28 de enero de 2020

Feliz carisma nuevo

Zdislaw Berksinski


Dividimos el transcurrir de los acontecimientos en una convención que hemos denominado  tiempo. Aunque no exista en la realidad tal cosa hemos acordado organizar los sucesos en secuencias lo que nos permite proyectar hacia el futuro, entender y organizar un presente y reflexionar sobre los sucesos de un pasado. Un comienzo de año produce un efecto mágico en nuestro imaginario, en realidad ese efecto en mayor o menor medida lo produce todo comienzo. Pero un nuevo año especialmente impulsa a nuevos ímpetus, movimientos, esperanzas de lograr lo anhelado. Cuando lo que se quiere es común a un colectivo comienzan a alborotarse los escenarios públicos, se exaltan los discursos, se levanta la voz, se dan abrazos inesperados. Momentos ideales para sacar a pasear y adiestrar los carismas, levantar liderazgos un poco desinflamados y mantener un entusiasmo sobre la posibilidad. ¿Es posible? Sí, es posible.

El factor carisma y su importancia en la política actual no puede pasar por debajo de la mesa. Para ser líder, dirigir conglomerados, hay que poseer algún tipo de carisma, a menos que alguien con mucho carisma, por razones de fuerza mayor, haga heredero de su poder a un ser muy opaco y para nada llamativo. Sobre esto no tenemos duda lo que hemos tenido la desdicha de vivir tanto equívoco concentrado. ¿Que lo mantiene en el poder? Pregunta que despachamos con una simple respuesta “las armas” sabiendo que es mucho más compleja y difícil la comprensión de tan trágica realidad. Pertenecemos a un mundo que se desorganiza y se nos hace cada vez más dificultoso entender ¿De qué se trata tanta manifestación exaltada y violenta? Un líder carismático ofrece respuesta a estas inquietudes y señala caminos para volver a la armonía deseada. Se va revistiendo a este personaje de connotaciones cuasi religiosas, sabe lo que hace, sabe hacia dónde vamos, conoce del futuro y puede realizar milagros.

Max Weber resaltó la importancia de este factor en la conformación de los líderes modernos. Su preocupación primordial fue la burocratización y su entorpecimiento para los cambios sociales necesarios. Vio así en el carisma un elemento “humanizador, revolucionario e irracional que podía, con su potencial, transformar, renovar y mejorar las sociedades” como destaca Blanca Deusdad. El mundo gira y gira, pasan los años y aparece un aparato, con imágenes en los hogares, que nos viene a conducir nuestro imaginario y distorsiona la justa dimensión del carisma. Allí, inmediatamente se aposentaron los líderes políticos e hicieron de la imagen, del carisma basado en las poses, juventud y apariencia su fuerte. Las ideas, el debate serio, la argumentación y la creatividad quedaron prácticamente en el olvido. Fastidia pensar, estudiar, crear, oír con atención, ya no se admira ni respeta estos oficios. ¿Desde cuándo no vemos en los escenarios políticos a líderes como Winston Churchill o Franco Delano cuyos carismas se fundamentaron en sus discursos y no en sus imágenes?

El catalizador de las ideas y emociones políticas no verbalizadas, que destacaba Rousseau como función para el carisma, no es un operador de nuestros días porque no hay ideas y si muchas emociones. Sin embargo se les deja la tarea de pensar por nosotros y exaltar emociones con finalidades turbias y orígenes ocultos.

Se pierde la noción de que ese poder que pareciera poseer el líder del momento que entusiasma no es real, se le otorga. Creemos que posee las características propias para el momento apropiado, creemos que está revestido con dones especiales y se tiende a crear vínculos emocionales que enceguecen. Al mismo tiempo ese personaje que disfruta de ser adorado por masas está construyendo una nueva identidad que compensa la empobrecida que le otorgó su realidad. Así tenemos la dupla perfecta, el niño que es llorón y la madre que lo pellizca. Comenzamos el año y nada que sorprenda, se alborotan las expresiones populistas y los despliegues histriónicos. Lo que no se logra oír con claridad es el debate de ideas. Por supuesto y sin necesidad de muchas explicaciones este estado de cosas es un enemigo mortal para las democracias. La Democracia es precisamente la organización social de seres pensantes y protagonistas de sus historias.

Por allí oímos una voz solitaria manifestar algunas reflexiones sobre nuestra historia reciente pero no se han tomado con la seriedad que ameritan para el debate de altura que deberíamos emprender sin dilación. Pero en un mundo vacuo, sin ideas y solitarios el escenario propicio es dejarle esta “fastidiosa” tarea al líder que los medios revistan con carisma.

21 de enero de 2020

Nos reconocemos o nos matamos.



Porque bien decía Plauto el hombre es el lobo para el hombre, y no hombre, cuando desconoce quien es el Otro.

Cuando somos muy pequeños pedimos todo a gritos. Cualquier necesidad -hambre, frío, dolor- será reclamada con llanto para llamar la atención del progenitor o de quien esté al cuidado del bebé. De parte del adulto estará el comenzar a poner en palabras lo que le pasa al niño, ¡tiene hambre, hay que arroparlo y cambiarle el pañal! Las patologías más severas se gestan por la incapacidad de interpretar al bebé y como consecuencia no dialectizar a la pulsión. Una vez que tengamos palabras para representar la pulsión esta podrá ser inconsciente, antes será un puro goce, una perturbación del cuerpo. No habrá nunca armonía del goce con el cuerpo, lo que terminará enfermando, acabando al sujeto y acabando las sociedades.

El análisis que se hace de una sociedad y de su tiempo no puede excluir las características del ser humano que las conforman. Los goces humanos cambia según las modas, las épocas y lo que el mundo ofrezca. Suele forjarse una especie de uniformidad y muchas personas querer lo mismo o precisamente quererlo porque el otro lo tiene o lo desea. Las eternas rivalidades, celos, la lucha por el prestigio. No madura nunca el ser humano pero esta época se está destacando por una escasez exagerada de razonamientos y sensatez y un desborde de demanda alocada por satisfacciones a gritos. Nadie se entiende pero como salvajes se lanzan con la mayor iracundia, emitiendo sonidos prelinguisticos y destruyendo lo que a las civilizaciones, al lenguaje y a la cultura le ha costado tanto esfuerzo construir. Esta falta de capacidad elemental no permite la conformación de sociedades. Como no habría familia con todos sus miembros pegando gritos.

Es los que los sociólogos han denominada masas y el clima propicio para los populismos. El mundo que observamos hoy está lleno de rabia, las personas iracundas; en conversaciones sencillas y ante cualquier conflicto se quiere brincar a la yugular y anular a la otra persona, de entrada, antes de dirimir el conflicto por otros medios, que los hay, y no tener que llegar a medidas extremas. Para nada se contempla el daño que se hace excluyendo a una persona de su comunidad sin haber evaluado suficientemente la situación. Por cualquier malentendido se puede abandonar responsabilidades en común con otras personas, ¡me molesté, ahora encárgate tú! Fernando Mires afirma “estamos viviendo una nueva arremetida de los representantes de la anti-sociedad de masas dirigida en contra de los soportes políticos de la sociedad de clases”. Es como si estos seres que hoy conformamos las comunidades no hubiésemos crecido nunca, como si todavía conserváramos un pensamiento mágico y la creencia que con solo necesitar y chillar tendríamos lo que queremos.

Este apego al goce acarrea nuestra muerte y las de las sociedades. Será que ahora se va a vivir en una suerte de revoltijo salvaje con un tirano a la cabeza ordenando que en realidad ese goce sea todo para él. ¿Es que no se le enseñó al ser humano a hablar, a pensar, a posponer, a simbolizar, a construir en común con otros? ¿O fue que se aburrió porque los jugueticos no estaban al alcance de todos y salieron a arrebatarlos? Digamos, los derechos hay que conquistarlos pero haciendo sociedad con otros, conformando instituciones, identificándose con los iguales en sus necesidades, considerando que el otro está igual que yo. No me imagino este mundo que se está levantando donde pareciera que se entienden las identificaciones como camisas de fuerzas. Ya ni siquiera es incuestionable la identificación como hombres o como mujeres, no importa la tendencia sexual que se tenga. Una cosa es la identidad y otro el deseo. Lo último es que ya hay seres que no se sienten hombres ni mujeres ¿Qué se sentirán entonces? Sería interesante saber al respecto, así que les pido como Lacan a las mujeres, háblenme de su goce.

Es parte de lo que pasa también con nuestros políticos. No están hechos de la pasta, ni poseen la entereza y determinación de los líderes de antaño, lo que construyeron e hicieron democracia. Ni siquiera un enemigo común los unió porque al narciso no lo une nada a un otro, es un yo henchido de goce. La mayoría quieren dinero y poder y si el otro estorba bien, lo aniquilan políticamente. De esta nueva generación no he observado a ningún líder que no haya salido modelando y creyéndose vedette o lanzando objeto a una turba enardecida. Espectáculos que avergüenzan y no resuelven nuestra tragedia. Quizás estemos presenciando los resultados de “La civilización del Espectáculo” de Vargas Llosa. Encaminados sin miramientos a la destrucción pareciera que nada es capaz de detenernos.

En definitiva nos reconocemos como humanos o nos matamos.


14 de enero de 2020

Inconcebible

Kaitlyn Dever como Marie Adler



Indispensable creer en lo que el otro dice para hacer lazo social. Pero cada vez nos sumergimos más en un mundo descreído, no es gratuito, se debe a una razón o a muchas razones.  Poca importancia se da a la palabra dada, se miente con descaro para inducir al otro a creencias o conductas interesadas. Se deja a los demás esperando, no se cumple con horarios acordados ni compromisos adquiridos. Es como si el otro no tuviera ninguna importancia, como si no lo necesitáramos, como que solo está allí, ante mí como objeto a ser utilizado. En este escenario que nos convierte en parias solitarios surgen movimientos colectivos reclamando credibilidad y justicia ante atropellos inconcebibles, como son las violaciones, los acosos o maltratos a seres indefensos o sometidos. En este escenario se desarrolla la serie “Inconcebible”.

En agosto de 2008, Marie Adler (Kaitlyn Dever) tenía 18 años y dormía en su pieza cuando un hombre con pasamontaña entró, amenazándola con un cuchillo: la amarró, la violó y luego le sacó fotos. Tuvo que repetir a la policía cuatro veces lo que le había sucedido, pero su familia de acogida –había tenido varias- y luego los policías pensaron que estaba mintiendo y la acusaron de levantar falso testimonio. Sintiéndose abrumada, optó por retractarse de lo que había contado. Tres años después, dos mujeres policías que seguían las pistas de un violador serial, demostraron que la chica decía la verdad. En este transcurso Marie fue rechazada por sus seres más cercanos y acusada de un delito como es mentirle a la autoridad. Multada y acosada estuvo a punto de quitarse la vida.

La serie muestra los estragos que causa no ser creída en una situación tan delicada para una joven que recién comienza su vida adulta. Es que se trata no solo de la autoridad local sino de los seres que la acogieron en su infancia, que la conocían, que la educaron, que se supone la querían. Su padre adoptivo se niega a recibirla en su casa por miedo a ser acusado de violador. Marie pasa a ser una persona despreciada y apartada por su entorno. Una tragedia desencadenada en un mundo masculino de autoridades con muy poca intuición para investigar verdades. Falta fundamentalmente empatía, humanidad, contacto afectivo con una niña asustada. Una historia contada con sobriedad y dureza.

Dos mujeres detectives tres años más tarde descubren la verdad y logran que Marie sea reivindicada por el daño que se le causó. ¿Tenían estos seres noción del daño que causa una violación? Pareciera que no se pasearon jamás por el escenario de emociones encontradas, vergüenza y vulnerabilidad en la que queda sumergida una joven que ha sido violada. Muchas veces el daño causado es irreversible y la víctima queda marcada de por vida con limitaciones sexuales o miedos infundados. No se sale impune de una violación y en ningún caso es fácil la denuncia por miedo a no ser creída. Se necesita mucho contacto con las emociones que se manifiestan más allá de las palabras. Lo importante para los policías que investigaban el caso era que le habían hecho perder el tiempo y el costo que esto había causado. Para quedar paralizados por el horror que les causó saber que se habían equivocado e inducido a Marie a declarar que había mentido. Balbucientes y avergonzados pidieron un tímido perdón.

Dos detectives mujeres llevan a cabo la investigación encarnando las figuras de Grace Rasmussen (Tony Collette) y Karen Duvall (Meritt Wever) que con sus rivalidades, celos competitivos logran hacer una dupla plena en reconocimientos y apoyos logísticos. Todo un tratado de la psicología femenina y un ejemplo de sororidad. Para ellas fue un honor demostrar que Marie estaba diciendo la verdad y poder ofrecerle compensaciones y fortalezas para volver a rehacer su vida. En ningún momento de la serie se cae en lugares comunes y vulgaridades sentimentaloides o expresiones feministas tan de moda en este mundo perdido. Se muestra seriamente los estragos que puede causar no ser creída y el apoyo que otras mujeres pueden prestar por su identificación femenina y determinación. Diría que es una muestra de feminismo adecuado y sobrio.

Además la serie tiene la virtud de ser mostrada en momentos del controversial movimiento del Me-too que como todo espectáculo ha llevado a posturas y exageraciones que rayan con lo ridículo. En Suecia, por ejemplo, se presentó un proyecto de ley que exige el consentimiento explícito antes de cualquier relación sexual. Se ha prohibido la exhibición de obras de personajes públicos, películas, cuadros, esculturas, conciertos y libros por haber sido acusados de acosadores sexuales sin que se hayan probado tales actos satisfactoriamente. Muchas mujeres se apresuraron a declarar haber sido víctimas de algún delito sexual años después de que supuestamente sucediera. Se alborotó los movimientos feministas con un despliegue histriónico faltándose el respeto ellas mismas. No se observa seriedad en lo que podría ser acusaciones sumamente serias, todo se diluye en escándalos de baja calidad.

El problema pierde foco en el énfasis por la victimización. Importancia tiene el no creer en el otro porque pertenecemos a un mundo que se ha tornado mentiroso. Ahora todos somos culpables hasta que demostremos lo contrario. Hombres y mujeres por igual sufren la soledad de no tener oídos que escuchen con respeto la demanda por justicia y reivindicación. El acoso sexual es una manifestación de poder por parte de un depredador sexual, no es un seductor. La seducción es un juego entre dos iguales pero suelen confundirse los escenarios provocando un cúmulo de confusiones en el juicio que se levanta en el delicado abordaje erótico entre hombres y mujeres.