24 de marzo de 2015

La contradicción

 
La ética en el mundo actual se debate ante una seria amenaza, la cual consiste en sentir muy lejanos los deberes y derechos; no se sienten las responsabilidades como el ingrediente esencial de la condición de ser humanos. Antes todo estaba más cercano, así se encontraban los otros con los que nos unían lazos de empatía, los conocías, los necesitabas y los extrañabas. Ahora no, la globalización, la interdependencia de los países y la tecnología nos han obligado a pertenecer a un mundo amplio y sin fronteras al que aún no sentimos como propio. Se pierde, de este modo, un sentido de pertenencia y con ello el sentido de responsabilidad. Se nos presenta entonces una seria contradicción, seguimos atentos, si acaso, por los actos que afectan a los seres del entorno, pero no consideramos los actos que afectan a una globalidad amplia porque no tenemos conciencia de ellos, no los consideramos. Resulta que al no ser ya unas islas perdidas en mares tranquilos, sino por el contrario, al ser y pertenecer a un todo engranado, la mayoría de nuestros actos, como personas o como países, están afectando al mundo y su difícil batalla por una convivencia armoniosa. La contradicción se agudiza cuando los discursos se dirigen a la ilusión de soberanía radical; “no se metan con lo que pasa en mi casa, no es su asunto”, engañosamente predicamos henchidos de una prepotencia preocupante. Esa noción de entender que cuando se maltrata a una persona, más si es un niño, es también asunto de todos. Cuando se maltrata a los animales o se atenta contra un ambiente sano, es asunto de todos. Cuando un país se encuentra secuestrado por una banda de malhechores y los ciudadanos padecen las consecuencias de los malandros, es un asunto de todos. Un Estado forajido y creencias fundadas en dioses asesinos es asunto de todos. Aunque estos actos ocurran a kilómetros de distancia y los conozca al instante, aunque el tiempo y el espacio ya no tengan las dimensiones de antes, todo lo que nos pasa en el mundo actual, sea favorable o no para una vida buena, es asunto de todos.
La imagen es una ética artesanal, casera en un mudo que alcanzó niveles de alta complejidad. Un mundo en donde las Naciones se interrelacionan en todos sus asuntos y en los que se establecen vínculos de necesidad, surgen voces que suenan como traídas por máquinas del tiempo y que resuenan en el ambiente como antepasados remotos hablando de un mundo que se extinguió. “Esto lo resolvemos nosotros” y dan la impresión de no saber qué es lo que se tiene que resolver, ni cómo, ni siquiera quienes somos nosotros porque la mentalidad que dirige esas palabras a los habitantes de un territorio no pertenece a este mundo. Es que las personas que habitan en cualquier lugar de este planeta, por sus vidas prácticas, saben que ni siquiera para alimentarse son autónomos, también saben que si quieren vivir con el confort que los adelantos científicos ofrecen, tienen que absorber los conocimientos y técnicas que otros países producen. Todos sabemos que si nos queremos salvar de vivir pisoteados por bárbaros que dejan a los países indefensos, otros países que son también afectados por la misma barbarie, pero que no están secuestrados, tienen que salir a  poner orden en una amenaza que es real y que se extiende como enfermedades malignas para la cultura. De qué sirve que vivamos preocupados por ser responsables en cuanto enseñar a nuestros hijos pequeños a devolver las cosas que no les pertenecen si no estamos preocupados por vivir en un mundo donde se opera a base de engaños y robos. De qué sirve que seamos responsables por alimentar y vestir a nuestros hijos y no nos importe para nada botar toneladas de basura y destruir el mundo donde deben crecer y vivir con salubridad. Pero eso sí, somos prestos para salir oriundos a vociferar en favor de una autonomía y un patrioterismo sacado de las malas telenovelas de amores fracasados. Nuestro mundo se tornó en un mundo de valores trastocados, ya solo somos una y simple contradicción.  
Un ser humano prepotente hasta los extremos que raya en lo ridículo, ubicado en un mundo que ha encaminado su desastre en erigir normas controladoras, no se llama a la conciencia se llama a la obediencia, y por supuesto nuestro rebelde sin causa se esfuerza en evadirlas. Brabucones que no se dan cuenta como han perdido su individualidad y su autonomía porque no está en su mapa de preocupaciones la responsabilidad de sus actos. La simple y llana contradicción de creerse dueño de sus peroles sin contemplar que esos peroles le pueden ser extraídos por un brabucón con mayor poder. Pero eso sí que no llegue nadie que pretenda hacer justicia porque nuestro brabucón saldrá a reclamar una autonomía que no tiene ni tendrá en un mundo de interrelaciones irreversible. Ya los mandatarios solo están para facilitar la colaboración entre los pueblos, su papel se ha reducido mucho en comparación a lo que fue el mundo de nuestros antepasados, solo quedan estas voces extraídas del más allá que se oyen como truenos en sociedades que demuestran un atraso cultural patético. Oírlos provoca carcajadas y salidas de humor muy finas, como humorísticamente Sonia Chocrón twitteó: “Estimado Mister Obama con mis choros no te metas”.  Salidas, sin duda muy ingeniosas propias de los seres morales que hacen evidente nuestras contradicciones y que nos sacan una sonrisa comprensiva pero al mismo tiempo recuerdan lo dramático del atraso cultural.  Nuestro brabucón transita en un nihilismo absoluto y ha convertido su prepotencia en un vacío existencial, vacío que no contacta pero que se manifiesta en cada una de sus bravuconadas huecas y sin resonancias. Ahora lo que no es admisible es que cuando la ignorancia del deber ético tiene como consecuencia la destrucción de las esperanzas y las ilusiones de otros, estos actores salgan con sus típicas coartadas del “no sabía”  o a pedir unas “disculpas” porque de lo que no se pueden escapar, una vez que actúan contra la moral, es de su responsabilidad y por ello deben pagar. De la ignorancia también hay que hacerse responsable. Contradictorio un mundo que ha alcanzado niveles de desarrollo técnicos y científicos asombrosos y que ha retrocedido en la madurez emocional que implica todo accionar ético. La ética es un logro pero un logro emocional que no da dividendos monetarios y aparentemente no tiene utilidad es por ello que un mundo práctico la ha descuidado tanto.
La honestidad con la vida es lo que nos hace coherente pero como dice Mafalda “no lo esperes de gente barata”

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