5 de julio de 2023

El autócrata asustado

Michael Peter Ancher

Es cierto que no extraña estos zarpazos que recibimos cada vez que el autoritario se ve amenazado. No asombra, pero indigna y cada vez estamos recibiendo golpes mas duros que van dificultando la libertad. Inhabilitar a María Corina Machado es a todas luces intervenir inconstitucionalmente en nuestros derechos. Maduro herido se vuelve mas tosco y agresivo. Actúa como un animal herido. Son medida obscenas y cobardes de un hombre que nunca se debió detener para entender para qué existen las leyes. Entregado a un goce, babea por el poder. No son seres humanos sino locos sin diques morales guiados por un delirio. El país cada vez está mas preparado para responder dentro de la ley, ya salimos de los lideres que también nos hicieron delirar. Si no logramos mantenernos en la vía electoral seremos nuevamente derrotados y cada vez la situación será más difícil. El autócrata tiene quien lo apoye y actúe de igual forma, en varios países comienzan a verse las inhabilitaciones.

Tarda un tiempo para poder asimilar golpes tan bárbaros. Desde la rabia no se puede responder acertadamente, aunque siempre pican adelante los desbordados y desubicados. Todo discurso en este momento nos agrede como un sinsentido, porque las palabras no contienen la fuerza de la emoción que nos invade, quedan cortas, se nos hacen insuficientes. Son los actos, pero fríos, calculados y coordinados la respuesta que corresponde. No una actuación sino un acto, el que proviene del deseo de acabar con esta tragedia; cabezas frías que solo la afectación intensa puede provocar, esa fuerza que da el deseo cuando ya no se hace posible descansar en sus límites, cuando se está dispuesto a morir por una verdad irrenunciable porque no ejercerlo también es una muerte, la traición a nuestra íntima convicción. ¿No es esta la lección que nos legó Sófocles en su tragedia Antígona? Una vez agotadas las posibilidades de entendimiento no hay otro recurso sino desafiar con determinación la imposición del déspota.

Al canalla no se le atiende, no se le oye, no tiene redención, no se le perdona. Traspasaron límites inadmisibles y lo saben. Se les nota el enloquecimiento que provocó el infierno al que se lanzaron, dan declaraciones sin sentido, se contradicen entre ellos, mueven sus fichas sin criterio, presienten el final trágico al que empujaron al país. Si, se les nota perdidos en sus propios laberintos, los espejos le estallaron y reflejan monstruos acechantes que los persiguen, sus propios fantasmas. Escogieron la vía sin retorno de trasgredir toda norma establecida para la convivencia y quedaron fuera de la humanidad. No pueden ser vistos como seres humanos legales porque, por decisión propia, dejaron de serlo. El miedo que bordea la civilidad y que advierte sobre el peligro de trasgredir para ellos desapareció, solo son empujados por la lucha visceral por el poder y lo que más temen es que le sea arrebatado, como ellos intentaron hacerlo. Ya lo decía Hobbes “Un agresor no teme otra cosa que el poder singular de otro hombre”.

Si bien muchos autores coinciden en señalar que el mundo se está comportando sin ataduras a un orden simbólico y así se explica muchos de los fenómenos patológicos que se observan - la entrega de los seres humanos a un goce sin límites- en nuestro país tenemos el agravante que los desenfrenados son los que se apoderaron del poder, por ello hemos pasado a ser la representación ominosa de una tendencia mortal. Sin una regulación del placer el acceso a lo común, la palabra, la cultura se encuentra seriamente comprometidas y emerge un vacío existencial, el que estamos precisamente experimentando. La depresión, el sinsentido, la paralización del acto creativo se apoderan de la psique y hace inoperante toda salida posible.

 Afrontamos una gran responsabilidad ante la que no podemos titubear. Nos enfrentamos a una de las peores violencias, la que proviene de los que se erigieron en amos atroces, feroces, perversos. Ebrios de poder su maldad no tiene límites. Que sepan de una vez que de la vía electoral no nos vamos a apartar.

 

 

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