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Gaetano Cellini |
Hay un consenso bastante generalizado del cambio que ha dado nuestro mundo y, por supuesto, las relaciones que mantenemos entre nosotros. Principalmente nos relacionamos a través de pantallas con los amigos y familiares que se encuentran a muchos kilómetros de distancia, esto es lo que nos permie la tecnología que ha cambiado radicalmente las relaciones en la ubicación espacio-temporal. Estamos hablando a las 4 de la tarde en Caracas mientras nuestro interlocutor habla a las 10 de la noche en España. Hay que hacer un ejercicio mental distinto para saber que nos dice. Nos ubicamos en cualquier parte y también recibimos avalancha de informaciones disímiles que aturden. Estos dos aspectos que solo señalo para ilustrar como están modificando nuestra conciencia y nuestra afectividad.
Nos estamos alejando de nosotros mismos porque es imposible para nuestra psique soportar tanta tragedia humana, catástrofes naturales, guerras y atentados donde fallecen miles de seres humanos. Dictadores que abusan de los seres humano y se comportan como dueños de nuestras vidas. Terminamos viendo nuestro acontecer de una forma impersonal. Nuestros afectos profundos están petrificados, por sobrecarga de realidad. En palabras de Rafael Tomás Caldera “en una especie de escepticismo superficial”. Aquí quiero resaltar la importancia que está teniendo el cine en este momento. Están realizando muchas películas cuya intención es despertar nuestro afecto y memoria, un esfuerzo por rescatar la memoria colectiva, sacarnos de nuestro encierro voluntario donde nos refugiamos.
El cine tiene una gran importancia para unirnos en esos hechos que nos recuerdan y que realmente ocurrieron, aunque no les prestamos la importancia que tenían y los dejamos pasar sin pena ni gloria. Víctor Krebs nos indica que “Aparte de formas de entretenimiento, y más allá de lo que la industria cinematográfica ha hecho de este arte, las películas son como sueños colectivos en los que se nos revelan las inquietudes y fantasías, los problemas y los conflictos más profundos de la psique cultural”. Esta constante revelación que nos llegan con el poder que tiene una imagen hace que lloremos, nos riamos a carcajadas, brinquemos del susto, sintamos una gran ternura o indignación. Posee una magia única de transformar lo común en único e inolvidable. En otro contexto, con otro espacio y tiempo da oportunidad de tocar nuestra propia alma. Una forma de recuperar nuestra conciencia perdida. Sin nosotros y nuestra estética no despierta el mundo será cada vez más aterrador.
Mencionaré algunas películas que fueron reconocidas y que incuestionablemente estremecen, dejan al espectador conmovido. “El Brutalista”, llena de simbolismos y giros inesperados es una pregunta impactante por la libertad, un cuestionamiento acertado a la vida utilitaria e instrumentalista unida al desprecio al distinto, al extranjero que puede ser utilizado y desechado. Al mismo tiempo un monumento arquitectónico al horror del holocausto. Comenzando la película se escucha una voz en off “Quienes más libres se creen, son los que están más lejos de la libertad”. “Aún estoy aquí” cuya finalidad es recuperar la memoria de lo que ha sido las criminales dictaduras en nuestros países latinoamericanos. Ese empeño del dictador de borrar los signos y símbolos que nos dan continuidad y nos identifican con nuestra experiencia común. Las sociedades son tales porque comparten recuerdos y conservan las costumbres. Estremecen con especial profundidad las películas iraníes “El Circulo” “La Semilla de la higuera” y “La vida de los demás” valientes exposiciones de las atrocidades de su gobierno teocráticos que los directores han filmado en la clandestinidad corriendo graves riesgos.
El cine es un buen esfuerzo por rescatar nuestras conciencias y sensibilidad. Se necesitan nuevas fuerzas que rescaten al ser humano de su letargo. Se necesitan seres asombrados y alarmados que respondan al llamado de un mundo necesitado. Es una forma de interactuar con un público más amplio, quizás la nueva forma de educar en la era de las plataformas, en la era digital.
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