2 de agosto de 2016

El regreso (Cuento ¼)




Alicia regresó. No sabía que venía a buscar, fue simplemente un impulso, un arrebato de su genio alborotado. Era mucho tiempo sin ningún contacto ni noticia, se había apartado absolutamente de sus raíces, de su tierra, de todo lo que conocía. Había escogido un sitio para vivir muy distinto a sus costumbres, su idioma, sus emociones. No le fue fácil pero no tuvo ninguna duda de lo que quería arrebatar de su alma y lo logró. Pero cuando todo estaba armado, su casa, sus hijos, el hombre que amaba, sus mascotas, piscina y un trabajo, un día se levantó y dijo quiero regresar y simplemente regresó. No para siempre se dijo, voy y vengo. Había un misterio que lo era también para ella, algo que había olvidado y quería recuperar, algo que había añorado y que mantenía en ella un dejo de nostalgia que se reflejaba en sus gestos sin que lo pudiera evitar. Siempre dio la impresión de ser un tanto excéntrica, distante, lejana a pesar de estar totalmente entregada y enamorada de sus seres cercanos. De eso no tenía dudas, los amaba.

Pues bien, agarró un poco de ropa, se despidió de sus hijos y marido, besó a sus perros y se vino. Todos quedaron en la puerta de la casa, desconcertados, diciendo adiós y moviendo las colas. Todos sabían que esa aventura seria por poco tiempo no hubo temor, porque también sabían que no podían detenerla, como aquí no pudieron detenerla cuando se fue por primera vez. Regresaron enseguida a sus rutinas y solo un tiempo después fue cuando comenzaron a hablar y comentar el tan inesperado abandono. Surgieron expresiones de rabia, expresiones de comprensión, interrogatorios sin respuestas, desconciertos y un gran vacío. Alicia impregnaba en su casa una vitalidad y belleza que se fue extinguiendo enseguida que desapareció. La constatación de que los seres humanos parecieran hablar más en su ausencia que en su presencia o la constatación de que los otros saben agudizar mejor sus sentidos en las pérdidas. Pero no era una tragedia por la seguridad que regresaría con el rasgo distinto que había ido a buscar. Sería bueno o malo no lo sabía ni ella.

Alicia tampoco pudo ni remotamente imaginar el cúmulo de emociones cruzadas que tendría que sortear antes de tropezar con su verdadero encuentro. Desde que dio sus primeros pasos en el aeropuerto comenzarían su más bien desencuentros. Aquello no se parecía ni por asomo a lo que recordaba de la puerta de entrada a su país. Si bien la arquitectura se conservaba, nada de su calidez, estética y trato de la gente era el mismo. Se había esfumado el ambiente de bienvenida, por el contrario había un dejo de hostilidad que no pasaba desapercibido. La puso de mal humor y comenzó a comportarse de una forma hostil que hasta entonces desconocía en ella misma. Con su cara enfurruñada contestó el interrogatorio policial al que fue sometida y quiso salir de aquel infierno lo antes posible, sin saber que estando afuera la misma sensación la perseguiría.

No podía dar crédito a lo que veía, niños harapientos que se le abalanzaban a los viajeros pidiendo limosnas pero en divisas; hombres con caras de delincuentes ofreciéndose para llevar las maletas o pedirle un taxi. Como nadie la esperaba, pues nadie sabía que llegaba, la situación se le hizo mucho más difícil. Haber sido una mujer sola abriéndose camino por mundos desconocidos le habían ayudado a desarrollar un sexto sentido y no permitió que nadie se le acercara. Sabia como hacerlo, cuando quería infundir respeto y marcar distancias, solo una cara y una postura corporal le bastaba. Así que pasó indemne de esta primera prueba, se acercó a una taquilla y contrató un taxi seguro; arrancó a su casa con la ilusión de encontrar un refugio, abrazos de su familia y una buena acogida. Por supuesto las cosas no sucederían como las imaginaba. Era mucho el tiempo perdido.
Fue hablando por el camino con Alfredo, el chofer que la llevó a su casa. El manejando y ella interrogando, porque no hay mejor informante que un taxista, aquí y en cualquier parte del mundo.

-¿Alfredo por qué esta todo tan distinto?
-¿Hace cuánto tiempo no viene a Venezuela?
- Mucho tiempo y me había desligado por completo
- Entonces quiero que sepa que esto no tiene nada que ver con el país que dejó. Va a ser muy grande su impresión. Todo está deteriorado, sucio. Nada funciona, estamos sobreviviendo. Ni siquiera las personas son las mismas, ya no nos parecemos a esos seres alegres que una vez fuimos. Hay hambre aunque no lo crea, ya verá el espectáculo de colas en cualquier automercado o bodega. No hay medicinas, la gente muere si no asesinadas, mueren por falta de atención médica. Es muy peligrosa Caracas tenga mucho cuidado. Y por cierto ¿a qué vino?
-No lo sabía pero ya comienzo a entenderlo, no lo tengo aún muy claro pero basta ya de ser ajena a lo que es mío. De todas formas he cargado con ello  y ahora como que quiero tocarlo. Aquí estoy.

Alicia sintió que ya no era la misma que había salido de casa, comenzaba a contactar su nostalgia escondida. Hizo contacto con un aspecto esencial de ella que mantenía dormido. Era muy doloroso pero a la vez muy seguro, era muy lejano y a la vez muy íntimo. Se dio cuenta que se había amputado y ya no lo resistía. Se dio cuenta que regresaba para encontrarse con ella misma. Y solo le quedó un largo y sostenido llanto. Así llegó a su casa pero ahora muy asustada.

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