22 de octubre de 2019

La aventura interior

Tatyana Markovtsev


La mejor y más emocionante aventura es la que realizamos con nosotros mismos. Esa capacidad de abstraernos y perdernos en fantasías y encuentros sin temporalidad es la que nos proporciona, con mayor intensidad, diferentes estados de ánimos. Crucial para el contacto con el mundo exterior y su apreciación es el estado de ánimo con el que contamos. Si falta el estado de ánimo adecuado se nos hace imposible el contacto con lo maravilloso y lo terrorífico de nuestras experiencias. No habrá poesía, no habrá emociones para ninguna otra aventura con la creación humana. Si vivimos con un estado de ánimo aplastado no habrá fuerzas para organizar nuestra existencia y vivir sin poderes superiores que agobien. Solo mantendremos la impotencia como una roca obturadora de las posibilidades. Me temo que este es otro de los grandes logros de la “revolución”. Mantenernos resignados y dedicados a sobrevivir.

Apegados a la inmovilidad de las leyes causales y a una temporalidad real solo podemos concluir que son más de veinte años recibiendo maltratos, observando destrucción y sometidos a arbitrariedades de todo tipo. Tiempos largos en los que solo nos ha tocado perder y observar con dolor como nos matan de diferentes maneras. Acorralados la única salida ha sido la huida y cada quien huye a su manera y con sus posibilidades, actos emprendidos con temor y dolor. Situaciones límites que nos obligan a mantener mayor contacto con nosotros mismos. Shakespeare sostenía que “estamos hechos de la urdimbre de nuestros sueños y soñar, sin duda, es el paradigma mismo de la aventura espiritual, lo más íntimamente significativo que nos ocurre en la vida” nos relata Savater.

¿Qué queremos de forma individual hacer? ¿Cómo pensamos pasar el resto de vida que nos queda y cuáles son las posibilidades? Me parece que ya comienzan a ser las preguntas pertinentes. Cada quien la ha venido respondiendo a su manera con el pleno derecho en la escogencias de opciones forzadas y desgarradoras despedidas. Soñé que veía a un amigo muy querido que no veo desde hace mucho tiempo. Profesor universitario muy maltratado, flaco que ya lo era y con una mirada muy triste. Soñé que lo veía en un aeropuerto con mucha gente, él llegaba yo me iba. Nos vimos de lejos y nos cambió la mirada. Esa mirada me quedó muy viva y despertó muchos recuerdos y fantasías. Una mirada de alegría por el encuentro, de sorpresa y de nostalgia. Corrí a abrazarlo y se me perdió entre la gente, no lo encontré.

Me dije no he debido moverme para que me encontrara. Muchos hemos permanecido así en el mismo lugar, en el mismo sitio porque en lo más profundo de nuestras almas albergamos las fantasías de regresar a los buenos encuentros, encuentros con nosotros mismos. Qué difícil se nos hace cuando al mismo tiempo estas pendientes de si ponen el agua o si se va la luz. Es como imposible ¿verdad? Me tendrían que enseñar los poetas a permanecer aquí “para que tú al volver no encuentres nada extraño” y que no quede mi alma seca y mis ojos sin luz. Los sueños, el erotismo y la poesía se burlan del tiempo y de las circunstancias, no hay cronologías, no hay causalidades, pero el reloj sigue en su empecinado tic tac y el cuerpo ya lo recuerda. Veinte años sin son algo, el tango nos mantuvo engañados.

Pequeños actos de magia que hacíamos cuando éramos niños son los sueños, volver a ver a los seres queridos que murieron o se fueron de nuestras vidas, no importa que no puedas abrazarlos, la sola mirada te despiertan las fantasías y los ensueños. Da para ratos de entretenimientos y contactos internos, hagan la prueba estén atentos a sus sueños sobre todo cuando la realidad es tan dura como ésta. Es que lo peor que perdimos al dejar de ser niños fue la magia con la que revestíamos nuestro mundo infantil. Parte de ese mundo hay que retomarlo, ser héroes de nuestra propia existencia para proporcionarnos ratos de esparcimientos. Trucos para no enloquecer. Al fin y al cabo Hume sostenía que todo lo que imaginamos es lógicamente posible. Todo lo imaginable contiene la idea de su posible existencia. Así que no dejo de imaginar una vida en mi país sin delincuentes en el poder. Con ello sueño todos los días y en mi mundo mágico me digo que sucederá si lo imagino.

El mundo se va quedando sin imaginación apegado a lo que conviene, a lo útil; hagamos contrapeso soñando. Porque la batalla no solo debe ser externa, en nuestros espacios comunes, sino en nuestro mundo interno, no debemos dejar que se duerma la imaginación. Aunque estando ensimismados pasemos por idiotas, total ya Freud nos aconsejó “existen dos maneras de ser feliz en esta vida, una es hacerse el idiota y la otra serlo” Yo quisiera ser idiota todo el tiempo pero sé que no tengo el control total de mis impulsos, cada vez entiendo más del dolor y los abandonos en medio de la infaltable ignorancia.

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