25 de junio de 2025

No todo da igual

 

Hieronymus Bosch


Al analizar cualquier circunstancia en que el punto central sea el sujeto y sus decisiones, bien sea en su vida privada o en su vida pública necesariamente estaremos de forma velada o explícita tocando los temas de la ética. Pareciera que la posición ética que ha prevalecido en el mundo de hoy ha sido la utilitaria, aquella que contempla lo que conviene para tomar las decisiones que necesariamente nos impone la vida. Es así como las argumentaciones o las razones que damos después de nuestros actos se organizan en explicar los beneficios que eso trajo para mí o bien para otro. De esta forma yo puedo justificar casi cualquier acto con solo tener un poquito de imaginación o creatividad. No quise hacerte daño quería tu bien, es solo que los cálculos no salieron exactamente como los tenía pensados. Volteo la cara y me quedo tan campante, escondida en una intención, real o inventada, que al fin y al cabo nadie puede constatar. A lo máximo de ella se puede sospechar.

Si no es esta vertiente, que la podemos llamar “lo hago por amor” en el mundo político ha prevalecido la legalidad, por supuesto que utilizada también en el propio provecho. Hice lo que hice porque así lo manda nuestra constitución, son las normas con las cuales nos regimos y no hay alternativa, tenemos que someternos. Por supuesto, y Uds. lo saben, siempre que lo diga la norma, como sea que la interpreto, y sobre todo si tengo poder, no admito por ningún motivo, que el otro posea una interpretación diferente, ni tampoco se le ocurra ni siquiera insinuar que lo que hago no es legal, el otro no tiene lugar para tal intromisión. Otra forma de esconderme tras argumentos que me eximen de responsabilidad. Las consecuencias pueden ser cualesquiera, yo hice lo que las normas dictaban.

Esta es la vía que está marcando el postmodernismo, que como lo señalaba Alfredo Vallota ha pregonado la muerte de los fundamentos éticos humanos para dejarnos a la deriva con las imposiciones de fe, el terrorismo o la imposición de creencias por la fuerza, las guerras. Un postmodernismo cínico, que intentando matar la moral se inscribe en un discurso que invita a ubicarnos en un más allá de las formas universales éticas y a defender los intereses particulares o aquellos intereses colectivos que se mantienen para el propio logro. Por esta vía siempre vamos a tener gobernantes que nos enreden como individuos en proyectos descabellados, todos por igual y uniformados. Cuando decidamos por un líder que nos respete el derecho que tenemos para escoger por nosotros mismos, entonces tendremos que sentarnos a pensar en lo que queremos ser y hacer.

Tales posiciones como sujetos de la acción nos conducen a una absoluta irresponsabilidad y a tener como resultado a un mundo que cada vez se nos hace más aversivo porque se van rompiendo silenciosamente los lazos sociales, porque no cuidamos al otro en su alteridad, nos invade un malestar que no sabemos de donde proviene y nos sumerge en discusiones estériles sin poder comprender cual es el centro o la causa necesaria y suficiente de esta locura colectiva.

La adopción de una ética instrumentalista, utilizada para alzar una voz complaciente para la mayoría puede incluso trasgredir toda legalidad y conducir a toda una población a posiciones muy delicadas de rechazo y discriminación. Son las típicas posturas populistas con rasgos fascistoides que se asumen con total irresponsabilidad, no todo da igual ni todo es válido para salir de esta oscuridad. Es la erosión de la democracia como una opción moral. Como lo precisa en su escrito Nelson Chitty La Roche “Se trata de lucir legítimo y serlo inclusive, retando o desconociendo la legalidad. Ese es el constructo populista”.

 

 

 

 

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