28 de julio de 2021

El espejo que no nos permite ver

Georg Grosz


Al igual que Edipo el hombre quedó fascinado con su propio reflejo en un espejo, fue aumentando tanto su éxtasis que llegó un momento que todo a su alrededor se desenfocó. Como en la película de Woody Allen, “Desestructurando a Harry”. En ese mundo borroso y despreciado y ajeno fuimos quedando solos y desorientados. El otro también comenzó a despreciarnos. Esta característica, podríamos decir, define lo que hemos llegado a ser. No entendimos, ni nos importó cooperar con el otro para tener capacidad de construir bienestar. Perdimos el que tuvimos para entregarnos en manos de humanos que no llegaron a ser humanos, que nos desprecian como nosotros los despreciamos a ellos, la otredad. Permanecimos desde una trinchera viendo por encima del hombro.

De tanto pasar penurias se nos ha bajado un poco los niveles de arrogancia sin embargo persisten conductas abominables. Muestra de ello es el maltrato cruel a los animales y la insultadera a todo el que se atreva a emitir su opinión. No importa sobre lo que sea, aunque sea en el terreno de su especialidad, en el que ha dejado las pestañas. No, eso no es respetado, siempre contad con el sabihondo con su tesis leída en un manual de autoayuda o en cualquier revista de venta en quioscos. La seriedad y el respeto permanecen desenfocadas, pero estamos prestos para indicarle al otro como debe comportarse, que debe decir, a quien debe admirar, que creencias acoger. El otro debe ser guiado como un niño porque estimamos de antemano su falta de capacidad.

Nuca habíamos sentido con tanta intensidad nuestra precariedad e indefensión. Un virus hasta ahora indomable nos ha mantenido en casa muertos de miedo. No queremos morir de esa espantosa manera bocabajo e intubados, por lo tanto, nos llaman a cuidarnos, vacunarnos y estar atentos a las medidas preventivas recomendadas. Nos hablan médicos informados que son los que debemos escuchar. Enseguida salen legiones de neófitos postulando que todo eso son solo medidas coercitivas para mantenernos dominados y con su desfachatez afirmar que las vacunas son venenos que introducen en nuestro cuerpo con la finalidad de debilitarnos. Los seres más vulnerables tienen que permanecer en colas interminables bajo un inclemente sol o devueltos a su casa porque ese día no se vacuna como fueron convocados.  Reinó la impiedad, por lo tanto, podemos afirmar que este mundo comparte rasgos psicopáticos muy marcados. Hombres desdibujados que ya no se distinguen si son humanos. Está todo borroso, muy borroso.

Comencemos por reconocer que tenemos en común entre nosotros, comencemos a reconocer nuestra propia impiedad. Como indicó Víctor Krebs en una muy interesante charla sobre Derrida, “comencemos a entender y a reconocer al otro con respeto y conmiseración”. Veámonos en un espejo que nos devuelva la imagen del mundo que hemos destruido. Destruimos la naturaleza, los animales y estamos ávidos ahora de ir a una guerra para destruir a los otros seres humanos y a nosotros mismos. Hablar para entendernos no es una consideración contemplada. Mas bien nos estamos ingeniando para destrozar el leguaje y hacernos imposible la comunicación. Salgamos de ese espejo distorsionando que nos está reflejando una imagen que no somos, no somos los reyes del Universo. Observémonos detenidamente y veamos con qué poco tino, elegancia y decoro acompañamos nuestros gestos.

Con este breve texto me despido hasta setiembre. Me tomo un pequeño descanso, nos volvemos a ver pronto.

 

21 de julio de 2021

Esa noble y humana persistencia



No podemos hablar de la “naturaleza” del ser humano como hablamos de los animales. Al haber trastocado lo instintivo el ser humano puede ser cambiado hasta extremos irreconocibles. Al tener la faculta de pensar actuamos por decisiones tomadas y no por actos programados instintivamente. Conservamos necesidades que resultan irrenunciables, por mas asépticos que nos propongamos ser. Tenemos que comer y poseemos la necesidad sexual que reclama satisfacción. Sin embargo, los actos que emprendemos en la satisfacción de estas dos funciones señaladas también son satisfechas de diferentes formas. No comemos de cualquier manera, o por lo menos no deberíamos, solemos preparar ricos platos y presentar la comida visualmente apetecible. La sexualidad también adquiere disímiles rasgos y presentaciones según sean las inclinaciones y fantasías individuales. No hay nada humano que no este atravesado por el lenguaje.

Estos proyectos de las tiranías de querer amoldar al ser humano a un esquema preconcebido por el tirano, cambiar la manera de ser, los deseos y fantasías según una programación escrita siempre termina mal. Tarde o temprano el malestar que van generando salta y la rabia acumulada arrasa. Apoderarse por la fuerza de la voluntad de los individuos jamás será un proyecto con un éxito total. Esas sociedades en las que uno observa a la gente uniformada y todos representando una coreografía perfecta (mismo movimientos y expresiones), son destinadas a producir, más tarde, un gran desorden. Estallidos que cuando suceden alegran porque se avizora el principio del fin de un gran sufrimiento. El tirano usurpa un poder sobre los otros que no le pertenece, solo lo ocupa por la fuerza. Hoy presenciamos el comienzo de la liberación de los cubanos con emoción, tomará tiempo, pero allí están las fuerzas humanas en todo su vigor cuando la creíamos doblegada. Algo debe decirnos.

La caída de las tiranías suele también ser violentas, insurrecciones masivas, rebeliones militares, huelgas o diferentes presiones sociales. Se reclama violentamente la recuperación de las libertades individuales. Se quiere a cualquier precio volver a recuperar la capacidad de decidir porque la de pensar nunca puede ser arrebatada, mientras tanto se disimula, o se obliga a callar. A veces el precio que se paga es muy alto porque siempre el tirano se asegura de ser protegido con armas y no le tiembla el pulso para disparar en aras de conservar el poder que no quiere perder. Pero una vez vencidos todo el tinglado montado comienza a derrumbarse. No hay ningún “nuevo tipo de hombre colectivo” eso no existe, cada individuo es un “nuevo tipo de hombre”. Un hombre abstracto concebido solo por mentes perversas no reemplaza al hombre concreto nunca. No hay razas superiores sino en la mente delirante de un Hitler. El totalitarismo es una pretensión de unidad universal realizada a cuenta del aniquilamiento de la singularidad, proyecto fracasado que no cesa de repetirse.

Toda sociedad posee grupos fuertemente adoctrinados, fanatizados que tienden a pensar igual, actuar igual y vestirse o tener rasgos uniformados. Todos con barbas, boinas o insignias guindando. Los mismos gestos y emociones aplanadas. Fueron arrebatadas sus almas y quedan solo esas apariencias robotizadas. No son nunca mayoría, los otros aguardan. Han sido sesenta largos años, tres generaciones de seres adoctrinados y sometidos y cuando surge el grito “Patria y vida” irrumpe en toda su integridad ese cubano alegre y firme. Emociona encontrarlos nuevamente y poderlos seguir en esta noble y humana lucha por la recuperación de su libertad.

 

14 de julio de 2021

La lucha del hombre contra su propio desecho

Cloacas de París


Es parte de la historia europea la construcción y modernización de sus cloacas. Las de Paris se hicieron famosas por la gran novela Los Miserables de Víctor Hugo de donde emerge su protagonista Jean Valjean. Despues de pasar 20 años preso por robar pan para alimentar a su familia es execrado de todas las ciudades en las que intenta establecerse por su condición de exconvicto. Solo el Obispo Myriel abre sus puertas para brindarle refugio y cobijo. Por supuesto su alma se llena de resentimiento y odio hacia la sociedad y continúa cometiendo pequeños delitos de hurto que lo obligan a refugiarse en las cloacas de Paris para evitar ser puesto nuevamente preso. El obispo le pide hacer la promesa de redimirse y convertirse en un hombre de bien. Una vez recuperado y con el nombre de Monsieur Madeleine llega a ser elegido alcalde.

La novela muestra un detallado análisis de la sociedad de la época, así como de las pasiones de los personajes. Se muestra la pobreza del siglo XIX y se resaltan valores como el perdón y la necesidad de la cohesión social y la acogida a sus miembros. Es la época de la Revolución Industrial, tiempo en el que se inventan nuevas técnicas y un desarrollo del comercio nunca visto antes, emerge un gran cambio social. Una de las preocupaciones que adquiere relevancia, en el progreso de las ciudades que se impulsaban, fue como canalizar el desecho de las heces que no dejaban de producirse en grandes cantidades, llenando las calles y casas con un hedor insoportable. No se estaba conociendo una nueva problemática, en realidad durante el Imperio Romano las cloacas ya formaban los subsuelos escondidos de la gran mayoría, pero tan necesarias para todos. Constituían su verdadero lenguaje hasta tal punto de quedar asfixiados por los residuos de su Cloaca Máxima. Paris no quedó atrás y ya en el Siglo XIII su sistema de conducción del hedor comenzó a ser producto de obras arquitectónicas a cielo abierto.

En la época en la que Víctor Hugo escribe Los Miserables las cloacas constituyen un laberinto de túneles infectos y semirruinosos en donde se escondían delincuentes. La peste azotó las ciudades y el mundo sufrió varias pandemias. Aunque la modernización pareciera que resolvió tan pestilente problema, las sociedades siguen sufriendo de males que parecieran surgir de este subsuelo, alimañas y maldades que se gestan en laberintos ocultos y una pandemia que no logra controlarse. Ríos infectos y hediondos que atraviesan la ciudad. El Sena fue saneado a finales del siglo XIX y hoy se navega y se sirven banquetes en restaurantes flotantes. Posee Paris la mayor red cloacal del mundo y no es que se haya eliminado la delincuencia, pero ya no representan un azote sumergido. Toda gran ciudad es un inmenso estercolero, pero no es un estercolero convertido en ciudad, no hay que invertir los términos porque en ciertos casos si se altera el producto. Aquí se sigue lanzando las porquerías por las ventanas como lo hacían los parisinos en la época medieval. Las bellezas de Paris tenían que ser contempladas con una flor en la nariz, aquí ya no hay bellezas que contemplar, y nuestras calles huelen muy mal.

Estando perdidos en medio de cloacas es aconsejable volver a leer a Víctor Hugo. Las alcantarillas siempre traicionan por lo que hay que tener mucho cuidado con ellas, siempre esconden la descomposición humana. La eterna historia de la humanidad, la lucha del hombre por vencer sus desechos.