12 de febrero de 2025

La ley soy yo

 

Hieronymus Bosch


El Estado soy yo (traducción de la expresión francesa L'État, c'est moi) es una frase apócrifa que Luis XIV de Francia habría pronunciado el 13 de abril de 1655 ... Una forma de concebir la autoridad y la acción de mando. Nada está por encima de un monarca, no tiene ley que lo controle. Un “Yo ordené” basta para que se ejecute dicha orden. Desde 1655 hasta nuestros días mucho se ha logrado en el intento de alcanzar sociedades basadas en el respeto a los derechos que cada ciudadano posee y en la legitimidad de la autoridad. La autoridad encuentra su fundamento en la legitimidad, en el ejercicio de un poder sin violencia. Un mundo sin ley nos conduce irremediablemente a la destrucción. Sin embargo, vemos como nos encaminamos a desconocer todo límite, a la disolución progresiva de todos los roles tradicionales de una autoridad regida por leyes y controlada por instituciones.

Igual que a un niño pequeño al que no se le ponga límites termina por enloquecer sin saber qué hacer, de esa misma forma está mostrando la humanidad su locura. Una humanidad angustiada, desamparada, exhibe el vacío inmenso por una falla fundamental en la legitimidad de las ideas. Falla el símbolo, nos fallan los significantes, nos quedamos sin imágenes y sin palabras y corremos desesperados a buscar en lo real a ese personaje que se cree todopoderoso y pueda encarnar el poder sin falla. Ese personaje que ejerza su función sin reconocer que es un impostor, que de forma delirante crea que él es el poder, que él es el estado, que ejerza cualquier dominio sobre otros e imponga su ley. A cuantos presidentes estamos viendo alterando las democracias, alterando el orden dentro y fuera de sus fronteras.

La autoridad no es más que un andamiaje simbólico, Lacan lo llamó un semblante, con distintos pesos específicos. Desde el padre de familia hasta esa figura religiosa creadora de todo que es Dios. Todos en nuestro imaginario ocupan un lugar para normatizar una inconsistencia estructural. No es válido andar cambiándole su función, donde hay un dirigente político, un presidente, o cualquier autoridad civil no es Dios quien está disponiendo. De igual forma en los asuntos de Dios no rigen las autoridades terrenas. Andar mezclando sin saber de responsabilidades propias es andar perdido. Un presidente que se crea Dios es un psicótico sobre actuado. Un presidente que se crea el estado o la ley es un impostor de una función divina. Solo puede ser una autoridad porque le fue otorgada por los ciudadanos por un período limitado de tiempo. No es el padre, es un padre.

Un país sin constitución no es un país, solo somos un conglomerado de personas con un régimen que no responde a los principios, valores y garantías democráticas, como han venido señalando nuestros juristas desde hace 23 años. Así que tuvimos el escándalo de oír en 2002 a un presidente que dijo públicamente “El estado soy yo. La Ley soy yo” cosa que no se le ha oído decir a ningún otro jefe de estado, aunque actúen como tales. Sin embargo, en 2024 la sociedad civil desconcertada y cada vez más desmantelada pudo expresar en las urnas su rechazo a estos usurpadores que no quieren obedecer porque siendo la ley no tienen a quien o a qué obedecer. Ahora estamos en este dilema, esas “autoridades” sin ser reconocidas no deberían estar mandando, pero están mandando a la fuerza ¿qué nos toca? la desobediencia civil contemplada en la constitución o el desafío nuevamente por la vía electoral con las mismas autoridades y sin testigos ni organización. Es decir, en peores condiciones. Estamos todos maniatados, bajo condiciones impuestas y sin derechos.

Seguimos llamando a no dejar de escribir nuestro relato. Es necesario sentarse a pensar en otras alternativas y consultarlas no imponerlas ni seguir repitiendo los capítulos sabidos y pasados. Si seguimos en lo mismo obtendremos los mismos resultados. Se llama a tácticas diversas y creativas que hasta ahora son nuestro gran vacío.

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