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Andrew Ferez |
Quizás lo que vamos despejando en este lastimoso retorno es conocer con claridad la sentencia de San Agustín “somos naturaleza caída” respuesta que se dieron Rousseau y Hobbes a la pregunta ¿por qué cambiamos la libertad por promesas falsas? No solo lo hicimos una vez sino constantemente lo repetimos. Vivimos con entusiasmo una ilusión para luego pasar a la inacción. Una y otra vez el mismo guion. Ahora nos toca un largo período hasta que se rompa la cadena de “siempre lo mismo” o volver a conocer las nuevas versiones “de lo mismo”. Seres hablantes que fuimos expulsados de un paraíso, de una completud. Erramos, siempre erramos, elegimos y elegimos de forma equívoca, mentimos y eso lo hacemos con habilidad porque son muchos los oídos que se prestan a escuchar.
Por el hecho de que poseemos un lenguaje podemos mentir y lo hacemos con muchísima habilidad y por distintos motivos. Mentimos para protegernos y proteger a otros, esta puede ser la mentira benigna. Pero también tenemos la capacidad de mentir por el placer de engañar, someter, vejar y confundir. Es la mentira del que se esconde detrás de discursos “inocentes” para ejercer su voluntad perversa de someter a otro. Un poder sádico que también es voluntad humana. Pero existen las voluntades “de escoger nuestras leyes, la paz, las instituciones, las ciencias y el arte es decir la civilización” como señaló Octavio Paz; estamos, entonces, viviendo el choque de dos voluntades irreconciliables y decididas. Pero ambas, por ser humanas y atravesadas por el lenguaje, son sometidas a la sospecha. También tenemos la capacidad de mentirnos a nosotros mismos; la verdad tiene estructura de ficción afirmó Lacan, la misma estructura de la mentira.
Si es cierto, y nadie lo niega que como país ya habíamos elegido y lo expresamos en las urnas electorales el 28J, esa es nuestra verdad demostrada. Pero también es otra verdad que quedarse esperando que los militares entiendan y negocien es una quimera, no lo harán. La verdad es que ya llegamos a un final y es irresponsable seguir alimentando esperanzas en un vacío o en una ilusión de una estrategia oculta que algún día nos liberará. Una verdad es que no estamos en condiciones de rechazar ningún espacio político que se nos abra. La verdad es que necesitamos liderazgos con claridad política que aglutinen a la mayoría y sepan negociar. La verdad es que tenemos que apartarnos de este eterno retorno a lo mismo. La verdad es que tenemos que afinar el criterio de elección.
Como dice Savater “estamos condenados a elegir” no hay posibilidad de evitar esta condena, nadie puede ser exonerado porque incluso la no elección es ya una elección. Sin embargo, esta tareíta que nunca terminamos es la más difícil de nuestras vidas. Elegir es muy difícil y arriesgado, nunca estaremos absolutamente seguros de estar haciendo la mejor elección y siempre perderemos algo, precisamente lo que no elegimos. Condena que se nos hace cada vez más pesada en un mundo que en forma general ha preferido sentarse sobre la comodidad, disfrutar de lo ligero y dejar que otros elijan por nosotros. Queremos “tener” pero ya hemos perdido hasta la noción de lo que es “ser”. Sobre todo, queremos tener placer, a pesar de que Freud nos advirtió que evitando el malestar se produce inevitablemente un nuevo malestar.
En esta nueva verdad que nos arroja la realidad desde el día después sentimos en primera instancia el dolor de los fracasos y el dolor de la certeza de no haber sido reconocidos, pero caer en la impotencia es lo que debemos combatir con todas nuestras fuerzas. Somos objetivación de una voluntad como lo señaló Schopenhauer, los únicos arquitectos de un futuro.