25 de octubre de 2016

Desobediencia




Quizás no hay mucho por decir porque, es cierto, llegó la hora de la acción, ya la reflexión debió estar hecha. Allí estaremos por un tiempo hasta que volvamos a restituir el hilo constitucional como muy bien lo declaró la MUD. Las cartas están echadas, no hay medias tintas en este momento de definiciones se está con unos o se está con los otros. Se está con el opresor o se está del lado de la rebeldía que es nuestra obligación moral cuando se pretende conculcar los derechos humanos elementales. Se nos ha arrebatado el derecho a la vida y para todo aquel que ame la vida y no haya hecho de la muerte su bandera llegó el momento de actuar en una clara y justificada determinación de desobediencia al dictador.

Lo intentamos, quisimos transitar el camino constitucional de un cambio que se hace perentorio. Quisimos abrir la trocha civilizada que contempla el gran acuerdo nacional que refrendamos; nos cerraron el paso con triquiñuelas mal orquestadas, con zancadillas de bufones arrogantes, con trampas de malabaristas mediocres. Abrieron, entonces, el camino incierto de la confrontación porque deberían de saberlo, no nos vamos a dejar seguir pisoteando, ya basta. De paso son tan poco estrategas y malos surfistas que ellos también se cerraron las posibilidades de una salida un poco más dignas. Pero, para que redundar sobre lo obvio, la dignidad no es una palabra que hayan ni siquiera leído, se encuentra fuera de su léxico, de su imaginación, de sus obscenas apariencias, de sus escandalosas actuaciones. Estaremos limpios de tanta basura cuando ya ni su recuerdo tenga la posibilidad de enturbiar nuestras mentes ávidas de ocuparnos de nuestra necesaria construcción.

La necesidad por lo bello y lo ético se hace de primera prioridad. No nos quedan fuerzas para seguir evitando tropezarnos con lo imposible de soportar, la constante violación de nuestros gustos y paisaje, de nuestro espacio público, de nuestros hogares vulnerados, ha sido demasiado tiempo de sortear vulgaridades e intromisiones inadmisibles. Demasiado tiempo de un dolor que hiere ya de solo pensarlo por tanta vida perdida y tanto inocente maltratado. Quien no haya pasado por esta experiencia, que no deseamos a nadie, no puede estremecerse de igual forma ante la maldad pura y descarnada que puede desplegar el ser humano contra otros seres humanos. Es que ya pegamos brincos de angustia cuando menos lo esperamos.  Cuando se está en el punto al que llegamos no cabe el menor titubeo de que la desobediencia es nuestro deber con nosotros mismos. Decir un NO rotundo que sale como jirones de un alma desgarrada.

No queremos que nos maten en vida, no vamos a permitir que la coacción y la delincuencia nos dominen. No pudieron despertar en nosotros las pasiones arcaicas del miedo y la codicia. No vamos a dejarnos vencer por el odio, no nos vamos a esconder en una obediencia indebida. No vamos a hacer de la maldad una banalidad, no vamos a entregar al país.  No nos vamos a transformar en números de una burocracia mortífera. No vamos a seguir postergando la rebeldía contra las leyes que contradicen la dignidad humana. No nos vamos a igualar en la vulgaridad. Y, sobre todo, no nos vamos a ir del país.

Hay una anécdota muy buena de Miguel de Unamuno en su última disertación en la Universidad de Salamanca, de la que era rector cuando comenzó la guerra civil española, que creo ilustra el abismo que nos separa de estos bandidos. “la ocasión fue un discurso del General Millán Astray, cuya divisa principal era “viva la muerte” y uno de sus secuaces la gritó desde el fondo de la sala. Cuando el General hubo terminado su discurso, Unamuno se puso de pie y dijo: Acabo de oír un grito necrófilo e insensato “viva la muerte” y yo, que me he pasado la vida construyendo paradojas que provocaron la cólera incomprensiva de otros, debo deciros, como autoridad experta, que esta ridícula paradoja me resulta repelente. El General Millán Astray es un tullido. Eso sea dicho sin intención peyorativa. Es un inválido de guerra. También lo era Cervantes. Lamentablemente hay demasiado tullidos en España. Y pronto habrá aún más, si Dios no viene en nuestra ayuda. Me apena pensar que el General Millán Astray deba dictar la pauta de la psicología de las masas. Un tullido que carece de la grandeza espiritual de un Cervantes suele encontrar un ominoso alivio en provocar la mutilación en torno de si”

Bien, sobran las palabras, nuestro gran encuentro es con nuestro NO a estos tullidos del alma sin grandeza espiritual que la irresponsabilidad los nombró dirigentes de nuestro hermoso país. Desobedecer en aras de un  “viva la vida” para contribuir a crear las condiciones para bien vivirla.

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