23 de mayo de 2017

Un solo acto responsable




Hay una preocupación en el país por las reacciones que podamos tener ante tanto acto cruel; el ser humano en momentos límites puede devenir en bestia. Preocupa que comencemos a comportarnos como lo que adversamos y así pasemos a ser como ellos. El odio que han desatado en la población puede conducir a acciones desbordadas de venganza y retaliación lo que retardaría más nuestra entrada en  un mundo organizado y justo. En realidad estas acciones son contadas y pocas para el daño que esta “secta” (Humberto García Larralde) apoderada del país ha causado. Lo que mayoritariamente se ha mostrado es determinación, valentía y sensatez más allá de lo esperable. Asombra las conductas adecuadas, más que los pocos signos de barbarie de parte de la población demócrata de este país. Pero no está de más recordar que la admiración mundial se ha ganado gracias a que no abandonamos el apego a la constitución. Asombra tanto respeto por las bases indispensables para volver a restituir la democracia, para volver a conformar nuestro mundo habitable. No estamos adversando un gobierno cualquiera, estamos adversando a un grupo de delincuentes que se han mostrado sin ningún signo de piedad.

La carencia de piedad es por excelencia el componente principal del sadismo. Hemos estado secuestrados por sádicos que han querido ejercer un control militar sobre nuestros cuerpos, gozando inhumanamente con la muerte y el dolor. Sade quizás fue uno de los mejores exponentes modernos de la tendencia hacia el control en todos los órdenes que se observa en nuestra era. La normatización de la vida y de la muerte a través de rígidos protocolos del accionar humano se desborda en un deseo de posesión de todo vínculo social que también comporta la virtualidad criminal (Bernard Sichère). No somos libres, estamos secuestrados, por lo tanto las opciones para actuar con responsabilidad y respeto también están limitadas. Solo tenemos una opción, no hay otra, imperativo es derrocar a la camarilla criminal. Sin embargo es admirable y asombroso que en la mayoría de los ciudadanos se aprecie tan digna y sobria determinación, con un accionar apegado a las leyes y a la observación de la conducción en la lucha. Ha habido excesos pero muy limitados al tener en cuenta la magnitud de la tragedia por la que atravesamos.

Hemos observado, en toda su gama perversa, el ultraje a la inocencia. No hay piedad por nadie ni por nada. Se ultraja al niño, al anciano, al estudiante o al profesor, al obrero, al campesino y a los indígenas. Se irrespeta el recuerdo del Holocausto, se banaliza el dolor de las familias destruidas por el asesinato de los seres queridos, se hace un despliegue del deleite que muestra el libertino que no cree en nada y que no quiere nada más allá que lo inmanente de lo horrible. Carcajadas ante los cadáveres y en medio de nuestra desesperación e indignación debemos tragar grueso y aferrarnos a lo que no pueden ultrajar. La determinación inquebrantable de lo que hemos decidido ser, no podrán cambiarnos porque si lo logran estaremos todos muertos, no habrá nada que hacer.

Para organizar nuevamente un mundo habitable no podemos renunciar a la ley de la razón y tendremos que retener los impulsos naturales que nos empujan a la guerra. Sujetos a un mandamiento universal que legitima todo acto humano es la única posibilidad de surgir nuevamente como país. Cruzar la raya de la responsabilidad que tenemos en nuestros actos es perdernos en una selva donde no volveremos a encontrarnos. Es la única brújula que poseemos como guía de cada existencia humana, verdaderamente humana. Ninguno estamos exentos de cruzar la línea de la maldad y mancharnos las manos de sangre cuyo rastro no se borra jamás. Que sean ellos los que queden marcados y nosotros pasemos a la historia invictos en nuestra integridad. Qué difícil se nos hace pero lo contrario sería abolirnos para pasar a ser receptáculos de excrementos, de violencia y de horror. Como decidieron los malvados, como lo representan los monstruos. Pesadilla que atormenta y que destruyen los mundos habitables, “un mundo sin compasión no es habitable para los seres humanos” (Adela Cortina).

Después de todo un mundo no es más que un entorno de sentido; un lugar compartido donde las cosas y los humanos logran un entendimiento simbolizado, en el que se participa y se comprende a los otros. Un mundo debe poder ser comunicable y verbalizado, explorable, recreado. Podríamos afirmar que es todo lo contrario a esta oscuridad que hoy atravesamos, por lo tanto nuestra gran tarea será construirlo y para ello debemos resguardar la única herramienta que poseemos, nuestra humanidad no negociable. Nos han arrebatado casi todo, pero no han podido con la inteligencia y la bondad del venezolano. En esta nuestra insurrección (Fernando Mires) es cuando más a prueba estamos, no caigamos en la tentación de la revancha, aunque el odio hacia el torturador sea humano. Justicia es el acertado reclamo y ya lo comenzamos a ver, no perdamos esas señales. Nuestra libertad limitada nos conmina a un solo acto pero asumiendo responsabilidades. Un solo acto responsable.

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