9 de junio de 2015

Tiempos de canallas

Tiempos de cambios y de poco arraigo, tiempos de movimientos y de constante búsqueda, tiempos de vida práctica y de intentos constantes de un nuevo comienzo. Cambios profundos para aquellos que esperaban vivir en su comunidad y desarrollar sus planes dentro de sus costumbres, valores y la familiaridad de lo conocido. Nada de lo pasado ya puede enseñarnos como construir un futuro, las herramientas no son las mismas, el comportamiento de las sociedades son totalmente distintas y dentro de la plasticidad vertiginosa e impredecible del comportamiento humano las limitantes de advertencias de los viejos sabios se convierten en abismos insalvables. El “te lo dije” pierde todo sentido porque generalmente ese “te dije” no dio en el blanco de los acontecimientos, sucedió todo lo contrario bajo la mirada perpleja del que pensaba que sus pronósticos no fallaban. Es que resulta que nuestro mundo, si “nuestro mundo” es un perfecto extraño como lo están revelando los pensadores de la época. “El mundo entero como lugar extraño” de Néstor García Cunclini y “Vida liquida” de Zygmunt Bauman y que invitan a cambiar las preguntas con las cuales interrogamos nuestro mundo.
El mundo cambió radicalmente y quedamos perplejos porque queremos seguir interpretándolo con los conceptos de un pasado cercano. Pareciera, nos dice Néstor García, que ya no nos interesa el desarrollo democrático, al parecer ya las utopías de una sociedad libre quedaron para distraernos en la utilización de preconceptos que solo identifica algunos rasgos de nuestras sociedades, pero que deja por fuera la comprensión de las características del hombre en nuestro días. Este nuevo ser humano comienza cada día con nuevos horizontes y tira al cesto de la basura lo construido el día anterior. El hombre que no hace historia porque no está interesado en conservar nada, ni su casa, ni su familia, ni mucho menos una tradición. El nuevo hombre que ha perdido el lenguaje de la interculturalidad, a quien no le interesan los relatos que nos cohesionan ya que han callado a los abuelos por la tristeza que causa el no ser oídos. El hombre que ya no tiene patria, que como aconsejó Bill Gates para el éxito empresarial, debe estar dispuesto a “destruir lo que él mismo ha construido” tener “tolerancia a la fragmentación” y solo estar disponible para “articularse en una red de posibilidades”. La persecución del éxito medido en cuentas bancarias y muy lejos de aquel valor ético de la responsabilidad.
Así que no es raro que para aquellos que se prepararon para disfrutar de lo construido se vean invadidos por una sensación de extrañeza, ya nada nos resulta seguro y estable porque si no estamos dispuestos a destruir ya aparecerán otros que lo hagan por nosotros. La máquina destructora de papeles se puede erigir en la efigie de la época que intenta ocultar huellas, que logra destruir caminos, que se pasa la vida desatando los nudos del arraigo. Da lo mismo vivir en la patria donde naciste o emigrar a otros lugares, de igual forma estés donde estés lo importante es conectarte por internet, comunicarte con desconocidos y luchar por una sobrevivencia anónima y eso es posible hacerlo desde cualquier lugar. En esta comunicación, que tiene su encanto pero no compromiso, es donde la democracia es más vulnerable. No hay responsabilidad porque la mayoría se esconde detrás de un seudónimo, insulta, maltrata, descalifica y apaga la máquina.
Camus decía que la patria es la “justicia” pero vemos muy de cerca la poca importancia que tiene, en el mundo real, la distinción entre el bien y el mal. Terroristas tratados como interlocutores, narcotraficantes ocupando puestos de poder en las naciones, bandidos protegidos por la red bancaria internacional, las organizaciones de deportes y entretenimiento dirigidos por trúhanes, los violentos dueños de las áreas públicas y la gente honesta recluidas en cárceles, vejados y maltratados. ¿Tenemos, entonces, patria? No, definitivamente no la tenemos, si entendemos como patria ese lugar conocido, amable, acogedor que una vez tuvimos y que hoy perdimos. Es este, sin duda, un mundo extraño y para muchos hostil, un tiempo que podríamos muy bien calificar como “tiempo canalla”. De acumulación de poder, de riqueza, de armamentos sofisticados para la destrucción de la vida, de las alianzas prácticas por intereses privados entre los países. Nos rodea la muerte y la destrucción y asi seguimos para adelante con la cada vez más firme convicción que se trata de un “sálvese quien pueda”.
Son las mafias las que se adueñaron del mundo, no hay rincón por las que no asomen y según nos comenta Néstor García en su libro es la “informalidad” la que permitió este resultado, que hoy tiene la mayor expresión en nuestro país con la proliferación de los “bachaqueros” sector que no tiene la más mínima noción de responsabilidad con el país que los formó, pero que han constituido una forma muy rentable de ganar dinero. Así no los expresa García Canclini “Uno de los desencadenantes de la violencia tan agresiva que hay en el capitalismo contemporáneo, no sólo en México, es la informalidad, la informalidad comenzó a ser reconocida hace muchas décadas en los estudios laborales como la fuerza de trabajo no regulada, que no disponía de salarios fijos, contratos durables y obligaba a vivir en la inestabilidad, pero esos sectores eran minoría, con los años han crecido, como vemos en México y casi toda Latinoamérica, la mayor parte de la población trabaja en la informalidad”.
La tarea por emprender es enorme y no solamente en nuestro país, en el mundo entero. Si queremos recuperar valores de responsabilidad, justicia, arraigo y convivencia debemos comenzar a voltear nuestra mirada seriamente hacia la educación y los afectos. Que vuelva a circular con orgullo y posibilidad esa expresión ya casi desaparecida por las circunstancias crueles que vivimos, “la responsabilidad por la sociedad a la que se pertenece”. Tiempo de canallas que solo podremos combatir con una firme decisión por defender lo nuestro.

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