13 de octubre de 2020

Perdidos


Jhon Atkinson Grimshaw

 

Comprender no significa justificar lo injustificable, dar razón a lo que nunca puede tener razón, comprender es examinar y soportar conscientemente la carga que nuestro siglo ha colocado sobre nosotros.

Hannah Arendt

 

El sentir nuestro tiempo detenido necesariamente nos impulsa a voltear a revisar la historia para tener un poco de claridad sobre experiencias pasadas y cómo será posible reactivar nuevamente un país cuyo imaginario se pobló de pesares e impotencia. No es un caso aislado, la historia posee innumerables ejemplos de descomposición extrema, revueltas sanguinarias, detención bajo autoritarismos y por último organización y reconstrucción de sociedades más ajustadas al tiempo que les toca vivir. Tuvimos largo tiempo disfrutando de libertades y gobernados por demócratas con ideas liberales portadores de ideales igualitarios y justicia social. Eso unido a una bonanza petrolera que permitió la reconstrucción de ciudades modernas dotadas de centros de salud y educativas. Se mejoró notablemente las vías de comunicación y los servicios. Venezuela comenzó a modernizarse de forma acelerada y sorprendente, sus habitantes tuvimos una vida apacible y llena de oportunidades.

Pero ese mismo bienestar nos condujo a la destrucción de todo el largo y entusiasta crecimiento hacia el progreso. Camino que emprendimos irresponsablemente creyendo que no había nada que cuidar y alimentar. Que era natural poder vivir con tanta holgura y placeres. Se descuidó la calidad de la educación y se comenzaron a implementar normativas demagógicas para holgazanes como fue la promoción automática en los colegios. Tuve la oportunidad de presenciar niños en sexto grado que no sabían leer y escribir con fuertes problemas de aprendizaje. Otro programa en el que participé como extensión universitaria fue persiguiendo maridos para que sus mujeres abandonadas pudieran ser ligadas después de haber parido descontroladamente. Había, por lo tanto, graves injusticias sociales que fueron desatendidas por una clase media pujante e indiferente. Se gestó el resentimiento, la rabia y la sed de venganza que aún persiste y va en aumento. Antes por encontrarse una parte importante de la población marginada de un bienestar inaccesible y ahora porque nos arrebataron nuestro país que quedó solo para la “nomenclatura”.

Después que permitimos que nos dieran vuelta como un guante andamos ciegos, dando traspiés y perdidos. No se forma opinión, no se invita al análisis y a la reflexión, no hay guía respetada por sus convicciones éticas. Se recogen opiniones de autores escondidos en Redes Sociales bajo seudónimos, chismes, una prensa sesgada y palangrista, legiones de “informados” denunciando y difamando sin ningún pudor ni sanción. Para donde uno voltee hay signos de descomposición que llega a niveles grotescos. Las mujeres de los líderes se prestan a representaciones histriónicas sin ninguna elegancia ni cuidado por su imagen pública. Nos hieren a los que aun conservamos el recuerdo de esas damas que fueron las esposas de los presidentes demócratas. Hoy todo es vulgar y feo. Pertenecemos a la cultura de la corrupción.

Mientras el mundo moderno democrático se prepara para afrontar un porvenir con mejores herramientas e instrumentos de orientación, con las brújulas insustituibles de la cultura, la política y la ética, nosotros nos encontramos en franco retroceso y perdidos.  Es por ello que los Centros de Educación, Universidades y Academias debimos defenderlos como parte de nuestra propia familia. Sin estos pilares formadores de criterios por el saber estaremos irremediablemente perdidos y tendremos un porvenir nada halagador donde honrar la vida. Comprendemos tanto desacierto y descomposición pero no justificamos no contar con una clase política formada para irnos abriendo caminos. Fuerte carga colocó este siglo sobre nuestros hombros pero dejarnos aplastar es darnos por vencidos.

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