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Remedios Varo |
Al escribir perseguimos diferentes finalidades. Podemos escribir un cuento cuya finalidad es distraer o divertir al lector de la misma manera como nos divertimos al escribirlo. De ninguna forma estamos tratando de trasmitir contenidos que inviten a la reflexión o al cambio de pensamiento. Las palabras quedan en la superficie no se espera veracidad, al contrario, mientras más ficción mejor nos parece el relato. Admiramos la imaginación del autor. El ensayo por lo general persigue otros impactos en los lectores y se espera veracidad, coherencia y estricta lógica. Siempre que escribimos debemos tener presente que nos dirigimos u ofrecemos la lectura a seres inteligentes que se van a interrogar en relación a lo que leen. Siempre se trata de un intercambio de ideas. Siempre se trata de contactos humanos.
Solo porque el otro sabe algo que nosotros no sabemos o no lo hemos pensado y lo puede trasmitir de forma creíble y reflexiva es por lo que puedo cambiar de idea. Las palabras tienen el poder de transformarnos si invitan y hacen posible la reflexión. Pero es necesario también estar en una posición de credibilidad, no cualquiera convence porque no podemos captar profundidad y veracidad emanada de su propia convicción y reflexión. No es necesario siempre apelar a la autoridad de autores acreditados por la academia en determinadas disciplinas, pero se recurre con frecuencia a ese recurso para darle mayor peso ético a lo que se afirma. Podemos ser todo lo rigurosos que queramos, pero si no hablamos desde nuestro propio afecto y convicción, no convenceremos ni invitaremos a la reflexión.
Al interrogar a un texto o a un autor se está ya con una pregunta en la mente y se está buscando una respuesta que le dé lugar a una conjetura. De todo hecho se desprenden otros hechos, sin duda, y no da igual como haya sucedido un evento sorpresivo, por la elemental razón de que no serán iguales los eventos que podemos esperar a partir de allí. El pensar, que es indispensable y deseable, es un proceso que se realiza con interlocutores, incluso cuando pensamos en solitario lo estamos haciendo con referencias a pensamientos de otros. Entonces preguntamos ¿Qué molesta del debate? ¿Es que acaso no es natural que ante un hecho inesperado y deseado que sorprendió a todos, nos interroguemos y transmitamos nuestras conjeturas? Solo puedo entender la molestia porque nos hace dudar de nuestras certezas. Y dudar incomoda, es por ello que se llama a la fe.
Nos llega la vida convulsa, triste y amarga que vivimos, guardamos para nosotros un rato esas sensaciones que lentamente le vamos dando forma y transformándola en palabras. Esperamos que al escribirlas se hagan más gratas, más bonitas, para hacer de nuestras mentes un lugar estético que germine. Reflexionamos para acercarnos a una ética que devuelva la calidez del buen trato o al menos eso procuramos. Porque aplanadoras voraces y monstruosas solo pueden ser combatidas por un contraste. Yo no tengo fe, pero quiero entender y no todo me da igual. Quiero poder pensar en libertad y no dejarme engañar, aunque siempre me engañen. Quiero trasmitir mis reflexiones porque así puedo intercambiar con mis semejantes que es la única manera que tengo para pensar.
Como dice Víctor Krebs “Un hecho muerto se transforma en pensamiento vivo”. Quiero dejarme afectar por lo que me toca y convertir esas sensaciones en pensamientos esperanzadores, alegres, para alegrar un poco mi mundo y el de todos. Darle algo de sentido a esta vida. Una manera de pensar es una forma de hacer la vida, de darle forma y de brindarnos un pequeño espacio en donde podamos descansar. Es un hogar decorado a nuestra manera.
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