25 de abril de 2017

La hora loca




En Venezuela estamos viviendo lo que se podría identificar como “la hora loca”. Nada es fácilmente interpretable, los mensajes no son ciertos, no hay información por los medios de comunicación, lo que oficialmente se declara no es creíble, cualquier expresión de personas desesperadas es mitificada y subida a los altares. Las personas son asesinadas en las calles y el tirano baila en una tarima. Los videntes predicen sin darse cuenta que se contradicen con lo dicho anteriormente. En lo que comienza a caer la noche todo se alborota mucho más y si se tiene la mala costumbre de apagar el celular temprano, al prenderlo en la mañana uno puede quedar aterrado antes del café. La gente no duerme esperando oír que el tirano huyó. Voceros oficiales salen por las redes de madrugada en escenarios clandestinos a recordar que Maduro es el presidente. En fin que todo es confuso, que todo es extraño, “que no vuelvo más” parafraseando a Joaquín Sabina en una canción sobre Cuba.

Lo que si es cierto, lo que no confunde es el inmenso valor del venezolano por liberarse de esta locura. Hay una clara e irrevocable determinación y eso (creo yo, nunca se sabe) no lo para nadie. Los demonios se desataron y por supuesto que hay muchas variables que quedan sin control. Que los círculos paramilitares los controla el gobierno no hay la menor duda. Pero  también hay mucho delincuente haciendo su agosto sin que nadie los controle, simplemente se aprovechan de un país sin gobierno. El gobiernucho solo tiene capacidad, en este momento, para tirar bombas lacrimógenas y matar a muchachos indefensos en las calles por el crimen de reclamar su libertad. Nunca han sido eficientes para nada pero muestran cierta experticia en reprimir, torturar, amenazar y callar a los medios de comunicación. Si algún canal internacional se le ocurre pasar información sobre Venezuela, en seguida las cableras lo retiran de las trillas, en una clara estafa al usuario que es quien paga y para nada barato. En fin unos por delincuentes y otros porque los intereses corporativos prevalecen, a los que permanecemos en este país nos dejan enloquecer progresivamente, a las buenas de Dios. Claras demostraciones estamos dando.

Pues aquí estamos, dando la batalla y si a alguien se le ocurra llamarnos cobardes tendrán que vérselas con nuestra locura porque en estos momentos no estamos ni muy tolerantes ni muy comprensivos. Estamos indignados. Avisado entonces queda el insultador de oficio que tampoco falta. Nos bañamos en el Guaire para lavar nuestras vidas de una suciedad peor; nos desnudamos en la calle para mostrar cómo se pasa hambre y con una biblia le podemos dar en la cabeza a un robocop. Puede una señora mayor hacer retroceder a una tanqueta con solo pararse delante, ¿cómo entonces no vamos a insultar a quien nos llame cobarde? cuidadito pues. Ciudadanos pasando sus horas de locura con una sola certeza que de este tiranucho nos libramos. Pero eso si no sabemos cuándo. Algunos dicen que es rápido y otros sentencian que será largo, ojala Dios nos premie con la primera opción, pero quien sabe, los designios de Dios también son inescrutables.

Nos estamos liberando porque nos arrebataron nuestras libertades políticas. Porque tenemos mucho tiempo pasando hambre y sin ninguna clase de protección; nos estamos liberando de las miserias a las que nos condenaron. Como lo especificó Hannah Arendt “la liberación es probablemente la condición necesaria para que se dé la libertad” Después tendremos la tarea de proporcionarnos un Estado de Bienestar y volver a la cordura. Pero ahora vivamos nuestra hora loca con cierta precaución porque todos somos necesarios para la reconstrucción. Por los momentos pensemos en ese futuro, el que estamos conquistando. Es como llegar a casa después de una pasional, peligrosa y responsable aventura para encontrar normalidad en la familia. Hijos en las escuelas y en los parques, el trabajo edificante, seguridad en las calles, automercados con productos y medicinas en las farmacias. ¿Un país normal? es difícil imaginarlo, supongo nos iremos acostumbrando lentamente, espero. Eso si después que celebremos por todo lo alto nuestra liberación; después que hayamos soñado con la justicia necesaria para todos esto matones de barrio. Muchos santos vivieron sus largas horas de locuras antes de entrar en el corset de la cordura. Pero no hay que adelantarnos de aquí a allá veremos muchas cosas y viviremos muchas angustias, apenas comenzamos.

Nuestra hora loca comenzó precisamente el día de la libertad porque como dice Trino Márquez “El 19-A dejó en ridículo otra vez al disparatado combo que acompaña a Maduro. El coraje y el entusiasmo desbordante de los jóvenes, las mujeres, los hombres y ancianos que salieron de sus casas, no era porque portaban un fusil al hombre con el cual matarían a un contrincante, sino porque están convencidos de que la recuperación de la democracia y la reconstrucción nacional contará con ellos, que se quedaron en Venezuela defendiéndola  del pillaje y protegiendo los espacios de libertad que quedan” eso somos los venezolanos decididos y convencidos porque, después de todo, como que somos bastante razonables aun entregados a nuestra hora loca.

18 de abril de 2017

Esculpiendo lo bello de las buenas formas




También ese lado oscuro pertenece a nuestro país. Son venezolanos los que se prestan para torturar, para matar, para mortificar a toda una nación y los que están prestos para dar zarpazos nocturnos y obedecer a las leyes más oscuras de la maldad. Son grupos minoritarios pero estando fuera de la ley y en contra de la vida causan mucho daño, infunden pánico y se esfuerzan por parecer invulnerables. El lado más oscuro de la tiranía sin el cual no habrían llegado tan lejos como han llegado. Se entiende el cuidado con el que se ha actuado en su combate porque el que está inscrito en la ley no puede transgredirla sin perderse, sin terminar siendo uno más de los que combate. Esos asesinos también están acabando con sus vidas pero no les importa ya la cercenaron al apostar por una pasión mortífera, son suicidas. El que apostó por la vida es más cuidadoso en el arte de arribar a la justicia, a la bondad y a la belleza. Las formas también deben ser prácticas poéticas. Nuestras formas son el contraste y deben ser cuidadas como se cuida un momento frágil.

Ya se han destapado muchas escenas de horror, repugnantes. Vivimos con la certeza que lo impensable pueda estar en este momento sucediendo. Ya nada es imposible y cuando nos explota en la cara tanta miseria humana uno se queda petrificado de espanto, se tarda un tiempo en poder volver a retomar los hilos templados que se requieren para seguir avanzando. Hay que volver a revestir el horror y hasta preferiríamos no saber, la inocencia siempre paga un alto costo. Como lo recuerda Jacques Allan Miller el saber en cierta forma inhibe la acción pero el no saber nos expone a caer de lo alto, a no ir descendiendo a esos sótanos del terror paulatinamente y al final darnos un tropezón con el espanto. Lo que se pone de manifiesto ya no es el juego de la inocencia sino la suerte del país. Caímos en lo peor y de allí estamos saliendo y hay que hacerlo con arte, con el cuidado que requieren las causas nobles. No es de cualquier forma, es de la forma correcta sin perder la esencia de la democracia y la libertad. En las calles del país se representan las escenas de amor, pero está el odio desplegado para hacerlo pedazos. Las escenas desplegadas de las milicias inconstitucionales que pretenden armar, es manifestación de un deseo de muerte. La vida y la muerte en sus batallas que siempre se han librado en nuestros inconscientes.

El odio no nos es ajeno, siempre lo albergamos en nuestras almas, es una pasión humana y hace su aparición de forma desbordada cuando es atizado. Es natural que sintamos odio por quienes han causado tanto sufrimiento. De por si no es censurable e incluso necesario para impulsar acciones y no quedar paralizados. Pero no son las pasiones desbordadas precisamente las que guían por un acertado camino, no es la furia la que nos conduce acertadamente en la realización de la buena vida, termina por destruir las metas que queremos alcanzar. La paciencia de la oposición venezolana ha desesperado a muchos sectores, pero si somos justos tendremos que admitir que por no habernos salido de las normas democráticas es que hoy tenemos muchas ventajas. Nos hemos ganado el respeto de la opinión internacional, nos hemos ganado el respeto del mundo civilizado y estamos en mejor posición para construir sobre buenas bases este país que nos destruyeron. Lo estamos logrando, no nos dejemos arrastrar por las voces que nos llaman a dividirnos o lo que es peor a matarnos. No es precisamente el odio y la desconfianza los que logran hacer lazos sociales tampoco lo es el malestar.

Lo peor que nos están dejando estos bárbaros son esos círculos armados con órdenes de matar, son los esbirros que torturan y matan a nuestra gente, es el desprecio por la vida que han demostrado. Son ellos los llenos de odio y resentimiento que los terminará destruyendo, se matarán entre ellos. Si de algo nos hemos cuidado es de pisar esos terrenos. Están provocando un desliz porque como recuerda Miguel Bassols “el odio es también uno de los vínculos más fuertes que el sujeto puede mantener con el otro y con sus objetos” Freud lo señaló como más primitivo que el amor puesto que nace del rechazo al mundo exterior, causa de dolor y sufrimiento. Somos vulnerables en nuestras emociones y generalmente no sabemos que pertenece al exterior y que es lo propio, si caemos en la trampa de excusarnos en la victimización no podremos construir un país amable ni podremos tener acceso a la unión entre nosotros; la más invencible fortaleza como la estamos presenciando en los espacios públicos. Somos muy vulnerables en este momento porque hay muchas heridas abiertas, porque hemos sido cruelmente maltratados.

Estos círculos de odio son también síntomas de nuestra sociedad, no son extraños que nos invadieron. Ahora sí, deben ser excluidos de la sociedad por su profundo rechazo a las normas esenciales de convivencia, porque son tumores que deben ser extirpados para que no hagan metástasis, las células malignas deben ser eliminadas de nuestro cuerpo social. La cirugía y la política son ciencias y son artes. No es de cualquier manera que preservamos la vida, es de una manera bella, es a través de un buen hacer. El arte es lo propiamente humano, es el gran reconocimiento que le hacemos a la vida y en este momento lo bello de las buenas formas se están esculpiendo, hacia allá vamos.

11 de abril de 2017

Venezuela responde




Estamos luchando por retomar lo que un día dejamos escapar. La democracia y la libertad no se negocian, ni se deja tan importante tarea a otros, es lo más sagrado si queremos vivir con dignidad. Ahora bien, esto se dice fácil pero que impactante es presenciar su magnitud, ciudadanos indefensos en una lucha contra verdaderos monstruos armados. La grandeza de la gente en Venezuela no debe dejar de decirse, de escribirse. A pesar del miedo justificado porque nos matan, nos torturan, nos persiguen, en los momentos precisos no se duda en volver a las calles a librar batallas heroicas. Multitudes exhibiendo sus únicas armas, su determinación y su verdad. Se pide elecciones y se nos contesta con amenazas de muerte. Se pide justicia y se nos contesta con más hechos arbitrarios. Se pide equilibrio de poderes y se nos contesta con un despliegue de bravuconadas bufas. Se pide civilización y las respuestas provenientes de cavernas son rugidos emitidos por bestias. Con monstruos nos topamos y a los monstruos combatimos.

Allí en la calle nos encontramos, allí nos volvemos a reconocer como personas, allí nos volvemos a sentir hermanos y volvemos a ser lo que siempre fuimos, generosos los unos con los otros. Nuestro gran capital y lo que podemos reconocer como rasgo de nuestra identidad, nuestro gentilicio. Rasgo del carácter venezolano que se había escondido por haber obedecido a los empeños divisionistas, porque nos pusieron a pelear, a desconfiar, a envidiar, a competir. Pero basta que estemos juntos en esta lucha contra la maldad, para que surja inmediatamente lo mejor de cada uno de nosotros. Así que se vive un contraste, la angustia y el dolor por cada uno de los que pierden la vida en estas jornadas peligrosas y la emoción de volver a reconocernos, la emoción de recobrar un sentido y no vivir aplanados en la inercia y el sometimiento.

Los hechos reales traumáticos no tienen eficacia si no hay una participación del sujeto. Eso explica los diferentes efectos que causan las malas experiencias. Así tenemos al que reacciona contra las causas del sufrimiento y el dolor o el que reacciona contra sí mismo, entregándose, rindiéndose, despreciándose en una impotencia, matándose. En las sociedades se pueden observar los mismos mecanismos que se observan en las personas. Hay sociedades que no parecen doblegables, que no se rinden y que continúan sus luchas por más difíciles que se presenten las circunstancias. Hemos podido observar los sube y los baja de las fuerzas anímicas que nos acompañan, los cambios de guión abruptos que desconciertan y desaniman. Pero también hemos observado como a la primera lucecita arrojada sobre el escenario enseguida y sin titubeos se responde con energía al llamado por la libertad.  Algo tiene el venezolano en su identidad que luce fuerte para superar sus extravíos históricos. Sin duda, conmueve.

En ese goce de la maldad y la victimización no nos instalamos, no es la queja sin fin lo que nos caracteriza. Sufrimos y mucho pero no arrastramos cadenas, las tratamos de romper, la muerte nos sorprende peleando. De allí que muchas veces nos criticamos por superfluos y frívolos, por no perder la sonrisa en momentos que se supone debemos mostrar nuestra faz lúgubre. Ese discurso de amenazas con el cual se manifestaron los matones causa inmediatamente hilaridad de toda índole y no se trata de una locura, no se trata de que no  sintamos miedo, ni que pensemos que no son capaces, es que el despliegue de esos “amos” de esas autoridades despóticas no está inscrito en el cuerpo social, son ajenos a la idiosincrasia del país. Aquí los niños nacen rebeldes y los padres los tenemos que educar con amor porque de resto es mayor la rebeldía que despliegan.

Herramientas y fortaleza tenemos para recuperar las riendas de nuestra existencia y esa es la lucha que se libra hoy en las calles del país, nuevamente porque no ha sido la primera. Lo loable es que esas fuerzas no han decaído, la mayoría de los que luchaban en el 2002 se han ido del país y hoy se reincorporan los que en aquel entonces eran unos niños. Esto muestra que el discurso predominante de libertad sigue vivo en la sociedad, que no ha sido sustituido por la esclavitud a la que con empeño se nos ha querido someter. Toleramos dolorosamente que las cosas no salieran como esperábamos, nos vimos con problemas y limitaciones. Nos peleamos pero no nos dejamos de querer y de reconocer, eso no es otra cosa que aceptar la incompletud inherente a nuestra naturaleza. Saber posponer la satisfacción que esperamos, que no es otra cosa que recuperar a Venezuela. En realidad nuestro símbolos no han cambiado y de allí que no perdemos el sentido de lo que somos y lo que queremos.

Reconocemos nuestro líderes y agradecemos, pero sobre todo nos reconocemos entre nosotros y nos queremos, allí esta nuestra gran fortaleza. Venezuela no se rinde, siempre responde  por la libertad.

4 de abril de 2017

Los locos son ellos




El desprecio hacia el otro es lo que hemos presenciado en esta semana aciaga para la democracia en Venezuela y para los ciudadanos de bien, que somos muchos. Actuaciones que solo se pueden esperar de personas que actúan fuera de la ley, arrogantes, prepotentes, superiores al resto de sus semejantes. Dañan, insultan, desconocen, barren torpemente los signos de civilización y salen, como matones de barrio, a celebrar sus fechorías. Borrachos de poder y con una pérdida total del sentido de la realidad, sumergidos en un delirio, se reconocen como redentores signados por dioses. Seres enfermos, mal educados, ignorantes que pretenden tener como rehenes a toda una población. Vergonzosos espectáculos a la vista de la comunidad internacional que observan alarmados lo que hemos venido sufriendo por muy largo tiempo, demasiado. Malhechores que solo representan burdas apariencias.

A los locos siempre se les ha apartado de la vida común porque se hace imposible convivir con ellos, no entienden de normas esenciales para interactuar con las demás personas. En la época de la Colonia se les construía una habitación al fondo del patio trasero, para aislarlos. Después, por los avances científicos, se les reconoció como enfermos con necesidad de medicación y con Hospitales dotados para su tratamiento y control. Nunca se perdió la noción de que la locura debe ser dosificada y vigilada (algunos intentos que hubo en Italia fracasaron por insostenibles). Pues bien hoy en Venezuela no solo se les tiene en total libertad sino que se les confió el lugar de dirigir nuestro destino ¿Qué queríamos? El resultado lo estamos observando en todo su esplendor. Una locura generalizada porque se disolvió la lógica, los significados abandonaron a los significantes, el lenguaje se vació y no encontramos otros canales para la comunicación más allá de la violencia, la intriga, la desconfianza y la descalificación. Estos es la decadencia de una sociedad rozando un fondo infrahumano.

Todo proyecto que intenta el sometimiento de la realidad a leyes propias personales cae en el delirio, síntoma privilegiado de la locura. Estemos atentos y seamos razonables porque puede que estemos viendo como estos personajes comienzan a disociarse y traicionarse entre sí, para intentar salvarse. Estamos en el umbral de ver quien realmente terminará por desintegrarse, o es la sociedad o son los locos en su laberinto ideológico. Todo sucede con vertiginosa rapidez y al no obedecer a ninguna lógica posible es falaz tratar de adivinar. Pero en esta lucha ganará el mejor estratega, la política en su momento cumbre, las mejores mentes para manejarse en momentos límites. El desarrollo de las sociedades y los lugares que ocupamos no han sido gratuitos, han sido el resultado de las luchas contra las arbitrariedades de la autoridad y las costumbres a las que se ha querido someter al otro. No nos vamos a acostumbrar a comer basura en todos los sentidos que le podemos dar a esa imagen.

En todas las épocas y en todas las sociedades existen maneras de comportarse y relacionarse las personas unas con otras. A través de los tiempos se van cambiando las costumbres por la rebeldía y la desobediencia de los que se han sentido menospreciados y atropellados en su dignidad. Por ejemplo las mujeres en el tiempo de la Colonia eran sometidas y obligadas a permanecer en sus casas, reducidas al cuido de los hijos y de los esposos. Teresa de la Parra nos deja en sus escritos testimonio de cómo se revirtió ese orden impuesto por el machismo y su escritura revela como las significaciones de sus letras despertaron conciencias. Ya las mujeres no permanecen “a puertas cerradas” y nunca más podrán ser llevadas a ocupar ningún lugar en contra de su voluntad. Para rebeldías volteen a ver que hacen las mujeres, no todas por supuesto. ¿Cómo imaginar, entonces, que toda una población permanezca encerrada? Después de haber conquistado la libertad y la democracia ¿Cómo concebir que un grupo de locos estén dirigiendo nuestros modos de vida? Algún día tenían que cruzar la línea prohibida y quedar reducidos al desprecio del mundo civilizado. Al ostracismo.

Estamos en momentos inciertos, aún no hemos neutralizado a los locos del gobierno ni hemos calmado la locura del país. Puede que sea el final pero no sabemos cuánto durará, tengamos presente que la locura es impredecible. Quien ha estado alguna vez en un manicomio habrá observado que los locos no se hablan entre sí, caminan como autómatas de un lado a otro murmurando monólogos sin contenidos ni significación. No podemos darnos ese lujo en este momento, actuemos con el grado de sensatez que nos va quedando. Hablemos con propiedad, sin miedo y con la intención de entendernos. Actuemos con la responsabilidad que tenemos en el rescate del país. Lo merecemos y lo hemos demostrado. Recordemos los locos son ellos… por ahora.