28 de enero de 2015

En defensa propia

Estamos en una situación en donde se ha intensificado la persecución, la propaganda y el control de la información, lo que nos indica que hay aún una parte importante de la población que no se ha rendido a las tramposas redes de los encantadores de culebra. Podríamos decir que esta oposición es desordenada, invita a diferentes caminos, da palos de ciegos, lo que queramos, pero las acciones tiránicas nos tienen que hacer ver que están defendiéndose y por lo tanto que existen importantes enemigos. Las mentiras constantes y repetidas comienzan a perder credibilidad porque la realidad se ha hecho tan patética y contundente que la fantasía que se intenta inocular no ha podido germinar.

El momento lo hacen muy difícil pero si haber vamos no podíamos esperar que fuera fácil la defensa, siempre que se atraviesan momentos tan peligrosos tenemos que considerar que el que acecha no es un enemigo desvalido y necio, cuentan con maquinarias políticas, asesores avezados, armas y por supuesto el terror que conforma su principal elemento estratégico. Las mentiras prácticas con la que somos bombardeados diariamente se estrellan en los hospitales, automercados y farmacias, es decir en nuestra cotidianidad y aunque queramos hacernos los ciegos nos golpea sin piedad la realidad del desamparo. Los enfermos que mueren por causas desconocidas, las largas colas para conseguir lo elemental y la destrucción de la infraestructura de la salud hablan por sí solas de un gran fracaso y como consecuencia de un gran malestar en la población que la sufre. Entender se hace fundamental porque en la medida que estemos alertas tendremos a nuestro favor herramientas invaluables para poder sobrevivir y superar este paisaje en ruinas que ya expele un olor nauseabundo de descomposición, como aquel que no pudieron esconder del que gozaba de muy buena salud. En la medida que veamos desplegar la propaganda en esa misma medida podremos estar seguros que el régimen se debilita y en la medida que veamos sembrar con más ahínco las medidas represoras y de terror es porque se trata de evitar lo que se espera y con razón, mayor contundencia de acciones opositoras. 

Si la población no tuviera presente y todavía fresca en la memoria como se vive en prosperidad, no haría falta el bombardeo de las virtudes falsas de la tiranía. Si no hubiese explosiones de descontento constantes en todos los rincones del país, no haría falta el despliegue de fuerzas represoras en proporciones cada día más desproporcionadas. Podríamos decir, sin temor a equivocarnos, que el terror constituye la verdadera fuerza y la esencia de los regímenes autoritarios, mientras que la propaganda  muestra su debilidad y más cuando se tiene a la cabeza un mal vendedor. No es que no sea importante la estrategias comunicacionales en un régimen autoritario, lo es y no hay duda, lo que queremos trasmitir es que en la medida que un régimen de esta naturaleza avanza se comienza a ver menos inversión de tiempo en esos quehaceres y más inversión de energía en la implementación del terror del Estado. La represión y la censura constituyen la verdadera amenaza los cuales quedarían consolidados si se logra avanzar en la estrategia del Estado Comunal. Mientras tanto pareciera que hay un derroche de esfuerzos desgastados; los pacientes mueren de causas desconocidas aunque a los galenos los amenacen por advertir de nuevos enemigos, virus y bacterias.
La propaganda totalitaria solo tiene éxito en la medida que se ha logrado desclasar a los individuos y por lo tanto se diluyen los intereses grupales, cuando se ha perdido la correa de transmisión entre los individuos y el grupo. Es decir cuando se ha podido atomizar tanto a los ciudadanos que ya no se tienen identificaciones en los modos de vida ni en lo razonable por aspirar, cuando los individuos quedan realmente sin referencias y se hacen verdaderamente vulnerables, o cuando estas referencias le son cambiadas por grupos artificiales en un esfuerzo por lograr una identificación que podríamos llamar mística o religiosa en el sentido que hay promesas de un paraíso, probable y no seguro, después que haya concluido la existencia terrenal. Después de tanto tiempo esto está lejos aún de nuestro imaginario colectivo, el sentido común no se ha perdido totalmente aunque en nuestra ganas y rabia a veces nos pareciera que es así. Se hace vital que mientras más nos hagan turbia la línea divisoria entre la fantasía y la realidad, más fortalezcamos el temple y no dejemos de confiar en los otros seres humanos que nos sirven de referencia, familiares, amigos y conocidos con los cuales tropezamos cotidianamente y viven las mismas angustias del momento, cohesionados por nuestra identidad como ciudadanos seremos más difíciles de vencer.
Freud asigna a la identificación un importantísimo papel en la cohesión de los grupos, enfatiza que sin identificación no hay empatía y por lo tanto no seriamos capaces de sentir en el propio cuerpo aquello por lo cual sufre un ser cercano o querido. Por reconocernos los unos a los otros y querer para la mayoría el bienestar es que se hace posible la construcción de los valores y los logros más importantes de la humanidad. Nos conmovemos por los otros en la medida que nos sepamos iguales y podamos imaginar y sentir el sufrimiento o la dicha de un semejante. Crecemos y vivimos siempre entre seres humanos y de ellos y por ellos somos lo que nos fueron dejando y lo que compartimos en nuestra experiencia diaria, ser arrancados de los nuestros o renunciar, por creerlo conveniente, a nuestras propias raíces y de ese modo e inexorablemente perder un poco de lo que también somos nos hace tremendamente vulnerables y por lo tanto victimas fáciles y manipulables. Nuestra historia, la de cada quien, deja registros hondos en nuestra psique que nos hacen sentir una profunda pertenencia a lo que conocemos como nuestra forma de vivir, también deja cicatrices por la que sabemos y reconocemos, de igual forma, nuestra manera de sufrir. Sin estas raíces la pregunta sería ¿qué somos? De allí la tragedia que significa ser arrancados con violencia de lo propio.
Los pasos que emprenden los regímenes totalitarios son siempre los mismos por más que se hagan más sofisticados en su implementación, propaganda en sus inicios, terror y censura en su continuidad. Así como también son las mismas ideologías, las que se han hecho populares y no pretenden mucho esfuerzo intelectual en sus seguidores. Lo que debe variar y para lo que tenemos que hacer nuestro mejor esfuerzo intelectual es la forma en que las poblaciones se tienen que defender del arrebato perverso que se intenta de lo propio y en esta importante tarea los intelectuales contemporáneos están fallando. El nihilismo y el relativismo ético, cínico conducen a una peligrosa irresponsabilidad y desvían la verdadera tarea a emprender en un mundo tan complicado como el actual, se falla en el deber de arrojar luces para el debate político de nuestro tiempo. Por ello es pertinente, y esperando mayores manifestaciones que nos guíen adecuadamente, entender y con seriedad que en la medida que nos hagamos más dueños de nuestra historia y de nuestras raíces y no dejemos de reconocer lo que somos ningún vendedor de espejitos nos podrá arrebatar lo nuestro. Identidad en defensa propia.

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