26 de enero de 2016

El falo y el poder

Torre de Agbar. Barcelona

El falo es el significante de lo que no se tiene y de lo que no se es. Representa la incompletud que somos y por lo que estamos constantemente deseando a otro ser humano que nos desee; deseando obtener privilegios, un lugar reconocido por otros, dinero, poder y un largo etcétera que podría extenderse sin que tenga fin. Somos máquinas de deseos y al cesar este motor existencial estamos muertos. Causa sufrimiento porque al creer que tenemos o somos lo que deseamos, nos damos cuenta que nunca es suficiente y la búsqueda continúa hasta el fin de los días. No podemos tropezar con la imagen del deseo y creer que lo hicimos realidad sin enfrentar lo pavoroso, lo siniestro; aquello que se nos devuelve como un monstruo destructor. El objeto conseguido que imaginativamente nos complementa y por lo tanto le quitamos vida propia, ese objeto se desvanece en su privilegio al quedar reducido a un apéndice de nuestro cuerpo, un pene que no puede escapar a las leyes de la biología y por lo tanto de la muerte. Es la locura, la incapacidad del discurso ordenador y de la inserción en la cultura.


El falo no es el pene, pero el pene es el órgano que desde lo real emite señales (experiencias de goce) para la posibilidad de simbolizar la potencia en la búsqueda del deseo. Y ese símbolo primordial que representa a un órgano que irremediablemente falla, que recuerda que no somos sin carencias, es el falo. Pues bien los seres que no se culturizan, que no domestican sus pulsiones, que no se resignan a posponer satisfacciones, que no internalizan que no todo está permitido, que se quedan apegados a la obviedad de la representación carnal de sus goces sexuales, que cargan sus penes y los exhiben de formas grotescas provocando escándalos en la cultura, son los seres que muestran una mayor impotencia. Impotencia para salir de la trampa más banal en la que puede caer un ser humano, mostrando, de esta forma, una fenomenología tan gastada y repetitiva sin ningún rasgo de creatividad. Grotesco porque carecen de lo sublime y hermoso del amor cultivado, porque la vida se les va esculpiendo pedazos de carne (partes del cuerpo) que no puede escapar a la corrupción y en una fanfarronería exhibicionista de lo que no tienen y no son. La adoración de una imagen.

Este fenómeno del culto fálico ha existido desde que se tiene conocimiento del hombre sobre la tierra, siendo uno de los mitos más ilustrativos el de Priapo. “En Trecia existía el culto a Priapo, hijo de Afrodita y de Dionisio; era representado como un hombrecito en actitud burlesca y provisto de un enorme pene, el cual pesa en una balanza. El otro plato de dicha balanza, contiene una bolsa repleta de monedas de oro, simbolizando no sólo el peso del pene, sino además, su valor y estima. A él se le rendía culto, en cuyo honor se celebraban grandes orgías fálicas”. Las joyas, el dinero, el poder junto con esta actitud burlesca e irrespetuosa hacia otros seres humanos, son las constantes que se observan en algunos hombres y mujeres que ocupan puestos de poder (el cual siempre será transitorio) y por sus carencias espirituales, confunden un lugar temporal con lo que son o tienen. Estos seres que muestran una carencia fundamental de un discurso propio suelen caer víctimas de los monstruos creados por ellos mismos. Terminan robados, vengados, enfermos  y traicionados. Despreciados e irrespetados por la cultura que organiza al mundo gramaticalmente, el que nombra para separarse de sí, el que se encuentra inserto en un lenguaje y construye desde su falta.

El poder a pesar de su precariedad posee la tentación de tener acceso a cualquier goce. Se supone que a través de él se tiene potencia para adquirir riquezas, mujeres, objetos de prestigio: vehículos costosos, relojes, viajes ostentosos y también crea la ilusión de poder preservar estos objetos de goce de los otros que envidian esas pertenencias. Crea la ilusión que los súbditos reconocen la superioridad de estos autocondecorados con medallas etéreas; cuando en realidad van gestando odio, resentimiento y las luchas antropológicas por destituir a los falsos propietarios de lo que supuestamente debe ser para todos. Los tiranos se van rodeando de estos seres tan poco cultivados y primitivos como lo son ellos mismos, dedicándose a la tarea de arrebatar todo lo que pueden. Arrebatan fincas, empresas, propiedades y niñas de sus hogares. Caminan observando quien será su próxima víctima con desparpajo porque al creerse falos andantes nada les puede ser prohibido. No hay que repetirlo sabemos cómo terminan; suficientes ejemplos tenemos en la historia. Basta leer “La fiesta del Chivo” de Vargas Llosa.

Seres enfermos de narcisismo que los compele a gastar todas sus energías psíquicas a no cotejarse con otros, se tienen que mantener en posiciones superiores desde las cuales resguardar sus ídolos de barros y sus fechorías. Abrirse al juego de las diferencias y el respeto es rebajarse a la consideración del otro como igual; exponerse a las angustias de sus carencias y a las tensiones propias que implica toda relación con los iguales. De allí que se aferren al poder y a querer ser representantes del falo como las únicas tablas de salvación para no descender al terreno de los humanos, sujetos a la ley del despliegue de significantes. Es sin duda una apuesta suicida y una renuncia a la libertad al ser impotentes para cultivar su propio relato.

20 de enero de 2016

Un siglo de diferencia


Ver en un solo momento mentalidades pertenecientes a diferentes siglos debatiendo sobre una situación actual es un privilegio que pocas veces se da en una historia personal. Un tanto vertiginosa la experiencia, como andar en un tren de alta velocidad con la capacidad de traspasar los tiempos a su antojo. Una experiencia que combina la tecnología moderna con la ciencia ficción digna de los trucos imaginativos de los grandes artistas de los parques de diversión. Uno queda aturdido y tiene, necesariamente, que dejar pasar un tiempo para asentar la batidora de emociones que tal viaje del tiempo provocó. Un tanto mareados pero admirados por el contraste que nos ofrece la civilización, la conquista humana sobre la barbarie, la razón y la sensatez sobre los dogmas; la libertad en lugar de la chaqueta de fuerza de las doctrinas; la responsabilidad ante los problemas en lugar del extrañamiento de la realidad. Dos siglos diferentes, dos temples diferentes, dos maneras de vivir: arrodillados ante dioses de barro o con la frente en alto, erguidos encarando las ruinas que el atraso provocó. El país ya escogió lo que pasa que a los trogloditas no les ha llegado la señal.


En pleno siglo XXI conseguir seres que todavía están debatiéndose por posturas existenciales que se comenzaron a resolver en el siglo XIX solo se explica por esa gran dimensión arqueológica que posee nuestra psique (el inconsciente) donde somos capaces de ir almacenando civilizaciones una detrás de otras, a las que no damos nunca una total sepultura. Atavismos infantiles que muestran no solo la historia personal sino la historia de la civilización por la que se ha derramado tanta sangre y tinta. Si no se ha hecho nunca un esfuerzo personal, si no se cultivan las buenas maneras y la belleza; si no se conoce de qué se trata el hacerse humano; si se ha vivido con tanta irresponsabilidad e irrespeto por las normas elementales de la convivencia humana, lo que podemos esperar son estos resultados. Seres “cosificados” que al hacerse del poder derraman su ignorancia, resentimientos y el profundo malestar que los invade sobre toda un población.  Admirado por esa palabra “cosificar” que no conocía cuando se le debe hacer patente con solo  asomarse a un espejo. Simples cosas a las órdenes de mandatos que ni siquiera conocen, de los que no pueden hacerse conscientes sin perder en ello la vida. Lo que gritan los estudiantes encierra una verdad insoslayable, ¡hay que estudiar….!

Ha sido un tiempo interminable oyendo sólo un discurso obsoleto que ha atormentado a la población que sí se ha tomado el trabajo de vivir con alegría y con una gran responsabilidad sobre sus vidas personales y el de la comunidad. Pues bien al fin se erigen las voces que nos recuerdan que no hemos regresado a las épocas oscurantistas irremediablemente, que no es así, que nos encontramos en el siglo XXI; voces que nos hablan con dignidad y respeto y que no nos tratan como niños que hay que calmar y seducir. La dignidad regresó a la palestra pública y el alivio que produce tiene dimensiones incalculables. Imaginemos que estamos saliendo de un loco que se metió en casa y perturbó toda la vida familiar, que de alguna forma enloqueció a todos y vició el aire que respiramos. Ese loco está allí todavía pataleando y vociferando, pero ya se encuentra maniatado y de salida. Tenemos motivos para sonreír nuevamente y para comenzar a mirarnos con simpatía y complicidad. Fuimos los artífices de esta nueva y liberadora realidad.

Debemos estar atentos a nuestros propios fantasmas. No vamos a salir de esta Horda Primitiva adoradores de una imagen para inconscientemente comenzar a clamar por imagos de igual magnitud. La ley debe funcionar en cada uno de nosotros, no está afuera y por lo tanto no nos debe ser señalada. El acuerdo entre los seres humanos pasa por un diálogo, una concertación, escenario ineludible en las sociedades modernas. Si bien sabemos que con salvajes no se puede dialogar, porque simplemente no son humanos, el llamado civilizado debe ser a ello, si no responden eso es otro asunto e inevitablemente surgirán otros escenarios. No pidamos hombres rudos que insulten y maltraten porque caeríamos en los mismos errores que tratamos de enmendar. El lenguaje culto, certero, con contenidos precisos en momentos adecuados causa más efecto que tanques y granadas. Ese es el camino de la verdadera política, cuando se traspasa la ley y se incurre en la violencia y la muerte se deja de hacer política. No en balde cada vez que hay un encuentro entre estas dos visiones antagónicas de convivencia se saca a relucir los caídos por manos asesinas. Heridas que no cicatrizan y dejan marcado al cuerpo social.

Vendrán acciones firmes propias de los seres que tienen claros sus deberes históricos y que no rehúyen a sus responsabilidades. De hecho fue el comienzo de esta nueva etapa para dejar claro que la política no es una religión. Mientras tanto torear embestidas, no cazar peleas innecesarias y manejar las situaciones con destrezas para llegar con salud a buen puerto, es la gran tarea. Avanzamos hacia nuestro siglo dejando atrás el primitivismo causado por el Padre de la Horda; dejemos espacio para que sus hijos terminen por destruirse o comprender que no se puede vivir sometidos a una autoridad arbitraria.

13 de enero de 2016

La magia se hizo realidad


Cuando comienza un año se tiene la sensación de una nueva vida. Es un pensamiento mágico que hace de estas fechas  momentos llenos de expectativas y de ilusión. No faltan los propósitos personales y las promesas de desintoxicación como desagravio a los excesos cometidos en días de fiestas y cambios de rutina tan necesarios. Limpiamos la casa con mayor detenimiento, arreglamos los armarios y salimos de todos los trastos que ya no nos son útiles o tenemos mucho tiempo sin usar. Generalmente estas sensaciones de lo nuevo y de cambios significativos en nuestras vidas comienzan a esfumarse los primeros días de Enero. La realidad nos cae encima con toda su crueldad y no hay otra alternativa que aceptar que todo sigue igual, que no es el calendario el que marca los cambios vitales y no es el empecinado reloj con su indetenible tic tac el que causará el que logremos nuestros muy anhelados deseos. Pues bien, este año es distinto la magia se hizo realidad.


Por supuesto que nuestras claras señales de una vida que se comienza a perfilar distinta no es obra de actos de un mago avezado ni de un brujo mayor; son los resultados de una población cansada de los abusos y maltratos, por un lado, y de pacientes e inteligentes estrategas que lograron abrir una trocha en estos peligrosos juegos de poder, por la otra. Una trocha que se diseñó para entrar por una vía principal, la más importante y respetada desde que el mundo acordó organizarse en democracia, el voto. No es poca la importancia de este camino emprendido, los resultados fueron contundentes puesto que se demostró, irrefutablemente, lo que queremos la mayoría de los habitantes de este hermoso país tan vilipendiado. De esta forma los cimientos del poder quedaron gravemente afectados, no cuentan con el apoyo popular; que si bien les importa poco en sus intenciones de conservar el poder para resguardarse de la justicia, los obligará a quitarse las caretas y quedar al desnudo ante la comunidad nacional e internacional.

Cada paso que den para desconocer la voluntad de los ciudadanos será un jalón más en la soga que les quedó atada al cuello; bravuconadas con voz de mando que ya resuenas en nuestros oídos como gritos destemplados. El tinglado del terror se transformó en una carpa de circo con los peores payasos. Las estrategias de amenazas y muerte, que por un tiempo dieron resultados, perdieron su eficacia al sabernos ahora representados por un poder de gran importancia y dirigido por personas de pericia y conocimiento de nuestras leyes y necesidades. Personas justas que no les ha temblado el pulso para comenzar, en pocos días, a ordenar la casa. De allí que el acto simbólico de sacar los trastes que afean y restan solemnidad y prestancia a los espacios públicos donde se decide nuestro destino, es un paso de gran trascendencia y mensaje de que la situación es otra. La forma determinante y hasta humorística del presidente de la nueva democrática Asamblea, recuerda que los bravos no solo están del lado de los perros de jauría. No somos igual pero también nos molestamos, son muchos años de haber sido sometidos a un despojo masivo de lo nuestro. La dignidad regresa con determinación y autoridad otorgada a través de las urnas electorales. Una sonrisa de alivio se dibuja en nuestras caras.

Una vez recuperados nuestros símbolos, los de todos, esos que están incrustados en nuestro acervo cultural, la tarea es de gran envergadura. El país está arrasado, no dejaron una sola área sin pasar un tractor sobre ellas y no descansan en su objetivo destructor. No podemos distraernos en consideraciones estériles, llegó la hora de los temples de acero, del pensamiento claro y de una decidida voluntad, el país es la causa. Si somos distintos y hay que demostrarlo, no podemos desmantelar un imaginario fetichista para perseguir nuevos salvadores o dioses de barro. Hombres y mujeres cabales están frente de tan titánica tarea, es el momento de nuestro decidido apoyo así como lo hicimos sin titubear cuando fuimos convocados. No hay dudas, contamos con lo mejor del país, la población realmente preparada y respetuosa de las competencias particulares de cada uno de los actores. Será un año difícil, para qué repetirlo, pero cuando se está en camino de la recuperación de los valores y la convivencia ciudadana, las dificultades se viven de maneras muy distintas. Tenemos ya nuestro lugar simbólico en orden, ahora nos toca desarrollar con creatividad, imaginación y destreza las herramientas legales para salir airosos del chaparrón tramposo que precipitarán estos nubarrones debilitados.

Ahora sí, llegó la hora de desearles de corazón un feliz año nuevo y de pedir que no descuidemos un solo instante nuestra principal tarea. Este 2016 es el año en donde la magia de las fiestas decembrinas se hizo realidad; los deseos de lo mejor para los venezolanos lo tenemos allí a la vuelta de la esquina, no dejemos de sentir con intensa emoción nuestro regreso a la libertad, a la legalidad y a una coexistencia en paz.