30 de abril de 2025

La reflexión y la inteligencia artificial

 

Eyvind Earle


Hay un uso de la palabra que se realiza de forma automática sin reflexión y sin memoria como el que podemos observar en las máquinas. Tienen un lenguaje que el hombre ha programado para ser utilizado sin ningún esfuerzo interior. Memoria y palabras se encuentran programadas sin posibilidades de creación ni emoción. Es el modo de pensar técnico y rígido que puede ejercer control y dominio sobre nuestro mundo exterior pero nunca podrá modificarlo de acuerdo al discernimiento del valor de nuestras acciones. Es incapaz de penetrar más allá de lo obvio y tomar decisiones adecuadas al fin que se persigue. Pareciera estamos dominados por esa inteligencia poco creativa y reflexiva. De allí que solo sorprende lo plano de los argumentos y esto cuando los hay, porque tampoco son muy abundantes.

Este era unos de los temores de Platón quien veía a la escritura como una posible limitación. Al abandonar el intercambio verbal, el diálogo y la reflexión las ideas incorrectas se harían más difíciles de corregir dado que quedan escritas y son difundidas. Para ilustrar su temor, Platón, utiliza el mito de Theuth. El dios inventor de la escritura presenta su invención a Thamos, rey de Egipto, quien ve con preocupación la posible debilidad de la memoria debido a la confianza de la escritura. Platón no rechaza a la escritura, la utiliza en sus diálogos, sino que invita a no abandonar el diálogo y la discusión oral como medios más profundos para el desarrollo del pensamiento. El desarrollo de la tecnología, nuestra vía de comunicación más expedita y cotidiana es a través de máquinas y escritura, se nos ha ido alejando la posibilidad del intercambio, el diálogo y la trasmisión de la emoción que acompañan siempre a la palabra.

Tenemos descuidado la dimensión psíquica de nuestro interlocutor, sus padecimientos, sus dolores profundos hasta el punto de concebirlo como una máquina a quien podemos despreciar, insultar, injuriar con la mayor y más descarnada impunidad. Hay que hacer el esfuerzo reflexivo de que esas palabras que contesto vienen de un ser que, como yo, está sentado ante una máquina solo y quizás esté haciendo un esfuerzo por entender qué me llevó a mí a hacer y decir lo que digo o hago. Digo “quizás” porque también puede ser que este enfrentándome a una máquina programada solo para sacarme de quicio y desmoralizarme. Los llamados “Bots” (Robots) que son los monstruos cibernéticos. Estamos operando en un medio que posee experticias expresivas más refinadas que las mías pero que carece de la capacidad reflexiva.

A veces juego a imaginar que todo lo que me rodea está automatizado y programado. Nuestras organizaciones políticas totalmente previsibles, las instituciones del Estado, la maquinaria represora, las organizaciones de la oposición, nuestras opiniones, la propaganda, los debates diarios, el tema del día y con algo de sensación ominosa concluyo que todo me cuadra. Me sumerjo, entonces, plenamente en la locura de un experimento macabro. Me saca del horror, que tiene su encanto adormecedor, el humor que nunca falta. El humor inteligente que opera como un bisturí rompiendo una burbuja, el reír de nuestro absurdo tiene el efecto inteligente que me hace volver a sentir la calidez humana, de darle sentido a la vida. Nos saca de esa imagen de terror que nos envuelve con su rigidez cada día.

¿A dónde nos conducirá ahora la inevitable Inteligencia Artificial, a una explicación rígida y a imágenes frías que no asombran, sin misterio ni profundidad? No lo sé todavía, pero nada podrá sustituir la reflexión, la emoción y la creatividad humana. Nunca nos dará esa sacudida de conciencia que nos produce un “insight” (una visión interna) que empuja hacia una obligatoria decisión a partir de la cual no volveremos a ser los mismos. En palabras de Víctor Krebs “…una técnica desalmada, capaz de reproducir la apariencia de la naturaleza sin siquiera el más leve rastro de aquello que la anima; capaz de reproducirla perfectamente en su aspecto material, pero sorda al elemento vivo de la materia”. Unas máquinas se están apropiando de nuestra principal muestra de estar vivos, ahora más que nunca se hace necesaria la emoción de nuestras palabras, la contemplación, el goce de lo bello y el cuido amoroso del recuerdo.

23 de abril de 2025

La frágil tolerancia

 

Egon Schiele


Cuando más discutible y controversial es la realidad que enfrenamos más aparece el llamado a la tolerancia. La tolerancia es una impostura en última instancia. No es natural, no nacemos siendo tolerantes se nos enseña, para salvaguardar a un posible hermanito a quien tenemos ganas de desaparecer. Después puede ser que lo queramos, pero realmente fastidian. Nada, a tragar grueso y a ser tolerantes. A cambio pedimos tolerancia para con nosotros. Según sea el atrevimiento de nuestros actos puede ser que la cadena se rompa, somos sancionados de alguna forma nos vengaremos, por lo menos un empujón injustamente recibirá el hermanito como venganza. Tendremos irremediablemente que volver al redil de la tolerancia impuesta por la cultura y la educación (llámese padres).

Es difícil porque siempre implica una contradicción, es aceptar como bueno lo que nos parece malo, como verdadero lo que nos parece falso, como bello, lo feo. Su dosis de irracionalidad tiene la tolerancia, entonces. Debemos admitir que solo se tolera por amor. Porque te amo te tolero sería el eslogan, pero no abuses, porque todo tiene su límite y es mejor que no conozcas las consecuencias. Esas paradojas a las que nos obliga la vida social, si no transigimos, aunque sea con las narices tapadas, terminaríamos exterminándonos. A eso pareciera nos encaminamos porque el mundo da muestras de un deseo de control y dominio intolerables. Es aquí donde en gesto seductor se nos llama a ser tolerantes, aguanta y verás es parte del discurso que intenta detener las fuerzas rebeldes. Con las ganas que se tienen de ir a empujar al hermanito.

En forma jocosa pero que da en el blanco Alfredo Vallota nos recordaba la anécdota de Paul Claudel “entre burlona y resignadamente, salía por la tangente diciendo ¿tolerancia? Hay casas para eso”. Sin embargo, la palabra remite a una búsqueda de acercamiento al diferente, a considerar sus posturas y a tomarlo en cuenta. Un espíritu de convivencia que nace con la democracia que se pensaba en Grecia. Como contradicción los griegos nunca cedieron ni dejaron de cuestionar todo lo que se les atravesaba. Esto le costó la vida a Sócrates que no dejó de interrogar pero que abrió las condiciones para aceptar al otro más allá de las diferencias. El otro puede ser que esté en lo cierto y tu seas el equivocado, ábrete a un interrogatorio franco y después vas y le pegas al hermanito de la frustración que te dará, pero al menos sales de un error. Se requiere valor.

Análisis crítico y convicciones fundadas, en alguna parte he leído eso, pero hace tiempo que no los veo. Ese intercambio honesto y arriesgado no es frecuente hoy en día, predomina la arrogancia y la imposición. También la manipulación emocional y el otro se defiende como lo hago yo, con sarcasmo. Estamos ya a nivel de caricatura. Solo a los perdedores se nos llama a la tolerancia cuando ya estamos bajo una bota militar, que de eso si sabemos. Concedamos que los individuos son distintos, pero nadie, entiéndase bien nadie, está autorizado a pisotear al otro. Allí nadie, entiéndase bien nadie, está obligado a ser tolerante y de autoritarismos sabemos bastante en américa Latina. Ser sumisos termina en una inevitable violencia. Respeto a los Derechos Humanos, a la diversidad a los gustos y creencias individuales dentro de los límites de la racionalidad y la educación.

Las interacciones sociales fundan en cada uno de nosotros una posición ética y nos determina a ser tolerantes con algunos pensamientos y actos ajenos y a ser radicalmente intolerantes con otros. Una vez entendida y aceptada nuestra ley nuestro hermanito estará tranquilo.

16 de abril de 2025

Asombro y reacción

 

Gaetano Cellini


Hay un consenso bastante generalizado del cambio que ha dado nuestro mundo y, por supuesto, las relaciones que mantenemos entre nosotros. Principalmente nos relacionamos a través de pantallas con los amigos y familiares que se encuentran a muchos kilómetros de distancia, esto es lo que nos permie la tecnología que ha cambiado radicalmente las relaciones en la ubicación espacio-temporal. Estamos hablando a las 4 de la tarde en Caracas mientras nuestro interlocutor habla a las 10 de la noche en España. Hay que hacer un ejercicio mental distinto para saber que nos dice. Nos ubicamos en cualquier parte y también recibimos avalancha de informaciones disímiles que aturden. Estos dos aspectos que solo señalo para ilustrar como están modificando nuestra conciencia y nuestra afectividad.

Nos estamos alejando de nosotros mismos porque es imposible para nuestra psique soportar tanta tragedia humana, catástrofes naturales, guerras y atentados donde fallecen miles de seres humanos. Dictadores que abusan de los seres humano y se comportan como dueños de nuestras vidas. Terminamos viendo nuestro acontecer de una forma impersonal. Nuestros afectos profundos están petrificados, por sobrecarga de realidad. En palabras de Rafael Tomás Caldera “en una especie de escepticismo superficial”. Aquí quiero resaltar la importancia que está teniendo el cine en este momento. Están realizando muchas películas cuya intención es despertar nuestro afecto y memoria, un esfuerzo por rescatar la memoria colectiva, sacarnos de nuestro encierro voluntario donde nos refugiamos.

El cine tiene una gran importancia para unirnos en esos hechos que nos recuerdan y que realmente ocurrieron, aunque no les prestamos la importancia que tenían y los dejamos pasar sin pena ni gloria. Víctor Krebs nos indica que “Aparte de formas de entretenimiento, y más allá de lo que la industria cinematográfica ha hecho de este arte, las películas son como sueños colectivos en los que se nos revelan las inquietudes y fantasías, los problemas y los conflictos más profundos de la psique cultural”. Esta constante revelación que nos llegan con el poder que tiene una imagen hace que lloremos, nos riamos a carcajadas, brinquemos del susto, sintamos una gran ternura o indignación. Posee una magia única de transformar lo común en único e inolvidable. En otro contexto, con otro espacio y tiempo da oportunidad de tocar nuestra propia alma. Una forma de recuperar nuestra conciencia perdida. Sin nosotros y nuestra estética no despierta el mundo será cada vez más aterrador.

Mencionaré algunas películas que fueron reconocidas y que incuestionablemente estremecen, dejan al espectador conmovido. “El Brutalista”, llena de simbolismos y giros inesperados es una pregunta impactante por la libertad, un cuestionamiento acertado a la vida utilitaria e instrumentalista unida al desprecio al distinto, al extranjero que puede ser utilizado y desechado. Al mismo tiempo un monumento arquitectónico al horror del holocausto. Comenzando la película se escucha una voz en off “Quienes más libres se creen, son los que están más lejos de la libertad”. “Aún estoy aquí” cuya finalidad es recuperar la memoria de lo que ha sido las criminales dictaduras en nuestros países latinoamericanos. Ese empeño del dictador de borrar los signos y símbolos que nos dan continuidad y nos identifican con nuestra experiencia común. Las sociedades son tales porque comparten recuerdos y conservan las costumbres. Estremecen con especial profundidad las películas iraníes “El Circulo” “La Semilla de la higuera” y “La vida de los demás” valientes exposiciones de las atrocidades de su gobierno teocráticos que los directores han filmado en la clandestinidad corriendo graves riesgos.

El cine es un buen esfuerzo por rescatar nuestras conciencias y sensibilidad. Se necesitan nuevas fuerzas que rescaten al ser humano de su letargo. Se necesitan seres asombrados y alarmados que respondan al llamado de un mundo necesitado. Es una forma de interactuar con un público más amplio, quizás la nueva forma de educar en la era de las plataformas, en la era digital.