5 de noviembre de 2019

Cansancio

Gzegorz Stec


¿Qué le pasa a una familia cuando el padre y la madre son locos? ¿Cuándo los mensajes que los hijos les envían a través del lenguaje o emociones no son debidamente atendidos o son distorsionados? ¿Cuándo todos los miembros de la familia quedan impactados por conductas inadecuadas, inesperadas? ¿Cuándo es imposible solventar conflictos por vías del entendimiento porque la sensatez y los criterios se evanecieron? ¿Cuándo predomina la rabia, el grito, la venganza, el golpe fácil, las jugadas tramposas y las zancadillas? Diríamos rapidito y sin ser expertos eso es una casa de locos. Podemos imaginarnos además el aspecto que iría adquiriendo ese hogar, sucio, desordenado, inhóspito, peligroso. Si no se toman medidas sanitarias de toda índole lo más probable es que todos sus miembros terminen locos o enfermos. De una situación así hay que huir si uno quiere vivir y no morir en el intento.

Venezuela está para que nos manden una comisión de alta limpieza de algún organismo internacional. La Fuller podría ser con sus fumigadores bien equipados para no contagiarse apenas desembarquen en las costas. No necesitamos marines, necesitamos brigadas de limpieza que extermine las plagas, la suciedad y combatan las alimañas. También necesitamos una comisión de la Organización Mundial de la Salud que mande los mejores psiquiatras del mundo, bien equipados con chaquetas de fuerza de todos los tamaños, y cargamentos de psicotrópicos porque tenemos al loco parejo suelto y son peligrosos. Se pueden escuchar desde lejos como vociferan sus delirios sin importarles si son escuchados o no, pero es difícil no enterarse de las locuras porque se apoderaron de las cámaras televisivas y de los micrófonos de la radio. También se escuchan por las Redes Sociales.

Me he enterado de un exponente “tipo”, es decir de esos que pueden ser tomados como modelo del fenómeno que esbozamos, deseando Feliz Navidad, cantando gaitas y sentado en las piernas de un San Nicolás repartiendo cajas CLAP. El San Nicolás no se ve porque el “tipo” es muy grande y gordo y la idea es que solo se llenen las pantallas con unos bigotes más dignos de carnaval que de Navidad, pero en fin estamos hablando del mundo de la locura. Podemos observar del otro lado del rin a otro “tipo” flaco él, con cara de yo no fui él, perteneciente a una institución elegida cuando algo de coherencia quedaba en el país y que ahora lo llaman el “encargado” no sé de qué, gritar que no vamos a las “urnas” bajo ninguna circunstancia. No votar es un punto de honor cuando se lucha por recuperar una democracia, pareciera ser el centro del delirio. Un súper agente “contra el voto en ninguna circunstancia” se erigió entre nosotros en vísperas de Navidad.

El resto de los miembros de esta familia disfuncional estamos encerrados en nuestros cuartos observando perplejos que la locura, cuando se desata, no tiene límites. No veo otra forma esa puerta debe derribarla Sanidad y entrar a poner orden. Demando a los organismos competentes que vayan organizando sus brigadas adecuadas porque el mundo puede sufrir una pandemia para la que no contamos aun con antibióticos adecuados. Aquí señores no nos queda sino estar muy atentos de nuevas locuras para poderlas relatar. Porque, en realidad, nuestra tragedia es considerada solo por los que aún conservan algo de lucidez y sensibilidad, muchos es verdad pero acorralados. Cada día amanece nuestra casa más sucia y sus habitantes más locos en una pendiente por la que nos zumbaron en picada y sin frenos. Nos estrellaremos, no suelen suceder los milagros con frecuencia.

Mientras tanto nos va invadiendo el cansancio, los temores y las fatigas por tanto esfuerzo y palabras invertidas en procurar rescatar nuestro país de su desintegración. Pareciera no ser posible ya la intervención ciudadana en las calles ni la persuasión por la palabra. Solo afirmo pareciera porque siempre me gusta dejar posibilidades abiertas, la vida a veces sorprende. Tanto locos insensatos cansan.

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