6 de julio de 2022

La subjetividad, el constante combate

Adam Martinakis


La apuesta concreta del deseo acarrea una dimensión trágica que los griegos hicieron manifiesta de forma desgarrada. Lo inevitable de la vida, desgarramientos por las pérdidas y el fracaso de las luchas con el dolor y las heridas que van dejando el transcurrir de los años. El contraste siempre injusto entre las llamadas a la solidaridad y unión en el momento de la consecución de conquistas y la traición en el momento de distribuir las glorias. Pedirle al ser humano un equilibrio en sus formas es desconocer la naturaleza cobarde ante la muerte y la decadencia inherentes a su ser. Se quiere poder en un esfuerzo fracasado de inmortalidad sin querer reconocer que la historia, al fin y al cabo, sacrifica al fanfarrón y glorifica al héroe. Esta justicia que hace la memoria es anunciada por los coros griegos. No hagan tantas maromas la vida no admite engaños y si muchos desengaños.

Sin esta dimensión trágica constituyente de la subjetividad el hombre se desliza en una superficie banal de engaños y bacanales ordinarios de obscenidades públicas. Es el mundo de hoy con ese despliegue de descarados desafíos al orden instituido, villanos bufones riéndose y destruyendo los valores sociales. Ya no se habla sino se desprecia al otro que es objeto de burlas y risas falsas. Desde esta reacción distractora no se resuelven los conflictos y la dimensión resistente de lo trágico vuelve a abordarnos una y otra vez. Lo llevamos en nuestra naturaleza, aunque le demos la espalda. No hay tranquilizantes ni religiosos ni políticos si no se mira de frente la verdad escandalosa. Tenemos una verdadera urgencia de enfrentar un destino aniquilador con acciones dolorosas pero reparadoras. Enfrentar el destino sabiendo el drama de la desigualdad y las desventajas y conociendo de antemano la desventura de pequeñas batallas. El sinsentido de la maldad humana requiere grandezas en las decisiones para enfrentarlas.

El mundo no posee un “telos” moral, no se trata de la apuesta por “los buenos” llamados a combatir a “los malos”, eso no existe en filas bien delineadas. Solo se trata de dejar que la vida de cada quien pueda ser disfrutada como experiencia. No es necesario recurrir a la ilusión moral para soportar lo trágico de la existencia, para Nietzsche este es el hombre enigmático y trágico que constituye un creador de nuevos mundos. Quizás ahora mas que nunca el mundo se encuentra perdido en su laberinto y muestra el lado terrible de la vida y la angustia de la humanidad. Los actores están anunciando el destino y delineando los discursos que se imponen. Para Freud las guerras no son solo circunstancias infelices que se hicieron inevitables en un particular impase político irresponsable, sino que también tiene raíces sociales y psíquicas. El hombre no soporta el estado de paz por mucho tiempo y como un juego macabro y trágico busca la muerte, la destrucción.

A estas fuerzas destructoras se oponen las contrarias que también se hace mas fuertes en tiempos de guerras buscando nuevamente la calma de la paz momentáneamente perdida. El mundo nos devuelve la imagen de la subjetividad en constante debate. No hay y no habrá sosiego, paz absoluta y calma para el ser vivo siempre movido por su deseo.

1 comentario:

  1. Es un artículo magnífico, una lectura radical sobre la subjetividad y el deseo.

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