29 de agosto de 2017

La memoria que renuncia al olvido




Pocos son los teóricos que se interesan por la vida cotidiana de la gente. Precisamente porque es de lo que no escapamos, no lo pensamos; como bien apunta Cristina Albizu “por estar muy presente y ser muy evidente se nos vuelve imperceptible e ininteligible”. Es curioso porque todo cuerpo de ideas en cualquier disciplina termina influyendo, modificando o explicando la manera como vivimos. Henri Lefebvre y Agnes Heller, desde diferentes ángulos se interesan por esta rama del saber, el primero para dar cuenta de la realidad social y Heller tematiza la vida cotidiana como la reproducción de la individualidad social, un abordaje ontológico. Allí, en los detalles de cómo organizamos nuestras vidas, en ese paisaje silencioso del que no se habla, se encuentran los gérmenes de la rebeldía hacia un orden dominante que trastoca cada uno de nuestros movimientos y nuestras costumbres.

Todos los que habitamos estas tierras fuimos despojados de nuestra cotidianidad. Aquellos actos rutinarios, levantarse, ducharse, desayunar, salir a llevar a los niños al colegio y luego al trabajo para luego regresar y tener momentos de descanso con la familia, han sido trastocados; actos sencillos, actos de todos los días. Todo absolutamente todo quedó violentado por unos fanáticos corruptos que se antojaron de hacernos “hombres nuevos”. No hay generalmente agua cuando te provoca ducharte, no hay electricidad cuando quieres ver la televisión o conectarte a internet. Las neveras ya no tienen los alimentos que eran cotidianos en tu alimentación; muchos quedaron sin trabajos y los niños encerrados en casa porque no son seguros los parques ni las calles. Cada vez que nos cierran un canal de información trastocan las rutinas del que tenía como costumbre verlo, cada vez que apagan una emisora hay que inventar que hacer en ese tiempo que se dedicaba a oír un programa determinado. Nos vamos adaptando pero con un cansancio moral tremendo, con la rabia del doblegado, con el sufrimiento del que es violentado diariamente en su intimidad.

De eso se trata la política, del arte para ir perfilando una estructura social que a la vez abra los espacios para una vida individual, con las costumbres y rutinas que cada quien elija para sí. Si le dijimos no a las guerras para poder vivir en sociedad porqué tenemos que adaptarnos a la guerra que nos declararon unos pocos y que nos mantiene acorralados. En realidad bailando al son de sus músicas destempladas, encerrados, rabiosos, huraños, descargando las frustraciones por las redes sociales porque ya ni con los amigos se puede. Los espacios placenteros se achican cada vez más y los pocos que nos quedan, por el empeño titánico de nuestro medio cultural, no lo estamos aprovechando porque ahora hay que hacer un esfuerzo sobredimensionado para salir de las casas. Hay miedo y mucho, pero también nos dio por decir “no tenemos miedo…” cuando la realidad es que estamos aterrados. Aterrados que se nos estropee la nevera, el carro, cualquier artefacto porque no hay repuestos o son impagables. Aterrados por el hampa y los asesinatos cada vez más espeluznantes. Aterrados por enfermar en un país sin medicinas. Aterrados al ver como mueren nuestros niños de hambre. Aterrados de quedar definitivamente atrapados en la negación de la vida, en el horror que hoy envuelve al país.

No estamos viviendo una cotidianidad desde hace tiempo, todo hay que calcularlo, pensarlo y repensarlo, porque un menor descuido nos cuesta la vida. ¿Cómo no vamos a estar cansados? Y solos porque sin vida cotidiana no existe la vida social afirmaba Agnes Heller, ambas íntimamente ligadas, indisolublemente vinculadas. De esta experiencia vamos dejando testimonios que fue lo grandioso de Herta Müller, escribió sin cesar (aun lo sigue haciendo) los destrozos que dejan en el alma los totalitarismos. Es lo importante al relatar la vida cotidiana de cada uno de nosotros, el decir como somos afectados en nuestras individualidades, nuestras emociones a flor de piel, nuestras íntimas inseguridades, nuestros profundos dolores. Es lo grande del hombre común que no se coloca una coraza de palabras adquiridas de teorías para dar lecciones a los otros y pontificar hasta en los duelos más desgarradores. Herta escribe con poesía, con una prosa llena de metáforas preciosas para ir describiendo lo que fue la cotidianidad, con su gente sencilla, en el horror de la dictadura de Ceaucescu. Como ella expresa “es mirar lo oculto de los hechos y de las situaciones que en la profundidad de lo cotidiano, como en su complejidad, identifican, esclarecen y resaltan aquellos hitos que han configurado la historia de determinado grupo social”

En toda dictadura se está bajo represión y se obliga a un silencio que empuja a una búsqueda interior a un encuentro forzado consigo mismo, nos aleccionaba Roland Barthes acerca de Herta Müller. Hacer de los objetos y los gestos una mediación del lenguaje que debe ser comedido porque está bajo arresto. Así expresó Herta su escogencia para aminorar la persecución “Cuando se nos prohíbe hablar, intentamos afirmarnos con gestos e incluso con objetos. Son más difíciles de interpretar y permanecen un tiempo libre de sospechas” De allí que mientras más silencio se nos impone más esencial se va volviendo la escritura. Solo que el don de metáforas (un privilegio otorgado a pocos) sublimes y estremecedoras de Herta Müller conforman una voz merecedora de un premio Nobel.  Es la memoria que renuncia al olvido.

22 de agosto de 2017

Una propuesta difícil (Cuento 4-4)




Elena despertó con un grito y dio un salto en la cama, inmediatamente Rodrigo corrió a abrazarla. Había pasado la noche sentado en la habitación, velando su descanso que le pareció no fue reparador. Elena pasó la noche entera moviéndose y murmurando algunas palabras que le fueron ininteligibles a Rodrigo. No parecía que estuviera aun del todo despierta, después de observar con detenimiento el cuarto donde estaba y tratar de entender que hacia allí, abrazó a Rodrigo y rompió en llanto, con ese llanto profundo que limpia el alma, ¡qué falta le hacía! Cuando estés lista nos vamos, tómate tu tiempo. Con movimientos lentos y algunos quejidos Elena se vistió y salieron de la clínica. Todo su cuerpo le dolía, pero lo que más le pesaba era no saber qué había pasado con sus compañeros. Rodrigo tengo que saber de ellos. Todos están bien yo estaba allí, la más maltratada fuiste tú por andar distraída, no reaccionaste a tiempo como ellos te trataron de advertir. Estuvieron por aquí preocupados por ti. Fue una bomba que estalló, no se sabe aún quien la colocó. Ahora lo importante es que te repongas completamente y tomemos decisiones.

Se recostó en el carro, cerró los ojos y no volvió a hablar hasta llegar a casa. Rodrigo abrió la puerta del apartamento de Elena. Ella no recordaba que él tenía llave de su casa, en realidad había sido su segundo hogar durante un largo tiempo. Refréscate un poco Elena, ponte ropa cómoda y descansa todo lo que puedas. Yo voy a comprar algo para el almuerzo y ya regreso. Al entrar en su cuarto vio a Patricia cómodamente recostada en su cama, hola Patricia le dijo con una simplicidad propia de quien no le extraña la desaparición y aparición de muñecas de trapo o quizás con el despegue propio de la persona que le ha dejado de interesar la vida y sus misterios. Se duchó y se tiró en la cama al lado de Patricia, la abrazó y quedó sumergida en un profundo sueño. Cuando Rodrigo regresó y las vio, también unas lágrimas corrieron por sus mejillas. No las dejaré solas nunca más, se dijo.

Se dirigió a la cocina a preparar el almuerzo, no sin antes observar detenidamente ese querido espacio donde había transcurrido una parte importante de su vida. Casi todo estaba igual a como lo había dejado. Cada adorno, cada planta, los muebles, cortinas, alfombras y libros. Todo ordenado, todo limpio. Pero allí faltaba el alma de Elena, no adivinaba sus movimientos, no podía presentir sus rutinas, sus nuevos gustos, sus pasiones, sus temores, desconciertos y asideros. Hasta el olor de ella parecía se hubiese evaporado por las ventanas que permanecían cerradas. Desde cuando había dejado de vivir Elena se interrogó, estará ella consciente de como se ha venido borrando de su propia existencia. A un cineasta no le pasa desapercibida la luz. No hay luz en esta casa, al menos no esa luz que irradiaba Elena. Abrió las ventanas y se dispuso a cocinar una rica Lasaña que siempre fue uno de sus platos preferidos.  Agarró un libro que estaba encima de la mesa del salón y comenzó a entender en que estaba sumergida, “Hombres en tiempos de Oscuridad”. Como todos, queriendo entender la oscuridad, hemos ido perdiendo la luz.

Al rato salió Elena de su habitación con Patricia agarrada de la mano. La sentó en el mesón de la cocina y le entraron unas ganas enormes de tomarse una copa de vino,  hablar de tantas cosas con Rodrigo. Lo bombardeó a preguntas y en seguida se puso al tanto de su vida. Había pasado un largo tiempo en New York en un proyecto cinematográfico y había regresado al país hacia apenas dos meses, no salía de su asombro del deterioro que observaba en todos los órdenes, todo destruido. El dolor, que le era lacerante, prefería no verterlo en ese momento pues le era más urgente comenzar a sacar a Elena del suyo.  Le sirvió su copa de vino y con la suya en la mano brindó por lo que él llamó su nuevo destino.  Elena lo dejó pasar por no tener el valor de volverlo a perder, no todavía no. Así que enseñando la otra cara de la misma moneda se volvió verborreica. En realidad quería alargar el momento en que Rodrigo se volviera a despedir, tapar con palabras atropelladas lo que presentía y le oprimía la garganta. Hasta que Rodrigo le sacó su cartelito “Stop” Ya basta Elena, vine a buscarte.

Salgo el mes que viene para París y quiero que te vengas conmigo. En realidad me dispongo a desarrollar ese proyecto de película que fue nuestro en una época. Quiero que vengas y trabajemos juntos, sin ti no tendría un buen desarrollo el personaje femenino. Tampoco tendría sentido que llevara a cabo yo solo lo que fue un proyecto entre los dos y que surgió en aquella época llena de vida y alegría. Nuestras carcajadas, nuestras ilusiones, nuestras ocurrencias que quedaron a medio escribir. Fue nuestro el compromiso y nuestras las ideas. Desde que llegué te he estado llamando y por lo que veo no atiendes el teléfono. Terrible haberte encontrado en estas circunstancias pero al mismo tiempo revelador de cómo te has ido sumergiendo en tanto dolor, era inevitable. Tengo poco tiempo en este infierno y ya siento morir. Admiro enormemente a quienes están luchando por la libertad en las calles del país. Yo sé que no voy a dejar de luchar pero son otras mis trincheras y creo que también las tuyas. Creí que te morías Elena y no quiero perderte. No tienes que tomar una decisión ahora pero tampoco tienes mucho tiempo, fue tu culpa.

Elena se había quedado petrificada y con los ojos muy abiertos, de sus labios no pudo surgir una sola palabra. Solo logró al rato preguntar

¿Y por qué te llevaste a Patricia?

15 de agosto de 2017

Solo la voz de Elena (Cuento 3-4)




Al sumergirme en esta lucha no tenía la menor idea como me iría transformando y lo perdida que me vería. Si mi tendencia últimamente era la de hablar cada vez menos, ahora podría afirmar que me tomó prácticamente un mutismo. Todo transcurría a una velocidad que no podía ser acompañado por el pensamiento, solo en muy pocos momentos podía sentarme en una acera, en un pretil o en plena calle a observar asombrada lo que a mi alrededor estallaba como un sinsentido enloquecedor. Pensé con mis rudimentarias reflexiones que no tenía alternativa, tenía que permanecer en mi búsqueda sin saber muy bien qué buscaba, ni a donde me dirigía. Supongo que encontraré algún día el sosiego necesario para entender y poder dar significado a lo que hoy me era imposible. Como dejé de hablar se me ocurrió tomar una libretica, un lápiz y de vez en cuando escribir algunos garabatos que se convertirían en mis coordenadas para una futura comprensión. Así que aquello de entender quedó para después, tenía que atender a lo práctico que se redujo a no perder de vista a mis amigos y mi propia defensa, quería seguir con vida.

Éramos un grupo de diez, que habíamos asumido el compromiso de cuidarnos y de estar atentos a cada uno de nosotros. Si corríamos hacia adelante lo hacíamos todos, si teníamos que retroceder también lo acordábamos entre todos. Solo miradas y pequeñas señales nos conectaban y la acción era inmediata. Debo confesar que la más distraída era yo y más de una vez causé problemas, como consecuencia fui fuertemente reprimida. No estaba en juego solo mi seguridad sino la de nueve personas más, con vergüenza lo reconocía. Pero es que me encontraba siempre a la búsqueda de algo y mirando cada detalle que me tomaba. Un perrito asustado y pidiendo protección, la gente que seguía hurgando en la basura, una persona mayor frente a una tanqueta, un niño disfrazado de guerrero con sus ojos asustados y su carita sucia, los muchachos más arriesgados y atrevidos. Los que habían perdido el miedo, la rabia que hervía sin control al ver de frente la maldad.

Si no hubiera vivido esta experiencia nunca habría entendido tanta maldad, tanta gente como mecanismos trituradores de la vida, del futuro y de la libertad. Hoy estoy segura que no son seres humanos, no se les puede interrogar con una mirada, no se les puede pedir argumentos. No sé si se transforman cuando se quitan ese horrible y pesado disfraz, no lo sé en qué momentos ni cómo se pueden despojar de su humanidad, cual es el componente que sus almas pierden al despertar, siempre quedarán preguntas a la que no podré dar una respuesta satisfactoria para mí. Lo que ya no puedo nunca negarme es que la maldad existe y puede estar muy cercana porque lo vi, lo viví, me transformó con un dolor lacerante. Quizás inocencia que se van perdiendo en la vida, pero confieso hay algunas que me hubieran gustado conservar. Nunca se pierde del todo la inocencia, siempre habrá algo que siga sorprendiendo y tomándolo a uno por asalto. Todo lo vi, los abusos, las arremetidas sin piedad, los caídos, nuestros muchachos asesinados, pero también la ternura, solidaridad y el buen trato entre nosotros se hizo cada vez más presente. El abrazo oportuno y cálido, sin el cual hoy solo seriamos recuerdos y despojos.

Los acontecimientos eran mucho más rápidos que las palabras, ya lo dije pero tengo que repetírmelo para sumergirme en ese vértigo nuevamente. Teníamos nuestros ratos de esparcimientos, si no sería imposible. Nos reuníamos en una casa y compartíamos algunas bebidas y música, pero bajo un silencio extraño. Era como si cada uno estuviéramos ensimismados en nuestros pensamientos, tratando de asimilar y doblegar un poco el horror, éramos incapaces, por pudor, de contaminar a los otros con nuestras propias angustias. Un respeto por las oscuridades de cada quien. Pero allí estábamos, todos juntos y nos acompañábamos, nos reconocíamos. Las miradas se hicieron clave, en ella veíamos el miedo y las esperanzas en una extraña y sólida combinación. Yo pensaba en pequeños detalles que había recogido mi mirada inquieta, pensaba en la cara de la muerte que me perseguía. En los distintos sonidos en los que nos habíamos vuelto expertos, un disparo, una bomba lacrimógena, perdigones. Pero el sonido de ese día fue nuevo, mucho más estruendoso de los que conocía y una ráfaga de luz que nos estremeció.

En efecto, cuando me desperté estaba en una clínica. Toda golpeada y sin ningún recuerdo, me contaron que con la onda expansiva salí expulsada por los aires y me indicaron que permanecería en observación por un día. Todo me dolía, pero agradecía un tiempo de descanso y poder dormir con sedantes, tenía tiempo sin un sueño reparador. Cuando me estaba quedando dormida en ese estado de duermevela tuve una ráfaga de memoria que me estaba reclamando atención. Vi a Rodrigo, a lo lejos, cuando levanté la cara del asfalto. Solo entonces sonreí.

9 de agosto de 2017

Un mundo perdido ( cuento 2-4)




Patricia tuvo que esconderse para que Elena comenzara a mirar. El vacío que le causó la empujó a buscar más allá de sus limitadas visiones que últimamente había tenido. Comenzó a mirar su casa con detenimiento y no encontró mayores novedades, tampoco encontró a Patricia. Decidió dejar atrás ese misterio y continuar su vida como si nada le hubiese sucedido. No pudo, este hecho había removido piezas en su alma que ya no encajaban. Por más que lo intentó seguía pensando en algún mensaje oculto; sin proponérselo su pensamiento volaba en elucubraciones de todo tipo. No era una persona especialmente soñadora, fantasiosa pero tampoco había vivido nunca ninguna experiencia que no se pudiera de alguna manera explicar y tranquilizarla. Este hecho rebasaba todo intento racional y las emociones comenzaron a invadirla, a perturbar su equilibrio y tranquilidad. Sintió mucho miedo, un vacío que enseguida se pobló de fantasmas amenazantes, supo que todo lo que le era familiar y acogedor se había distorsionado, había cambiado, se había esfumado. Presintió que había sido despojada de sus asideros fundamentales y Patricia era una importante e inesperada señal.

La ciudad se le presentó con su cruda realidad e hiriente metamorfosis. Esto que veía ya no era ese lugar grato en el que había crecido, que había amado y en el que se orientaba automáticamente sin esfuerzo de ningún tipo. La sensación de haber sido mudada de sus puntos de referencia fue radical, se sintió perdida e indefensa. Las calles por donde pasó estaban llenas de basura y el olor era pestilente. Gente de todas las edades hurgando en los desechos con las caras desencajadas y la esperanza perdida. Los últimos intentos para prolongar, no la vida, sino la agonía. No había sosiego, todo sucedía con rapidez, la gente no paseaba sino se desplazaba con paso apurado y sigiloso. Todo era peligroso. Ya era común oír tiroteos a la distancia y gente corriendo que impulsaba también a huir sin certezas de cuál era el peligro, sin saber que estaba sucediendo. La ciudad era una huida, se habían perdido los espacios acogedores para estar. Todo lo conocido desapareció por lo que era imposible permanecer igual. Lo quieras o no, te lo propongas o no, lo trates o no ya no serás la misma, se dijo.

Así que nuevamente hay que empezar por encontrar la nueva mujer que se dispone a nacer. Imposible mantenerse distante de tanto destrozo, se acabaron las visiones borrosas sobre una realidad tan dolorosa, por más que termine de aborrecerme yo misma voy a meterme en la candela. Voy a luchar por rescatar aunque sea un poco de decoro. ¿Elena estas segura que eso es lo que quieres hacer? Siempre te he observado un poco frágil. Yo presiento que eso se acabó, no hay posibilidades para la fragilidad, con este miedo hay que actuar, hay que enfrentar, sino te termina de devorar a ti y no quiero morir de cobardía, eso tenlo por seguro. En su urbanización ya se estaban organizando los vecinos para defenderse del acoso delincuencial de todo tipo, venían tiempo muy duros y necesariamente había que enfrentarlo, la posibilidad de la huida no fue ni por un segundo contemplada. Le gustaba vivir tranquila, le gustaba la comodidad, el confort, la elegancia y el buen trato. Pero haber sido despojada de lo suyo la llenó de indignación, lo había mirado de frente y sin adornos, ya no tenía vuelta atrás. Llamó a Fernando y le comunicó  lo que ya era para ella una certeza. No la comprendió, trató de disuadirla y no obtuvo resultado. Elena comenzó a colaborar activamente con su comunidad. Si esto es de todos, juntos debemos tratar de recuperar lo que nos ha sido arrebatado, que es ni más ni menos nuestra vida.

En menos de una semana ya estaban organizados. Grupos cohesionados y disciplinados, con sus máscaras y sus escudos. Los horarios de acción lo acordaban entre todos y se rotaban. La urbanización en ningún momento estaba desasistida. Idearon sus señales para comunicarse entre sí en los momentos precisos, cuando eran salvajemente atacados con bombas lacrimógenas, metras lanzadas como balas, objetos metálicos, e incluso armas no permitidas en acciones represivas. El enemigo es peligroso y se trata de protegernos lo más posible, no queremos pérdidas de vida y será retirado a tiempo aquel que no contemple las instrucciones de prudencia. No queremos mártires se trata de la defensa del país para poder vivir, se trata por sobre todo de una lucha por la vida. Fueron minuciosamente adiestrados por personal calificado. Nada se dejó al azar o a la aventura. Se trataba de una batalla que comenzaba y que no se tenía la menor idea cuando terminaría ni tampoco si se ganaría. Se necesitaba tesón, arrojo, convencimiento, valentía pero no la ausencia del miedo. El miedo mi querida Elena te va a guiar mejor que la rabia, no lo pierdas, óyelo, míralo, hazle caso, abrázalo.

Ah, por cierto Elena, quería advertirte que ese mundo que disfrutaste hasta ayer queda irremediablemente perdido. Tu nueva tarea será construirte otro que te sea grato y que disfrutes. Por lo demás tienes lo que hace falta decisión, certeza y esperanzas; suerte, no te abandonaré estaré en todo momento aquí a tu lado para cuando te sientas perdida. Más de una vez te romperán el corazón, te doblaras del dolor, lo que no puedes perder nunca es la convicción moral que te empujó hasta este lugar. Eso es lo que no pueden lograr los que tratan de esclavizarte. Adelante y que Dios te bendiga.