28 de junio de 2016

Construyendo una ciudadanía crítica




Hemos actuado convencidos y sin titubeos. Hemos vencido todo tipo de obstáculos nuevamente, nada pudo detener a una población que decide su destino. Un hecho histórico, un cambio en nuestra responsabilidad como ciudadanos que ya no tiene vuelta atrás,   traspasamos la línea que impuso el opresor del automatismo esclavizante, del pensamiento único, del miedo paralizante, del escepticismo derrocador. Actuamos, nos hicimos presentes en un acto colectivo cívico ejemplar. Vencimos nuevamente las trampas, las traiciones y ahora sí podemos afirmar en voz alta y con orgullo que hicimos contacto con nosotros mismos, con nuestros valores y nuestros derechos, los cuales no son negociables y no nos dejamos arrebatar. Hacemos historia, esa historia que se puede narrar en tono épico, fechas memorables y tiempo del pensamiento lúcido. Ese pensamiento que desde Aristóteles y Platón es el encuentro feliz con nosotros en colectivo.


El bombardeo doctrinario al que fuimos sometidos por largos años no trastocó el juicio de los ciudadanos, capaces de pensar con criterio llegamos a formular las propias convicciones y no dudamos en dar un paso cuando el tiempo y las circunstancias lo permitieron. Atrás quedó el miedo y la imposibilidad, convencidos de que pase lo que pase estamos irremediablemente condenados a vivir con notros mismos, y la vida es un infierno si se hace imposible esa convivencia por haber decido actuar como espectros terroríficos. Contrasta claramente estas dos posiciones en este nuestro momento límite. Aquellos que construimos nuestra libertad con civismo y determinación y aquellos que usando un poder efímero, siguen maltratando, mintiendo y oprimiendo. Unos continuaremos una vida digna de ser trasmitida a las nuevas generaciones y los otros escondidos de ellos mismos. Banales en sus maldades porque lo que les estará prohibido es pensar.

Para que se cambien los valores y costumbres en una sociedad, como pretendieron en la nuestra, es condición indispensable contar con una población dubitativa, insegura, miedosa. Una sociedad perseguida por enemigos externos e internos que le impida actuar y por lo tanto sea presa fácil de la sumisión. Dudamos, claro que dudamos y es válido, si la nuestra contaba con las herramientas internas para reaccionar. Ya lo tenemos y con orgullo podemos decir que sí tenemos el coraje y la entereza para ser protagonistas y labrar nuestro porvenir. Esa misma fuerza la tendremos para volver a construir al país que los saqueadores dejaron en la ruina. Mucho por hacer pero será otra historia menos triste. Adquirimos seguridad, la promesa demostrada disipa las dudas y nos adueñamos nuevamente de nosotros mismos. Hoy amanecimos más independientes, fortificados para continuar porque las vías aún están llenas de obstáculos.

Vencimos esa imagen del perdedor, del indefenso, del resentido como emoción paralizante. Dimos el paso al debate público en largas colas martirizantes y las enfrentamos no con resignación sino con la alegría de quien sabe cómo burlar las trampas y vencer, porque lo que lleva incrustada en el alma es una certeza de tener la verdad consigo. Es el acto que una vez realizado nos transforma en nuevos sujetos de otra historia inédita. Como lo expresó Hannah Arendt nos encontramos en el espacio público donde la acción y la comunicación se juntan. Tomamos nuestro espacio en el debate público. Aquí estamos y no regresaremos hasta que los tiranos hayan desalojado y entremos los ciudadanos por la puerta grande, la de la civilidad y no las armas. Pensamiento, juicio y acción en la pluralidad son y serán nuestras invencibles herramientas.

La crueldad ha causado un mal tremendo en nuestra sociedad, nos dejó heridas que a lo mejor no pueden ser suturadas y curadas jamás, las conservaremos en la memoria y en un cuerpo social marcado por el sufrimiento. Seremos sobrevivientes de una catástrofe que no debió ocurrir, pero que debemos también pensar cómo fue posible esta tremenda irresponsabilidad de ciudadanos sin la más mínima conciencia de la fragilidad de una democracia construida con tanto dolor y esfuerzo. Relatar nuestra historia, contarla es esencial en la comprensión de los eventos y en la memoria amplia de un colectivo que debe cuestionar los mitos que lo marcan. Entre otros creernos inmunes a las tragedias por ser un país fuerte y rico. Pues bien aquí estamos no tan ricos y recobrando nuestras fuerzas mermadas. Educación para la responsabilidad como ciudadanos era una de las tareas pendientes que ya comienza a impartir sus primeras lecciones. Pensamiento crítico, autonomía personal, saber pensar y actuar en concordancia es fundamental para una vida que valga la pena ser vivida.

Compromiso con nuestro momento histórico para evitar catástrofes nuevamente es nuestro gran reto y lo estamos demostrando. Responsabilidad de todos y no solo de los actores políticos de la oposición, que debemos resaltar han estado a la altura de las circunstancias en momentos tan difíciles y confusos. No han flejado a pesar de la incomprensión general que han tenido que sufrir en algunos momentos, a pesar de que se han equivocado, la voluntad de cambio no ha decaído y así llegamos a este tiempo de esperanza.

Después de esta ejemplar muestra de ciudadanía, hoy podemos afirmar que estamos llevando a cabo los actos necesarios para una vida digna. Estamos construyendo a una ciudadanía crítica que no vuelva a ser vulnerable a totalitarismos.

21 de junio de 2016

Contra el maltrato estamos




No hay un venezolano que no esté en estos momentos fuertemente maltratado. Unos porque nos ha caído con una ferocidad descomunal la maldad de los que se propusieron destruir. Los destructores de oficio porque saben que tarde o temprano acabaran ellos mismos destruidos, ellos mismos se maltratan. No hay sosiego en una sociedad donde la violencia se respira en todas sus manifestaciones, impregna nuestras calles, ya intransitables. Se siente en nuestro lenguaje, en el universo simbólico que nos es común. En la aridez de nuestro trato, en las despedidas desgarradoras de nuestro seres queridos. En la mendicidad por la sobrevivencia, en los debates políticos y en los comentarios que suscitan. Violentos nos hemos puesto y mientras más se siente la furia salvaje por supuesto más maltratados estaremos. Hay que cuidarse, salir al encuentro con los otros con una coraza protectora porque ya el malestar todo lo impregnó, porque lo tenemos clavado como una ponzoña venenosa. Qué daño nos ha causado todo este desatino, no podíamos vivir tanto horror sin ser afectados profundamente.


Nuestras ilusiones hechas pedazos estrelladas contra una realidad que se hizo tan presente, tan contundente, que cualquier discurso queda fallo en su cometido. Ya no se puede describir, transmitir, nuestras heridas íntimas. Como los gaticos cuando están heridos, corremos a refugiarnos en un rincón y lamer nuestros dolores.  Sin embargo asombra como apaleados y casi arrastrándonos por el dolor seguimos luchando por nuestras salidas. Una pequeña chispa de esperanza se avizora y en seguida se observa, se siente, se palpa, se huele en el ambiente las fuerzas, los ojos nuevamente brillantes, las muecas y guiños de complicidad salvadora. !A validar! solo digan dónde y cuándo y allí estará la población que no fleja, que no se da por vencida, que no se doblega. Los verdaderos seres heroicos de nuestro tiempo, los firmemente convencidos de que al usurpador hay que pedirle desalojo. Un fuerte y contundente ¡Fuera! gritaremos al unísono porque mientras más grande es el dolor que nos embarga más bestial la fuerza que desencadena. No, no es permitido que nos maltratemos nosotros mismos.

La misma fuerza narcisista necesaria en la conformación de cualquier grupo sabemos que se puede transformar en los odios aniquiladores más intensos. Dejemos eso para los esbirros, entre nosotros alimentemos el cuido. Cuidemos de nuestra novela nacional la ilusión por volver a construirnos, por rescatar nuevamente el amor que nos debemos, el reconocimiento mutuo sin desconocer la basura, el desecho, la nada que también somos para que no se nos devuelva de forma tan nefasta. Tenemos que reconocer que esa violencia que hoy es abarcadora también nos pertenece, simbolizarla y verterla en un imaginario creador es la tarea a emprender cuando salgamos de los grandes impostores. Mientras pasamos este tramo de nuestra historia tan traumático, cuidemos de no verterla en nuestros interlocutores. Con nuestros errores y aciertos todos estamos librando una batalla muy valiosa. Empecemos por reconocerlo.

Actualmente estamos más vinculados a nuestras angustias que a los otros, al terrible deseo mortecino de ese Otro que intenta aplastarnos. Un goce cínico que ha profanado todos nuestros valores, nuestros muertos,  nuestros niños, nuestros ancianos y que ha empujado a gran parte de la población a sus peores manifestaciones. Nos han arrastrado a la violencia contra los más desprotegidos y contra nosotros mismos, empujados a ser estragos de un cuerpo social maltratado. Ver el horror de frente quizás nos pueda servir para atajarlo a tiempo en el futuro e impedir su repetición. Quizás sea demasiado pedir pero mantener esta perspectiva aunque sea como utopía es ya un símbolo que rondará en nuestro ambiente y es bastante.

De la violencia sistémica, la que proviene de las instituciones corruptas no debemos pasar a la violencia subjetiva por la cual nos convertimos nosotros mismos en eso que tanto aborrecemos, no olvidemos que hoy los malhechores que nos torturan provienen de la misma sociedad que hoy los repudia. La responsabilidad es con nosotros mismos.  El filósofo esloveno Slavoj Zizek afirma que es la “violencia sistémica” la que promueve y facilita la “violencia subjetiva”.  Atentos debemos estar con nuestro maltrato, con nuestro dolor y nuestra rabia justificada. La frustración y carencia terrible que sufrimos hay que canalizarla porque si no nos destruiremos entre nosotros mismos. La cantidad de delincuentes que azotan a la ciudadanía son síntomas de una descomposición social que no se cura con un cambio de régimen, aunque por allí debe comenzar. Los estallidos locales y descontrolados que ya comenzamos a observar fácilmente pueden generalizarse por todo el país y dejar a su paso más destrucción, dolor y muerte. Así nos quieren ver estos que deliran con pretender ser los dueños de nuestro destino. Portadores de un goce obsceno.

Contra el maltrato debemos afirmar nuestra verdad como sociedad democrática que una vez construimos y no hemos olvidado. Contra el maltrato debemos reafirmar quienes somos y como hemos vivido. Contra el maltrato no debemos esperar sino actuar con inteligencia y astucia. Suturar las heridas que han abierto al sentido y la verdad. Contra el maltrato rebeldía y no vandalismo. Contra el maltrato aquí estaremos.

14 de junio de 2016

Descifrar un mensaje (cuento)




Era muy pequeño cuando su madre murió. No la recuerda, pero tiene una imagen nítida por los cuentos que Casimiro le contaba, su padre adoptivo, la pareja de Cristina. Una mujer con sus particularidades excéntricas que no le imponía a nadie pero que tampoco negociaba, así la respetaban y por ello precisamente era recordada todavía con una presencia que lejos de irse diluyendo se acrecentaba. Pasaba largas horas ensimismada en sus pensamientos y realizando labores manuales, tejía, cocía, pintaba y toda su creación quedaba marcada por una pincelada de autor. Esa marca no fue fácil de descubrir pues se las ingeniaba para que quedara camuflada entre los colores o texturas de sus obras. Iba dejando un mensaje a través de pequeñas señales, unas veces dibujos miniaturas, otras letras aisladas y hasta se llegó a descubrir gotas de su propia sangre. Se supone que presintió su muerte prematura desde muy temprano y quiso dejarle a su hijo un legado, una brújula y borrar de su vida su abandono forzado.


Casimiro ayudó sin saberlo porque desde el mismo momento que cerró sus ojos no dejó de mencionarla. David no hagas eso a tu madre no le gusta, David ve y recoge ese desorden ¡Ay si tuviera tu madre! Come, come a tu mamá le gusta verte con apetito, siempre asoció las ganas de comer con la alegría. Si, David tienes que estudiar a tu mamá no le gusta la ignorancia. Así era, una mujer que no pasó por una escolaridad formal pero que poseía una sabiduría natural muy práctica en la vida. No dudaba, sabia de inmediato lo que era correcto y lo que no, no hacia concesiones. No era rígida ni autoritaria, pero su postura indomable le hacía ser muy respetada, con una sola mirada su hijo sabía lo que no le gustaba. David no era precisamente un niño sumiso, todo lo contrario, tremendo y pícaro como un ser querido y libre. Quería a su madre como a una diosa, la vio siempre con sus ojitos enamorados. El día que murió su carácter cambió. De ser un niño juguetón y alborotado enseguida se volvió más reservado y ensimismado, como si ese rasgo de su madre se le hubiera incrustado en su alma de inmediato.

Casimiro también cambió, recogió todas sus cosas, a su muchacho y se fue a vivir a un faro abandonado muy cerca de su casa. Quería borrar su presencia con un cambio de lugar pero no lo logró, porque se llevó sus rastros, sus acertijos en un baúl, sus cosas y sus pesares. A David ese cambio le dio igual, total estaba solamente a unos pocos metros de su casa, allí estaba su colegio, sus amigos y su paisaje. Más bien le divirtió, el faro tenía un aire de misterio que lo cautivó. Estaba viejo y abandonado pero esa maderas con su olor a humedad y su constante crujir en lugar de asustarlo llenó su cabecita de pensamientos mágicos; cuentos que se inventaba y en los que pasaba horas deleitado. Sus cuentos nadie los conocerán  no los escribió y si lo hizo los botó.

Muy pronto y como producto de sus fantasías llegó a la conclusión que su madre había dejado un mensaje para él y se dedicó a buscarlo, calladito y sin despertar alarmas se trazó su propio plan. Total Casimiro pasaba horas trabajando y arreglando su nuevo espacio.
Todos los días al llegar del colegio subía a lo más alto del faro donde se encontraba el baúl de su madre. Una buhardilla redonda con grandes ventanales por los que se divisaba un océano generalmente plácido y multitudes de gaviotas que hacían piruetas en el aire, en una danza muy particular para quienes compuso su música. De noche podían apreciarse lucecitas que atravesaban el mar y que inspiraban sus deseos de aventuras. Un día, se decía, voy a recorrer el mundo en uno de esos barcos que me vendrá a buscar. Hablaba con las estrellas y con ellas mandaba mensajes a su madre. Una vez que exploró el lugar, se deleitó con sus vistas y cuentos solitarios, buscó un taburete y comenzó su verdadera aventura que le abarcaría toda la vida y que determinaría su pasión. Descifrar un mensaje, en este caso el de su madre.

Abrió un día el baúl, lentamente y con mucho cuidado, con la sensación de comenzar a hurgar en un lugar sagrado. Allí encontró lo que se le antojó era su tesoro. Mediecita tejidas, cobijitas, suetercitos, todos para un bebé confeccionadas con los hilos y tejidos más exquisitos. Chales y bufandas, guantes, gorros y pañuelos dignos de una colección de arte. Había también pinturas repetidas de una mujer mirando por una ventana a la espera de alguien que no terminaba de llegar. Se distinguían sus cuadros por las tonalidades pasteles y sus características nostálgicas. Cuadernos confeccionados enteramente por sus manos; el papel y la encuadernación con texturas y tonalidades de una delicadeza y buen gusto como no volvería a ver en ninguna parte del mundo. Esos cuadernos estaban llenos de recetas escritas con una tinta de un color nunca vistos antes. Seguramente producto de años de investigación hasta dar con su color distintivo. Recetas de su propia invención y de su meticuloso incursionar en la cocina, acompañadas de dibujos siempre realizados en colores pasteles pero que ya revelaban un encuentro de lugar.

David presintió que estaba descubriendo los secretos de la feminidad, todo aquello irradiaba un perfume y un misterio que no podían emanar sino de una mujer. Lo sagrado, el mundo de lo insondable, la belleza de lo inútil, la pasión por lo particular. Después de llegar al fondo en aquel baúl que le devolvió a su madre y volviendo a poner cada pieza en su lugar con las reverencias merecidas, quedó impactado con un minúsculo símbolo, casi imperceptible, en una de las puntas de un pañuelo. Volvió a ver con más cuidado y observó que cada una de sus obras tenían, en algún lugar, signos distintivos pero de igual color y casi imperceptibles todos ellos. Tengo que hacerme de una lupa e ir descubriendo más misterios de mi madre, se dijo y no se traicionó.

El toc toc toc de su padre lo obligó a descender nuevamente a su cotidianidad.

7 de junio de 2016

Del cinismo a la canallada




“Cínico” una palabra que cada día se oye más en las opiniones y comentarios de la gente. Es que en realidad se percibe en el ambiente, de forma bastante generalizada, una tendencia al desparpajo, a la mentira desvergonzada, a la burla por el sufrimiento ajeno. La exhibición del sarcasmo y del desprecio por toda norma de convivencia, por toda consideración al malestar en una cultura de la opresión y el crimen. El cinismo es una manera de hablar y una forma de actuar, es una manera de vivir escandalosa, irreverente y retadora. Es uno de los signos de nuestra época porque el cínico surge cuando la cultura está en crisis y cuando el mundo se desordena en sus principios rectores. Estamos demasiado deslumbrados por la miseria, la tortura, el hambre, la exclusión. El abandono, el irrespeto y las mentiras pronunciadas con tanta desfachatez nos sumergen en un sentimiento de impotencia al que reaccionamos con cinismo. Al canalla le respondemos con cinismo mientras podamos asentarnos en la crítica conciencia de la subversión de la propia vida, para que este horror no tenga cabida.


Entre la impotencia y el cinismo trascurre la vida del instalado en la queja, el resentido por  haber perdido la identidad, como ha señalado Marina Garcés. Presos en la soledad que embarga al hombre de hoy, solos ante el atropello de su propio juicio por el éxito o fracaso en la compra-venta de prestigio y poder. Seres mendigando un lugar en la sociedad desde el cual poderse dar un nombre y así aminorar su malestar en la cultura. El cínico desde el poder lo que muestra es una gran  impotencia producida por  la tragedia de no ser nada sin el aparataje ficticio que lo sostiene y oxigena. Llenos de terror por la precariedad de una vida de mampostería se dedican a despreciar lo diferente. Adoptan al cinismo como forma de vida. Pero denominamos también cinismo a otra categoría totalmente opuesta a la descrita. Cínico también es el que impone su individualidad, el que se hace de las potencias singulares para oponerse a una tiranía, el que defiende su deseo sobre toda convención. Diógenes de Sinope, Antístenes de Atenas y Crates de Tebas fueron los grandes maestros del Cinismo y legaron a la humanidad un ejemplo de cómo se vive acorde con lo que se predica. La coherencia del deseo.

Filosóficamente de lo que se trata el cinismo es de retomar y pensar de un modo nuevo y diferente algunos temas antiguos que el paso del tiempo ha vuelto caducos. Es una práctica continua de pensamiento y vida que produce una ascesis de lo superfluo. Es la búsqueda de un estado de ánimo apropiado para lograr la autosuficiencia y para endurecerse ante los enemigos existenciales, como son el hambre, la pobreza, el clima y no depender de ello. Es una idea radical de libertad que los llevó a comportarse con una total desvergüenza en un constante desafío a la autoridad y a toda costumbre en la vida social. Fue una respuesta individual a la crisis que se vivía en un periodo de convulsiones culturales mostrando una subversión radical.

Por ello Lacan los considera al tratar el tema del final de la cura psicoanalítica en la que se produce “un saldo de cinismo”. Momento delicado en el que el sujeto se desliga de toda atadura del Otro para solo obedecer a su propio deseo. Una libertad que para no caer en el extremo de la canallada debe asumirse con responsabilidad. El canalla que tampoco está atado a ningún semblante del Otro no observa responsabilidad ni por sus palabras ni por sus actos, no hay vergüenza porque no está representado en su inconsciente, no puede medirse con la apreciación sobre sí mismo, de allí que no pueda ser psicoanalizado.  El cínico si posee representación que es la de su propio deseo. No cabe duda que es la gran lección que dejaron los padres del Cinismo a la humanidad, dejar la retórica y asumir los propios convencimientos. En su caso, el de Diógenes, Antístenes y Crates,  no depender de nada ni de nadie, la renuncia a cualquier necesidad. Siendo el hambre la invencible por lo que Diógenes se lamentaba “ojala pudiera quitármela sobándome el estómago”. El canalla destruye, ataca, no defiende ningún ideal aunque se sirva de las ideologías como coartadas, como expresión de su desprecio se vende como lo que no es porque no es nada. Es así como lo que observamos es más la expresión de las individualidades canallas,  las modalidades violentas que persiguen la mortificación del otro. Como Lacan los definió “la maldad astuta, la jugada tramposa”.

Así el cinismo actual es un síntoma del malestar en la cultura y expresión de un rechazo a una situación represora y engañosa, una manera no adecuada de enfrentar al canalla. No adecuada porque no despierta una conciencia crítica en la subversión de una postura propia, solo reacciona al otro y lo reconoce. Es el reconocimiento al canalla al que se enfrenta con un semblante de desparpajo que vela una impotencia para asumir la verdadera rebelión del desconocimiento. Es solo una balsa para evitar el naufragio personal. El cínico actual de tanto pelear con el canalla corre el grave peligro de olvidarse de sí mismo y pasar a engrosar las filas de una individualidad canalla. Un borde frágil definido por una responsabilidad existencial. Responsabilidad ante el propio deseo, dignidad del sujeto, y responsabilidad con sus semejantes.

Es así como aquel cinismo de la antigüedad no es el cinismo de nuestros días, el cual se caracteriza por discursos que permanentemente engañan, a los demás y a nosotros mismos, demagogias que sólo persiguen un fin utilitario personal y practicas insolentes. El valor de la palabra desaparece, el cinismo ordinario está presente en todos los sectores de nuestra vida ciudadana y del cinismo a la canallada hay solo un paso. Del cinismo vulgar al canalla que no es nada pero que, sin duda, destruye. Perdidos en tempestades pulsionales.