27 de marzo de 2019

El pensamiento mágico


joan Miró


No hay nada más gratificante y divertido que jugar con los niños y sus pensamientos mágicos. Cuando mis hijos estaban pequeños andaban con una varita mágica convirtiéndose mutuamente en ratones y desapareciéndome o apareciéndome según su conveniencia. Cuando comenzaban a interrumpirme en mis labores con sus insistentes “mamá, mamá” les decía “no estoy, desaparecí” me contestaban “no es verdad, yo te estoy viendo”. Los únicos que tenían ese poder eran ellos, eran mágicos. Aunque estaban plenamente consciente de que se trataba de un juego, lo que su sonrisa pícara delataba.

Nunca perdemos la capacidad lúdica o no deberíamos perderla. Jugamos con otros y con nosotros mismos con los pensamientos mágicos, eso sí sabiendo que no es más que un juego.  En una consulta psicoanalítica se trabaja con los pensamientos que traen los pacientes, sus relatos de vida y sufrimientos. Este tipo de pensamientos son claves para lograr un diagnóstico y poder guiar la cura. Siguiendo sus huellas podemos identificar un delirio estructurado y concluir que estamos ante una estructura psicótica. Lo que constituyen cuadros clínicos que generalmente requieren ser medicados. Al paciente psicótico hay que estabilizarlo para poderlo ayudar a reconstruir su vida siempre con amenazas de nuevos brotes. En este precario equilibrio la familia es fundamental dado que no son ajenos al delirio que manifiesta el paciente. Pero podemos encontrar todo tipo de pensamientos en cualquier cuadro clínico, muy frecuentes también en estructuras neuróticas y muy floridos en situaciones de amenazas y precariedad. Mientras más desestructurada esté la familia y la sociedad más veremos a los sujetos refugiarse en fantasías omnipotentes.

Este tipo de pensamiento subvierte el pensamiento apegado a la apreciación de la realidad. Inventa otra realidad que les sea más tranquilizadora y los mantenga en la ilusión de poseer un poder que en realidad no poseen. La realidad se les hace muy perturbadora y la sensación de indefensión, insoportable. Así podemos escuchar opiniones que podrían ser muy divertidas si no constatamos que las personas que las sostienen creen firmemente en sus varitas mágicas y sus efectos voluntariosos. “Si repito incansablemente un deseo, si emprendo una campaña sostenida a favor de un resultado esperado y conveniente, si reúno a un grupo de personas en un cuarto oscuro y todos con mucha fuerza y fe repetimos una consigna, si adopto la posición de loto y emito el Ohm, Ohm, se voltearán los acontecimientos a nuestro favor, ténganlo por seguro”. Pero nada, las cosas en la realidad continúan su curso, muchas veces con una lentitud desesperante pero inevitable.

Ahora, los pensamientos mágicos no desaparecen constatando la realidad. Si sucede lo que queríamos siempre está el argumento del sucedió gracias a que nosotros desde el teclado lo propiciamos. O si sucede lo contrario fue porque no fuimos suficientemente insistentes. Así seguimos creyendo, por ejemplo, que políticos de relevancia actúan de la forma que quiero porque una mañana me levanté desesperada y escribí un tuit insultando. Gracias a nosotros hizo lo que esperábamos que hiciera, no es porque la realidad habla y el político es honesto y comprometido con causas democráticas y de DDHH. El pensamiento omnipotente no se derrumba así, son muchas defensas lo que lo sostienen causando un deterioro serio en la evolución psíquica del paciente y dificultado su desarrollo en la vida. Preocupa como preocupa un paciente o en el caso que sean muchas personas pueden llegar a caracterizar el comportamiento de poblaciones enteras, dificultando enormemente el desarrollo de un país. Imagínense que nos convirtamos en una gran secta y compartamos una misma e intocable idea. Volveríamos a vivir como en la Edad Media, de lo cual no estamos muy lejanos. En este caso preocupa el país.

La realidad externa dejaría de importar para concentrarnos en nuestra realidad psíquica y no permitir se desmorone. No hay nada que se pueda aprender, nada que nos dé indicio del equívoco en el que incurrimos, nada que se pueda compartir si no es con los miembros del clan. El otro es despreciado y atacado si viene con ideas perturbadoras; por ello es que al delirio no se le puede atacar de frente, hay que jugar hasta tener la oportunidad de hacerles trampas a la jugada en un intento de irle ganando terreno a ese lodo resbaladizo. O bien ignorarlo si hay la posibilidad y no nos perturba personalmente. El costo que acarrea sostener pensamientos mágicos negando la realidad es muy alto. En realidad no funcionan, no se puede construir nada sobre ellos, solo queda seguirle agregando capas de construcciones imaginarias que lo blinden. Al final se trata de no dejar que se perturbe la creencia sobre el poder que creemos poseer.

Es que la locura, enloquece. Tenemos que estar constantemente haciendo un contrapeso para no ser arrastrados por esa corriente desbastadora. Todo grupo humano fuertemente cohesionado comparte su propia locura y en nuestra sociedad somos muy dados a construir nuestras tribus particulares. Las familias venezolanas son bastiones cerrados en los cuales se dificulta el ingreso a un extraño. Al menos así fuimos en una época y en algunas clases sociales, difíciles permear, se siente al otro como amenazante o contaminante. Ahora hemos cambiado mucho y las familias están desintegradas pero esta tendencia se sigue observando con tanta o mayor relevancia. Si perteneces a mi grupo y yo me pelee con otro grupo, te exijo, de alguna manera, que tú también te pelees. Si quiero imponer mis pensamientos mágicos y sostenerlos nada mejor que un grupo que me ayude a sostenerlos. Se le huye a la confrontación de ideas, termina la conversación.

Es esperable que ante la angustia nos refugiemos en ilusiones descabelladas pero se esperaría también cierta reserva en expresarlas para no dar la impresión de que estamos locos.

Nuestras locuras tienen mejor destino en actos culturales que también hacemos, como fue el maravilloso acto de los poetas en La Plaza Los Palos Grandes. Es así como hacemos país.

19 de marzo de 2019

El vacío social

Claude Théberge


Estar aterrados y sobreviviendo, como estamos, trae como consecuencia un vacío social. Una falta del accionar en conjunto para poder entender las causas de nuestra precariedad. La gente está demasiado ocupada en lo que Hannah Arendt llamaba “labores” surtir lo mínimo necesario para las necesidades esenciales. Procurarse agua de cualquier manera, correr a desenchufar los aparatos para que no se quemen durante las fluctuaciones de voltaje. No se intercambian ideas no hay tiempo ni ganas para ello. Es como estar hablando a gente que no quiere cuestionar sus hipótesis primarias. Es general el criterio que estos son manejos de manos muy negras para castigarnos y por lo tanto depende de voluntades, de que nos portemos bien y al final se les otorga un poder casi divino. Atomizados sin poder hacer el trabajo competente con el cual se hace sociedad. Resultado un vacío social, debilitamiento del sujeto, terror y el enemigo exterior acechando en el imaginario.

No es nuevo y ya ha sido expresado por los estudiosos del totalitarismo, quienes denunciaron los métodos empleados para el sometimiento del ciudadano. El miedo y la propaganda sus principales aliados como bien los expuso no solo Hannah Arendt sino Leffort, Habermas, y Heller entre otros. No es casual y cumple un papel primordial la cantidad de mensajes falsos que circulan para mantenernos en estado de terror, las personas los retrasmiten sin tomarse un tiempo para verificar. Y no se le ocurra responder que eso es falso porque salta el remitente a insultar. ¿Tú que te crees que eres más sabia que los demás? O simplemente no hacen ningún caso y atrás viene otro más aterrador que el primero. Cuando las causas no están bien identificadas las labores para mitigar la catástrofe se desorganizan aumentando el caos. Si yo creo que esta situación es causada por una persona que enchufa y desenchufa mi reacción será distinta a si creo que esto es fruto de la incompetencia, corrupción e irresponsabilidad sostenida durante 20 años.

Un vacío social que nos mantiene incompetentes para razonar y conversar. Al leer a los intelectuales que se tomaron la molestia de pensar lo podemos ver con toda claridad, por ejemplo tomemos una pequeña cita de Leffort “El totalitarismo –si leemos a Arendt- nace de una sociedad despolitizada en la cual la indiferencia ante los asuntos públicos, la atomización, el individualismo, el desencadenamiento de la competencia no encuentra límites”. Sin acción política efectiva seguiremos cada vez más atomizados y damnificados. Ya no es suficiente aquello de “cuento conmigo” es necesario contar con los demás porque el vacío es social. Heller subraya como esencial los actos de comunicación humanas al igual que Habermas pero añade “todo trabajo humano es una demanda de creatividad racional-finalista. La realización de la libertad humana significa la socialización de nuestra naturaleza interna sin represión tanto en la comunicación como en la creación”.

Ahora los mecanismos de terror y propaganda si son productos de las mentes perversas que usurpan los medios de comunicación y nos mantienen muy ocupados y sometidos. La situación es tan grave que es inexplicable como no se ha producido un estallido social. Estamos muy ocupados buscando y acribillando a nuestros enemigos externos y asustados con la avalancha de desgracias profetizadas con las que somos constantemente amenazados. Demasiado ruido para pensar. No es que no estemos amenazados, lo estamos, pero la amenaza son bandas con armas y poder de disparar gozando de impunidad. Mientras tanto el país se desintegra y la sociedad pierde lazos de unión y acuerdos. Todo lo espontaneo o simple quedó trastocado y por ello requiere una cuota de energía agotadora. Paso el día viendo que invento para poderme lavar el pelo y medio asearme, que puedo comer y que consigo en automercados, como puedo pagar y donde dejé mi linterna. Al final del día siento que corrí un maratón. Caigo exhausta para medio dormir en medio de sobresaltos.
  
Súbditos de las necesidades básicas por un poder ejercido perversamente. No hay tiempo para gestionar las decisiones. Sin embargo hay una voluntad inquebrantable para desocupar a Miraflores y un deseo colectivo de que esos lugares sean ocupados por seres competentes, que los hay sin duda. Es el “cómo” lo que discutimos con pasión. Hay quienes ven el final de esta tragedia cerca y a quienes se nos hace lejano. No ha sido fácil quebrarnos, nuestra rebeldía nos ha permitido trascender la tendencia de verlos invencibles y cosificarlos como objetos tabú, como advertía Freud. Basta imaginarlos aterrados, con relajamientos de esfínteres, para situarlos en la dimensión humana y darnos cuenta que también mueren. Dudamos de todo, incluso de uno mismo, pero siempre estamos levantando promesas e imaginando un futuro libre de usurpadores. Lo lograremos si nos integramos si llenamos ese vacío con creatividad y trabajo, cuando desplacemos las promesas y la espera de rescatistas por estrategias efectivas de liberación. Es el terreno de la política.

La política no es una labor es una acción creativa producto del razonamiento y adecuadas estrategias una vez identificadas las causas. Tarea delicada y difícil en terrenos minados como el nuestro.

Pero dicho lo más o menos sensato les diré que si vienen a rescatarme los recibiré con los brazos abiertos y un clavel.

12 de marzo de 2019

¿No es esto una guerra?

Picasso


El odio crece a pasos agigantados. El país está indignado, cada día más maltratado por la incompetencia y maldad de estos mediocres funcionarios que se dedicaron a destruir toda la infraestructura del país durante largos 20 años. Ya los efectos desbastadores nos alcanzaron aumentando, de esta forma, las desgracias de nuestra gente. Rabia incontenible y un odio desbordado. Cualquiera puede ser blanco de la furia desatada, todo aquel que suponemos debería ponerle coto a tanto desastre. Recordaba como los romanos eliminaban a los emperadores déspotas y malignos, rápido y sin miramientos, de forma segura y me decía cuánto precio pagamos por ser civilizados. Ni un solo movimiento, ni una amenaza, solos y refugiados hemos aguantado tranquilos y reventando de ira este insoportable y prolongado apagón. Será para felicitarnos o debemos llorar, no lo sé.

Dos días paralizados, viendo como podíamos apaciguar la angustia y ahora en un estado de zozobra porque en cualquier momento vuelve apagarse el país, puede ser, no extrañaría para nada. Llegó la luz y se fue el agua. La vida está llena de imprevistos eso lo sabemos, pero no éstos que bien podían haberse evitado si estuviéramos en manos de seres con juicio. Pero no, estamos en manos de seres malos. Y allí están muy bien apertrechados con sus plantas eléctricas y su servidumbre facilitándoles la existencia. También pensaba en esta servidumbre y me decía sin tan solo ellos se alzaran, una especie de…vaya Ud. y prenda ese aparato con sus propias manos,  hoy no hay que comer en esta casa porque en la mía nadie está comiendo, mire Ud. no lavo más su ropa, el baño está sucio pero no quiero limpiar más sus cagadas mientras siga cagando al país, etc. ¿Con estos pequeños gestos no se expulsa a un usurpador? No lo sé pero que alivio sentiríamos. Nos sentiríamos menos estúpidos.

No solo no sufren de las desgracias que causan sino que además se dan el tupé de burlarse de nosotros. Nos creen estúpidos y es lo que más indigna. Relata Rodolfo Izaguirre que Cipolla reduce a cinco leyes fundamentales la estupidez humana a la que define como “la torpeza notable en comprender las cosas”. La primera es que cada uno de nosotros subestima el número de individuos estúpidos que circulan por el mundo. La segunda ley inserta la posibilidad de que una persona determinada sea estúpida es independiente de cualquier otra característica en la misma persona. La tercera precisa que una persona estúpida causa daño a otros sin obtener al mismo tiempo, un provecho para sí, incluso obteniendo un prejuicio. La cuarta ley señala que las personas no estúpidas subestiman siempre el potencial nocivo de las personas estúpidas, asociarse con estas personas siempre acarrea un gravísimo error. No cumplen las leyes de la estupidez estos malandros pero gran parte de la población sí que calzan y muy bien.

Si no fuera por tanto sinvergüenza estúpido asociados a estas bestias no sería posible su capacidad de destruirnos. Gente que se asocia sin obtener beneficio y que pagarán muy alto una apuesta equivocada, su terrible error. No soy militante, nunca lo he sido y menos lo seré ahora después de tanta experiencia acumulada. Por eso tampoco me voy a unir a la causa “pacifista” todo menos una confrontación armada, todo menos guerra. Tratamos de evitarla es lo civilizado, seguimos las normativas de este mundo moderno y las líneas de la política que para algo fue inventada. Pero todo tiene un límite porque resulta que ya la guerra está declarada. Ayer murieron muchas personas a causa del apagón y cada día se incrementan estas cifras. Nos están matando y si no acabamos con ellos, ellos acabarán con nosotros. Basta de remilgos religiosos porque así como no es deseable terminar con un veneno como despachaban los romanos sus tiranos (claro atrás venia un tirano igual de canalla o peor) tampoco es rezando y apelando a la bondad de los dioses, estas culturas ya no están vigentes.

Como señaló Fernando Mires, en un tuit, tenemos objetivos pero no una ruta clara. Me refiero a esta ruta cuando hablo de guerra, no a las bombas y marines con los que comenzó a soñar gran parte de la oposición. Me refiero a una ruta firme y decidida, riesgosa pero terminal. ¿Cuál sería? Proponga, dirán quien lee y yo contesto ¿ese no es el papel de los políticos? Se anunció un paro escalonado, lo comenzaron los usurpadores, paralizaron el país por cuatro días hasta el momento y tiene visos de prolongarse. ¿No es posible la desobediencia civil? Nada, tenemos un país obediente y lo vemos de forma patente en los bloqueos informativos. Afirma Fernando Savater que “no puede reducirse toda la política decente al antimilitarismo, pero sin antimilitarismo no creo que haya política decente” 

Nosotros les entregamos nuestro país a unos militares corruptos y ahora les rogamos que nos devuelvan lo que pertenece al mundo civil. Da vergüenza tanta rogadera a estos canallas, algunos y otros estúpidos. Para el “pacifista” nunca es justificable la guerra, ésta es una posición religiosa no política. Parte de la idea que las comunidades humanas son armoniosas y el hombre es bueno. Nada más lejos de la verdad, si ese fuera el caso no necesitáramos representantes y sobrarían los políticos.

Solo la supresión de la violencia por parte del Estado a la que estamos siendo sometidos podría aplacar la sed de venganza que hoy arropa a la población y la amenaza de un conflicto armado. Solo si eso sucediera podríamos alcanzar la utopía de una solución sin armas. Mientras tanto la conflictividad va en aumento y pareciera que es lo que busca el usurpador. Ahora bien como las armas no las tenemos las estamos solicitando a los ejércitos extranjeros. Vaya lío en los que nos metimos por tanto estúpidos que eligen presidentes.


5 de marzo de 2019

La bolsa o la vida



Como en los western, en las cuales era clásico ver escenas donde el forajido encañonaba al “chico bueno” y le colocaba en la elección forzada “la bolsa o la vida”, así estamos. Por supuesto la elección no podría ser otra que la vida entregando la bolsa. Sin la vida ya no habría nada y sin la bolsa quedaría con una vida cercenada. Es el símil que emplea Lacan en su Seminario XI a propósito de las operaciones de causación del sujeto, alienación y separación, que implica esta elección forzada. La bolsa simboliza el todo, si queremos tener vida debemos renunciar al todo.  No hay otra posibilidad o somos sujetos del deseo siempre en búsqueda de lo perdido o pasamos a ser cosas redondas, repletos de significados y tragados por el Otro de un goce voraz. Escojamos entonces en nuestra disyuntiva actual, o seguimos siendo cosas al servicio de la voracidad sin límites o escogemos ser sujetos dueños de nuestro destino.

De vez en cuando la vida nos pone en estas circunstancias angustiantes, por la que pasamos todos en nuestros primeros pasos y que nos condena a vivir siempre con un monto inquietante. Situaciones en las que somos forzados a entregar lo que consideramos preciado para poder continuar con nuestras vidas de alguna manera. Es precisamente la ética personal la que nos guía en la difícil coyuntura. Podemos encontrarnos en el límite de que lo que se nos conmina a entregar es más importante que la vida propia y entonces elegimos perderla. Es el caso, por ejemplo, cuando se trata de la vida de los que amamos. Esto en el caso de decisiones personales y de las vidas de cada quien, cuando la ética nos guía. Pero estaríamos en otra realidad cuando las decisiones son colectivas, cuando es el rumbo de una sociedad la que tenemos que enrumbar entre todos. Allí nos guiará otro tipo de ética, la implicada en la política.

Vivir en sociedad también tiene un precio que debemos pagar si somos sujetos que construimos lazos. Lazos que nos enajenan, que nos limita la libertad, que nos obliga a acatar normas, a obedecer leyes, a soportar a los otros en sus diversidades. Cada quien hará sus elecciones como y con quien desea vivir, pero esa persona a las que más amas, ese pedazo de tierra a la que te aferras por raíces históricas, esas referencias esenciales demandan y obligan. Por qué no decirlo también molestan y no pocas veces enfadan pero si nos quedamos es porque es mayor el beneficio que obtenemos que las cadenas que aprisionan; suponemos si no estaríamos en el terreno patológico. Siempre un equilibrio que requiere flexibilidad y tacto. Así es la vida y no es necesario darle más vueltas porque la conocemos.

La elección del esclavo es de otro orden, la disyuntiva seria la libertad o la vida, en este caso la decisión es a muerte porque la vida perdería todo valor. ¿Para qué queremos una vida sin libertad? no tendría ningún sentido. En estas circunstancias ya la lucha es a muerte, se destruye al malhechor o se pierde una vida, perdida de antemano. Aquí es cuando los vestigios de humanidad quedan abolidos y no hay cabida para contemplaciones, se entra en el campo de las guerras. O es uno o es el otro pero ya ambos no tienen cabida en un mismo escenario. En ese límite nos encontramos, peligroso, delicado, cegador. No tienen cabida los llamados a la calma, no es la sensatez ni la civilización o buenos tratos los que rigen, es la furia, la desconfianza, el temor al fracaso de propiciar el golpe certero que elimine al otro. O es el tirano o somos nosotros no hay alternativas. Creo que en eso todos o mejor dicho la gran mayoría coincidimos. Entonces no es ese el punto de nuestros desencuentros el como no errar en el blanco lo que propicia debates. Es cuestión de estrategias y oportunidades.

Un tirano desprecia el valor de la vida, no contemplan al mundo de la subjetividad humana nos despojan de ella. No soportan la perseverancia del deseo y no calcula la fuerza que posee la vida cuando es iluminada por las decisiones éticas. Nos arrancan la humanidad de nuestras historias, nos separan de los seres amados, nos cercenan forzadamente la vida y nos arrojan mendrugos como animales. Estando así tratados es más que imprudente, es despiadado y causa afrenta que se asomen tratos humanos hacia nuestros verdugos. No es el momento, las propuestas son retadoras e inapropiadas. Causan daño y por ello saltan los otros indignados. Peleas innecesarias por temas que podrían ser tratados una vez que podamos recuperar la libertad. No veo muchas salidas a nuestra situación si no utilizamos la fuerza. Sea esta armada que no la deseo, o sea esta política, que es la deseable. Pero no acciones timoratas, tambaleantes como las que han tenidos nuestros políticos hasta que se activó la única institución democrática que tenemos.

Una autoridad está llamada a orientar el querer de los sujetos. Cuando esa autoridad calla los sujetos comienzan a vociferar sus deseos siempre forrados de oscuridades. Estamos bombardeados de multitud de ofertas que provienen de diferentes latitudes más relajadas en su propio devenir. Nosotros con la soga al cuello no las compramos fácilmente, provenimos de oscuridades absolutas. Al comenzar a ver un pequeño resplandor en la lejanía no queremos que se extinga por ráfagas de cantos de sirenas. Como dice Slavoj Zizek cuando nadie encauza lo que queremos como sociedad y como alcanzarlo es cuando más lejos estamos de verdaderas alternativas, “la capacidad de elección se convierte en simulacro”. Algo comienza a fallar, falló el quiebre de las FAN, falló la esperada intervención militar extranjera (hasta ahora), falló el ingreso de la ayuda humanitaria ¿Cuál será el siguiente paso? No lo sabemos. No lo tenemos todo.