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Albert Gyorgy |
Son los actos los que le dan significado a un nombre. Si los actos son delictivos, entonces ese nombre que se carga desde el nacimiento es sustituido por la colectividad por “delincuente” “asesino” o “despreciable”. Si sus actos están dirigidos a señalar a la colectividad el camino estratégico a seguir para alcanzar un objetivo entonces ese nombre será acompañado por el de “líder”. Pero todo fluye, incluso el nombre debe fluir. Si ese delincuente paga una condena y cambian radicalmente sus acciones dejará de ser “delincuente” y pasará a ser lo que su oficio o actos indiquen. Si un “líder” cesó de señalar estrategias para lograr un objetivo, porque no puede o no sabe, dejará entonces de ser “líder”. Lo que es temible es quedar petrificado en una rigidez y comenzar a desentonar porque los momentos no se paralizan siguen fluyendo.
Estos seres que se aferran a su lugar porque se confunden con su identidad, se creen que son lo que en un momento representan y quedan ofendidos cuando los demás comienzan a alejarse, hacen mucho ruido. Confunden, emiten juicios, desprestigian a los otros que les servían de aliados. Pasan a ser “impostores” y entorpecen nuevas acciones que el momento requiere. Entorpecen a otros posibles liderazgos y comienzan a causar lástima. En seguida aparecen las voces que señalan lo malagradecidos que somos y las peleas estériles entre nosotros. Estas peleas que terminan sin ninguna significación y no conducen a nada retrasan también nuestro tiempo y entorpecen el razonamiento. Esta constante repetición de nuestros actos se debe a que se está usurpando lugares para lo que no se está preparado y, como es de esperar, se realizan actos mal ejecutados. Nombres que después serán recordados por el vacío que dejaron.
Es triste observar como hemos perdido identidad en todos los órdenes y ya ni aparece esa firmeza y seguridad en nuestros personajes públicos. Observamos seres que parecieran estar tanteando constantemente. Seres que no saben, seres que no son. Se ha perdido incluso ese nombre que tuvo nuestro país y que llenamos de significaciones con nuestros actos. Proust lo describe de manera muy poética “los nombres tienen en sí mismo una forma, un relieve, una luz” se puede carecer de estos atributos y ser solo un gris, una oscuridad en el paisaje. Tenemos que lograr la pincelada que recubra este error de nuestro texto. Hacer que el nombre de Venezuela sea nuevamente asociado a la amabilidad, al bienestar de un lugar grato, es también nuestro nombre que ha sido mancillado, usurpado, secuestrado.
Solo nuestros actos volverán a darle brillo al orgullo de ser venezolanos y en ello debemos ser cuidadosos, decididos, firmes, cautos. Venezuela nos representa, pero cada uno de nosotros le confiere la significación que deseamos. No nos fatigamos porque estamos en el rescate de nuestro ser y de la relación con los otros, en el rescate de nuestro nombre, dejar de ser esa mancha en la que nos convirtieron y que horroriza a los otros. Nos tratan como objetos y por ello violentaron nuestro nombre, quisieron hacer de nosotros lo que no somos. Como actúan sin relato se olvidaron que hace mucho tiempo nos dimos un nombre y a ello no hemos renunciado. Quizás esta parte terrible de nuestra historia nos haga reflexionar sobre la importancia de tener un nombre y defender con mayor sabiduría el honor de sus significados. Quedarán como huellas borradas de nuestra historia.
Estamos en la difícil búsqueda de un nuevo nombre propio que nos devuelva la autenticidad y nos sitúe en la legalidad que nos confiere cada una de nuestras firmas y la voluntad de nuestros actos. Que nos retorne la importancia de tener un nombre.