1 de septiembre de 2015

La insólita realidad nuestra

Me desperté sobresaltada por mi propio grito y de un brinco caí sentada sobre una extraña cama. Alguien me abrazó y me dijo tranquila fue solo un sueño. No identificaba donde estaba ni con quien. Esos momentos terribles y de mucha angustia que provoca la desorientación total, me tomó un tiempo recordar y situarme en el presente, ver a Marcelo me ayudó.
 
-¿Cómo que un sueño? Viste en el lio que me metiste por estar con tus frivolidades y cuentos mal contados.
 
Diciéndole esto me levanté y me fui a sentar en un rincón de esa extraña e inhóspita habitación y me enfrasqué en mis soliloquios. ¿A quien se le ocurre construir una casa como esta?, ¿es que ya se perdió todo sentido de la estética en este maloliente país? Ni una sola ventana cuando el clima es cálido y los verdes exteriores son nuestro gran alivio. Hay que creer que la gente no respira, si me mantengo aquí por mucho tiempo voy a comenzar a desarrollar un cuadro severo de claustrofobia. Y de repente recordé lo que estaba soñando, mi papá perseguido por unos brujos vestidos de blanco, con diferentes parapetos en la cabeza, desdentados y con palos, mecates, piedras y animalitos en sus manos. Estuve a punto de gritar nuevamente recordando aquella escena. Lo enigmático del sueño es que mi papá sonreía y mantenía una cajita en sus manos.
Entonces fue cuando recordé. Un día, siendo yo una niña, llegó mi papá con una pequeña caja de madera muy bella que parecía muy antigua. En seguida lo interrogué y me dijo que la había traído del cementerio y la iba a enterrar al lado del limonero en el jardín posterior de nuestra casa. Me dije serán las cenizas de mi abuela que la quiere tener aquí en casa. No pregunté más y lo acompañé en silencio a su privado ritual. Era un acontecimiento de mi infancia que había borrado completamente porque de ello no se habló más. En seguida me juré que esto no lo iba a saber nadie. Según estos ignorantes brujos, que deben asesorar a los todavía más ignorantes usurpadores del poder en mi país, allí estaba la solución para mantenerse destruyendo lo que es nuestro. Pues no, no lo tendrán, aunque yo no creyera en eso y esa fuera mi llave a la libertad. Por encima de mi cadáver, me dije en un arrebato de heroicidad.
-Ayer parecías otra no paraste de insultar y hablar por todo el camino. Te tuve que tapar la boca, nunca he escuchado tantos improperios tan bien usados. -Me picó el ojo en signo de complicidad.
No lo recordaba pero ahora que lo mencionó sé que quedé hipnotizada con el olor de su mano y por ello debe ser que guardé silencio, no se lo dije, estaba en realidad molesta y no quería que me hablara. Volteé a verlo y noté que se mantenía estático mirando al techo.
-¿Qué miras?
Por esa claraboya vamos a escapar y diciendo esto oímos un ruido fuerte y un hombre que cayó del cielo como un ángel sin alas. Rompió el plástico y se precipitó desconcertado en el aquel hueco que ahora llamaban habitación. Se paró en seguida y pidió disculpa con unos ojos pelados del terror.
-Soy técnico de DIRECTV estaba arreglando una antena en el techo y me resbalé. Les aseguro que soy buena gente, nunca antes me había pasado esto. No se preocupen yo voy a correr con los gastos del destrozo ocasionado.
-No, tú lo que vas a hacer es ayudarnos a escapar por allí, estamos secuestrados. -Le contestó Marcelo tranquilamente como si estuviera pidiendo le trajeran un vaso de agua.
Si sus ojos denotaban terror ahora parecía que iba a caer al suelo desmayado
Yo no salía de mi estupor y pensé enseguida ¿Será verdad aquello de que por DIRECTV te espían? En este insólito país ya hemos perdido toda noción de la realidad. Vivimos sin duda un realismo mágico. Estando en esas profundidades reflexivas oí la voz de Marcelo por primera vez un tanto contrariado.
-Ah no, ahora no. Te pones en tus cinco sentidos sobre esta encrucijada en la que estamos, porque tenemos la gran oportunidad de irnos. ¿Es eso lo que quieres, nooooo?
-Sin las joyas de mamá no me voy a ir, que quede claro.
-Siempre las he tenido yo. Agarra tu clavel o lo que quede de él y marchando.
Caminamos un largo trecho apurados, pero después ya estábamos prácticamente paseando. Eso sí callados y tomados de la mano.
-Está atardeciendo que te parece ir a un lugar seguro y observar el atardecer viendo el Ávila. Ya sabes que el mío es con soda. Hay que descansar porque mañana tenemos que resolver muchas cosas. Pero eso ya es otro día.
Insólito, también estaba al tanto de los atardeceres maravillosos desde mi casa. Me dije este hombre es determinante, de esos que no discuten, no dan explicaciones y hacen lo que les da la gana. Sabe lo que quiere y puede remontar montañas para lograrlo.
No me equivoqué, siempre ha sido así.

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