29 de mayo de 2018

El tiempo, el implacable, el que pasó



Vivimos en un apuro cuando la situación que atravesamos nos es desagradable. Creemos que nunca pasará, que no podemos y allí nos sentamos, incómodamente, sobre la imposibilidad. Nos vamos llenando de miedos, la angustia crece y comenzamos a actuar un tanto incoherentemente. Pero no queda otra que esperar y estar atentos a la evolución de los acontecimientos. No todo depende de la voluntad y el deseo individual para superar lo que nos aqueja y más si se trata de un sufrimiento colectivo. Tampoco si se trata de un escollo personal. Todo requiere reflexión, entereza de carácter, determinación, estrategia y acción. Quejarse, culpar a los otros, atacar, llenarnos de rabia e impotencia no logran sino alejar a los otros que necesitamos como apoyo, compañía y ayuda. Ayuda efectiva o solo esa que proporciona una buena conversación, un reflexionar en conjunto.

Al tiempo lo determina la multitud de acontecimientos que a diario suceden, unos atrás de otros, nunca se detienen y son signos importantes para saber cómo evoluciona un ayer y como nos encamina a un mañana. El movimiento de los seres diría Aristóteles. Es frecuente quedar pegados a una desilusión porque pasó lo que no queríamos que pasara, pero sí pasó y con ello tenemos que continuar este dificultoso viaje. Hay sin embargo acontecimientos que son tragedias y que nos cambiarán definitivamente, no seremos los mismos nunca más. La muerte prematura de un ser querido, el abandono de los seres desprotegidos, el maltrato cruel infligido por aberrados y criminales, transforman a los dolientes inexorablemente. Nunca volveremos a ser lo que fuimos y lo observamos con estupor cada día por las redes sociales. No conocía a mi gente tan agresiva pero saben que en el fondo los entiendo perfectamente, son cosas de un carácter no domeñado. Hay personas que necesitan expulsar el veneno que nos inoculan diariamente y lo hace de esa forma, disparando a diestra y siniestra. En esa catarsis van dejando una estela de agravios injustos que bien merecerían una disculpa aunque sea tímida. La consecuencia es que no se puede respetar al irrespetuoso.

Nada es seguro y menos para siempre. Aquello que creíamos seguro un día se nos evapora; lo que percibíamos como concreto se vacía de contenido cuando es sometido al escrutinio del pensamiento, ya lo decía Hegel. Que le vamos a hacer hay que vivir con las incertidumbres, solo que a veces se pasan. No es posible vivir sin tener lo más mínimo asegurado y ser empujados a andar lupa en mano buscando huellas y dudando hasta de la sombra. Vivimos con ciertas certezas que puede que se desvanezcan con el transcurrir del tiempo, pero les echamos manos a otras que nos posibilitan un ancla para no enloquecer. Tengo como cierto que de  estos malandros que nos agobian, maltratan y matan, tenemos que salir más temprano que tarde. Porque ya se nos está haciendo tarde, demasiado tiempo, demasiados acontecimientos dolorosos, demasiado sufrir y resistir sin avizorar claridad, todavía, en el horizonte. Por eso es que comenzamos a delirar. A desear cualquier salida por más inverosímil que esta sea.

Lo que no le puede ser disculpado a la dirigencia es que ande dando bandazos sin estrategias, para ellos no se puede medir el tiempo como se mide la de cualquier ciudadano. Un dirigente tiene su momento, si pela el escalón por improvisado ya no podrá levantarse más, la sociedad lo cobra con sobrada justicia y para ello no se toma mucho tiempo lo hace rápidamente porque la masa no está para bollos. Ha sido demasiado tiempo y demasiados errores. Esto ha sido una carrera de alta resistencia y estamos muy cansados. A mí el tiempo me inhabilitó por mes y medio y sigo convaleciente pero me dio la oportunidad de descansar y leer con atención a los otros. Independientemente de las posturas asumidas en esta última disyuntiva y de tener una posición al respecto, no puedo sino darle la razón al desespero que tenemos y que causa esa sensación de que no pasa nada. Y sí pasa, el tiempo no se detiene y los acontecimientos están el pleno desarrollo. Aunque nada veamos, aun, con claridad. No puedo dejar de ser solidaria con todo aquel que quiere lo mismo que yo. No soy política de oficio, soy una simple ciudadana. Y tengo la mala costumbre de no ser iracunda, disculpen la beatitud.

Así que nuestro presente está signado por los acontecimientos pasados y lleva en sus entrañas el germen del porvenir como sabiamente apuntó San Agustín, en aquellas reflexiones sobre el tiempo. Al buen estratega, que lo habrá (aunque pareciera anda escondido) debe leer con atención los signos que ya están presentes en nuestro presente y que anuncian el porvenir que deseamos, siempre y cuando las acciones adecuadas nos conduzcan a él. Fernando Savater expresa en una corta frase lo que me pareció casi una poética “Mutilar el presente del recuerdo del pasado y de la expectativa del futuro es dejarlo sin espesor, sin sustancia”. Y sin sustancia quedaríamos también los seres humanos. No creo que tengamos un destino signado, tenemos capacidad, o debemos encontrarla, para dirigir nuestro destino, es en ello que reside la anhelada libertad. Quizás los que sí tienen su destino signado son precisamente los autores de esta tragedia, porque se encaminaron a su propia destrucción, alargan su agonía porque le temen al final trágico que les espera. Los coros cantan.

Eso sí, no hay calma, no hay tiempo. Ese tiempo, el implacable, el que pasó…