24 de septiembre de 2019

Solo apariencias

Picasso


¿De dónde proviene esa sensación de irrealidad que nos embarga en este profundo drama? Cada suceso de la turbulenta vida pública que presenciamos nos hace exclamar ¡de qué se trata esto! ¡No lo puedo creer! ¡Qué está pasando! Para dejarnos sumergidos en oscuridades más profundas. Algunos más dados a buscar explicaciones pueden pasar días sumergidos en profundas cavilaciones. También los hay, para que negarlo, los que representan el “te lo dije” “yo lo sabía” “a mí nadie me engaña”. Pero con ello no queda respondida la interrogante principal de mis extrañamientos. ¿Por qué todo parece falso? Se recibe como un montaje mal puesto en escena de un guión que narra una intriga y algunos personajes que deberían estar al servicio de develar su misterio. El escenario nos presenta a personajes sin vida propia, sin una personalidad bien definida, sin sentimientos, sin historia y por lo tanto sin continuidad. Hay una intriga es cierto pero sin misterio.

La intriga consiste en la necesidad de develar y neutralizar los juegos de poder, encontrar los mecanismos para poder resolver una tragedia colectiva. Aparecen algunas figuras que en la medida que se acercan a la guarida de los ladrones parecieran desvanecerse y quedar solo un revestimiento externo de ropa y carne con su apariencia, nada de los rasgos iniciales pueden ser encontrados nuevamente. ¿Qué eran entonces? espectros, fantasmas, farsantes, impostores o simplemente personajes de un mundo líquido como lo describió Bauman. ¿Son los efectos de la posverdad tan en boga que nos hacen vivir en mundo de apariencias, en un como si? Todo tan superfluo, tan insípido y a la vez tan trágico que se pierde hasta la emoción del misterio. Es que no hay misterio, por ello el público de galería que por desgracia nos encontramos dentro de la obra, resolvemos este tedio mortal con el rápido y superficial “son todos unos vendidos”. Me comienza a parecer algo peor que eso, no es que sean unos vendidos es que, simplemente, no son.

Rodrigo Londoño Echeverri en una declaración reciente afirmó que “esa no son las FARC a las que yo ingresé. Las guerras van teniendo una dinámica que incluso se salen de las manos de sus protagonistas” palabras que muy bien podemos tomarlas para darle ciertos visos de realidad a nuestra locura. Esta guerra que libramos se salió de las manos de estos frágiles protagonistas y está por cuenta propia, sin ley ni lógica, destruyendo, saqueando, devorando. Se puede afirmar con Pérez Reverte que en estos tiempos no interesa la virtud en el sentido romano “es decir, de nobleza de espíritu y de actitud elegante ante la vida, de dignidad y de coraje personales” Estamos en una constante burla a la virtud. Inclinados a ridiculizar a las personas nobles, a maltratar al que no es mediocre. No somos los que decimos ser aparentamos lo que no es posible ser. Ningún político venezolano es Mandela, así que no juegue a una moralidad falsa y no se compare con un personaje de otro tiempo, otra cultura, otras circunstancias. A mí lo que me interesa es saber quién es Ud. y sus rasgos se me esconden, se diluyen, no me son posibles de aprehender. No los veo definidos.

Estamos pobremente dotados para comprender realmente la complejidad del mundo real, así que nos volcamos por la comprensión de una verdad subjetiva. Pero cuando nos encontramos un mundo subjetivo empobrecido, casi inexistente nos quedan pocos asideros para reclamar objetividad. Pero sigue la realidad golpeando y es aquí donde estamos sumergidos, en el hambre, la enfermedad, el desamparo mientras se explaya la falsedad y la tramposa representación. Las historias siempre provocan algo, despiertan emociones, la que vivimos solo invita a la rabia y se generaliza hacia todo actor político. Es imposible tratar de llamar a la calma desde posiciones sensatas. La burla de la que somos objeto no lo permite. La vida humana pierde todo significado, mientras se miente y se irrespeta todo simbolismo. Personajes simplones que parecen confeccionados de cartón piedra a cargo de nuestra liberación. No sé qué negocian, no puedo imaginarlo porque no sé quiénes son y qué ideas representan.

Desapareció la simbología y se apoderó del escenario público lo vulgar y lo ramplón. Una puesta en escena que no intriga, no esconde misterios, no hay nada que descifrar. Se aparenta, no se es.

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