29 de marzo de 2016

Tango


El Tango debería haberse proclamado como una de las maravillas de la humanidad. El tango es lo más cercano y acertado en la transmisión de las experiencias de vida. Quien no ha vivido y como consecuencia sufrido no está capacitado para escuchar un tango y mucho menos bailarlo; no es deleite de niños y no conmueve a la juventud, se necesita experiencia de vida. Escuchar un tango es contactar con lo más sagrado e íntimo de nuestros dramas: el desencuentro, la soledad, el miedo, la muerte. No podemos permanecer oyendo tangos todo el tiempo, los velos se caen y quedamos solos con el verdadero drama de nuestras vidas, solos con nuestra copa de vino y los recuerdos de nuestra lucha vital siempre fracasada. Conmueve, desgarra y se goza intensamente.


El tango es también un homenaje al amor y la amistad que no son precisamente los afectos privilegiados de nuestro tiempo. Se tiene miedo al compromiso con los otros y por ello se fracasa antes de intentar, se traiciona, se vive escapando, se vive escondido y la voz se apaga. Pues allí aparece el tango y grita al cobarde con la vida el desperdicio que ha representado su existencia escondido detrás de parapetos del miedo. El tango no hace concesiones, no perdona al que no se ha entregado al amor, al que no se ha desgarrado ante el abandono, al que no ha intentado el abrazo sensual aunque este le dure tres minutos y en ello se le vaya la vida.  Al que sabiendo, como lo recuerda Alfredo Vallota, que la condición humana es la soledad, no haya luchado y perseguido en la vida la ilusión de ser dos. Nos habla de nuestros dolores íntimos, de lo que fuimos y ya no somos, del declive biológico, de los buenos encuentros que no se repetirán; pero también y a pesar de todo nos recuerda que estamos vivos y no debemos detenernos. Esta allí, constantemente posibilitando nuevos escenarios, máquinas de significados.

En esa función que no cesa, el ir buscando por el mundo sentidos a los múltiples misterios del ser humano, el tango irrumpe como un grito desesperado en su reclamo por un lugar de encuentro. Homenaje al privilegio de contar con otro para no morir antes de tiempo, al deleite de los cuerpos, poder salir de nuestro encierro para quedar extasiados por los movimientos sensuales del que se hace uno con nosotros, por breves momentos. Aunque surja nuevamente la voz terrible que nos recuerda que estamos solos y solos debemos seguir buscando nuestros albergues. El tango repulsa al lleno de odio, al tirano, al verdugo, ese de los opacos ojos y la mirada turbia. El tango es irreverente y es un himno de libertad y riesgos. Es salir de esa isla de colores opacos y extasiarse en la belleza de lo femenino, en la fuerza masculina, en el mundo por construir, en la elegancia de los modales, en los ritmos libres y en los placeres por el porvenir. Es el despertar de la primavera, de la nuestra, es el experimentar con intensidad la vida que se nos quiso arrebatar.

Así que el escenario fue perfecto, nada como bailar tango para llenar al mundo de un simbolismo de buenos aires. En el corazón de esta maravilla tanguera está siempre viva la llama del deseo por salir de la oscuridad, de la maldad. Como bellamente nos los expresa Alfredo Vallota, el filósofo tanguero, “El lazo con los otros no surge de un contrato social, ni de un pacto político, ni de la sumisión, ni de la obediencia, ni de la idolatría, ni siquiera de la perfección que alcancemos. Sólo cuando esto se entiende, pueden surgir las relaciones de amistad y amor como intento de superación y por eso en el tango está en juego la pasión. Y el amor toma su forma más realizada en el amor del hombre y la mujer. Pero si se alcanza, como dice Eladia Blázquez, al menos debemos no solo durar sino honrar la vida”.

El tango se bailó, el tango nos mostró nuevos signos, allí los tenemos, sólo debemos otorgarle los grandes significados que reclama, aunque arrastremos con Cátulo Castillo la sensación de la fragilidad de los momentos: Lástima bandoneón mi corazón, tu ronca maldición maleva.  Ya sé, no me digás, tenés razón, la vida es una herida absurda, y es todo, todo tan fugaz, que es una curda nada más, mi confesión. No sé cuánto nos dure el impacto de este tango presidencial y sus señales de nuevos tiempos en nuestro hemisferio, pero no recrear los escenarios de nuevos horizontes  es como negarse a una buena curda en la vida, o negarse a vivir esos momentos de pasión y desgarre por los que se vive agradecido. Los momentos mágicos de intimidad que nos ha arrebatado tanta injerencia absurda y que han hecho de nuestras vidas algo que el amante del tango no puede llamar vida. La injerencia de tanto discurso tramposo y traidor al individuo. En insuperables palabras de Alfredo “Pero, a pesar de ello, los problemas están allí, olvidados por la abrumadora injerencia de los temas económicos, por la opresora intrusión del poder, el deprecio al individuo en favor de universales como la patria, el pueblo, la revolución o la empresa. Quizás por eso el tango, que tiene esos olvidos en su centro, los canta, e inspiran sus notas, haya adquirido cotas de aceptación planetaria y al que la gente de todo el mundo acudió buscando ayuda e inspiración para, entre los acordes de un fueye quejumbroso, los versos de Lepera y abrazado a su pareja, pudiera crear la magia de ser uno con el otro, por lo menos durante 3 minutos”.

Este monumento a la vida, que los Argentinos legaron al mundo y que Ernesto Sábato lo calificó “como una expresión original que deriva de una movilización humana gigantesca y excepcional”, vuelve a sonar su bandoneón con toda su candencia de lágrimas contenidas por el “dolor de ya no ser” y por la invitación de volver a encontrarnos e inventarnos un lugar donde podamos volver a vivir.

22 de marzo de 2016

La Chica Danesa


Una película conmovedora en la cual su director, Tom Hooper, vuelve a mostrar su gran sensibilidad en el manejo de historias reales que no dejan al espectador indiferente ante la complejidad y sufrimiento del ser humano. Después de “El discurso del Rey” nos ofrece esta extraordinaria versión del caso de Lili Elbe, un transexual de principio de siglo pasado. Einar y Gerda Wegener fueron una pareja de artistas daneses que contrajeron matrimonio en 1904 y atravesaron juntos el descubrimiento de una sexualidad desconocida por el discurso médico y reprobada por la sociedad. Las actuaciones de Eddie Redmayne como Einer y Lili es sencillamente magistral. Pero la que cabe destacar como una verdadera actuación extraordinaria es la de Alicia Vikander como Gerda, con ese toque femenino tan especial, su ternura y amor incondicional. La ambigüedad en su manifestación sensual.


Las dificultades de la sexualidad en su máxima manifestación. No es tan simple como que la biología nos determina en relación al lugar que queremos ocupar como hombres y mujeres. Nos tenemos que hacer en cuanto a cómo queremos se nos vea y ame; decisiones que vamos tomando en la vida orientados por las experiencias de goce y que muchas veces se transforman en verdaderos tormentos para el que tiene que decidir por una sexualidad no marcada por lo que se espera. Este drama existencial que todavía hoy se debate en el mundo, a principio del siglo pasado comportaba riesgos de muerte. La sociedad no admitía la diferencia y el psicoanálisis estaba dando sus primeros pasos. La ciencia médica mantenía su discurso de catalogar estos cuadros como patológicos y aplicaba cualquier tipo de tratamiento bárbaro a estos seres perdidos en su propia “ciénaga” como Einer describió su propio padecimiento. Es en este ambiente donde se desarrolla la vida de dos artistas excepcionales que rompen las barreras de lo “permitido” no solo en sus vidas privadas sino en el arte que expresan. La historiadora de arte española Beatriz Sánchez Santidrián describe esta época como “una promesa, la de la transformación en el modo de concebir la creación, la de la llegada de un estado de absoluta autonomía creativa, de autoafirmación del yo del autor, la encarnación del arte, puro y genuino, un arte libre de imposiciones, ajeno a las reglas, subversivo y antiburgués”.

No es de extrañar, entonces, que dos seres adscritos a un discurso que intenta romper las barreras de lo convencional, se ayuden mutuamente a no permitir que sus vidas queden paralizadas por el miedo inspirado “por lo que debe ser”. Es precisamente Gerda quien ayuda que “Lili” salga a la luz y no quede opacada por un Einer sufriente. El matrimonio sufre los estragos de la manifestación de los deseos pero se trató de un matrimonio marcado, más que por el goce sexual, por la camaradería de sus espíritus rebeldes. En este caso presenciamos una problemática no solo de identidad sino de goce; Lili gozaba con la mirada masculina, quería ser amada como una mujer. En cambio Gerda jugaba a la ambigüedad, quería ser amada por un hombre pero al mismo tiempo hace de su arte la manifestación del amor lésbico. Lili se convierte en la modelo que la catapulta en el mundo artístico. Amaba tanto a Einer como a Lili. Podríamos expresarlo como una manifestación radical del amor, en el cual el sexo interviene como un error sin poder destrozarlo. El empuje hacia el lado femenino que clama por su manifestación y que dos mujeres reconocen de inmediato: Greda en primer lugar y Anna Larsen (la original modelo) quien manifiesta con toda claridad “Einar, o bien en otra vida has sido mujer, o la Naturaleza se ha equivocado contigo esta vez”. La mujer que no retrocede ni se asusta ante la manifestación del otro goce.

Es este reconocimiento pleno de la sexualidad femenina lo que hace a Gerda reconocida en el mundo del arte. Pablo Ortiz de Zarate escribe sobre las obras de Gerda “una de las primeras artistas en pintar a las mujeres no como sumisos objetos de deseo para los hombres, sino como personas independientes y fuertes. Las chicas de sus cuadros se muestran sensuales, incitando con la mirada al espectador y siempre dispuestas al filtreo, pero al mismo tiempo conscientes de su poder sobre el sexo opuesto y encantadas de utilizarlo”. De esta misma forma la película nos atrapa en esta seducción de imágenes, explosión sensual, miradas, gestos e insinuaciones de gran delicadeza y glamour femenino. Todo ello en un drama que no pierde fuerza en ningún momento de su desarrollo. Una manera magistral de hacernos ver lo que el psicoanálisis, con gran esfuerzo, introdujo en el mundo como una verdad sobre la sexualidad que ya no puede ser desconocida: las vicisitudes del discurso sexual, su error implícito y las posibilidades creativas en sus manifestaciones inéditas donde especialmente hace su aparición la mujer.

Einer como Lili ya no vuelve a pintar, queda totalmente tomado por su figura femenina y por la mirada del espectador, “Lili no es artista” su arte será su imagen femenina. Sin embargo su terquedad por querer ser madre nos revela su aceptación de no quedar atrapada por otro posible error de querer ser “La mujer” para todos los hombres. La maternidad puede ser también la aceptación de la castración que no solo busca en las cirugías, sino en el deseo de un hijo. La vida no le dará esa oportunidad. Quizás fue víctima de sus ciénagas internas, quizás busco una solución errada, quizás confundió el discurso con lo real, quizás le costó la vida, quizás… Pero vale la pena preguntarse, si con mayor o menor intensidad, ¿no es este el drama de todos los seres humanos? El error implícito de toda sexualidad.


Geldre no lo salvó, optó por dejarlo volar.

15 de marzo de 2016

Población apátrida


La expresión más clara de la descomposición social la representa el estado de terror que impera en el país. Se están viendo, cada vez más y con mayor intensidad, fenómenos de una criminalidad organizada y con visos de sadismo que no tiene antecedente en nuestra historia, por lo menos no en nuestra historia reciente. Este estado de cosas, realmente amenazantes, ha provocado que nos mantengamos encerrados e invadidos por un sentimiento de desprotección y acoso permanente. El miedo nos domina y este es un estado psíquico muy conveniente a un régimen que pretende doblegar a su población. El miedo paraliza y hace impotente a las personas para enfrentar los escollos que se presentan en sus proyectos personales y sociales. Este ha sido un medio utilizado desde que se manifestó el autoritarismo nazi y el comunista con muchísima efectividad y ha sido el medio utilizado por las dictaduras militares en América Latina. Desaparecidos, torturados, asesinatos por encargo, secuestros y ahora un fenómeno que nadie nos explica pero que viene a sumar con mayor claridad el estado ominoso que padecemos, asesinatos masivos. Los medios de comunicación se encargan de revelar con todo el desparpajo esta terrible escena sin que por otro lado tengamos alguna investigación seria que nos expliquen las causas de tan macabros actos.


Se oye todo tipo de conjeturas en el ambiente en ese esfuerzo tan humano de calificar la fenomenología para poder tener ciertos parámetros explicativos, pero ninguna hipótesis esgrimida por la población, no especialista en criminalidad, ha podido aproximarse a este fenómeno macabro que se agudiza y muestra lo peor de nuestra sociedad. No sabemos de dónde salió tanto bicho sádico, que utilizan métodos y operan de una manera ajena a nuestras costumbres y con una total impunidad. No caeremos entonces en dar explicaciones que desconocemos pero lo que sí conocemos son los efectos que estos actos producen en el ser humano y estos efectos son, sin temor a equivocarnos, muy convenientes para los proyectos autoritarios, lo que se ha denominado Terrorismo de Estado. Fenómeno que ha sido tipificado porque ya se ha hecho evidente en el mundo su utilización con fines hegemónicos, su objetivo es muy claro, mantener en la población un estado psicológico débil, vulnerable, implorando protección para poder conservar la vida. Una población sometida por un fuerte sentimiento de impotencia ante una clara y real amenaza. El valor que representa la vida y el derecho inalienable de preservarla se degrada y se siembra la certidumbre de tener como condición para vivir: el sometimiento, la obediencia y la esclavitud. Parecieran ser estos los precios y el que no esté dispuesto a pagarlos o se va del país o vive con miedo. Para los efectos de estos métodos le debe quedar claro a la población que no existe nada inalienable y menos los derechos humanos, así lo expresa Hannah Arendt, “El mismo término de `derechos humanos` se convirtió para todos los implicados, víctimas, perseguidores y observadores en prueba de un idealismo sin esperanza o de hipocresía chapucera y estúpida”

Aún se discute en torno a cómo denominar a un régimen que utiliza estos métodos, pero en todo caso, sí salta a la vista que se trata de burócratas que representan una estructura estatal que no admite disidencias de sus filas sin castigar duramente al que se atreve; que no permite oposición y que prefieren, con satisfacción además, que los ciudadanos abandonen su patria que el tener que soportar diferentes puntos de vistas de personas sin miedo que imponen su voz y que por supuesto pagan muy duro su osadía. Hemos perdido la protección del Estado y este se ha convertido, por el contrario, en un ente amenazante. Entonces si no se atreven a denominar a este estado de cosas como un régimen terrorista al menos admitamos que somos una población apátrida. Una población acorralada, asustada y desprotegida. Sumergidos en una absoluta oscuridad.

A qué nos arroja entonces nuestra condición de apátridas, de personas sin leyes y sin trabajo, es decir marginados de los derechos humanos, sin duda al delito. No importa si los métodos delictuales son autóctonos o si los importamos, lo importante es que la población es empujada a delinquir y en esas lides estamos. Ya se ha perdido, incluso, los límites de lo que es legal o no, batallamos en solitario por sobrevivir y evadir una justicia amañada con agentes que se han convertido, más que en representantes de la ley, en verdugos a la orden de sus amos que dan órdenes a escondidas y en la oscuridad. El torturador, el verdugo es un ser dependiente, instrumento del poderoso que solo puede ver satisfecha sus aspiraciones de dominio jugando al dispensador de la vida y de la muerte. Personas con una severa perturbación psicológica y con altas dosis de psicopatía, generalmente resentidos sociales y con un muy bajo nivel intelectual. Estos seres gustan de la más absoluta oscuridad para cometer sus fechorías y cuando aparece la luz del día son capaces de actuar como seres incluso sensibles. Nadie podría creer capaz a un padre de familia abnegado y tierno con su hijo, ser ejecutor de torturas y asesinatos. Y este es precisamente el perfil de estos indeseables, que son muchos y por ellos un régimen terrorista puede llevar a cabo sus planes macabros.

Pero también tienen miedo, miedo a ser descubiertos, miedo a caer en desgracia con sus dueños, miedo a ser eliminados -como en efectos lo son- en retaliación por los crímenes cometidos. Como también tienen miedo las cabezas de estas bandas, sin el poder y las fuerzas armadas del Estado que usurpan, su potencia se viene abajo y quedan desnudos ante los ciudadanos maltratados y vejados que, como es natural, han venido acumulando odio, mucho odio y pueden terminar sus lamentables existencias de la manera más cruel imaginable. No fantaseamos, el mundo ha dado muchos ejemplos de cómo terminan los tiranos.

8 de marzo de 2016

Cambios de símbolos


Filósofos, sociólogos y psicoanalistas coinciden en sus apreciaciones -sobre el mundo que hoy vivimos-, se trata de un mudo que se caracteriza por un cambio radical en el orden simbólico. Estamos transitando, por lo tanto, una época distinta; algo ha cambiado radicalmente y esto tiene consecuencias en todos los niveles. Consecuencias a nivel personal: las decisiones que tomamos, las metas a las que aspiramos, los deseos que nos embargan, y sobre todo en cómo nos relacionamos. Consecuencias en el orden colectivo: la relación Estado-Poder, la globalización, La ciencia y La tecnología. Vivimos un mundo en el cual ya no hay certezas, donde no hay confianza, en el que no se acepta de entrada las concepciones de vida marcadas por la tradición. Transitamos por el final de una ilusión, la de aspirar a un mundo feliz garantizado por otro.


Después de la caída del muro de Berlín se tuvo la fantasía del término de las discriminaciones, del triunfo de la democracia y de la solidaridad; la fantasía de saber cómo se conduce un mundo hacia la libertad y la seguridad. Veinte años después constatamos que no es así, por el contrario se perdió libertad y seguridad y las democracias comenzaron a ser cuestionadas en muchas partes del mundo, sobre todo en América Latina. Aquella seguridad con la que vivieron nuestros padres, al tener puntos de referencias incuestionables por los que se guiaban para organizar sus vidas, ya nosotros, hace rato, no las tenemos. No hay hombres fuertes, no hay sabidurías que no sean cuestionadas, no hay religión que nos prometa salvación, no hay mitos que cohesionen a las personas para hacer lazo social. No compartimos los mismos símbolos.

Tenemos y vivimos con un vacío central que reclama por nuevos símbolos, porque los necesitamos para poder darle consistencia a lo que vemos. Desde Descartes sabemos que no tenemos acceso a la realidad y que solo podemos darle forma a nuestro mundo a través del lenguaje, el pensamiento y las emociones que nos despiertan las experiencias. Necesitamos de un lenguaje común, de una mirada que le de forma a lo que vemos; un proyecto común por el cual nos cohesionemos; necesitamos un deseo compartido. Un deseo encarnado con el cual otorguemos coherencia a nuestro mundo. Símbolos que vengan a dar cierto orden en un caos que se observa en todos los órdenes. Necesitamos poder vernos en otros cuerpos, en los animales maltratados, en la naturaleza irrespetada, en los otros seres humanos que nos rodean, en sus sufrimientos y en sus alegrías. Necesitamos volver a amar; pero no volveremos a tener esa fe tradicional; el ser humano perdió una inocencia que ya no va a recobrar. Curiosamente y en este momento se nos está llamando a tener fe, ¿Fe en qué? Si fue precisamente por haber firmado un cheque en blanco que fuimos arrojados a este precipicio.

Los garantes de la verdad se agujerearon, desapareció el superpoder y ya nadie parece estar liderando al mundo. Los hombres que presiden los Estados tienen que negociar, no existe la autonomía absoluta, la competencia se impuso y la solidaridad parece haber quedado para el recuerdo. Voces autorizadas, de acuciosa percepción y reflexión lo vienen señalando. Es el mundo “liquido” de Bauman; de Pierre Bordiú cuando señala “la pérdida de las normas regulativas”; de Cornelius Castoriadis con su advertencia “las sociedades han dejado de hacerse preguntas a sí misma”; de Jack Lacan cuando señala “la pérdida de consistencia del Sujeto supuesto saber” Lo que antes se entendía era tarea de un amo, ahora pasó a ser tarea de todos y no está mal, pero tenemos primero que ubicarnos y darnos las respuestas pertinentes. Todos debemos hacernos cargos de hacer buenas lecturas sobre esta incertidumbre fundamental. Nuestro afán por salir de este horror, en que nos han sumergido, es lo mejor de nuestra condición humana.

La tarea que se presenta en el mundo, pero especialmente en nuestro país, requiere toda nuestra atención. Se trata de volver adquirir la habilidad de cómo hacer las cosas bien para todos y decidir cómo deben hacerse, en palabras de Bauman como volver a unir poder y política,  “Lo que está pasando ahora, lo que podemos llamar la crisis de la democracia, es el colapso de la confianza (…) La cuestión es que ese matrimonio entre poder y política en manos del Estado-nación se ha terminado. El poder se ha globalizado pero las políticas son tan locales como antes. La política tiene las manos cortadas. La gente ya no cree en el sistema democrático porque no cumple sus promesas. Es lo que está poniendo de manifiesto, por ejemplo, la crisis de la migración. El fenómeno es global, pero actuamos en términos parroquianos


El vivir por tanto tiempo este atraso medieval le ha dado al ambiente un olor rancio, un paisaje bochornosamente anticuado y ya, sin duda, ilegible. Es enloquecedor porque nos sumerge en un vértigo de pérdida absoluta, de no encontrarnos en ninguna representación. Nos sumerge en la sensación de no pertenecer a lo que fue nuestro, de no participar en este lenguaje maltratado. Tenemos que actualizar nuestras representaciones y no volver a perdernos de nosotros mismos. No volvernos a maltratar de esta forma tan cruel. Los seres humanos vivimos en un ambiente simbólico que nos ayuda a construir nuestro quehacer cotidiano, a construir nuestro mundo, a poder entendernos con los otros que comparten los mismos símbolos y los mismos deseos. Eso nos fue arrebatado de allí se explica las agresiones y desconocimientos que se ha apoderado de nuestro ánimo. Estamos mal, muy mal y el cinismo es tal que en este estado de cosas se nos haga un llamado a la fe. No, no vamos a compartir el estigma de creencias anticuadas, rígidas y falsas. Vamos a dedicarnos al emocionante arte de edificar nuestras propias referencias simbólicas que por demás es el gran reto del siglo XXI.

1 de marzo de 2016

Trumbo: La lista negra de Hollywood


Una excelente película que nos hace patente los estragos causados por las segregaciones,  tomen la bandera que tomen. Guión de Jhon McNamara con la participación de los hijos de Trumbo para adaptarla lo más cercana posible a cómo sucedieron los hechos en la realidad; dirigida por Theodore Shapiro y con una magnífica actuación de Bryan Craston como Trumbo. La película resalta como en momentos de persecución por las ideas que se tienen, cada quien reacciona “según su propia naturaleza, sus necesidades, sus convicciones y sus circunstancias en particular” lo que lleva a una controversia y desencuentro incluso entre aquellos que son víctimas de un hecho tan cruel.


A finales de los años cuarenta en los Estados Unidos se desata una persecución a todo aquel ciudadano que tuviera ideas “comunistas”, los cuales son acusados injustamente de subversivos. Se establece el Comité de Actividades Antinorteamericanas en la Cámara de Representantes que levanta una lista negra de diez guionistas de Hollywood y más de 300 artistas sufren de un boicot por parte de los estudios. Charlie Chaplin, Orson Wells y Paul Robeson, entre otros tuvieron que emigrar o bien pasar a la clandestinidad. Esta paranoia la desata, principalmente, el republicano Joseph McCarthy en los años cincuenta, acompañado por el siniestro Richard Nixon que para entonces era el Gobernador de California.

Dalton Trumbo disfruta de una exitosa carrera cuando comienza la Cacería de Brujas; ingresa a la lista de los llamados “los 10 de Hollywood” y es citado a declarar ante el Comité presidido por otro personaje muy siniestro J. Parnell Thomas. Se niega a declarar sobre sus ideas, filiación política y mucho menos delatar a sus compañeros por lo que es condenado a un año de prisión por desacato; pierde su trabajo por el que percibía 4,000 $ semanales. “Nunca se acaba con cosas como éstas, dándole lo que no tienen derecho a pedir” le dice a otro gran guionista que se llama en la película Eddi pero que en realidad fue Elia Kazan quien sí suministró nombres y se le permitió seguir trabajando. Kazan comienza a sufrir un deterioro en su fuerza creativa y se ve obligado a pedirle ayuda a Trumbo más tarde; Trumbo no le niega su ayuda y esto le cuesta el rechazo de sus compañeros de lucha. En realidad Trumbo no quería revancha, quería continuar con su trabajo aunque para ello tuviera que hacerlo desde la clandestinidad y utilizando seudónimos.

“Cuando uno recuerda esas épocas oscuras, algo que todos deberían hacer de vez en cuando, de nada le sirve buscar héroes o villanos. No los hubo, solo hubo víctimas. Víctimas, porque cada uno de nosotros se vio obligado a decir o hacer cosas que jamás hubiera dicho o hecho, a infligir o sufrir heridas que sinceramente no deseábamos” palabras que pronunció cuando ya había logrado se eliminara la lista y le fue otorgado el premio Laurel del sindicato de guionistas. Demostrando su lealtad con él mismo y sus ideas no se perdió en amarguras contra lo que le hicieron daño y lo traicionaron. Un hombre con un talento excepcional sin duda, pero su mayor talento estriba en su contacto extraordinario con su deseo de mantenerse en su pasión que siempre fue la escritura. Extraordinario por su amor a la familia y su disposición a oír y enmendar lo que hería a los suyos. Después de un desencuentro con su hija la busca y le dice “Lo que escucho es el sonido de mi propio temor. Temo estar lastimándonos. A todos Ustedes ¿y si es todo en vano? Bueno, entonces, peleo. Es todo lo que se hacer últimamente, me enfurezco con todo lo que se me impone y tú nunca te me impusiste Nikola, ni una sola vez” no se esconde de sí mismo ni de los que ama. No en balde ha sido considerado el mejor escritor de guiones cinematográficos de todos los tiempos. Un hombre excéntrico, combativo y con un sentido del humor fantástico, merecía sin duda este gran homenaje que hoy le rinde el mundo. Veremos cómo reacciona Hollywood ante este pasado oscuro de su historia. “porque esa pequeña e insignificante estatuilla dorada esta bañada con la sangre de mis amigos” son las palabras de Trumbo cuando se le pide acepte sus dos Oscar que no había podido recibir en su oportunidad.

Pasaba más de veinte horas trabajando la hija que ya hoy tiene setenta años se ríe de una escena donde la lleva a tomar helados y declara “¡Eso no podría haber pasado nunca! mi padre se pasaba todo el tiempo trabajando y si teníamos problemas íbamos a nuestra madre. Pero él era tremendamente divertido. Aprendimos de él sobre la lengua, sobre la política y sobre cómo pensar. Eso fue maravilloso" Lo recuerda como una persona estoica sobre su pertenencia a la lista negra, solo se preocupaba por las decisiones en cuanto a qué hacer con esa realidad. El comunismo, en realidad, no era muy importante para él, odiaba las reuniones. Era un verdadero pensador independiente y las reuniones de grupo no eran lo suyo. Su lucha era por la democracia la justicia, los derechos civiles y “tener todo eso a tu alrededor es una buena manera de criarte”. Trumbo en su discurso del premio Laurel que le fue otorgado le hace un homenaje a su familia con estas bellas palabras “Ahora miro a mi familia que está aquí presente y entiendo lo que les hice pasar. Eso no es justo. Mi mujer que logró mantenernos unidos, me maravilla. Por eso lo que digo hoy aquí no tiene el fin de herir a nadie, sino de sanar heridas , de reparar esos daños que, durante años, infligimos a los otros y, lo que es aún más atroz, a nosotros mismos.”


Sin lugar a equivocarnos, Trumbo es una gran película, esos momentos gloriosos en que se narra un hecho histórico doloroso para la propia casa que produce una obra conmovedora. Es un homenaje a un hombre que vivió y sufrió pero no cedió ante sus convicciones, esos seres que son los verdaderos ejemplos que la humanidad de vez en cuando nos regala. El testimonio de episodios que deben recordarse para no volverlos a repetir. Veremos cuál es la reacción de una academia con sus propios valores y de una ciudadanía que está a punto de cometer unos de los peores errores mostrados por la humanidad, apoyar a los siniestros segregacionistas de oficio.