13 de febrero de 2018

Una respuesta desconcertante




La mayoría de los habitantes de esta tierra tenemos un deseo común: queremos vivir. Tan simple y complicado como eso. Porque, no es necesario redundar sobre lo tanta veces denunciado, esta barbarie no permite vivir una vida propiamente humana. Todos encerrados y amenazados con las libertades conculcadas. Todos desconocidos y abandonados en cada tragedia individual y particular. Nos une el dolor, nos une un deseo colectivo. Pero el deseo humano no es simple, el deseo humano no se dirige a los objetos, se dirige a otros seres humanos y su demanda es por reconocimiento. El deseo tiene historia y proviene de las necesidades pero no se estanca en pedir lo necesario, en pedir objetos, sino que es ávido de símbolos, de significados, de lugares. Una conciencia evolucionada no es servil y dependiente, se transforma en una verdad autónoma. Las demandas se dirigen a un Otro, que debe ostentar un lugar privilegiados de significaciones. Otro, un gran Otro, a quienes le atribuimos poder y de quien queremos su deseo.

¿Qué nos está pasando? Que no contamos con un Otro en quien confiar. Las personas que ocuparon un lugar estratégico para abrir caminos, erraron. Las intervenciones fueron inapropiadas, provocaron todo tipo de actuaciones y no fueron capaces de recogerlas e interpretarlas. Dejaron a la confianza caer, dejaron de escuchar, dejaron de entender y perdieron su lugar. Guardaron un silencio estrepitoso, aturdieron con el desprecio, se hundieron en sus propios fantasmas de imposibilidades. Pero el deseo humano no se detiene y sigue ávidamente buscando significados, busca y se da respuestas, a lo mejor equivocadas, pero necesarias para mitigar la angustia que ya desborda. La población, en su mayoría, dejó de creer en sus líderes y sus demandas dejaron de dirigirse a ese Otro que se mató solito no fue necesario un parricidio, en nuestro caso fue un suicidio. Quedó un vacío simbólico y poco escenario para un despliegue imaginario. Se impuso un Real obsceno, un monstruo que nos devora.

Y en este vacío  se nos llama a unas elecciones. Momento para la toma de decisiones a las que tramposamente somos empujados, contra todo razonamiento más o menos aceptable, el estallido de la lógica en su máxima expresión, actos fallidos que no cesan porque la carrera es para adelante, a puerta cerradas. Sin darse cuenta, sin asumir que ya perdieron su lugar y que su llamado no será atendido. Pero no hay metafísica, no hay un Otro del Otro, no hay garante. Caminamos sin orden simbólico, sin la dimensión propiamente humana. Es por ello que comienzan a hacerse llamados a seres con prestigio que ocupan otros lugares, a representantes morales y a la comunidad internacional. Se recurre a nuevos símbolos que dan más la sensación de ser oníricos, de no obedecer a una realidad. Pero como todos los sueños están revelando a donde se está dirigiendo el llamado de reconocimiento. Un deseo que se revela con la mediación de la palabra.

Si queremos entender hay que oír más allá de los enunciados, hay que prestar atención a la enunciación, hay que agudizar la escucha y no despachar los gritos desesperados que emitimos con simples e irresponsables calificaciones. Sí, es verdad que somos un tanto ligeros en los juicios que como individuos hacemos; pero la mayor responsabilidad recae sobre el que se colocó en un lugar privilegiado para la guía de acción y que debió cuidar con celo, elegancia y táctica su prestigio. No lo hicieron, prefirieron permanecer en un closet resguardando sus deseos de poder, abrazados a sus significantes fálicos. Pues bien, estamos viendo los resultados. Solo conoceremos la libertad dándonos la autorización de sacar nuestros deseos de las camisas de fuerzas, desplegando un abanico de posibilidades, quitándonos de encima las trampas de obediencia a lo irracional y adoptando patrones de conductas que dejen de dañarnos. Allí está lo difícil.

Eso no lo vamos a lograr descalificando, denunciando, que no son sino expresiones de seguir enganchados demandando a quien no puede dar porque no tiene lo que se le pide. Llegó la hora de salir de patrones de comportamiento ritualizados, repetitivos porque hay novedades. Aquí está, me parece, el escollo en el que nos estancamos. Requiere, el momento, actos creativos, inéditos y atrevidos. Dejar de estar respondiendo a las demandas del adversario que es, precisamente, donde se estancó la MUD y la causa de la pérdida de credibilidad. Comenzar a tener una voz, una propia. Oír a la población que está hablando y actuar en consecuencia y con inteligencia. El debate interesante no es  ir o no  a elecciones convocadas de forma ilegal, total es lo mismo, los resultados ya son irreversibles. Debemos hacer una jugada inesperada, de las que revierten situaciones y pone al otro a defenderse. Hasta ahora hemos andado pidiendo perdón y castigados. Instalados en una posición de imposibilidad, propio de los obsesivos. Destapemos nuestro lado femenino y golpeemos por donde no lo esperan. ¿Será una mujer la que deba dirigir los nuevos pasos?, no es mala la idea, pero no una mujer identificada a lo masculino.

Una mujer no por su biología sino por la libertad de posibilidades, por esa característica de salirse de lo correctamente establecido. Un mujer que despliegue un abanico de significaciones que sea capaz de despertar a la población de este letargo fatigoso y aburrido. Una postura femenina capaz de imprimir un toque de locura e implosionar esa roca que está obturando toda salida. Que provoque esa pregunta que aún está sin responder, qué coloque a ese otro, que se muestra invencible, a vacilar y retroceder. Debemos encontrar una respuesta desconcertante, una jugada fuera de las reglas establecidas. Respuestas así surgen en momentos límites y en ese punto ya estamos.

2 comentarios:

  1. Tremendo trabajo, Marina. Me gustó de principio a fin. Jugar como los buenos ajedrecistas, anticipando los movimientos del contrario y que la agenda esté de nuestro lado. Ingenio, creatividad, factor sorpresa. Los deseos están presentes, pero la imaginación ha mermado.

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    1. Gracias querido amigo. No dejo de esperar jugadas magistrales. Un abrazo

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