De un gobierno que invierte su tiempo en desconocer toda
regla de procedimiento para una posible socialización, no podemos de ninguna
forma esperar que asuman una responsabilidad moral. Su forma de proceder es la
de situarse fuera de toda ley, sea ésta la acordada por la ciudadanía-la
constitución- o sea la acordada por el sistema internacional de derechos
humanos –Carta Democrática-. Apelar por valores humanos, por una moral a la que
debemos acceder para poder ostentar el rango de ser humanos, está todavía mucho
más lejano y fuera de alguna posibilidad. No son humanos, no interiorizaron
nunca una ley, no conocen de bondad, de respeto y mucho menos de libertad ni de
miedos. No hay límites para sus ambiciones y ansias de poder, solo juegan a no
ser objetos de una justicia que tarde o temprano tendrán que enfrentar. A estas
alturas ya lo tenemos claro, no hay alternativa, de estos enfermos hay que
salir, ponerlos a un lado para poder comenzar a construirnos como país. Lo que
vale la pena somos nosotros, lo que si nos dimos a la tarea de ser humanos y
que estamos gravemente heridos, dando muchos síntomas que hay que atender.
Estamos muy descreídos y con justificación. Hemos tenido que
vivir cambios de timón a nuestras espaldas y sin aviso previo. Esa es una
herida que está allí abierta y de tanto en tanto sangra. Pero detengámonos un
ratico, ¿es que se puede atravesar este Rubicon sin confiar en nadie? Parece
que no es posible, en toda guerra existen los estrategas, los que señalan los
movimientos que hagan posible alcanzar las metas. Hay también en una batalla un
acuerdo y hay normas que se deben acatar. En todo movimiento que implique a una
multitud hay reglas que normatizan, hay responsabilidades y nos conviene ser
disciplinados para lograr los objetivos; lo que Bauman temió se estuviera
perdiendo en nuestro mundo líquido. En cada paso no se puede perder tiempo con
la sospecha. ¿De qué vale el sufrimiento de la incertidumbre por las
intenciones de la dirigencia? Cuando se trata de intenciones solo podemos
elucubrar y lo hacemos desde una herida. Confiar en nuestros líderes es lo que
corresponde, están haciendo y lo están haciendo bien. Si la confianza
depositada es despreciada estaríamos ante otra realidad, pero ese no es el caso
en estos tiempos cumbres para la política y en una suerte que se define día a
día, hora a hora. En términos generales no se puede vivir sin confiar, en algo,
en alguien (Savater).
Es esperable comenzar a ver declaraciones inesperadas de
personas pertenecientes a la clase dirigente que estamos enfrentando. Agarremos
entonces las claves de lo que significa y no hagamos batallas para demostrar
quien descifró sus oscuras manipulaciones. En realidad no importa los manejos
torpes que puedan estar haciendo para salvar lo personal. Lo importante es que
una representante y responsable de este genocidio ha tenido intervenciones
públicas que se apegan a las leyes y ponen en situación aún más incomoda a los
suyos. Toda acción que los debilite es buena para nuestros objetivos, eso no
significa que la estemos redimiendo del mal causado, es responsable y mucho.
Otra sorpresa fue la valiente intervención de Yibram a quien si debemos
admirar. Este muchacho se enfrenta nada menos que a su papá y lo llama a la ley
de una manera sencilla y sentida. “Es difícil, pero es lo correcto” se dice
fácil pero en estas breves palabras tenemos todo un tratado de ética. Como
Rodrigo Blanco lo dice en su estupendo escrito, no solo le da una lección a su
padre de lo que es entrar en la ley de lo humano sino que “La gesta de Yibram
es, en el fondo, anímica. Ha
espantado el fantasma que no pudo desfacer el nervioso Hamlet. El mismo
fantasma que en una noche parecida devoró a Jorge Rodríguez y que le ha costado
a Venezuela tantos ríos de lágrimas y sangre” Un padre que falla en lo
fundamental se transforma en un fantasma que podría estar persiguiéndole toda
la vida. En psicoanálisis denominamos a este hecho “un acto” este joven
es otro después de su intervención pública. Él es otro, no el país.
Como bien lo expresó Fedosy Santaella hace mucho daño “Pensar que ellos, en todo
instante y en todo lugar, son unos genios en estrategias políticas oscurísimas (resaltado
en el original) porque así todo error de ellos lo terminamos
convirtiendo en una obra maestra del mal. Y quien no ve las fisuras, los puntos
débiles, los errores, nunca podrá ganar ninguna batalla, ninguna guerra”
Estamos viendo fisuras y las estamos arruinando ¿por qué? por nuestras heridas
y por querer destacarnos como genios de la sospecha. No ser vulnerables o
quererlo aparentar es otra clase de locura. Al interpretar todo a través de
un solo esquema herramos y perdemos las claras señales de los frutos de nuestro
empeño. Pero también podemos hacer mucho daño. Jugamos para el enemigo si le conferimos
más inteligencia y sagacidad de las que en realidad poseen. Lo que sí es una
realidad es su deseo de muerte y eso nos conmina a ser precavidos y a no dudar
en los resultados de nuestras protestas. Debilita pensar que los enemigos que
combatimos son invencibles.
No es fidelidad es lealtad lo que
se requiere en estos momentos porque compartimos intereses y sueños. A esos
“grupillos” (como los llamó Fernando Mires) que se dedican a crear dudas hay
que ponerles un límite; es nuestra batalla contra la tiranía, nuestro dolor por
los jóvenes asesinados en las calles, nuestra apuesta por la liberación lo que
no debe ser oscurecido por sospechas inútiles. Hay que fijar criterios con
determinación y decirles un rotundo “no” a los que se valen de falsas
acusaciones para desprestigiar a los que se arriesgan físicamente en las
calles. No juguemos entonces a ser los sabios de las interpretaciones, podemos
equivocarnos pero allí está nuestro riesgo. Es lo humanamente correcto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario