26 de febrero de 2019

A pesar de todo

El Bosco


A pesar de saber que estamos secuestrados por una banda de criminales, cada uno de sus actos no dejan de sorprendernos. Nos sorprenden sus crímenes cada vez más macabros y viles. Nos sorprenden  las faltas de límites y los alcances que toman. La desfachatez, la soberbia y lo espectacular como se exhibe la maldad. Mientras torturan y matan emiten patéticas carcajadas, se pavonean y celebran en danzas de muertes. Se arrogan triunfos sobre tumbas, sobre el desgarramiento de los deudos, sobre la perplejidad momentánea. Toma un tiempo reponerse de golpes tan bajos y viles. Les gusta el escenario, les gusta que su maldad sea exhibida para que cumpla el objetivo esperado. Sin el bailoteo descarado el crimen podría quedar sin su componente de desafío primordial. “Ahí tienen sigan jugando a medir fuerzas, que en ese terreno yo gano” pareciera ser su decidida voluntad perversa. Se cae entonces en una espiral de mostrar cada vez más las armas. Es decir y con todas las letras el preámbulo de las guerras. Aunque ya esto es una guerra.

A nosotros por supuesto que nos invaden las ganas de exterminarlos. Es que cuando se llega a estos extremos ya no estamos para contemplaciones civilizadas. Cualquier vía ya es deseada por la mayoría de una población que cada vez se muestra más exhausta. No se puede vivir mucho tiempo bajo esta angustia desbordada. Ya ni siquiera dormimos y nuestro ánimo sometido a los acontecimientos que suceden a un ritmo vertiginoso. El más comedido comienza a ser sorprendido con pensamientos que nunca hubiese imaginado. Es que tampoco habíamos presenciado como actúa el terrorismo en nuestra casa. La principal estrategia del terrorista es el espectáculo porque no cuenta con muchas más destrezas a su alcance. Si no hubiese medios de disfunción no tendría lugar el bailoteo ni la quema de la Ayuda Humanitaria. Se la habría simplemente robado y con ello lucrado. Pero no, quieren ver, pues vean hasta donde podemos llegar. Basta ya, realmente basta.

La encrucijada vivida ayer colocó al régimen en una jugada terminal. Su opción por la represión y muerte es la que más se les acomoda, la única que conocen, pero ya la jugada no deja de ser sumamente errada. Necesariamente obliga a nuevos escenarios de luchas imposibles de predecir. Comenzamos de esta manera una escalada de dimensiones desconocidas y terribles. El panorama inmediato es tenebroso y desconocido en nuestra historia. Así que preparados para lo peor, si es que eso es posible. El mensaje más claro hasta ahora recibido (domingo) es “todas las opciones están abiertas” ¿qué significa? No lo sé. La mayoría lo entiende como la intervención extranjera y en ella están puestas las esperanzas. Jugada que tampoco sé si está realmente planteada, si es posible o conveniente. Lo que sí sé que ya basta de poner a la población pacífica y desarmada a enfrentar monstruos, los resultados son repetidos y desbastadores. No fue un despliegue de fuerza e indiferencia lo que el régimen mostró ayer, fue más bien su sentencia de muerte la que quedó firmada.

De ello no tenemos duda, los temores se enfocan en el camino que aún nos falta por recorrer. Recorrido invadido por todo tipo de fantasmas escondidos en árboles embrujados.  Que lejos me quedaron esas palabras de mi abuelita cuando me decía “duerme tranquila, los monstruos no existen” desgraciadamente la vida vino a enseñarme de que sí existen y debemos cuidarnos. No solo asustan sino que también matan por cualquier vía encontrada. Sirven los tiros, el hambre, la enfermedad y el miedo que también mata. Despertaron la indignación, no solo nuestra sino la del mundo que observa. Estamos ante la presencia de lo que Hannah Arendt denominaba “El mal radical” el cual no puede ser perdonado. Se perdonan los errores cometidos por la acción humana, porque son inevitables, pero no el mal en toda su expresión del cual solo podemos decir “nunca se ha debido producir”. Lo que sucedió ayer, no se ha debido producir, pero una vez actuado hay que accionar para erradicarlo. 

Debemos diferenciar lo que es una actuación de lo que son las acciones. Actuación fue lo que observamos ayer por parte del régimen. Esas salidas impulsivas, salvajes que no las guían el pensamiento sino las emociones viscerales, sed de venganza, llamados a un Otro implacable e insaciable. La acción es producto del pensamiento, de las estrategias y de las jugadas políticas que es el terreno en que debemos mantenernos, se cometerán errores, son inevitables. Pero ellos los podemos perdonar y hasta mostrarnos comprensivos y no implacables. Livianos para juzgar sin tener conciencia que lo hacemos desde nuestros propios fantasmas. Es necesario confiar en los seres humanos que están haciendo un esfuerzo titánico por liberarnos; sin confianza no es posible la acción colectiva fundamental para la construcción de nuestro mundo y comenzar a recorrer la senda del diálogo entre nosotros. Al fin y al cabo este dialogo también es multicultural y multiconfesional.

Que difícil se nos hace y que difícil lo que aún falta. Pero a pesar de todo si hemos llegado hasta aquí no es momento de desfallecer. Respeto y confianza pueden ser nuestros aliados.

19 de febrero de 2019

La sabiduría de la ilusión

Anna Silivonchik


Nuestras expectativas crecen día a día. La ilusión de un futuro fuera del horror, en el que hemos permanecido tan largo tiempo, crece. Es natural, inevitable y deseable que nuestro pensamiento divague en el regocijo de un futuro promisorio, con los baches producidos por las dudas y el temor de no alcanzarlo. Han sido muchas las desilusiones sufridas y no es poco lo que tenemos en juego. Se trata del rescate de la propia vida, de poder poner fin a lo que podemos calificar como una vida sin sentido. Paralizados por faltas de alternativas, por las agresiones constantes padecidas; únicamente batallando por la sobrevivencia y por evitar desgracias peores e irreversibles. Muchos han caído asesinados por un régimen genocida y hamponil. Lloramos a nuestros muertos y las heridas están sangrando todavía; pasarán muchos años para podernos despedir con serenidad de este triste capítulo de nuestra historia. Si, nos adelantamos a los acontecimientos porque estamos vivos, porque pensamos.

Ya no albergamos la ilusión como engaño, ahora estamos más precavidos. Tenemos muchas ilusiones como una esperanza viva, como expectativa favorable en relación al porvenir. Este talante vivo se mezcla con nuestros deseos y como buenos parlanchines que somos no tardamos en manifestarlos y allí sí comenzamos el patinaje sobre hielo con sus consabidas resbaladas. Hay de todo en la viña del señor. Los que quieren venganza, los que quieren invasión, los que quieren continuar “dialogando”, los que solo esperan que esto se precipite y comenzar una inolvidable celebración. Y aunque Ud. no lo crea hay hasta quienes quieren ser presidentes de una Nación desbastada. No hemos cruzado la línea pero ya tenemos candidatos. Por ese lado Venezuela puede estar tranquila nunca nos faltará las contiendas electorales y las ambiciones aunque estas sean delirantes. Total, la cordura se encuentra en sala de emergencia.

Dejemos eso de lado y continuemos soñando. Ya casi es difícil imaginarse un país en el que no se vaya la luz, en el cual salga el agua por los grifos, automercados abastecidos y poder adquisitivo. Ya sé que así vivíamos pero es que el paisaje está quedando un tanto desdibujado. Quiero imaginarme salir a la calle sin miedo y que los puntos de venta funcionen porque hay un sistema operativo. Quiero imaginarme un servicio de internet que no me provoque arrancarme los cabellos, quiero imaginar que no hay censura y que puedo ver y escuchar los programas de mi preferencia. Quiero imaginar a los niños jugando nuevamente en los parques y los ancianos cuidados y protegidos por sus hijos. Quiero imaginarme que los muchachos regresan con entusiasmo a reconstruir su país. Quiero poder ir al teatro, conferencias, conciertos, recitales. Un movimiento cultural que vuelva conectarnos con lo bello y la alegría. Porque si de sentido se trata, nada tiene más sentido. Una población que ame el conocimiento y las Universidades que lo propicien.

Cuando te han arrebatado todo y vez la posibilidad de recuperarlo nos tornamos exigentes, principalmente con uno mismo. Para volver a hacer de las ilusiones una realidad hay que fajarse, ¡a trabajar se ha dicho! Al contrario del prejuicio mantenido creo que somos “echaos pa’ lante” pero también es justo exigir quererle “ver el queso a la tostada”. Eso de trabajar sin descanso y no poderse tomar ni un café en la calle, por decir lo menos, es muy frustrante. Así que queremos trabajar pero con las consecuencias de una vida buena como mandaron los Griegos. Como exige la ética. Por lo tanto quiero volver a los restaurantes después de un largo día cumpliendo obligaciones. Claro que podremos si los deseos desmedidos y las dudas razonables nos dejan. Podríamos incluso disfrutar de estos días previos encaminados a un gran final sino fuera por ese gusanillo, inevitablemente presente, de tener que atravesar por mas y peores violencias. Quiero creer que no, tengo la ilusión de que no será un final cruento.

Toda creación cultural es una ilusión, ya lo señalaba Freud poniendo a la religión como la principal ilusión que aminora la terrible realidad de la muerte. Por supuesto el no creyente se le hace más difícil saber que su futuro acaba en la tumba. Pero no  por esa certeza se vive con menor alegría porque la existencia se afianza en fuertes deseos de querer vivir bien y no por una recompensa final. Es la interrogante que Kant se formuló en relación a Spinoza, la cual Savater responde “No se conduce éticamente a fin de conseguir algún premio o retribución, sino que se llama ética al modo de obrar que le recompensa en su propia actividad haciéndole saberse más razonablemente humano y libre. Se vive para alcanzar la plenitud de la vida”. Siempre he pensado que estos seres enfermos de poder en realidad lo que viven es un terror ante la muerte. Exhiben conductas desesperadas ante la idea aterradora de la proximidad de un fin. Que no necesariamente es la muerte, aunque a veces sucede, sino a ese fin de no disponer del botín que calme su insaciable voracidad por acumular. El que le teme a la nada lo quiere todo.

Sabiduría de la ilusión, denomina Rafael Argullol, la que acompaña una  existencia al servicio del y por el ser que construye narrativas. La búsqueda del progreso y la inventiva productos de la ilusión humana y su prodigiosa imaginación. Soñamos y albergamos ilusiones porque no estamos muertos y amamos la vida.

12 de febrero de 2019

Fuerza en los finales

Joan Miró


Todos intuimos un final importante en el rumbo de nuestras vidas. Lo sabemos cómo inevitable mucho antes de que suceda. A veces queremos desesperadamente ese fin porque la situación vivida se tornó insoportable y a veces no lo queremos pero nos alcanza. Lo que es común a ambas situaciones es lo difícil que resulta porque nos enfrenta a serias dificultades. Si ese fin es fuertemente anhelado tememos que no llegue tal como lo esperamos y si es recibido como inevitable sabemos que algo de nosotros también muere con ese final. La vida es movimiento y su transcurrir es una cadena de decisiones a las que estamos condenados por ser seres racionales, pero no razonables que es muy distinto. Quedarse eternamente en situaciones de infelicidad por temor a un futuro incierto no es razonable; así como querer apresurar los finales suele ser la ruina de las mejores historias. Un mal final de una novela arruina toda la obra, como podría arruinar nuestras vidas.

Ese sueño de querer alcanzar situaciones de total armonía que acabe toda discordia entre los seres humanos y nos permita descansar eternamente sin tantos problemas es una utopía que persigue acabar con la política. Hasta ahora no ha habido sistema que haya acabado con las rivalidades, discordias y aporías de la vida en común, sea esta de la naturaleza que sea. Pero cuando la discordia, la hostilidad, el maltrato y el desamor es lo predominante no debería haber dudas que llegó el momento de poner el punto final. Se acabó está claro, pero allí se comienza a escribir el difícil arte para lograrlo de forma segura y con el menor riesgo posible. Leer los pasos que va a dar el adversario con antelación, torear las embestidas, evitar las propias zancadillas y nunca mostrar los miedos. Aunque sabemos que nos estamos consumiendo con las incertidumbres. En los finales se muestra fortaleza aunque se esté debilitado por un desgaste natural.

Son pequeñas guerras que se libran y suelen ganarlas los seres más astutos y razonables, no los más bravucones. Esos que vociferan, amenazan, gruñen y emiten todo tipo de ruidos más propios de otras especies son los que van perdiendo la contienda,  la compostura y la fortaleza. Porque todo final requiere fuerza y ahorro de energía. Si no piensen en los finales de sus propias situaciones de vida, como un divorcio por ejemplo, se puede eternizar si se cae en conflictos innecesarios. En un dame y toma para demostrar quién es el que tiene capacidad de mayor maltrato, recuerden Kramer vs Kramer, esa película que nos sobrecoge al reconocer nuestra propia insensatez, una guerra a muerte como en realidad sucede, ambos perdieron nada menos que la vida. Después, por supuesto, ya no habrá más discordia pero tampoco concordia. Los conflictos son inevitables pero si somos razonables los podremos solucionar sin perecer en el intento. Difícil e interesante arte, saber alcanzar un fin con las menores heridas posibles.


Toda libertad requiere ser protegida y encauzada y más cuando esta está perdida y se pretende recuperar. En estos difíciles equilibrios se suman aliados momentáneos, se descartan otros y con muchos hay que enfrentarse. Las líneas divisorias no son definitivas e inamovibles en el juego de las estrategias, de repente y sin previo aviso se corren cortinas y se comienza a vislumbrar todo un panorama que era insospechado. Las mismas razones que nos aproximan a otros pueden tornarse en lo contrario, comenzarlos a ver como enemigos. Un vaivén de visiones que oscilan vertiginosamente en los finales. Es que al fin y al cabo somos más parecidos de lo que queremos admitir. Si adverso el fanatismo  por una causa me vuelvo fanática por la contraria. Si no suceden los acontecimientos tal y como lo había imaginado vocifero que todos son unos inútiles. Kant agudamente lo resume en una frase “nuestra insociable sociabilidad” que tanta paginas ha producido pero quizás las puntualizaciones de Hannah Arendt sean las más perspicaces.

Se detiene Arendt a razonar que la filosofía de la política supone que el éxito de la política se alcanzará cuando ésta ya no sea necesaria. Es que se ha tenido la ilusión que los conflictos sociales terminarán algún día y no serán necesarias las estrategias políticas en la búsqueda creadora por la libertad y el bienestar. Una tarea que en la realidad se sabe constante, que nunca tendrá un final sino con el final de la vida. Tanteos hacia una armonía con seres que no son armoniosos, que pueden apaciguarse por ratos mientras los otros no faltarán para azuzarlos hacia la confrontación. Vivimos con otros seres humanos que quieren disfrutar de lo ajeno sin pedirlo. Seres que pasan la vida desafiando, haciendo trampas, despreciando en un constante enfrentamiento. Nunca cesarán los conflictos se trata de aminorarlos para poder dedicarnos a otras tareas. Así que nada más sabio que entender que solo con tacto, alianzas estratégicas y confrontaciones calculadas se atraviesa toda ruptura una vez que está decidida. Al final se detienen las palabras, ya todo fue dicho, y se pasa a la acción precisa sin tanto ruido. Es difícil y muy difícil, después de ese acto ya no seremos los mismos.

5 de febrero de 2019

Empieza a bajar el telón



Es sabido y además vivido los métodos que una tiranía utiliza para mantener a una población sometida. El tirano principalmente se vale de las emociones que despierta y de las armas. El miedo es su gran aliado lo cual logra con un despliegue de propaganda efectiva y con métodos diversos donde la muerte está constantemente presente. Hampa desbordada u organizada en bandas amedrentadoras, el presentarse como todopoderosos, control de la información y propagación de noticias falsas pavorosas. Vaya si sabremos de ello en estos interminables largos años. Un constante lavado de cerebro que después de lavado rellenan nuevamente pero de ideas provenientes de intoxicaciones ideológicas. Las emociones se destapan de forma exacerbada y no encuentran asideros coherentes para poderlas canalizar. Se entra de esta manera en una espiral de vértigo y la vida se constituye en una simple y básica lucha por la sobrevivencia. Una vez llegados a este precipicio el tirano se siente seguro y allí se pierde.

Se puede siempre, con tenacidad y mucho coraje, revertir el malestar y volver a retomar la lucha por la libertad. Se puede entender que no se nos puede obligar a abrazar causas que no hemos escogido, que no tenemos que resignarnos al maltrato y a vivir ocultos porque el peligro ya ni se sabe de donde proviene. Los monstruos pueblan cada rincón de nuestra existencia introduciéndose en nuestras casas. El diablo en cada esquina. Zygmunt Bauman en su último libro “La maldad liquida” describe como de forma solapada la maldad va infiltrándose sin que podamos detectar sus maneras “…el lavado de cerebro es suficientemente habitual y evidente como para que haya sido puesto de manifiesto, descrito y dado a conocer por muchos; de hecho resulta trivial hasta el punto de que ha pasado a ser ya algo aceptado como inevitable e imperioso”. Se va aceptando y entendiendo como “normal” lo que es impuesto. Ese es sin duda el gran valor de la sociedad venezolana que nunca se resignó a vivir en la ignominia y escondidos en subterráneos. Invisibles como ciudadanos.

Momento delicado sin embargo en el que nos conviene tener nuestras emociones controladas. El reto que enfrentamos, aun no resuelto, es enorme y sin precedentes. Daremos la talla con un poco más de humildad en nuestras opiniones. Aquí cada quien cumple un rol interesante e importante pero no todos estamos en el lugar de dirigir estas delicadas y difíciles estrategias. Confiar en quienes están guiando los pasos es esencial aunque nuestra confianza haya sido traicionada en eventos anteriores. No en una postura de fe y de amor incondicional hacia los líderes, no es de exaltación de personalidades por encima de su inevitable condición humana. No son las posturas fatuas de quien siempre va en búsqueda de superhéroes que controle las catástrofes y nos libre de todo mal, amén. Esos tiempos ya pasaron en los cuales se les confiaba a los dioses nuestros destinos. La democracia precisamente consiste en la libertad de escoger un modelo de sociedad en el que cada quien se dé a la tarea de ubicarse a su manera.  Vencido el miedo se acaba el teatro.

Teatro macabro pero teatro al fin y al cabo. Montaron su espectáculo aterrador de violencia y se apoderaron de nuestra imaginación que se volteó contra nosotros mismos, como insiste Yuval Noah Harari es el modo como opera el terrorismo. Los podemos derrotar y de hecho parece que ya el trabajo casi está por terminar, en parte debido a que Guaidó no sobreactuó, gracias a su temple sereno y ponderado. Mientras más grande sea la población con este temple y determinación más seguro estamos de una gran celebración. Se les acabó la capacidad de convencimiento solo les queda la fuerza bruta lo que no deja de ser signo de debilidad. Maquiavelo nos ilustró en muchos aspectos sobre los guiones del poder: astucia y fuerza. Las astucia se esfumó y ahora vemos a los “invencibles” balbuciendo babiecadas por los medios de comunicación bajo su control. Si no fuera por el odio que despertaron serian dignos de lástima, pero no, nos producen un efecto catártico, nos complace verlos congelados en sus trampas. El rey está desnudo ya no domina sino a la primera combatiente y unos cuantos disfrazados barrigones. A nuestra sociedad ya no la dirige.

“El poder se sostiene de un amplio consentimiento social para evitar que su supervivencia recaiga única y exclusivamente en el uso de la fuerza” insistió Guillermo O’Donnell y ese es el único temor que nos embarga, que sigan matando nuestros muchachos en la calle, porque el otro componente hace rato está perdido, solo nos faltaban canales para expresarlo. Tenemos el peligro de las balas y el de nuestras propias emociones que han sido azuzadas como formas de control. El amor, el odio y el miedo inculcados por los medios propagandísticos, las informaciones falsas y su divulgación por las redes sociales pueden tornarse en nuestros enemigos en momentos cruciales. Es difícil pero necesario mantener la cabeza fría y estimación del cálculo, no es cuando queramos es cuando podamos. Porque si de querer se trata ya hace mucho tiempo estaríamos armando nuestra nueva sociedad y si vamos más allá no hubiésemos nunca comprado entrada para este teatro macabro.

Convencida estoy que ya falta muy poco para que baje el telón, ya las luces muestran una iluminación tenue, pronto llegará el momento para los aplausos y para que con pasos firmes nos dirijamos a nuestras casas a celebrar.