7 de mayo de 2019

Hablemos con nosotros mismos

Arpad Racz


Solemos atribuirle a ciertas personas o instituciones, por sus lugares y conocimientos, una especie de infalibilidad. Suponemos que sus afirmaciones son una especie de sentencia, mientras nuestro ánimo oscila al vaivén de las buenas o malas noticias que nos den. Entonces enseguida reaccionamos según la emoción que nos embarga. Si es buena para nosotros la sentencia alabamos reafirmando el mito. Si son malas desprestigiamos, tratamos de tumbar del lugar al ídolo, nos sentimos traicionados. Juegos del lenguaje, jugarretas del imaginario en el que queremos albergarnos para que la realidad sea tamizada y en casos extremos ignorada.

En este momento tiene la palabra los hechos y la actitud que nos embarga es la expectante, al menos debería ser esa. Ya la lectura de acontecimientos que se precipitan es ardua y difícil, obliga a interpretaciones e ir haciéndose una idea del momento. Tan agotador como una sesión de psicoanálisis, en las que estamos atentos al relato del paciente encajando piezas, ordenando sus relatos, pescando los objetos, determinando causas, despejando el deseo. Al mismo tiempo que servimos de escucha al sufrimiento. Como los niños, esponjas de emociones del entorno aunque se traten de disimular. En estos tiempos desconcertantes y críticos podríamos rebanar el aire por el espesor de la carga fantasmal que nos agobia.

La realidad se lee, se interpreta. Sobre ella realizamos conjeturas que orienten, se cambia y se levantan nuevas guías. Siempre la realidad nos supera, generalmente suceden eventos que no esperamos y somos sorprendidos, nadie lo dijo, nadie lo previno porque nadie es adivino. Esos poderes otorgados al otro solo es producto de defensas para aminorar la angustia que produce la vulnerabilidad humana. La angustia que ha estado presente siempre en el ser hablante, lo que cambia con el tiempo son sus amarras. Pensemos como hemos venido cambiando nuestros salvavidas tranquilizantes, en la medida en que nos percatamos que no flotan echamos manos de otro que no ha mostrado aun su función instrumental. Tenemos que hablar, incluso solos, pero sabiendo que el discurso puede cambiar en cualquier momento, lo que obliga a giros inesperados como en las buenas novelas.

Si la precariedad y la incertidumbre es una característica de nuestra época, nosotros la venimos sufriendo de forma cruel. Tenemos la desdicha de experimentar en carne viva los  nuevos modos de la barbarie. Venezuela entró al siglo XXI abriendo sus puertas a los salvajes y nos quedamos sin la intimidad acogedora y creativa. Admira la capacidad que hemos demostrado por no ceder en nuestro deseo de libertad y por mantener visos culturales como gritos de resistencia. No hemos sido fáciles, no han podido a pesar del agobio que nos aplasta. Se dice rápido pero han sido 20 años padeciendo una tragedia, que buscamos por esos cuentos épicos a los que somos propensos en Latinoamérica. Discursos de los “redentores” que nos relata Enrique Krauze en su magistral libro sobre la historia de las ideas en nuestra región.

Culpable somos por la irresponsabilidad pero culpables también seremos de nuestro devenir. Aminorar la angustia es una necesidad pero expulsar nuestra responsabilidad al exterior es seguir en fantasías redentoras. Como todos contamos relatos voy a contar el mío, un sin relato. No veo nada claro y no tengo certezas de nada, no firmo ni me adhiero a ninguna opción “sobre la mesa” solo trato de leer acontecimientos que permanecen desordenados. Trato de hacerme un relato y no lo logro, nada me convence, no hay argumentos que me ganen. No quiero violencia, por supuesto, pero lo que quiero no se me ha cumplido, no ha dependido de mi voluntad. Sin embargo los relatos están ahí y me asombra con la pasión y certeza como se defienden. Bien por los que pueden ver la vía con claridad, quisiera ser uno de ellos. Tranquiliza al proporcionar una voz, un objetivo por el cual luchar. Pero no he podido, la sombra de la duda ha vencido, no ha llegado mi hora de determinaciones, nada me es claro.

Como los relatos no cesan, después vendrán los nuevos que nos orienten en la difícil tarea que nos espera. La construcción de este país que destruyeron.

Hablemos pero hablemos con nosotros mismos y no nos sigamos maltratando. Hablemos con elegancia y amabilidad, querámonos más. La estética y las buenas formas en nuestro trato y en nuestro hablar es parte de la tarea que nos espera.


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