16 de febrero de 2016

Madre de un asesino


El deseo femenino ha sido siempre uno de los temas escurridizos para los estudiosos del psicoanálisis. Freud se dio por vencido en este tema y manifestó no saber qué quiere una mujer. Lacan arrojó mayor claridad sobre el tema y especificó que la mujer no hace conjunto, cada una posee un goce particular al no quedar atada al significante fálico. Al saberse castrada posee una movilidad extrema en la persecución de lo que quiere y una mayor posibilidad de un actuar sin límites. Descubrir las maniobras inconscientes para conseguir lo deseado es uno de los retos más fascinantes en el trabajo clínico con una mujer. No ha sido fácil para el género conseguir las libertades sociales de las cuales ha sido restringida, pero también es cierto el reconocimiento de la fuerza femenina por conquistar el derecho a su identidad y a su propia determinación.

 Desde la antigüedad se relató la tragedia y heroicidad encarnada por la figura femenina; Antígona y Medea son dos ejemplos de los mitos que revelan los contenidos inconscientes que solo pueden hacerse conscientes en forma de relatos; mujeres que retaron la autoridad para conseguir lo que querían sin escatimar los medios y actos ilícitos en los que tuvieran que incurrir. Mujeres que no flejaron ante su deseo pero manifestando propósitos muy distintos; Antígona no se rinde ante un poder arbitrario que impedía enterrar a su hermano; Medea asesina a su hermano e hijos para destruir al hombre que la había abandonado. Nos ocuparemos de Medea arquetipo de una locura femenina que asesina para sus propios intereses egoístas.

Pablo Escobar uno de los asesinos más notorios de la historia reciente de Colombia y que retó a la autoridad colombiana por una larga década tuvo como madre a una mujer en la que podemos observar todos los rasgos típicos de cómo se gesta a un asesino. Una mujer de extracción humilde, maestra de escuela con una ambición desmedida pero con pocas ganas de lograr por sí misma su propio camino, escoge a uno de sus seis hijos como herramienta para hacerse un lugar en la historia. Pablo Emilio muestra desde pequeño un carácter hostil (tendencia sádica) y ella aúpa tal comportamiento invitándolo a retar cada vez más a las autoridades, el colegio, a su propio padre. Una mujer que ignora a su marido y no le permite ejercer sus funciones paternas, lleva a cabo su proyecto sin titubeos. Ella es la única que es capaz de regañar a su hijo, de jugar a una doble moral entre la religiosidad y la maldad sin caer en contradicciones. De despreciar y anular a todo el que intentara interponerse en la meta decidida. Se mete en la vida de su hijo de una forma uniabarcadora, logra aleccionar a la esposa, a los hijos y le abre el camino de la delincuencia asegurándose que en toda esa historia macabra ella es privilegiada. Una mujer inteligente, sagaz, extravagante, autoritaria pero al mismo tiempo “familiar y santa”.

La tragedia que en nuestro tiempo no se representa en los teatros, sirviendo de catarsis a deseos reprimidos, se lleva a cabo en las calles de forma obscena. Como manifiesta Fernando Ulloa, estamos en un tiempo en que los asesinatos y la violencia se despliega en sus múltiples formas: el hambre, la enfermedad sin posibilidades de la atención adecuada, el abandono absoluto de la población a la arbitrariedad de la maldad y una obscenidad como efecto de la mirada complaciente de hombres y mujeres capaces de condolerse solo cuando le rozan a uno de los suyos. Se establece la costumbre de matar, con un revestimiento negador, con tal de conseguir y disfrutar de los caminos deseados. Mujeres que usan a los hijos o a los hombres para quedar aseguradas en lugares sin ley. Autoras y testigos de proyectos siniestros, se les facilita la tarea anuladora de sus víctimas si pueden operar sobre ellas desde muy tierna edad. La crueldad de estas mujeres es vertida por sus víctimas a terceros en un intento siempre fallido por hacerse un lugar omnipotente, “yo soy el que manda” en otras palabras “yo soy la ley”. La madre mientras tanto hace guiños cómplices con una participación activa en el acto cruel. Goza de un hijo canalla que pretende tener toda la verdad consigo y que niega la existencia del otro ser. De esta forma el hijo puede hacer, sin miramientos, todo tipo de atrocidades y crueldades al quedar siendo objeto de un deseo perverso materno que condena al hijo a un tormentoso destino.

Christofer Bollas destaca (en una conferencia dictada en 2007) como pasos estructurales de la maldad: en primer lugar una seducción por la bondad, después el ofrecimiento de poderes y lugares de los cuales la víctima carece, produciéndose una total dependencia y por último la decepción puesto que el seductor engaña. Resultado de este perverso plan es la muerte psíquica del sujeto, el asesinato de su verdadero ser. Queda inevitablemente atado y sin posibilidades de emprender otros derroteros; entrampado en un destino que le fue elegido y precipitado a un fatal desenlace. De hecho Pablo Escobar terminó abatido por las fuerzas del orden colombiana en cooperación con la DEA. Su madre montó un altar en su casa  con figuras de Pablo e imágenes religiosas y dormía con sus camisas usadas para no perder “el olor de su hijo”. Más tarde se sospechó de su intervención en la captura del “el patrón del mal” por la facilidad como entraba y salía de los Estados Unidos cuando a sus hijos y esposa les estaba prohibido.


Colombia escribe su historia con la advertencia “quien no conoce su historia está condenado a repetirla”. No pasará mucho tiempo para comenzar a escribir la nuestra porque detrás de tanta perversidad hay muchas mujeres astutas revestidas de “caras angelicales”. Muchas madres de asesinos poderosos. Muchas mujeres perversas.

3 comentarios:

  1. Interesante. Me remitió a Eurípides y su época y a Claude Monet( La mujer en la Grecia Antigua). La leí con interés grato.

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  2. Disculpe,le cité a Claude Monet como autor de La Mujer en la Grecia Antigua; pero, no es. Como lo hice de memoria, pues la memoria me traicionó y puse al pobre Monet a escribir en vez de pintar. Pero Corrijo: Claude Mosse (profesora de historia en la Universidad París VIII) es la autora de La mujer en la Grecia clásica (Edit. Nerea 1983). Saludos, otra vez.

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    1. Muchísimas gracias por su comentario, es un tema que me interesa así que buscaré su referencia. Saludos cordiales

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