29 de septiembre de 2020

Responsabilidad y poder

Arthur Rackham

La sentencia dictada irresponsablemente “solo no podemos” gravita sobre nuestras cabezas como plomo aplastante. Desde entonces se incrustaron dos males en nuestro imaginario, la impotencia y la irresponsabilidad, que nos han mantenido absolutamente inoperantes y siempre mirando al norte. Damos una vueltica y volvemos al eterno espejismo de fuerzas externas haciendo la tarea que irresponsablemente delegamos. Seguiremos dando tumbos y seguiremos encontrando las mismas frustraciones y las mismas dificultades. Pero ya ni siquiera las experiencias enseñan, ese razonamiento elemental que desde niño aprendemos después de un susto desapareció de nuestra lógica elemental. Si vuelvo a meter el dedo en la vela me volveré a quemar. Simple y elemental cadenas de causalidades que suelen no fallar.

Al ser humano desde que nace se le comienza a formar para que conquiste una autonomía en su quehacer y en sus decisiones de vida. Requerimos poder actuar según los proyectos trazados, actuar es ya un poder. Si actuamos es porque podemos hacerlo. Este poder requiere responsabilidad, cada uno de los pasos que damos tendrá consecuencias y antes de darlos debemos saber que de esas consecuencias somos responsables. Ahora bien las consecuencias son privadas o son públicas lo que tiene implicaciones en las responsabilidades que asumimos. Si ocupo un lugar público y decido por otros pertenecientes a la institución que lidero, seré responsable no solo de mí sino del colectivo que represento. El yo no sabía, no me di cuenta o el solo seguía órdenes es de una irresponsabilidad digna de seres que no merecen ni el lugar ni la confianza otorgada por un colectivo. Sucede si y producen mucho daño por lo que deben ser apartados.

La autenticidad de una democracia se mide, entre otros parámetros por esta dupla poder-responsabilidad. Si se exigiera más responsabilidad  se le estaría poniendo límites a la adulancia que solo persigue prebendas, se le estaría poniendo diques a la arrogancia, al atrevimiento y a la corrupción. Al poder político es fundamental ponerle límites y uno de los mecanismos esenciales es la exigencia de responsabilidades sin miramientos ni concesiones. Nuestra sociedad ha llegado a tal grado de desintegración que ya no tienen consecuencias ninguna acción por más loca, descabellada y criminal que ésta sea. Vemos ya de todo y no escandaliza de la misma forma como nos paralizaban las primeras acciones bárbaras que comenzamos a padecer. Pienso en el horror que se apoderó de cada uno de nosotros cuando se encontraron asesinados los niños Fadul y su chofer. El país se alzó y gritó su indignación y su dolor. Cuánta agua no ha corrido debajo de ese puente y no reaccionamos con el mismo espanto. Estamos impotentes y sin exigirnos responsabilidades.

Por la pérdida de estos valores fundamentales es que nos encontramos cada vez más lejos de alcanzar la autonomía requerida. Queremos libertad y prosperidad sin asumir responsabilidades, como los adolescentes que se quieren independizar a fuerzas de rebeldías y malacrianzas. Mientras más díscolos se muestran más lejos se encuentran de alcanzar la meta anhelada. La libertad se conquista solo cuando se ha mostrado responsabilidad.

Así como esa seriedad en las decisiones y criterios están primero bajo la evaluación de nuestros padres, quienes nos otorgaran o no apoyo y ayuda, más tarde como Nación la tendremos de la proyección que reflejemos en la comunidad internacional. Respeto y solidaridad vendrán automáticamente por la seriedad como nos tratemos, por la firmeza de criterio que mostremos y por el coraje para llevar a cabo las decisiones; seriedad y responsabilidad en los actos políticos. Si continuamos jugando a la aventura no tendremos respeto de quienes se toman el destino de una sociedad democrática como prioridad y  con seriedad.

La primera y más importante traición es hacia nosotros mismos. Es la única traición posible en política, debemos ser solo fieles a nuestra propia y única determinación si el objetivo trazado es la libertad y la autonomía.

 

22 de septiembre de 2020

El espejo de un informe



Experimentamos el mayor vacío existencial que veníamos presintiendo desde hace mucho en el país, desde que poco a poco se nos fueron cayendo las diversiones con las que habíamos taponeado nuestros malestares y las preguntas existenciales. Una población obesa en estimulación se transformó en una famélica, triste y aburrida. Sin saber qué hacer con nuestro malestar y acostumbrados al consumo como fuente de placer no se nos está ocurriendo otras coartadas vitales que vayan más allá del simple y elemental mecanismo de sujetarnos a cualquier creencia, la que sea más idónea a nuestros esquemas generales de pensamiento y formación. Por ello vemos como se repiten las mismas ideas y se amolda toda interpretación a las creencias inamovibles, incuestionables que no podemos poner en duda. Son los mecanismos de los prejuicios y de los fanatismos. Es la pobreza de sentido que bien describe Rafael Tomás Caldera.

No es para nada extraño como nos hemos tornado en una sociedad fanática y empobrecida en todos los sentidos. La pobreza que no es nueva en el país pero que ha aumentado a niveles alarmantes está matando a la población de hambre y enfermedades. Unida a esta tragedia sin parangón en nuestra historia reciente nos estamos arruinando cada vez más al carecer del razonamiento adecuado para combatir esta marcha hacia la tumba colectiva y anónima. Pasa y pasa el tiempo con sus esperados fracasos y no se observan cambios, rectificaciones, no se aprecia ninguna vergüenza. Al contrario presenciamos declaraciones de personas que hasta ayer apoyaron esta barbarie, mostrarse asombradas con total desparpajo. Uno se pregunta y de qué va todo esto. Se trata de la banalidad del mal que tanto le costó a Hannah Arendt o se trata de simple cinismo humano. Indigna tanta frivolidad acompañada de muerte, tortura y desprecio por la vida humana.

Me parece que entre otras importantes implicaciones es el valor que tiene el haber sido enfrentado en el espejo del informe de la ONU. Las personas, en su mayoría, se expresaron conmovidas y tocadas con tan dura realidad que no nos era desconocida pero que nos introduce en otra dimensión distinta al verla transformada en palabras y por lo tanto dialectizada. ¿Se entró en el campo de la argumentación, de la comprensión razonada? Me parece que lo que, en general, se concluyó de forma un tanto apresurada y arbitraria es si vamos a votar o no. ¿Es que acaso el informe nos empuja en uno u otro sentido? Para muchos si, “es la forma de salir de esta realidad atroz que se describe, votando” para otros “ante esta realidad no vamos a votar convocados por delincuentes” hasta ahí llegamos.

Me gustó el análisis que hace Angelina Jaffé Carbonell quien nos explica cómo se elevan estos crímenes cometidos por los mandos venezolanos hasta los más altos niveles internacionales. Las personas implicadas pueden ser enjuiciadas  en cualquier país que se haya declarado con jurisdicción universal. Lo que más anhelo es justicia para poder calmarnos y llenar nuestros vacíos con algo más que odio y rabia. Debemos, algún día, superar este duelo en el que nos encontramos batallando para todos juntos ayudarnos desde nuestros actos creativos.

Mientras tanto ante la “inhospitalidad del mundo” tal como la escribe Heidegger como resultado del vacío existencial no se valen coartadas de evasión, solo nos queda el camino de apropiarnos con pasión de proyectos individuales y colectivos  llevarlos a cabo con convicción y valentía. No nos abandona el deseo por conseguir nuestra paz interna pero estamos disparando dardos al otro a quien aparentemente hacemos responsables de nuestro malestar. No me refiero a ese otro voraz que nos pisotea con la fuerza de las armas sino al otro hermano que nos agrede con su éxito. ¿Queremos una sociedad de bienestar? No llegaremos a ella con odio, rabia ni de forma banal. Dirijamos nuestra mirada al punto preciso y después zumbemos los dardos.

15 de septiembre de 2020

Justos con nosotros y con la naturaleza

  


Vivir sin miedos sería la esencia de lo que perseguimos con tanto anhelo, indispensable para poder enfrentar los desafíos a los que constantemente nos reta la vida. Se supone que la civilización ha llegado a acuerdos casi universales de evitar las guerras y resolver los antagonismos a través del diálogo y la negociación. Sin embargo en el mundo que queríamos sin las amenazas de las bombas y balas se vive cada vez con más miedos. El ser humano posee una fuerte sensación de desamparo, ya no confía en un Estado que se le ha tornado, más bien, en uno amenazante. No tiene como protección las leyes para mantener a raya al transgresor, las legislaciones parecen estar al servicio  del opresor de turno quienes se muestran cada vez más ávidos de los poderes y de la vida de los otros. La crueldad humana se manifiesta en todo su horror porque los diques de contención perdieron eficacia. “Observamos una vida obligada de confinamiento y miedos” como nos señala Carlos Eduardo Maldonado.

Por otro lado una naturaleza que ha sido irrespetada y utilizada al antojo de cualquier depredador muestra su fuerza rebelde cada vez que la obligan las leyes naturales. El hombre no obedece las leyes, la naturaleza no puede dejar de comportarse según la determinación que la rige y es constante;  la Ciencia no se equivoca aunque nuestra prepotencia no nos permita oírla. Cómo no estar aterrados en un país donde todo, absolutamente todo, es desatendido y violado. Nos amenazan los otros seres humanos y nos amenaza una naturaleza irrespetada. No fue suficiente para nuestro horror y toma de conciencia el fenómeno que ocurrió en Vargas hace ya 21 años. Ahora después de 33 años se vuelve a desbordar el río El Limón en Maracay con su consiguiente tragedia. Esta vez no hubo pérdidas de vidas humanas (al menos eso reportan) pero si multitud de damnificados, familias que perdieron sus pertenencias porque se las llevó el río o los pillos.

Llueve y tenemos el alma en vilo, como la tenemos por la violación de las seguridades en un llamado a votar para elegir a los nuevos diputados. La Asamblea Nacional, una institución que fue recuperada, con el esfuerzo de todos, para más tarde ser torpedeada en su operatividad por los delincuentes que se hicieron del poder. Ahora, no conformes, también demandan nuestra voluntad, nos quieren sometidos. Aterrados por igual ante una naturaleza que reclama su equilibrio y seres humanos dedicados a desequilibrarnos. Sí, tenemos un gran dilema al que nos enfrentaron los que sí conocen de mecanismos de sometimiento y de trampas. Se justifica el miedo que sentimos pero no por ello debemos dejarnos dominar por su efecto paralizador. Es un arma muy poderosa de todo autoritarismo que lo usa a su favor. Solo el hombre tiene la capacidad de estructurar el miedo y manipularlo haciendo de su entorno uno amable y seguro. Maximiliano Korstanje advierte que “Cada sociedad teme por diferentes cuestiones ya que sus organizaciones culturales difieren. Empero, en algún punto, el miedo, por medio de la construcción de lo que la inseguridad representa, permite el pasaje de la democracia a la dictadura”.

Aunque nosotros vendimos nuestra democracia a una dictadura porque estábamos más preocupados por la banalidad que por cuestionar dogmatismos. Vivíamos con desparpajo; no fue precisamente el miedo por el que se dejaron cautivar los que sucumbieron. Pero sería por miedo y desconcierto (no saber qué hacer) el entregarnos ahora a un totalitarismo sin mostrar resistencia y dar la pelea, -principal responsabilidad de los dirigentes políticos-. Cuando hay miedo la política se desdibuja y da lugar al autoritarismo, sostenían Hannah Arendt y Hobbes,  de allí al totalitarismo solo hay grados de sometimientos a poblaciones aterradas. Estamos huérfanos y todo nos amenaza, por ello nuestra batalla debe ser con nosotros mismos, hacer del miedo y de la rabia la construcción de la adecuada política para rescatar y reconstruir a este maltratado país. El hombre es el único capaz de actos creativos y por lo tanto de convertir las fuerzas naturales desbastadoras en bellas piezas de paisajes urbanos y en sociedades armoniosas y justas. Justos con nosotros y justos con la naturaleza para vivir justamente en armonía.

8 de septiembre de 2020

Sectas o partidos políticos


Beryl Cook

El ser humano tiene una fuerte atracción por refugiarse en sectas y de allí sentirse fuerte con su debilidad y en su mediocridad. Toda vicisitud de la vida, duda, pesar o desasosiego es tramitado según los “principios” de la secta. Queda anulado el ser humano y descansa en la tranquilidad de una psique muerta con la licencia de no pensar dado que otros piensan por todos. López Pedraza habla de una “psicología sectaria”. El tema se me hizo particularmente relevante a raíz de los cuestionamientos públicos hechos a Capriles, se le acusa de traidor, de haber roto una “unidad” que no existía. Se le augura todo tipo de desgracia y se le obliga a renunciar a toda posibilidad de intercambio y negociación con los que fueron sus compañeros de partido. Sale execrado, excomulgado.

No me quiero aun pronunciar por lo acertado o no de su jugada política, es muy prematuro, solo quiero hacer hincapié en esta manera extraña de reaccionar de organizaciones políticas “democráticas” que se revelan como sectas. Recordé a unos primos hace mucho tiempo cuando abandonaron su “militancia” del Opus Dei, recuerdo los cuentos de lo difícil que les resultó por la culpa pecaminosa de tal osadía. Recuerdos que tengo yo aun siendo muy niña y que se mantienen con toda la claridad del espanto que me causaron. Hasta sensaciones de asfixia me dio. Un amigo proveniente de un país cercano y que vivió en Venezuela muchos años un día me dijo “Uds. Son más tribales que nosotros” con esa mirada que solo puede tener el que nos ve desde otra perspectiva. No lo entendí porque es parte de mi propia sombra, pero cada vez se me hace más claro a lo que apuntaba este querido amigo al reconocer aspectos de mi propia mediocridad.

Tienden hacer sectas las mismas organizaciones psicoanalíticas, las filosóficas, las religiosas y los delirios de iluminados que los débiles del mundo buscan como moscas la miel. Allí está siempre el gurú para dar la mano al ser que no consigue sus propios recursos para sostenerse a sí mismo. El aceptado en las filas del “Gran hermano” pasa a quedar totalmente tragado por las sensaciones de superioridad y omnipotencia, se siente con autoridad de cometer los crímenes más espeluznantes en nombre del “bien”. López Pedraza recuerda como  en un libro sobre el judaísmo y el nazismo “Sartre trae a colación una analogía con una secta americana, la del Ku-klux-klan cuyos miembros desean “limpiar” el mundo de la gente negra”. Sartre insiste que es la mediocridad la que lleva al hombre débil a unirse a sectas donde refugiarse. Así que es fácil colegir que no son precisamente los valores democráticos los que reinan en estos claustros.

Una vez siendo muy joven y con muchos asuntos difíciles que resolver me fui tres días a un maratón de terapias de grupos que permanecían activos días y noches con escaso tiempo para dormir. Regresé a mi casa trasportada en un estado febril delirante donde repetía ideas que aún recuerdo pero que eran totalmente locas “ya no soy yo, soy este símbolo que me representa” lo que alarmó a la familia y me prohibieron regresar. Lloré, pataleé, grité, quise morir y también me sentí traidora. Eso está allí, es mi sombra y son mis mediocridades de las cuales estoy atenta con los cuatros ojos “pelaos”. No vale el descuido. No admito que traten de ganarme a ningún cuerpo de ideas colectivas dogmáticas, quizás exagero pero es la forma que consigo para escapar del peligro de ser devorada.

Ejercen una atracción magnética para captar “almas perdidas” y encerrarlas en esos cuartos oscuros; fui testigo como penetran colegios y hospitales, sitios que albergan seres desvalidos. Niños inocentes y personas enfermas de bajos recursos sufriendo. Me tocó denunciar a la “dianética” y lograr expulsarlos primero del colegio de mis hijos y más tarde del Hospital donde trabajaba. En palabras de López Pedraza “… se trata de una especie de sectarismo que vale la pena explorar y demuestra que no es necesario tener una forma coherente de pensamiento: porque evidentemente mientras más demencial sean sus principios, más exitosa será la secta”.

Debemos siempre estar atentos con estos encantadores de culebras. El país se rindió una vez y no hemos podido salir del agujero negro al que nos condujo el loco brujo encantador y no es precisamente guiados por otro gurú que encontraremos las energías propias para configurar nuestro deseado mundo.

La política son las estrategias que se plantea un grupo de hombres organizados en partidos políticos, no es una secta de hombres fanáticos imponiendo fantasías o ideas delirantes.

 

1 de septiembre de 2020

Representaciones Sociales

 


Francis Gruber

Asombra terminar de aceptar lo que revela y produce el malestar. En tiempo de duelo y penurias se recogen las atenciones y los enganches amorosos. La libido se concentra en el propio cuerpo o alimenta e hincha un ego hasta extremos enfermizos. Cuando estamos demasiado pendientes del cuerpo comenzamos a enfermar o a sentir que enfermamos; los dolores migran, cuando no es la cabeza es el estómago o sudamos frío al pensar que ese dolor es síntoma de infarto. Vemos con atención el color de los desechos cada mañana, al mediodía y antes de hacer que dormimos porque el insomnio no debe faltar. Terminamos ojerosos, desgreñados y con expresión de pánico. Seguimos viviendo pero miserablemente solo esperando la muerte. ¿Les parece conocida la escena?

Lo peor, si es que hay algo peor, es que el pensamiento se reserva únicamente en lamentar nuestra suerte e irnos lamiendo las heridas. No se está en condiciones de pensar sin ser uno mismo el centro de las reflexiones. No se piensa en soluciones colectivas, no se piensa en el otro y el daño, fastidio y cansancio que se puede estar causando. Entramos al concurso de quien es el más sufrido y nos sentimos incomprendidos por todos. Vamos por el mundo pregonando un ¡si lo tuvieras tú! con un claro convencimiento de llevar la batuta del concierto de lamentos. Si, en Venezuela se está sufriendo mucho, no es una imaginación retorcida que lo inventa. La gente está muriendo por el abandono y la desidia gubernamental. El país está de duelo, son muchas las familiar a quienes les han arrebatado un hijo, muchas personas mayores solas con discapacidad para defenderse, batallando por sobrevivir. La falta de dinero para enfrentar las dificultades y el cinismo y la maldad campeando sin barreras de contención alguna.

¿Qué tenemos como representación social? Principalmente impotencia, derrotismo, fracaso, ineptitud y como dijo Castro Leiva en su muy conocido discurso, ante el Congreso Nacional (1998), cada uno de los desacertados dirigentes que nos mal conducen han sido creados y criados por esta sociedad “la que tenemos- la que concibió estos prejuicios-, la que los ha hecho propios y ajenos, la que tira la piedra de su moralismo y esconde la mano de su responsabilidad”. Cada uno de nosotros poseemos una gran carga emocional muy pesada pero no pueden ser otros los que hagan posible nuestra vida social y conciban las ideas que hacen factibles las prácticas política y las que las deshacen. La política propia con “su tragedia y su comedia” como original propuesta de vida pública emana de esas representaciones sociales nuestras y que por lo general nos guían, pero no pensamos.

Hace mucho, mucho tiempo en este país se desprecia el oficio del político, no es una representación de estos años aciagos que desgraciadamente convocamos. Es más bien una de las razones que condujo a una mayoría a apostar por un aventurero de ideas retorcidas y de escasos pensamientos. Se despreció el oficio del político, se despreciaron los partidos políticos y con ello la democracia. No se cuestionó al irresponsable corrupto en cargos de poder, se despreciaron las instituciones. También fue producto de las representaciones sociales que predominaban en el momento. Al contrario de ahora éramos prepotentes, frívolos, y guiados por ideologías demagógicas y tramposas. Pocos se dieron a la tarea de cuestionar al anzuelo populista con un pensamiento crítico. Las consecuencias de esta manera de vivir fácil y rentista fueron enormes. Perdimos la República o estamos a punto de ello (como muchos opinan).

Castro Leiva, como recientemente lo recordó Chitty La Roche, quiso atajar ese día esta catástrofe que vio venir, no fue posible. “Uds. tienen la obligación de pensar no la de hincarse ante la opinión. Tienen que convencernos con argumentos y ejemplos probos que son dignos de la confianza que le entregamos. Tienen que deliberar bien y derechamente para que podamos sentir todos que la delegación de nuestro poder, nuestra representación, no será usurpada por la sinrazón” ¿cuánto tiempo pasará para que estas palabras de Castro Leiva comiencen a ser honradas?