1 de octubre de 2025

Invasiones

 

Eduardo Kingman


Mucho se está hablando y deseando una invasión de los Estados Unidos a nuestro país. Esto no se explicaría si no supiéramos el desespero que nos sumerge para llegar a desear cualquier salida sin importar las consecuencias. También creo que hay una gran ignorancia de la historia que han sufrido otros países y su gente después de una invasión o intervención política camuflada. Los Estados Unidos y su política exterior tienen un largo historial de intervenciones en políticas de otros países siempre velando por sus propios intereses o por venganzas por ataques terroristas inesperados en su país.

En Bolivia apoyó el golpe de Estado de 1971 encabezado por el general Hugo Banzer que derrocó al gobierno militar de Juan José Torres. Brasil experimentó varias décadas de gobiernos autoritarios, especialmente después del golpe de Estado brasileño respaldado por Estados Unidos de 1964 contra el socialdemócrata João Goulart. Intervinieron en Panamá y derrocaron a la dictadura impuesta por el general Manuel Noriega (1989) a quien habían ayudado a llegar a la presidencia de la república derrocando a Manuel Torrijo quien muere en un accidente aéreo provocado por Noriega. Intervinieron en Chile impulsando el golpe de Estado chileno de 1973 en el que se impuso Augusto Pinochet (3.200 asesinados 1.162 desaparecidos), con la participación de la CIA, debido a la pertenencia de Allende al Partido Socialista y en Argentina ayudando a Jorge Rafael Videla en 1976 (30.000 desapariciones forzadas). Eso solo por nombrar algunos países de América Latina porque la lista es mucho más larga.

No conozco de ninguna invasión que no haya hecho destrozos y acabado con la vida de miles de civiles en cualquier región. Esa imagen de operación quirúrgica solo surge de una fantasía infantil, de un deseo místico. Tampoco conozco de alguna invasión con fines altruistas, todas, óigase bien, todas son inversiones muy cuantiosas persiguiendo intereses privados no revelados. Unos de los libros más conmovedores sobre este tema es el “Tierra, tierra” de Sándor Márai. De la mano de Sándor Márai vamos transitando uno de los capítulos más dolorosos de la vida del escritor y de Europa Central. Un libro íntimo que nos hace vivir junto con él su desgarramiento personal. El ritmo que le imprime es reflejo de la tristeza profunda que lo embarga al constatar que paulatinamente y sin alternativas tiene que irse del mundo que amó y lo acompañó. Contando con una claridad de ideas y profundidad en su mirada histórica puede penetrar psicológicamente a los ocupantes rusos en Budapest y con una admirable inteligencia irónica hace de este relato una lectura apasionante.

Nos dice Sándor el invasor quiere tu alma, son bárbaros que te despojan de los más íntimos arraigos. Seres que terminan masacrados con armas y voluntades extranjeras. En este momento somos amenazados por los Estados Unidos con el argumento que se trata de un narcoestado que representa una amenaza en la región. Hay un despliegue de la flota norteamericana en el mar Caribe que actúan ilegalmente bombardeando pequeñas embarcaciones matando a sus tripulantes que no nos constan que sean en realidad narcotraficantes. No fueron sometidos a un debido proceso, da la impresión que son usados como una clara advertencia a su target principal, Maduro y compañía, matando se les dice: “no estamos jugando”. Afirma Juan Diego Quesada que de Venezuela sale una cantidad muy baja de droga -el 5% de acuerdo con la ONU- si se le compara con Colombia o Ecuador.

No hay duda que Maduro y su círculo están amenazados y por ello comienzan a hacer todo tipo de torpeza y a utilizar a su gente como carne de cañón como afirma Mercedes Malavé. Sin duda, es un momento delicado porque Trump es imprevisible y Maduro sabe que su vida está en juego, no sabe qué hacer, no tiene fuerza y no está preparado. No creo que lleguemos a mayores, que esto genere una masacre, pero no sabemos, Venezuela está tomada militarmente. Se trata de tener como enemigos al mayor ejército del mundo.

Leer hoy a Sándor Márai es muy aleccionador para saber qué nos pasa y porque reaccionamos como lo hacemos. Nos ayuda a ser más comprensivos con nosotros mismos en nuestro sufrimiento a través de una mirada amorosa de un alma profundamente humana. Con Márai sabemos que en estas condiciones que enfrentamos misiles con fe lo que nos espera es perder hasta el alma.