29 de enero de 2015

El Acto de Rayma

Es sumamente importante lo que acabamos de presenciar bajo la genial simpleza de una raya que encolerizó a los llamados a defender un símbolo que ya no puede defenderse por sí mismo. Una caricatura que de un solo plumazo desplazó lo sagrado y lo puso a circular como circulan las significaciones por las cadenas de significantes. Se pueden escribir decenas y decenas de cuartillas inspiradas en esa imagen de una fuerza demoledora, podríamos interpretar de mil maneras su significado pero lo importante de apuntalar es que de manera acertada se rebajó una insignia pretendidamente sagrada al terreno de lo  argumentable. Se quiera o no cada vez, de ahora en adelante, que veamos esa firma la asociaremos a la palabra “muerte” como muy bien señaló Elizabeth Fuente. Es tan espectacular el estruendo de su caída de un falso pedestal que la “rabo de cochino” inexorablemente asume la verdadera significación que le dio su representado, la de un mortal cuya misión fue matar lo esplendoroso y bello de un país, arruinar a su gente y suprimir las sonrisas de sus niños. Rayma logró de un día para otro lo que hubiere costado años desmitificar en el imaginario colectivo. Así que honor a quien honor merece.
El representado de esa rubrica se colocó como se coloca todo “jefe” de una secta malévola totalitaria, supo hacerlo y vivió solo para ubicarse en el centro de un circulo de aduladores y desde allí ejercer una “intangible preponderancia”, como bien califica Hannah Arendt a los personajes que se hacen del poder para ejercer su tiranía. Para lograr tan maquiavélico lugar es necesario cubrirse de un manto misterioso, no estar al alcance de  las dudas que rodean todo los actos de un ser humano, moverse sigilosamente manteniendo el semblante de aquel que no se equivoca nunca y  pretender estar a la altura de lo sobrehumano, para ello debe cuidarse de las intrigas de su cohorte de primera mano y manejar astutamente las luchas de poder con un conocimiento instintivo animal. Una monstruosidad que no se observa por primera vez en la historia de la humanidad sino que por el contrario se repite con una frecuencia tan abrumadora que sólo por ignorancia, odio, resentimiento o interés se puede cooperar con un deseo destructor tan claramente manifiesto. Estampar esa firma era equivalente al zarpazo de un animal salvaje mal herido que los aduladores  aplaudían a rabiar, porque sin la figura central del “jefe” todos en cambote perderían significado e importancia, como de hecho poco a poco observamos las han venido perdiendo, no son nada sin esa rúbrica y esa mirada. Mantener estas insignias intocables es de vital importancia estratégica, pues bien, una se precipitó a tierra con un suave y acertado movimiento. De allí que califiquemos este acto como se puede entender un acto logrado en una cura psicoanalítica, la diferencia estriba que se trata de un acto que afecta a todo un colectivo y ubica lo humano y sus manifestaciones en el lugar correcto, hace circular con significaciones lo que supuestamente debería haber quedado petrificado para su adoración eterna. Como diría Lacan, fue destronado de la dignidad de la cosa.
Ahora bien, si como población nos seguimos comportando como seres inmaduros, desvalidos, necesitados de superhéroes que nos protejan y nos guíen seguiremos siendo víctimas de los cazadores de débiles que ofrecerán, inexorablemente, lo que no pueden dar, pero que son expertos en simular que poseen el don de la repartición de dádivas y seguros de todo tipo; veremos aparecer al “vivo” de turno  sólo para ocupar inescrupulosamente el lugar del  padre de la tribu. Y no de una tribu cualquiera sino de aquellas muy primitivas, sin organización ni concierto. Ya parece eminente que la caída de los impostores comienza a observarse, lo que no pareciera muy claro es si nosotros como habitantes de un país, que desafortunadamente vimos sucumbir a tan peligrosa tentación, aprendimos algo de los maltratos recibidos o si por el contrario seguiremos repitiendo los mismos y nefastos síntomas, cayendo una y otra vez en las mismas trampas y levantando falsos ídolos que terminaran estrellándose nuevamente pero después de una larga y penosa lucha. Hay que decirlo ese deseo por un líder fuerte que se imponga, que enseñe sus atributos de macho y que sin voz temblorosa ni equivocaciones indique el camino “seguro” es una desesperanzadora señal de que aún seguimos siendo muy infantiles. En lugar de pelearnos por unos y otros podríamos entender que salir de este atolladero es tarea de cada uno de nosotros y todo lo que se haga para tal fin es lo correcto, con sus fallas y aciertos como debe ser porque lo que ya no queremos son personas que se sitúen más allá de lo terrenal. Una simple caricatura también muestra esta tarea, no solo nos habla de la representación de la muerte, también nos sirve en bandeja de plata como se interviene y se actúa adecuadamente ejerciendo una ciudadanía brillante.
Ahora solo falta la mirada, pero este objeto primario del deseo, pareciera perseguir más a los que se invistieron con las insignias del “jefe”, sin el cual tienen la íntima convicción que no son nada, caminan, miran y se comportan como huérfanos en búsqueda de aprobación.  Apelan con verdadero desparpajo a un fantasma que termina apareciendo como esperpento que los acusa de los torpes movimientos. La mirada se torna acusadora y contribuye a perturbar más la consciencia del que quedó para continuar la destrucción, se le ve cada día más aislado en un mundo interno poblado de monstruos sin la mínima dirección de como exorcizarlos. Hemos visto también estos fenómenos en la historia, los traidores al lugar que deberían ocupar en el seno de la humanidad terminan sus días trágicamente y con comportamientos que revelan fuertes perturbaciones. Como contraste a este infierno aparecen seres cada vez más dignamente apropiados de su lugar histórico, más conectados con la sensibilidad y con ellos mismos, brillantes y con la generosa valentía de devolver a su mundo y a sus iguales un poco de alivio, belleza y justicia, logrando una sonrisa colectiva de aprobación y beneplácito en  el descanso de una catarsis.
Son pequeños actos los que verdaderamente ayudan en estos duros caminos y no manifestaciones épicas que alborotan las esperanzas momentáneamente pero que terminan sumando en la colectividad una angustia más que combatir para conciliar el sueño. El verdadero acto se reconoce por su momento adecuado, por su certera manifestación y por el efecto que causa no solo en su autor sino en el entorno que inmediatamente reconoce y queda afectado de futuro y liberado de un fantasma persecutor. Una adecuada y justa interpretación nos regaló nuestra querida Rayma.

28 de enero de 2015

En defensa propia

Estamos en una situación en donde se ha intensificado la persecución, la propaganda y el control de la información, lo que nos indica que hay aún una parte importante de la población que no se ha rendido a las tramposas redes de los encantadores de culebra. Podríamos decir que esta oposición es desordenada, invita a diferentes caminos, da palos de ciegos, lo que queramos, pero las acciones tiránicas nos tienen que hacer ver que están defendiéndose y por lo tanto que existen importantes enemigos. Las mentiras constantes y repetidas comienzan a perder credibilidad porque la realidad se ha hecho tan patética y contundente que la fantasía que se intenta inocular no ha podido germinar.

El momento lo hacen muy difícil pero si haber vamos no podíamos esperar que fuera fácil la defensa, siempre que se atraviesan momentos tan peligrosos tenemos que considerar que el que acecha no es un enemigo desvalido y necio, cuentan con maquinarias políticas, asesores avezados, armas y por supuesto el terror que conforma su principal elemento estratégico. Las mentiras prácticas con la que somos bombardeados diariamente se estrellan en los hospitales, automercados y farmacias, es decir en nuestra cotidianidad y aunque queramos hacernos los ciegos nos golpea sin piedad la realidad del desamparo. Los enfermos que mueren por causas desconocidas, las largas colas para conseguir lo elemental y la destrucción de la infraestructura de la salud hablan por sí solas de un gran fracaso y como consecuencia de un gran malestar en la población que la sufre. Entender se hace fundamental porque en la medida que estemos alertas tendremos a nuestro favor herramientas invaluables para poder sobrevivir y superar este paisaje en ruinas que ya expele un olor nauseabundo de descomposición, como aquel que no pudieron esconder del que gozaba de muy buena salud. En la medida que veamos desplegar la propaganda en esa misma medida podremos estar seguros que el régimen se debilita y en la medida que veamos sembrar con más ahínco las medidas represoras y de terror es porque se trata de evitar lo que se espera y con razón, mayor contundencia de acciones opositoras. 

Si la población no tuviera presente y todavía fresca en la memoria como se vive en prosperidad, no haría falta el bombardeo de las virtudes falsas de la tiranía. Si no hubiese explosiones de descontento constantes en todos los rincones del país, no haría falta el despliegue de fuerzas represoras en proporciones cada día más desproporcionadas. Podríamos decir, sin temor a equivocarnos, que el terror constituye la verdadera fuerza y la esencia de los regímenes autoritarios, mientras que la propaganda  muestra su debilidad y más cuando se tiene a la cabeza un mal vendedor. No es que no sea importante la estrategias comunicacionales en un régimen autoritario, lo es y no hay duda, lo que queremos trasmitir es que en la medida que un régimen de esta naturaleza avanza se comienza a ver menos inversión de tiempo en esos quehaceres y más inversión de energía en la implementación del terror del Estado. La represión y la censura constituyen la verdadera amenaza los cuales quedarían consolidados si se logra avanzar en la estrategia del Estado Comunal. Mientras tanto pareciera que hay un derroche de esfuerzos desgastados; los pacientes mueren de causas desconocidas aunque a los galenos los amenacen por advertir de nuevos enemigos, virus y bacterias.
La propaganda totalitaria solo tiene éxito en la medida que se ha logrado desclasar a los individuos y por lo tanto se diluyen los intereses grupales, cuando se ha perdido la correa de transmisión entre los individuos y el grupo. Es decir cuando se ha podido atomizar tanto a los ciudadanos que ya no se tienen identificaciones en los modos de vida ni en lo razonable por aspirar, cuando los individuos quedan realmente sin referencias y se hacen verdaderamente vulnerables, o cuando estas referencias le son cambiadas por grupos artificiales en un esfuerzo por lograr una identificación que podríamos llamar mística o religiosa en el sentido que hay promesas de un paraíso, probable y no seguro, después que haya concluido la existencia terrenal. Después de tanto tiempo esto está lejos aún de nuestro imaginario colectivo, el sentido común no se ha perdido totalmente aunque en nuestra ganas y rabia a veces nos pareciera que es así. Se hace vital que mientras más nos hagan turbia la línea divisoria entre la fantasía y la realidad, más fortalezcamos el temple y no dejemos de confiar en los otros seres humanos que nos sirven de referencia, familiares, amigos y conocidos con los cuales tropezamos cotidianamente y viven las mismas angustias del momento, cohesionados por nuestra identidad como ciudadanos seremos más difíciles de vencer.
Freud asigna a la identificación un importantísimo papel en la cohesión de los grupos, enfatiza que sin identificación no hay empatía y por lo tanto no seriamos capaces de sentir en el propio cuerpo aquello por lo cual sufre un ser cercano o querido. Por reconocernos los unos a los otros y querer para la mayoría el bienestar es que se hace posible la construcción de los valores y los logros más importantes de la humanidad. Nos conmovemos por los otros en la medida que nos sepamos iguales y podamos imaginar y sentir el sufrimiento o la dicha de un semejante. Crecemos y vivimos siempre entre seres humanos y de ellos y por ellos somos lo que nos fueron dejando y lo que compartimos en nuestra experiencia diaria, ser arrancados de los nuestros o renunciar, por creerlo conveniente, a nuestras propias raíces y de ese modo e inexorablemente perder un poco de lo que también somos nos hace tremendamente vulnerables y por lo tanto victimas fáciles y manipulables. Nuestra historia, la de cada quien, deja registros hondos en nuestra psique que nos hacen sentir una profunda pertenencia a lo que conocemos como nuestra forma de vivir, también deja cicatrices por la que sabemos y reconocemos, de igual forma, nuestra manera de sufrir. Sin estas raíces la pregunta sería ¿qué somos? De allí la tragedia que significa ser arrancados con violencia de lo propio.
Los pasos que emprenden los regímenes totalitarios son siempre los mismos por más que se hagan más sofisticados en su implementación, propaganda en sus inicios, terror y censura en su continuidad. Así como también son las mismas ideologías, las que se han hecho populares y no pretenden mucho esfuerzo intelectual en sus seguidores. Lo que debe variar y para lo que tenemos que hacer nuestro mejor esfuerzo intelectual es la forma en que las poblaciones se tienen que defender del arrebato perverso que se intenta de lo propio y en esta importante tarea los intelectuales contemporáneos están fallando. El nihilismo y el relativismo ético, cínico conducen a una peligrosa irresponsabilidad y desvían la verdadera tarea a emprender en un mundo tan complicado como el actual, se falla en el deber de arrojar luces para el debate político de nuestro tiempo. Por ello es pertinente, y esperando mayores manifestaciones que nos guíen adecuadamente, entender y con seriedad que en la medida que nos hagamos más dueños de nuestra historia y de nuestras raíces y no dejemos de reconocer lo que somos ningún vendedor de espejitos nos podrá arrebatar lo nuestro. Identidad en defensa propia.