5 de mayo de 2020

El orgullo de la ignorancia

Vasilij Kaudinskij


Me asalta la duda si nosotros nos hemos venido haciendo las preguntas adecuadas sobre “la noche oscura del alma”, para expresar lo que es un abismo en palabras de San Juan de La Cruz. A nosotros nos invadió un ejército de ocupación, seres totalmente desconocidos, que no nos pueden ver como seres dotados de atributos humanos. Nosotros tampoco a ellos pero hemos errado en entender quiénes son y qué quieren. Sandor Maray en su libro “Tierra, tierra” se aproxima en explicar, 25 años después, como vivió y se interrogó cuando el ejército ruso invadió Hungría su país natal. Se hace una pregunta crucial en su perplejidad ante lo que observaba y padecía, ¿Qué quieren de mí? estos soldados rusos. A Sandor no le bastaron respuestas obvia como “quieren mis pertenencias, mis mujeres y mis hijos como mano de obra barata”. No solo quieren eso, también “quieren mi alma, es decir mi personalidad”, se responde y allí se abre todo un mundo de comprensión sobre esta perversidad que se repite sin cesar en la historia de la humanidad.

Erramos al quedarnos en lo obvio del trastorno cultural que padecemos. Es la izquierda que infectó nuestros centros de estudio y adoctrinó a los jóvenes. El comunismo, la ideología, los malos, el mundo simple y dividido entre capitalismo y socialismo. Todas respuestas inmediatas y sin mucho sustento porque la verdad es que sobre marxismo sabrán cinco estudiosos de la materia, los demás repiten automáticamente el discurso oficial. Respuestas producto de preguntas erradas. Lo difícil es hacerse una buena pregunta y después investigar y buscar posibles respuestas que otorguen sentido a ese caos enloquecedor contra el que inútilmente hemos batallado. ¿Quiénes son? Y ¿Qué quieren de mí? Preguntas que abren toda una gama de búsquedas, posibles lucecitas en una tristeza espesa y turbia.

Sé que son seres muy diferentes a los que había conocido y que no dejan de producirme una extrañeza insondable. No respetan los conocimientos, no reconocen especialistas, se inscribieron en la “sociedad de la ignorancia” y se vanaglorian de banalidad y ligereza. Desprecian el conocimiento, maltratan profesores. Se burlan de la investigación y la experiencia. Como los soldados rusos que nos relata Sandor Maray, admiran a un “escritor” pero en su vida han agarrado un libro por placer o interés en su lectura, escasamente han leído lo que por obligación les han impuestos sus dueños. Soldados de un ejército que deben actuar por órdenes que reciben. No son personas con las que se pueda dialogar, no son dueños de su lenguaje. Las preguntas y respuestas le son prohibidas y hacérselas por descuido es equivalente a saltar ante un abismo. Ese integrante del ejército de ocupación es solo “material disponible”.

Es toda una cultura que me es ajena, que me interroga y que hago esfuerzos por encontrar respuestas. No las encontraré en su total amplitud por lo que quedará un restante que estará constantemente interrogando. Declaró Jürgen Habermas recientemente que “nunca hemos sabido tanto sobre lo que no sabemos” o por lo menos es esa la sensación que se tiene por las redes sociales y el desparpajo de los extraños ocupantes. Ahora somos todos unos expertos en cualquier campo y por supuesto en virus; pocos dirigentes como Merkel que tuvo el tino de consultar con los verdaderos expertos. Un acto sencillo y lógico que sin embargo hoy en día marca una diferencia crucial. Reconoce Merkel que hay expertos, valora el conocimiento, la ciencia, el saber. El resto,  los consultores de Google, pueden discutir y despreciar a estudioso científicos y expertos en virología. Dejarse asesorar es un acto que solo observa un verdadero demócrata. Los demás pertenecen a una cultura por explorar, distinta, extraña, trágica que está dominando al mundo.

Si se acaban los lectores, si se acaban las preguntas, desaparecen las respuestas por el simple hecho de que nadie las está pidiendo. Se termina la democracia tal como la entendimos, se termina la libertad, la investigación, el pensamiento. Tendremos solo material de utilidad, máquinas tragamonedas. Seres violentos, ignorantes, bárbaros que querrán apropiarse de “su alma, es decir de su personalidad”. Si el horror no nos conduce al saber, nada podrá contra el orgullo de la ignorancia.

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