2 de junio de 2021

Es en serio ¿no tienen nada que explicar?

Jan Toorop


Sufrimos desde siempre de una falla importante para llevar a cabo y solidificar organizaciones sociales cohesionadas y sólidas. No hemos entendido la importancia fundamental que posee el otro en mi constitución como ser humano y como ser social. No nos interesa explicar, no nos parece fundamental entender y que nos entiendan. Hemos vivido creyendo y practicando una soberbia personal y un desprecio repugnante hacia el otro. ¿Qué creímos? ¿Que era posible vivir despreciando para después encontrar al otro dispuesto cuando fuera necesario? Caro nos ha costado el precio que estamos pagando. No solo perdimos la democracia y los espacios de libertad conquistados, sino que la soberbia nos llevó a tomar atajos por caminos infectados de asaltantes. Ahora se produce un cambio de dirección y no se ofrece una mínima explicación. Al rebaño no se le explica simplemente se le conduce. No entendieron todavía que son personas las que llaman a dar su apoyo, que las personas suelen esperar explicaciones, reflexiones mas que confesiones. Es mucho pedir que hablen o es que no tienen nada que decir. Carencia fundamental para remediar tanta calamidad.

La diferencia que encuentro con aquel cónclave de notables es que al menos eran personas cultas, pero igual de soberbias. Convencidas estaban de pertenecer a una clase privilegiada y superior que los autorizaba a ver al resto como serviles. Daban órdenes sin permitir una interrogante y ni hablar si se trataba de un cuestionamiento. Se observan todavía en abundancia, pero ya ofrecen un espectáculo lamentable; uno se pregunta ¿De qué alardean? El hecho es que siguen demostrando el mismo autoritarismo, la misma arrogancia. No solo fallamos en la carencia de ideas y en un desprecio por la reflexión, la falla es estructural, de personalidad y actitud como manifestación colectiva. Se vive y no se cree, ¿es qué no merecemos ninguna explicación? Es en serio, ¿no van a hablar? A mi un notable me botó de mi trabajo y después no me dejó entrar al instituto a recoger mis pertenencias, me trató como a una delincuente porque me atreví a hacerle una pregunta, no me dejó hablar. ¿Es que ahora me van a botar de mi país? El país es suyo y lo manejan a su antojo, tanto los de una acera como los de la contraria. Todos autoritarios por igual, es nuestra gran falla como ciudadanos. Todos quieren imponer, ¿Es ésta una actitud de diálogo? Los seres inteligentes y educados se conocen por el respeto que demuestran hacia el otro.

Expresión acentuada de la vulgarización en toda manifestación. Vulgar el discurso, vulgar las actuaciones. Actitud que nos empujó a un submundo violento donde se desprecia al otro. No creer que merecemos explicaciones es comportarse de manera violenta. No se tendrá confianza hasta que no se comporten respetuosamente y podamos conocer sus reflexiones. Tengo la impresión que esa leyenda tan arraigada en nuestro genoma venezolano de adorar a un Simón Bolívar en cada “líder” que se asoma y venerar sus decisiones como infalibles se comienza a resquebrajar en nuestro país. Por lo menos hay voces que se levantan pidiendo explicación, interrogando. Falta mucho para extinguir el mesianismo destructor, pero estamos trabajando. Como bien apunta Pérez Oramas “al mesianismo hay que excluirlo de nuestros usos y costumbres”. Primer paso para poder ser justamente conducidos a nuestra reconstrucción.

Difícil mal de erradicar constituye la soberbia, a pesar de los tiempos tan difíciles por los que transitamos en toda su dimensión, en la que hemos visto de frente la dolorosa y temible vulnerabilidad, persisten sus focos actuando con tenacidad.

 

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