27 de noviembre de 2018

El deseo no debe morir



Cuando éramos niños y nacía otro hermanito llegaba una enfermera a la casa para ayudar a mi mamá. Era una mujer fantástica que nos contaba cuentos en la hora del almuerzo. Había uno que tenía que repetir hasta el cansancio por petición del público y por supuesto el que se me quedó grabado. “En un país muy lejano existe una montaña de arroz donde viven unos duendecitos cuya misión es  satisfacer todos los deseos de los niños” Allí comenzaba la retahíla de deseos que albergábamos, a todos nos contestaba  “Ah, eso también”. Éramos felices y se nos abría el apetito, comíamos sin protestar, todo nos gustaba. Hasta que decía ya basta por hoy mañana continuamos y se paraba con una sonrisa a ver como estaban las cosas con mi mamá y su bebé. Al nuevo bebé no le prestábamos mucha atención, no sé si sería por celos o por costumbre, dado que era muy frecuente la aparición de un nuevo vástago en la familia. Tiempos maravillosos la de una infancia feliz.

Mi papá siempre presente, disfrutaba de su prole aunque a veces se quejaba. “No estaba preparado para tener tantos hijos” clamaba cuando nos poníamos rebeldes. Una vez soñó que Dios le decía “bueno escoge a los que quieres que yo me encargo de los demás”. Horrorizado y arrepentido contaba ese sueño repetidamente quizás para exorcizar lo que llamaba su infeliz expresión. Y nos decía “sepan que los quiero a todos felices”. Mi mamá si tenía bien asumido su papel de madre, encargada de poner orden en la tropa era implacable en sus normas que imponía sin distinciones. Una mirada de ella era suficiente para paralizarnos. Disfrutamos de una casa que marchaba con amor, protección y alegría. Fuimos privilegiados sin lugar a dudas. Precisamente por ese ambiente en el que no tenía lugar el desamparo nuestra imaginación de niños podía entretenerse en un mundo de fantasías ilimitado.  

Las fantasías y el mundo imaginario es una de las facultades esenciales que no deberíamos perder jamás. Si bien es mucho más libre en la infancia cuando adultos es un tesoro inagotable de creatividad, arte y entretenimiento. Estar anclados en una cruel realidad enloquece al más cuerdo de los hombres, aunque compitamos por ver quién es el más racional en un mundo fascinado con la ilusión científica. Eso que a veces denominamos locura, muy peculiar y única en cada quien, es lo que nos convierte en seres fascinantes. Recuerden la película de “Atrapados sin salida” ese Jack Nicholson interpretando a Randle McMurphy que fascinó a una audiencia por su lucha a no ser tratado despóticamente por un espíritu tirano. Un espíritu libre que luchó por apegarse a la vida y a sus placeres. Le costó la vida pero quedar reducido a ser objeto de perversos hubiese sido igual su muerte.

Diciembre, el último mes del año ha sido revestido con caracteres mágicos. Llega el niño Jesús que como los duendecitos satisface los deseos de los niños. Decoramos las casas con objetos fantásticos, pinos con  luces y adornos y a veces con nieve. Un San Nicolás de la cuadra que desde lejos viene con su “jojojo” característico y su saco de juguetes. Por últimos el fin de año, las fiestas ruidosas y una alegría desbordada por la fantasía que el año entrante será mejor que el que está por terminar. Hermosas expresiones de una celebración por la vida que no podemos reducir a una simple supervivencia sin matar algo esencial del encanto. Porque la vida puede ser encantadora o pude tomar matices de espanto. Cuando la realidad se torna cruel se van apagando las luces, las risas, las fantasías y las fiestas particulares intimas que cada quien alberga en su imaginario.

Si, queridos amigos, otro año más atascados en una tragedia y mermadas las fuerzas para hacer nuestras propias fiestas internas. No hay fiesta en Venezuela, el país se apagó. Un Diciembre más sin nuestros seres queridos, solo con la alegría de que ellos la estén pasando bien una vez asumido, que no superado, el duelo por su tierra y la familia. El año pasado me despedí con un “Perdón por la tristeza” Hoy me despido con un ánimo vacuo, vacío, ya no es tristeza es una pérdida de un mundo mágico. Hoy despido el año sabiendo que el entrante será peor. No me gusta vivir sin fantasías pero la realidad se nos hizo contundente y muy dura. Tomarse este Diciembre como otro mes cualquiera es lo que nos toca con sus nostalgias siempre más a flor de piel, es inevitable.

Sin embargo mis deseos no están disminuidos, sigo queriendo como cuando era niña todo lo que los duendecitos me puedan satisfacer. A ellos hoy les pido cosas distintas que en aquel entonces. Les deseo a mis hijos y nietos sigan felices y prosperando en los países donde hoy viven. Les pido porque mis hermanos ya desperdigados y aislados no nos olvidemos de que fuimos felices cuando niños y nos gustaba compartir nuestras alegrías particulares. Pido para mis amigos que nunca les falte esa celebración por la vida con el choque de unas copas y sobre todo les pido a esos magnánimos duendecitos que podamos rescatar a nuestro país en un futuro cercano.

Feliz Navidad y Año Nuevo. Nos volvemos a encontrar por Marinando Ideas en Enero.

1 comentario:

  1. Hermoso texto. Feliz navidad, querida Marina. Gracias por regalarnos tus bien elaborados trabajos semanales.

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