida nos duele profundamente.

Sabemos que salir de los tiranos es el primer paso, de ahí en adelante tenemos (es imperativo) que avocarnos a la búsqueda del ser humano que como decía Hegel “no es lo que es sino lo que no es”. No somos ni seremos completos nunca pero no es perdonable el abandono de la búsqueda por ser una fuerza de la voluntad encaminada a encontrar el goce del pensamiento, del bien decir, del respeto y de la libertad. Héroes individuales de nuestro propio destino en sociedad. Somos objetivación de una voluntad como lo señaló Schopenhauer, somos deseos omnipotentes que se estrellan en las posibilidades de una realidad, pero mientras nos mantengamos en la gama de las posibilidades estamos abiertos al dolor pero también a la satisfacción de encontrarnos cada vez más cerca de lo que aspiramos ser. No se detiene jamás el tránsito de la vida. Lo detiene solamente la muerte.

Morimos no solo cuando dejamos de respirar, también hay una muerte en vida cuando esta se constriñe a determinismos dictados por otros en nombre de lo necesario. Es necesario pasar penurias, es necesario asesinar, robar, quitarle al otro lo que le pertenece, es necesario infringir dolor, torturar, la guerra, el terrorismo y cualquier plaga esparcida por el mundo por estos psicópatas que en su delirio han creído ser poseedores de la verdad ultima de la justicia, de la igualdad y de la fraternidad. Bien, nos llegó la hora de luchar contra estos delincuentes; en héroes anónimos, al estilo Savater, nos tenemos que conformar para poder conquistar nuevamente nuestro derecho a elegir. Para conquistar nuevamente la condena de ser los únicos protagonistas de las historias individuales y como consecuencia de la historia de nuestro país. Al fin y al cabo de eso se trata la democracia. Yo soy quien dice quién soy y quién quiero ser, no vamos a dejarle nunca más esta tarea a otro, ya sabemos a lo que conduce.

Los seres que no han perdido nunca esta certeza son los seres que más admiramos. La sociedad decente, que aún es amplia, acaba de estremecerse con la muerte de Mercedes Pulido, precisamente una mujer que vivió intensamente; con un carácter indomable construyó una vida ejemplar en la virtud y el conocimiento. Decidida por una entrega, sin cortapisas ni concesiones, al bienestar y mejora de su país. Duele mucho que nos abandone un ser excepcional, todos de alguna manera u otra nos sentimos huérfanos de una madre buena. Pero al mismo tiempo nos estremecemos al constatar que hasta su muerte es un acto que invita a una profunda reflexión de cómo se vive una vida que merece ser vivida. Necesitamos muchos hombres y mujeres como Mercedes y esta es nuestra principal tarea aprender a vivir en democracia y con la responsabilidad de escoger correctamente cuando estamos en una situación límite. Aquí vamos, mañana tenemos nuevamente un encuentro con nuestro destino.

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