22 de agosto de 2017

Una propuesta difícil (Cuento 4-4)




Elena despertó con un grito y dio un salto en la cama, inmediatamente Rodrigo corrió a abrazarla. Había pasado la noche sentado en la habitación, velando su descanso que le pareció no fue reparador. Elena pasó la noche entera moviéndose y murmurando algunas palabras que le fueron ininteligibles a Rodrigo. No parecía que estuviera aun del todo despierta, después de observar con detenimiento el cuarto donde estaba y tratar de entender que hacia allí, abrazó a Rodrigo y rompió en llanto, con ese llanto profundo que limpia el alma, ¡qué falta le hacía! Cuando estés lista nos vamos, tómate tu tiempo. Con movimientos lentos y algunos quejidos Elena se vistió y salieron de la clínica. Todo su cuerpo le dolía, pero lo que más le pesaba era no saber qué había pasado con sus compañeros. Rodrigo tengo que saber de ellos. Todos están bien yo estaba allí, la más maltratada fuiste tú por andar distraída, no reaccionaste a tiempo como ellos te trataron de advertir. Estuvieron por aquí preocupados por ti. Fue una bomba que estalló, no se sabe aún quien la colocó. Ahora lo importante es que te repongas completamente y tomemos decisiones.

Se recostó en el carro, cerró los ojos y no volvió a hablar hasta llegar a casa. Rodrigo abrió la puerta del apartamento de Elena. Ella no recordaba que él tenía llave de su casa, en realidad había sido su segundo hogar durante un largo tiempo. Refréscate un poco Elena, ponte ropa cómoda y descansa todo lo que puedas. Yo voy a comprar algo para el almuerzo y ya regreso. Al entrar en su cuarto vio a Patricia cómodamente recostada en su cama, hola Patricia le dijo con una simplicidad propia de quien no le extraña la desaparición y aparición de muñecas de trapo o quizás con el despegue propio de la persona que le ha dejado de interesar la vida y sus misterios. Se duchó y se tiró en la cama al lado de Patricia, la abrazó y quedó sumergida en un profundo sueño. Cuando Rodrigo regresó y las vio, también unas lágrimas corrieron por sus mejillas. No las dejaré solas nunca más, se dijo.

Se dirigió a la cocina a preparar el almuerzo, no sin antes observar detenidamente ese querido espacio donde había transcurrido una parte importante de su vida. Casi todo estaba igual a como lo había dejado. Cada adorno, cada planta, los muebles, cortinas, alfombras y libros. Todo ordenado, todo limpio. Pero allí faltaba el alma de Elena, no adivinaba sus movimientos, no podía presentir sus rutinas, sus nuevos gustos, sus pasiones, sus temores, desconciertos y asideros. Hasta el olor de ella parecía se hubiese evaporado por las ventanas que permanecían cerradas. Desde cuando había dejado de vivir Elena se interrogó, estará ella consciente de como se ha venido borrando de su propia existencia. A un cineasta no le pasa desapercibida la luz. No hay luz en esta casa, al menos no esa luz que irradiaba Elena. Abrió las ventanas y se dispuso a cocinar una rica Lasaña que siempre fue uno de sus platos preferidos.  Agarró un libro que estaba encima de la mesa del salón y comenzó a entender en que estaba sumergida, “Hombres en tiempos de Oscuridad”. Como todos, queriendo entender la oscuridad, hemos ido perdiendo la luz.

Al rato salió Elena de su habitación con Patricia agarrada de la mano. La sentó en el mesón de la cocina y le entraron unas ganas enormes de tomarse una copa de vino,  hablar de tantas cosas con Rodrigo. Lo bombardeó a preguntas y en seguida se puso al tanto de su vida. Había pasado un largo tiempo en New York en un proyecto cinematográfico y había regresado al país hacia apenas dos meses, no salía de su asombro del deterioro que observaba en todos los órdenes, todo destruido. El dolor, que le era lacerante, prefería no verterlo en ese momento pues le era más urgente comenzar a sacar a Elena del suyo.  Le sirvió su copa de vino y con la suya en la mano brindó por lo que él llamó su nuevo destino.  Elena lo dejó pasar por no tener el valor de volverlo a perder, no todavía no. Así que enseñando la otra cara de la misma moneda se volvió verborreica. En realidad quería alargar el momento en que Rodrigo se volviera a despedir, tapar con palabras atropelladas lo que presentía y le oprimía la garganta. Hasta que Rodrigo le sacó su cartelito “Stop” Ya basta Elena, vine a buscarte.

Salgo el mes que viene para París y quiero que te vengas conmigo. En realidad me dispongo a desarrollar ese proyecto de película que fue nuestro en una época. Quiero que vengas y trabajemos juntos, sin ti no tendría un buen desarrollo el personaje femenino. Tampoco tendría sentido que llevara a cabo yo solo lo que fue un proyecto entre los dos y que surgió en aquella época llena de vida y alegría. Nuestras carcajadas, nuestras ilusiones, nuestras ocurrencias que quedaron a medio escribir. Fue nuestro el compromiso y nuestras las ideas. Desde que llegué te he estado llamando y por lo que veo no atiendes el teléfono. Terrible haberte encontrado en estas circunstancias pero al mismo tiempo revelador de cómo te has ido sumergiendo en tanto dolor, era inevitable. Tengo poco tiempo en este infierno y ya siento morir. Admiro enormemente a quienes están luchando por la libertad en las calles del país. Yo sé que no voy a dejar de luchar pero son otras mis trincheras y creo que también las tuyas. Creí que te morías Elena y no quiero perderte. No tienes que tomar una decisión ahora pero tampoco tienes mucho tiempo, fue tu culpa.

Elena se había quedado petrificada y con los ojos muy abiertos, de sus labios no pudo surgir una sola palabra. Solo logró al rato preguntar

¿Y por qué te llevaste a Patricia?

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