10 de enero de 2017

El desencanto y la rabia




Terminamos el año estrellados. Los discursos prometedores de la dirigencia política fueron arrojados a la papelera como papeles arrugados. Los conceptos interpretativos de nuestra realidad se disolvieron como pompas de jabón. Los acontecimientos y la realidad nos aplastaron como un edificio que se derrumba en un terremoto. El vacío propio del desencanto marcó el tono de las fiestas decembrinas, el país apagado como reflejo del humor de sus habitantes fue un humo negro y espeso que dificultó la respiración. La tristeza fue la única compañía que estuvo a tono con la desesperanza y el dolor de ver cómo nos perdemos en confusiones y malas decisiones. No todo se puede entender, ni todo se puede decir pero tampoco todo se puede perder. El golpe de realidad fue certero y mortal. Pero aquí estamos surgiendo de nuestras propias cenizas.

La rabia es la primera y más esperable reacción a nuestra desolación, es una forma de vérselas con el vacío pero debe ser vencida porque obnubila la sensatez y contagia la razón. Estamos en pleno duelo y nuestro estado de ánimo está distorsionado con pensamientos catastrófico que tiñen de un solo color nuestro mundo. Como todo duelo debe y tiene que ser tramitado y volver a encarar nuestro rumbo con valentía y determinación. Difícil tarea que nos toca realizar ahora que volvemos a nuestras obligaciones cotidianas y más cuando nada ayuda para recobrar nuestro buen carácter. Debemos regresar a ejercer el señorío sobre este aciago presente y dejar de ser solo seres reactivos, siempre los acontecimientos nos pueden ganar la partida. Al parecer nuestra dirigencia se montó en la ética del “todo es válido, nada es pecado” y se dieron el lujo destemplado de ignorar el heroico esfuerzo que realizamos los ciudadanos por lograr se tomara en cuenta nuestra decisión en las urnas electorales. Pues a ellos hay que decirles que lo hicieron mal, muy mal, y exigirles rectificación o cambio de mando. Pero nosotros y nuestra dignidad no están destrozados, comencemos a demostrarlos. Es nuestra mayor fortaleza como oportunamente lo recordó Ángel Oropeza.

El deseo de trascender nuestra desgracia y volver a construir a nuestro país desbastado no puede perder el empuje que clama por su realización, el encantamiento de sentirnos unidos y mayoría debe volver a impregnar con alegría el ánimo que sentimos a comienzos del año pasado, eso no lo hemos perdido más bien venimos ganando terreno. Golpes de realidad tan contundentes rompen un hechizo mágico y nos sumergen en un desencanto que clama por nuevos enfoques, nuevas tareas, distintas estrategias que toman su tiempo en formularse. Debemos estar dispuestos a dejarnos encantar con nuevas posibilidades y quizás nuevos estrategas, pero quedar rabiosos o desencantados solo nos conduce a una muerte antes de tiempo. El desencanto es la expresión de un mundo sin magia. El escepticismo de encerrarse en un desprecio hacia todo, nadie encanta, nada encanta. El reino de la desesperanza es el terreno fértil que buscan los malvados para darnos la estocada final. No lo vamos a permitir, no vamos a facilitarles la tarea exterminadora que se propusieron. Hay que dosificar la rabia y verterla en el verdadero objetivo, en defensa propia.

Veamos con mirada realista a los tiranos. Son ellos los que viven un mundo completamente hostil. Son quizás los seres más “realistas” envueltos en una locura paranoica, provocando lo malo, lo sórdido, perseguidos por enemigos que se pueden tornar muy peligrosos, con heridas que nunca se cierran. Provienen precisamente de un desencanto, se pelearon con el mundo y el resentimiento no les permitió volver a encontrar un lugar placentero en sus vidas, se destruyen solos sin que tengamos que hacer mayores esfuerzos para neutralizarlos. Sin el poder que en mala hora se les otorgó, sería más rápida su auto combustión y por lo tanto más visible. Pero igual y aunque no lo veamos se consumen en sus propias llamas. Es lo que no podemos permitir en nosotros, estemos atentos al peligro que representa que estos despreciables nos subsuman en un mismo y rígido conjunto. Nazis y comunistas con distintos objetivos y medios fueron los grandes estrategas para ganarse grandes poblaciones para sus fines mortíferos. Sembraron la desesperanza, el desencanto y la oscuridad en muchos corazones. No perdamos de vista que renunciar al deseo es entregarnos a una secta como la que se puede observar en el estupendo documental “Holy Hell” (Netfix) Seres que con su locura se dedican a matar a otros con el arma más letal, la psicológica.

No estamos muertos por eso reaccionamos, a veces exageradamente pero en nuestra expresiones hay justicia, hay reclamo, hay vida que se manifiesta en rechazar las posturas e indiferencias que no son tolerables. El dolor de ver destruir nuestras familias, nuestros logros, la libertad y la alegría son expresiones de personas que luchan por conseguir una existencia humana. Seamos lo que seamos unos más destacados que otros, nada justifica dejar de ser humanos y hacernos una costra, ajena al sufrimiento propio y de los otros. Para que no decaiga el entusiasmo subversivo tenemos que volver a inventarnos, afilar y ampliar nuevamente las acciones a emprender unidos, ahora será con el toque de realidad que nos dejaron experiencias pasadas. Quienes asuman las tareas de estrategas ya no se pueden esconder en un “Nombre del Padre” que en el  mundo al parecer se lo están comiendo las polillas (Miller) Cada quien se representa a sí mismo,  con la grandeza de la tarea que asuman por convencimiento y deseo propios, pasaran a escribir una historia con nombres y apellidos. Es el mundo que tumbó a muchos dioses.

Podemos, tenemos alma. Encaminemos este 2017 a construir esa sociedad que añoramos para recibir el próximo alzando nuestras copas de Champán. Feliz año a todos y continuamos.

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