5 de noviembre de 2025

A las mujeres en Halloween

 

Diego Rivera


Para el psicoanálisis la mujer siempre ha representado su mayor interrogante. Desde la famosa pregunta de Freud ¿Qué quiere una mujer? Hasta el desarrollo sobre el Goce femenino que más tarde hiciera Lacan, la Mujer no ha dejado de escribirse, no han cesado las significaciones y atributos que se le asignan. Un misterio rodea a la feminidad por su característica un tanto alocada, fuera de norma y convención como se la ha observado en todas las épocas. Es motivo de la inspiración de poetas que son los más cercanos en la percepción de detalles impregnados de significados reveladores. Para manifestar lo que pertenece a las sombras, como lo expresó T.S Eliot “entre la idea y la realidad, entre el movimiento y la acción media la sombra”. Freud también agradeció a los poetas, literatos y filósofos por haber aprendido de ellos más que de toda la psiquiatría.

Entre las figuras más interesantes del imaginario surrealista está “la bruja” Objeto de mención en las más inverosímiles metáforas, en los escenarios de seducción e intriga, personaje de misterio, brebajes, pócimas y aquelarres. Decisiva como representante de la bondad y la maldad; una buena bruja debe poseer poder para lograr que los acontecimientos se inclinen hacia cualquiera de estos polos. En todo caso es un atributo que se le asigna al género femenino y no injustificadamente: la pasión.

Desde el siglo XV las brujas fueron perseguidas y quemadas porque se pensaba que el diablo se había apoderado de ellas. Hacían competencia a la Iglesia y a la Ciencia al ir por los campos curando enfermos de cuerpo y alma. Seduciendo con sus encantos y promesas a los pobladores que creían más en sus poderes que en una Iglesia inquisitorial y rígida o en una ciencia muy precaria. Su poder de seducción realmente curaba. Las brujas hablan poco solo actúan con determinación para curar o para lastimar según consideren la conveniencia del caso y lo hacen sigilosamente, actúan en la sombra. No es necesario para sus dotes desplegar un espectáculo, mientras más desapercibidas mejor. El hombre suele ser fácil víctima de sus encantos por la sexualidad que les brota por los poros de un cuerpo totalmente erotizado. Cuando se observa a un hombre totalmente entregado a la ambición y al poder, cuando recurre al crimen y cualquier artimaña para conseguir sus metas, uno se pregunta ¿Qué le susurrará su mujer en el oído en las noches cuando se van a la cama? ¿Cómo habrá sido su mamá? Las imaginamos como brujas malas. Es el Macbeth de Shakespeare el gran inspirador del inconsciente freudiano.

El mundo de la fantasía, el mundo oculto que tanto ha atraído al ser humano y que estaba en su pleno vigor en la época que le tocó vivir a Shakespeare. La eterna lucha entre la maldad y la bondad, los celos y las envidias. La ambición y el poder eran marcas distintivas en que se debatían las instituciones de la época y por supuesto las brujas jugaron un papel decisivo e inquietante. El poder femenino que tan bien lo ha expresado Almodóvar en las pantallas con los arquetipos insustituibles de mujeres divertidas, hermosas en su desenfado. Las mujeres de Almodóvar pueden sufrir, se quejan de soledad, pero al mismo tiempo son dueñas absolutas de su tiempo y de sus vidas. Son mujeres fuertes, luchadoras, autosuficientes. Incluso en su película “Hable con ella” que se encuentran postradas y descerebradas dirigen los acontecimientos de la trama, ponen a los hombres a actuar. Todo un cuadro estético, femenino de coraje y lucha son las imágenes que abarcan su pantalla. Son las brujas buenas.

Ahora debemos admitir que las significaciones que rodean a las brujas son muy disímiles. No todas las brujas son bellas y sensuales, las hay muy feas con verrugas, narices aguileñas, jorobas y pies grandes. Estas suelen ser las peores, las más malas, la que aparecen en los cuentos infantiles porque el terror atrae a los niños, siempre y cuando triunfe la justicia, la bondad. Cuando somos pequeños nos pegamos a un abuelo o tío para que nos relaten cuentos de muertos y de brujas. Eran encantadoras esas veladas que propiciaban estos personajes llenos de magia en sus relatos, para después terminar llenos de miedo. Las brujas, los muertos, los monstruos eran personajes centrales. La característica predominante es un ser ominoso, con poderes especiales, difícil de vencer pero que termina vencido o humanizado, traído al mundo de los vivos, del orden o al servicio del bien. En México y España se celebra el día de los muertos de una manera muy especial con ceremonias donde los muertos son invitados a compartir sus comidas preferidas y son informados de los últimos acontecimientos familiares.

Este mundo mágico ha ido desapareciendo de nuestra cultura. Ya los abuelos no son esos mismos personajes que fueron antaño. Ahora siguen trabajando, activos y ya no son tan viejitos. El día de Halloween ya las brujitas no pasan por casa buscando caramelos, y en el día de los muertos no se puede ir al cementerio.  Las brujas malas y feas si están presentes en nuestro ambiente y están haciendo estragos sin que tengamos aun un resarcimiento con un final feliz. Las brujas buenas, mujeres inteligentes, que escriben sin cortapisas, que se adelantan a los acontecimientos que más tarde se nos hacen obvios; esas brujas divertidas y lindas las tropezamos a diario en las redes sociales y nos alegran o nos asustan sus pronósticos, pero hacen pensar, seducen. Los relatos, las fantasías y los medios de divulgación también se modifican con el tiempo.

Nos recordaba Octavio Paz como el día de los muertos y Halloween están relacionados. Son días para recordar esa dimensión que ya no pertenece a este mundo pero que nos acompaña como destino inexorable. Los días en que las brujas, duendes y demonios pueden vagar libremente en la oscuridad antes de ser enviados nuevamente a sus lugares desconocidos. Algún día llegará en que mandemos a tanto monstruo, aun viviente entre nosotros, a los lugares que realmente les corresponden, donde queden despojados del poder que arrebatan a diario a los otros para ejercer la maldad en la oscuridad. Podremos entonces convivir con nuestros muertos y con las brujas amables. Por lo tanto, se convoca a las brujas buenas a ejercer un conjuro que acabe con el maleficio de las brujas malas y de esa forma poder nuevamente elegir nuestro destino.

Con esta entrega y deseándoles una feliz Navidad me despido hasta enero.

29 de octubre de 2025

La mentira y la política

 

Sven Sjunberg


En procesos tan complejos como el que vivimos se comienzan a exacerbar las emociones para ganar adeptos incondicionales de una idea o de un proyecto. Para resaltar figuras y terminar de desprestigiar otras que molestan. Se quiere la unicidad de pensamiento y se rechaza al disidente. Para ello, si es preciso, se recurre a la mentira. Desde que el hombre habla miente. Casi todos los filósofos y pensadores le han conferido a la mentira un lugar importante en la economía psíquica y en el desarrollo del entendimiento. Así como la verdad, un concepto complejo que desde la Modernidad sabemos que se desliza por el lenguaje, así también es la mentira. Efecto del lenguaje y de la disposición a creer. Todo lo que no es verdad, al ser afirmado, es mentira.

Hacemos nuestro mundo y creemos en él manteniendo certezas, que defendemos contra toda evidencia. Piezas de un rompecabeza delicado que al faltarle una pieza pierde todo su valor. Es una visión del mundo sustentada en fuertes creencias, el tratar de refutarla es baladí porque, en seguida, el autor de otras perspectivas es desacreditado. Aunque buscar la verdad pareciera una tendencia natural del ser humano, descubrimos en sociedades subyugadas que no lo es. ¿Qué hacemos entonces con la inteligencia? Que es la que está constantemente interviniendo en la comprensión del entorno. Freud entendía la mentira como una manifestación compleja de la mente, una construcción psíquica que percibimos y creemos como si fuera la realidad. Freud pensaba que podíamos mentir de forma inconsciente.

Para poder vivir con cierta garantía tenemos que anticipar, prever, pronosticar y confiar, pero se nos hace difícil la tarea porque sustentarnos en verdades es casi imposible. Desde Aristóteles que definió la verdad como “aquello que es y no es lo que no es” hasta la concepción más reciente que postula que la verdad solo puede encontrarse en lenguaje y de lo que no se puede hablar es mejor callar (Wittgenstein) somos seres de muchas confusiones y de caminar vacilante. Cada vez con menos criterios sólidos y cada vez menos inclinados al consenso. Tomados por el autoritarismo, queremos imponer, no importa que nos entiendan. Autoridades que reclaman para sí el discurso “verdadero” y que piden lealtad a sus creyentes.

Los hechos objetivos e irrefutables como que los venezolanos están pasando hambre, que nos estamos muriendo por falta de medicinas y los niños de desnutrición, pueden ser tergiversados por un discurso tramposo pero que alimenta creencias. No hay medicinas por culpa de Trump y hambre por una guerra económica. No es solo una jugarreta pícara de payasos sin gracias irnos cambiando el lenguaje y con ello la percepción de los hechos, es muy grave porque la finalidad es distorsionar la verdad. Los hechos objetivos dejan de ser lo más influyente en la opinión pública y son las emociones y las creencias personales las que dominan el pensamiento y las verdades. Si bien ya muy pocas personas se creen las mentiras descaradas del discurso oficial y su neolenguaje, lo que, si se compró, y a muy buen precio, fue la metodología. Si yo creo firmemente en algo esa es la verdad.

Así que los métodos indagatorios son los que utilizan esas personas insistentes -piedritas en el zapato- para encontrar lo que es verdad de lo que se afirma. El mundo actual de la política es imposible explicarlo si no hacemos referencia a las apariencias de los gobernantes y a las mentiras de sus discursos grandilocuentes. Apariencias para tratar de parecer lo que no son ni nunca serán en la vida real, y donde tampoco la retórica se acerca a la veracidad de las acciones prácticas realmente existentes. Transitamos el mundo de las apariencias y de las mentiras. Las palabras en este mundo de la política hegemónica, frecuentemente muy violenta, entra en el terreno inasible de la ambigüedad o de la contradicción, pero a los políticos del poder y del dinero se les debe juzgar no por lo que dicen de sí mismos sino por lo que hacen en la práctica.

 

22 de octubre de 2025

Poder ciudadano o violencia

 

Rafael Oblinski


Solo estando atento a como hablamos y a qué nos referimos es cómo podemos evaluar que se está priorizando y valorando. En la actualidad nos estamos refiriendo principalmente a las supuestas acciones que despliega Trump en nuestro país. Es lo que priorizamos porque allí se tienen puestas las esperanzas de poder salir de nuestro infierno. En realidad, no sabemos a qué hechos nos referimos porque muchos son asumidos como actos de fe, así me lo dijeron, así lo creo. Esas personas asesinadas en el mar Caribe son traficantes de drogas sentenciadas por cometer un delito, la CIA actúa secretamente y todos nos enteramos que están en nuestro país. Maduro negoció con USA para salir tranquilamente y dejar a los hermanos Rodríguez encargados del paquete, y muchos, muchos cuentos más que se defienden y comentan como si fueran parte de una estrategia infalible.

Es la necesidad de mantener nuestra fe intacta, que nada la tambalee mientras nuestro presente transcurre paralelo sin ser intervenido por las palabras y, por supuesto, el razonamiento. En un excelente artículo de Jonatan Alzuru “Stalin Gonzales: un discurso vacío y sumiso” publicado recientemente encontramos la siguiente afirmación que compartimos “El principio que sostiene toda democracia no es la “esperanza” sino la soberanía popular, ese que la Constitución define como intransferible y ejercida directa o indirectamente mediante el voto. Cuando esa soberanía es violada, el deber ciudadano -también constitucional- es defenderla, no sustituirla por discurso de reconciliación”. Nos robaron las elecciones y todo discurso que parta de allí debe tener este hecho como una realidad no negociable. Pero, claro está, atendiendo la realidad de los hechos que suceden a partir de allí.

Se trata de rescatar nuestra soberanía con el poder de las palabras y la acción de los ciudadanos como apuntaba Hannah Arendt, no con espectáculos grotescos de acciones bélicas desplegadas por otro país. Nuestra soberanía reside en la capacidad de poder actuar en común, de comunicarnos y poder generar algo nuevo. La política es el escenario de esta acción desde donde deberíamos persuadir. La persuasión no es respuesta a unas amenazas inventadas, ni puede nuestro futuro descansar en pilares de cartón. Debemos comenzar a diferenciar la paja del trigo y salir de este enredo de intrigas la mayoría falsas.

Esa violencia que esperamos ejerza otros porque no tenemos como ejercerla nosotros, nos coloca en una posición de entrega de la única soberanía que poseemos, nos deja sin palabras y sin acción propia. Rescatando una soberanía arrebatada entregamos la más íntima y propia, la posibilidad de intervenir en nuestra política de adueñarnos del espacio público. No puedo seguir, ni acompañar esa lógica. Para Habermas la violencia solo se acepta como parte de una estrategia. Es la respuesta a una violencia ejercida por la administración burocrática y que terminan convirtiéndose en una violencia estructural. Es nuevamente resultado de la acción ciudadana y no de la violación soberana como la que ejerce Putin sobre Ucrania. Arendt que ya había muerto no puede contestar a Habermas, pero podemos saber por sus escritos que considera a la violencia, en todo caso, muy peligrosa, se disipan las certidumbres y perdemos la capacidad de distinguir entre el bien y el mal. Nos disponemos solo a la obediencia.

Es necesario volver a rescatar la esfera pública, de afinar nuestros pensamientos y establecer criterios firmes. Ello requiere un gran trabajo en las comunidades, que siempre hacían los políticos, creando conciencia ciudadana. Rescatar el discurso del juego bélico distractor y dejar atrás las posiciones extremas, de adoración al poderoso. “La violencia siempre viene de la impotencia. Es la esperanza de aquellos que no tienen poder, y esa esperanza es vana” Arendt. De la violencia podemos esperar solo sumisión.