9 de agosto de 2016

Reconocer su casa (Cuento 2/4)




Al pararse al frente de su casa le dio un brinco el corazón, estaba como si el tiempo no hubiese transcurrido, quizás un poco descuidado el jardín. Abrió la puerta con su llave y quedó paralizada con lo que observó a primera vista. Si por fuera la casa se mantenía igual, por dentro estaba totalmente transformada. Metáfora de lo que somos, pensó. Con paso muy lento comenzó a recorrerla, no había un solo espacio que estuviera igual. No reconocía un solo rincón y a duras penas podía hacerse una idea de cómo era antes, como era su distribución. Se pidió calma y el corazón comenzó a recobrar su ritmo acostumbrado, siempre un poco acelerado. Con cierta serenidad recobrada lo primero que advirtió fue la mano exquisita de su padre como marca distintiva de una belleza muy particular. Las paredes habían desaparecido y los espacios integrados con leves separaciones marcados por riachuelos, puentes y una naturaleza integrada. Olía a húmedo, olía a musgo, olía a selva tropical. 

Vitrales dejaban traslucir luces de colores que daban al ambiente la sensación de estar habitada por pájaros y mariposas de todos los colores. El techo combinaba vigas de madera muy pesadas con acrílicos transparentes que permitían observar un cielo muy azul. Una fantasía perfectamente lograda.
Pasó un largo tiempo recorriendo una y otra vez su nueva casa y reconociendo en ella, en cada detalle a sus padres. Porque si bien su padre era el arquitecto era su madre quien daba vida a los bellos espacios. Cada objeto, cada cuadro, cada lámpara y cada mueble estaban colocados en sus exactos lugares; solo se podía distinguir un dejo de descuido, de desorden particular, en la distribución de algunas alfombras, mantas, cojines y pañuelos tirados como que se le iban cayendo en la medida que señoreaba por su casa. Bellos y mullidos sofás que invitaban a tirarse en cualquiera de ellos y esperar que la vida transcurriera sin mucho sobresalto. ¡Sus padres, cómo había podido dejarlos! Se le arrugó el corazón y le invadió una abarcadora y sentida ternura. Fue cuando advirtió que no había nadie en casa y fue cuando pudo observar, por ciertos detalles, que había estado deshabitada ya quizás por un cierto tiempo. Siguió su recorrido y entró en una habitación en la que sí había vida reciente, alguien permanecía aun en casa.

La habitación tenía dos camas, un escritorio, una computadora, libros y papeles esparcidos por el piso. No era un desorden, era un orden muy particular de alguien que pasaba tiempos largos escribiendo, investigando. La decoración muy particular de un hombre fijado en la imagen y en la palabra. Eso era parte de la habitación porque también había juguetes, dibujos infantiles en las paredes al lado de fotografías de seres que mostraban expresiones de dolor y desconcierto. Es mi hermano Rodrigo, se dijo, todavía está aquí. Abrió su closet y lo primero que la impresionó fue una máscara antigás y un chaleco antibalas. De resto unas franelas grandes, otras pequeñas perfectamente dobladas y ordenadas. Algunos Blue Jeans también de diferentes tamaños. Rodrigo el hermano periodista continuaba en su hogar y por lo visto con un pequeño hijo. Tanta historia perdida, tanto desacierto andado, tantos interrogantes posiblemente sin respuestas, tanta vida gastada en tratar de borrar los comienzos, loca debí estar loca, se decía mientras el mundo le pesaba.

Se quedó dormida y soñó con su padre que susurraba “no te atormentes te esperaba, de tanto esperarte yo también me quedé dormido y no me di cuenta que gritabas” La despertó Diego con un grito de sorpresa al ver que alguien dormía en su cama.

-Papá, papá corre hay una señora en mi cama.

Rodrigo en dos zancadas alcanzó a Diego y cuando vio a Alicia la abrazó y lloraron con entrecortados balbuceos de algunas palabras.

-Alicia desde hace mucho tiempo te esperaba!!!

Si bien estaba sobresaltado, a Rodrigo no le extrañó para nada encontrarla de esa forma nuevamente. Día tras día fantaseó con un regreso parecido, muy al estilo su hermana. No era él quien ahora la iba a desconocer, ni a reclamar, ni a confrontar. La quería demasiado para soportar su silencio. Ya era suficiente, cada quien había aprendido como se complica y estropea la vida; no había más tiempo que perder era la hora de festejar los momentos gloriosos que la vida regala y este era, sin duda, uno de ellos. Alicia abrazó a su sobrino que se mantenía distante y receloso de tamaña intromisión; la verdad es que no le hacia ninguna gracia que esta desconocida se hubiera dado el lujo de entrar en su casa y acostarse en su cama.

-Ja jajá Diego no importa, conocerse y quererse toma tiempo. Ya lo tendremos.

Bajaron a la cocina, abrieron una botella de vino, sacaron algunos quesos y se quedaron hablando hasta la madrugada. Tenían mucho que contarse.
El que no durmió tranquilo fue Diego, algo había sido trastocado en su vida y aun no sabía si le gustaba.




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