3 de abril de 2018

Por qué no me voy



Últimamente mucha gente me ha preguntado por qué no me voy. Ni lo había pensado, la verdad que lo natural es quedarte en el país, estemos claros en circunstancias normales, que ya hace mucho tiempo no es lo que vivimos. Emigrar es siempre o casi siempre un acto al que uno es empujado como medida de sobrevivencia. Uno no abandona a su país fácilmente en la mayoría de los casos, es generalmente tu país el que te abandona a ti. Hace tiempo esa familiaridad en las que nos movíamos libremente por nuestro territorio y sus hogares desapareció. Predomina el miedo, lo desagradable, el horror y la nostalgia. Porque no hay salida, te quedes o te vayas la sensación de pérdida es inevitable, este no es el país ni el talante de la gente que amábamos. Todo eso es cierto, sin embargo tampoco era normal este tipo de preguntas, ¿por qué no te vas? A nadie se le ocurría formular tal inquietud, a nadie se estaba botando, a muy pocos se despedían con la sensación de un hasta siempre. Era impensable, era inimaginable.

Pero ahora es lo normal, todos tenemos un vacío enorme porque los seres más queridos se fueron y ahora aparecen en pantallas contando sus experiencias de inmigrantes. Todos sonreímos, así somos, pero en las miradas podemos adivinar ese dejo de nostalgia de despedidas siempre vivas, del abrazo que no damos. Difícil contestar la pregunta que me ocupa. ¿Por qué no me voy? Sabiendo que el que la formula se está debatiendo en esta difícil decisión y por eso pregunta. Muchas podrían ser las respuestas y ninguna daría realmente con la verdadera razón, la que siempre se nos escapa. La razón es una de amor y el amor es inexplicable, obedece a pocas razones que puedan ser comunicadas con un mínimo de sensatez, el amor es insensato y ¿por qué no? es ridículo. Por lo general le tememos mucho al ridículo, yo le temía mucho hasta que oí a Zapata hablar sobre lo ridículo en sus divagancias y se me pasó. Programa que quisiera volver a oír.

Este es mi país de las “divagancias” de ese inolvidable programa de Zapata y Miguel Delgado Estévez que actualmente aún mantiene Miguel con su calidad y fino humor de siempre, pero con la nostalgia y eterna despedida viva por esa ausencia tan añorada. No me quiero ir porque tengo una historia y soy producto de ella. Porque fui al teatro y vi obras de Cabrujas con Rafael Briceño y tantos otros. Porque pude presenciar a Fausto Verdial en “Los hombros de América” basada en la vida de inmigrantes españoles que nos hizo llorar y reír a carcajadas. Porque me gustaba el griterío, la risa desenfadada, la diversión fácil y la bohemia de Sabana Grande en su Gran Café. Porque cuando me provocaba me iba un viernes al Juan Sebastián Bar a oír a José Quintero y sus boleros, porque apenas me veía me cantaba aquellas letras que me desgarraban el alma. Porque había una Cátedra del Humor en nuestra querida Universidad Central, que fue encuentro obligado de tantos caraqueños inolvidables. Porque podía bailar salsa en “El maní es así” después de ver una película clásica escogida por Margot Benacerraf.

Cuando todos corríamos a ver la novela de Ibsen Martínez “Por estas calles” porque después era comentario obligado entre los amigos. Porque tuve a un Billo que amenizó las fiestas y nos puso a todos a bailar. Porque existían clubes maravillosos e hicimos competencias entre ellos. Porque no se sabía que era mejor las fiestas que hacíamos entre los amigos o los comentarios posteriores que prolongaban esa sabor de cercanía y reconfortante empatía. Porque una vez vi a Jesús Soto solo en un restaurant y me puse a hablar con él. Porque Aquiles Nazoa nos regaló su “Credo” y su “Caballo bien bonito”. Porque me encanta el tuteo nuestro, su cercanía y pedir la bendición. Porque tuve una maestra en tercer grado que marcó mi destino escolar. Porque tuve la fortuna de presentar en una conferencia a Salvador Garmendia y me sentí sobrecogida. Porque me movía a mis anchas en mi país que siempre sentí muy acogedor. Porque un querido amigo, Freddy Arreaza, dijo que si se tenía que exilar se iría a Coro. Porque nunca nos quisimos ir, porque estábamos muy bien aquí.

Porque mi casa era una fiesta. Porque oí cantar en ella a Ítalo Pizzolante “una rosa pintada de azul” con Enrique Alberto Urdaneta (El Negro) al piano. Porque Mariachis y la Tuna fueron invitados por mi papá y él cantaba. Porque mi mamá lo veía con ojos de enamorada. Porque semana Santa se vestía de teatro con sus festivales organizados por Carlos Giménez. Porque no habrán Navidades y su Niño Jesús iguales a los vividos. En fin porque no, porque quiero estar aquí. Porque tengo más vida vivida que la que podré vivir. Porque sé que la vida termina por vencerte y quiero que no sea por nostalgia. Porque la desesperanza requiere de mucho coraje y yo no lo tengo. Mucho hemos perdido pero nuevas alegrías sencillas asaltan con sabor casero. Porque te domina la locura, la magia cálida  y vuelves a recordar a Violeta Parra y su “Gracias a la vida”. Aquí estaré, a pesar de todo, y no resignada sino haciendo un homenaje a esa bella patria que tuvimos. Haciendo homenaje a los que se fueron y deseando volver a encontrarlos. Alzo mi copa y brindo para que podamos nuevamente vivir juntos en una Venezuela que clama por un reencuentro.

Desde lejos me llega La voz melodiosa del Tío Simón y su “Caballo viejo”.

8 comentarios:

  1. Con todo respeto, pero con nostalgia, recuerdos y añoranzas no se come, no se curar enfermedades, no se convierten en seguridad, en fin, no vuelve nada de las necesidades físicas que requerimos como personas. Obviamente, para usted le satisface el alma, pero con eso no se vive. Mis respetos

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  2. Muy buen escrito Marina!!! Felicitaciones.

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  3. Me hizo llorar. Bello texto.Gracias.

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  4. Me gustó tu trabajo, Marina. Es un tema sensible. A veces, irse a un mejor lugar es la única opción. Cariños.

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  5. Me gustó tu trabajo, Marina. Es un tema sensible. A veces, irse a un mejor lugar es la única opción. Cariños.

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    1. Lo entiendo Alirio y lo lamento. A los que emigran, como mis dos hijos, les deseo lo mejor y los añoro. Abrazo

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  6. Comparto lo que sientes y conozco cada una de las cosas que mencionas, por vividas unas, por compartidas muchas. Es siempre una decisión personal, aunque no siempre se tome sin desgarrarse. Yo he optado por irme a ratos y volver a ratos, sin ahorrarme ni una sóla lágrima. Cada uno hace lo que cree que puede en esta carnicería en la que se ha convertido nuestra vida. Salud, Marina, bello artículo

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