27 de octubre de 2021

El país desde el humor

Clara Jiménez


Estamos viviendo una tragedia, pero la forma nuestra de relatarla es desde el humor. Lo que no significa que estemos alegres ni que vivamos disimulando nuestro dolor, sufrimos, pero no conocemos otra forma que la burla lacerante. También es que estamos invadidos por bufones que enseguida causan un impulso irremediable a explayar nuestro mejor repertorio irónico. Tenemos como costumbre muy arraigada el fracaso, ensayar los errores hasta hacerlos obras maestras de exposición. Antes ellos volteamos para cerciorarnos que no hubo testigos y en ese caso respirar aliviados y salir airosos con ese clásico “yo no fui”. Ese talante trágico que llevan en procesión nuestros ancestros hispanos logramos disimularlo con gran experticia, sonreímos, bailamos, bebemos para despedir a nuestros seres queridos. Así mismo despedimos al país.

Somos divertidos, así nos conocemos y nos queremos. Así también nos quiere ese visitante que al principio se muestra extrañado pero que al poco tiempo une sus carcajadas al coro entonado de una alegría contagiosa. Se necesita mucho talento para ser siempre ingeniosos y no caer en la bufonada vergonzante. No es fácil lo que surge en estas tierras sin mucho esfuerzo. Hay que admitir que también surgen las ridiculeces menos predecibles con una facilidad pasmosa. Basta observar estos personajes siempre disimulando su propia mediocridad para que nos brote, sin poder remediarlo, las ocurrencias mas divertidas. La trascendencia, la intensidad, la reverencia o la solemnidad no son espontáneas, requiere de mucho ensayo para poder representar o vivir lo sagrado.

Es muy difícil un venezolano creyéndose a cabalidad el rol que representa. No hay institución que sea vista con seriedad, no hay desempeño que no nos cause esa sensación de “un como si” un calvo, un cojo, un borracho, un presidente, un diputado pueden ser valorados y tomarse a sí mismos como una forma cualquiera de impostura y disfraz. De todos podemos obtener su más mundana naturaleza. Unifórmate y comienza a impartir órdenes tintineando las medallas, pero vaya que nos conocemos, y sabemos medir peso y talla con gran facilidad. Es por esto mismo que las barrigas se exhiben no se fajan, ni se calculan. Por allí andan dándose barrigazos sin voltear para atrás, ni pedir disculpas. Esa imagen de un bulto grueso sentado en un pupitre nada menos que en la Universidad más querida del país, no podía pasar desapercibida al ingenio venezolano. Mas cuando ha exhibido su ignorancia con orgullo y desparpajo.

Lo que sí es extraño son la cantidad de personas censurando estas ocurrencias tan autóctonas. Como si estuvieran pisando terreno extraño.  Creo que se debe a malas interpretaciones; el humor es serio, en ningún momento se desconoce o se minorisa el sufrimiento. Las denuncias más serias y lacerantes se las he oído a los humoristas en este país, maravillosos personajes que se han destacado durante todas nuestras horas difíciles. Jugadores de dardos dignos de olimpíadas, no fallan el blanco sobre todo cuando se dirigen al poder. Mucho nos han cambiado, pero no han destruido nuestro humor, aunque se encuentre disminuido, censurado y castigado, y por lo tanto, contenido.

 

20 de octubre de 2021

El carácter es nuestro destino

Pascal Campion


La ética es un constante diálogo que mantenemos con nosotros mismos. Una evaluación discursiva sobre lo que consideramos bueno para uno y para los otros al momento de actuar. Conforma una atmósfera en nuestro entorno y define quienes somos y qué se puede esperar de nosotros. Es la que imprime esa marca por la cual nos conocemos y los otros nos identifican. Se puede romper su línea de mando, pero a veces el costo por ello es muy alto. Antes de actuar hay que pensar porque con las consecuencias del acto hay que proseguir. Decisiones de principios particulares que en una sociedad no todos deciden por igual. Al contrario, en cada época y lugar la apreciación sobre lo bueno y lo mal son distintas. Por ello hay que andarse con cuidado podemos topar con alguien muy raro que crea que arrancarte la cabeza es bueno para ti. Solemos llamarlo loco, delirante, caníbal, pero andan sueltos y pueden ser tus vecinos o tus gobernantes.

No se puede dejar el bien común a las decisiones de cada quien, por ello existen las leyes. La ley ordena no apropiarse de lo ajeno so pena de tener una sanción que también precisan los códigos de una sociedad. Estas reglas son escritas y la letra queda impresa no se presta para su discusión ni cambios y acomodos una vez que han sido sancionadas y publicadas. Usted infringió la regla debe, sin chistar, someterse a la justicia. Eso de andar lloriqueando y balbuciendo sandeces no es nada elegante, la estética también es propia de las sociedades y los seres éticos. A usted puede que no le guste que le prohíban robar, está en su derecho si se trata de una democracia, pero está obligado a acatarla porque es la norma que nos rige como sociedad. Si se rehúsa y se cree más poderoso que la constitución será mejor que se mueva con astucia y no se deje agarrar porque la sociedad entera irá por usted. Tarde o temprano lo alcanzará la justicia o las hordas enfurecidas se desatarán.

Esa atmósfera ética que nos distingue como país y forja el carácter de las personas es la que le puede poner límites al poder. ¿Desea tener poder para actuar sin límites? Tampoco podrá indefinidamente porque a nadie le gusta que lo pisoteen eternamente. Decía Heráclito (hace 27 siglos) que ese carácter será nuestro destino. Si somos identificados como un país con una alta tasa de corrupción, nuestro destino será el aislamiento y el rechazo general. En los países anglosajones la palabra tiene un valor casi de ley, pero di una mentira, una sola y serás execrado como un apestado. Les pasó a algunos becarios del Mariscal de Ayacucho les cerraron las cuentas bancarias por mentirosos y tramposos, no pudieron volver a abrirlas. Los países pueden generar un mal carácter, malos hábitos y costumbres y así pierden el poder sobre su presente y su futuro, solo queda convertirse en seres reactivos, dispuestos siempre a la defensiva.

Discursos moralistas con la intención de contener este desenfreno egoísta con el que se mueven los actores políticos del presente no encuentran un marco adecuado para ser aceptados. No tienen la eficacia esperada cuando se actúa por el propio beneficio. Weber se hace este mismo cuestionamiento cuando en 1919 el mundo atravesaba también un desequilibrio político. Es un momento de quiebre el que obliga a la sociedad plantear una prédica moralista a la política. Sin resultado ninguno, porque el carácter de los hombres no fue tocado por la ética. Seres que son descaradamente amorales y que en nuestra jerga local denominamos “cara de tabla”. Amorales en el poder o tras él y su consecuente monopolio de la violencia que se ejerce sobre ciudadanos desarmados.

Al no tener parámetros para dirimir lo bueno y lo malo, inclinados a despreciar los entendimientos y respetar las diferencias, la sociedad se dirige a una guerra. No podemos tener y conservar una democracia con seres que no han introyectado una ley ética de convivencia.

 

13 de octubre de 2021

Una transformación colectiva de la mirada.

pawel Kuczynski


La vida es un constante cambio, nada es estático, ni el mundo que habitamos ni nuestra posición subjetiva. Constantemente nuestras apreciaciones las tenemos bajo revisión y evaluación. Estas dinámicas las realizamos automáticamente y como no implican mayores desajustes pueden pasar hasta desapercibidas. Son lentas cuando son cotidianas. Pero no siempre es así, suceden también cambios totales, abarcadores, abruptos que mueven el piso, que obligan a cambiar el sujeto que somos. Desconciertan y lo sumergen a uno en una depresión y desorientación porque perdemos un marco de referencia, obligan a emprender un proceso de reacomodo y búsqueda de identidad. Sucede porque cambiamos a través de la revelación de una verdad o porque nuestro mundo cambió de manera radical.

Esa desagradable pero necesaria experiencia la he vivido dos veces. La primera fue en el análisis que busqué porque sufría y tenía que reorganizar mi vida. Conmovedora e interesante experiencia, aventura inigualable con mis propias identificaciones, trampas y miserias. Me tambaleó fuertemente pero no volví a ser la misma y me sentí mejor armada para tomar mis propias decisiones, es más pude tomar decisiones que no podía en total libertad, pero no libre de dolor. Cambios radicales que se acomodan más tarde en sus propios símbolos, los personales, los únicos e íntimos. No se hace religión, ni se conforman sectas. De allí que se haga imposible asumir movimientos colectivos fanatizados, ni se asuman imposturas calculadas para un rédito posterior. Quizás se pague con cierta soledad que termina siendo adictiva.

Ese cambio abrupto sucede cuando puedes acceder a una verdad personal que fue buscada, se quiso saber y se supo. El segundo cambio radical lo estoy viviendo ahora y es de otro tipo, pero no menos conmovedor. Es un cambio que no se buscó, sino que llegó y trastocó toda coordenada de orientación. También quedamos sin piso, sin símbolos colectivos, sin coordenadas orientadores. Se produce un cambio de mirada y apreciación del mundo, abarcadora y colectiva. La sensación es de un desorden total, cada quien corriendo sin lugar preciso donde ubicarse, pero ansiosos de encontrar algún grupo humano que sosiegue. Se agarran de un signo esperanzador, de un discurso engañoso pero cargado de recetas redentoras, de un señuelo seductor. El hombre busca su nueva religión. Una fantasía que disminuya el miedo que sentimos cuando nuestro mundo se desvanece. Mucho hemos perdido y nada encontramos de forma colectiva.

Estando en una búsqueda que necesariamente ha de ajustar, tarde o temprano, una nueva narración surge la hiriente ocurrencia del lenguaje inclusivo. Dentro de poco no sabremos ni como hablar. Las mujeres buscando sus lugares dignos quieren hacer cofradías identificatorias que las diferencie de ese despreciable mundo discriminatorio. Me sumo al reclamo y protesta de Pérez Reverte defiendo el idioma porque solo con él puedo narrar y narrarme. Ya no estoy capacitada para hacer grupos identificatorios. Puedo acomodarme e identificarme a ciertos valores de mi comunidad sabiendo que no me parezco a nadie. Mis palabras están ya internalizadas y me pertenecen no las cedo a correctores sectarios. Soy yo la que está hablando ya los otros no hablan por mí. Mucho me costó encontrar mi propia voz, no voy ahora a perderla.

El sujeto cambia y se revolucionan los fenómenos sociales. Pero el sujeto cambia cuando lo decide y como lo decide no cuando lo imponen doctrinas que trastocan el entorno. Contamos con una realidad social disociada e impuesta por grupos radicales. Me hacen sufrir, acabaron con mi piso, no voy a escoger ahora otros grupos fanatizados para contribuir a destruir lo distinto. Quiero un mundo de libertad y respeto, así es como cada quien puede encontrar el lugar que busca, desde su deseo íntimo.