Chie Yoshii |
Una de las actividades propiamente humanas es nuestra capacidad de elegir. Somos los únicos que podemos distinguir y clasificar los objetos externos. Si decidimos que algo es bueno, lo elegimos si no, lo rechazamos. Es quizás la función más difícil pero ineludible. Fernando Savater lo señala como una condena, nadie puede ser exonerado. Nunca estaremos seguro y con frecuencia nos equivocamos, pero no podemos dejarle esta función a otros como es tendencia en este mundo cómodo que no quiere ser perturbado. Si otro elige nos veremos en la desagradable situación de tener que ser lo que no queremos ser. La vida está llena de momentos cruciales y nosotros nos veremos en la obligación de ser, para ello es mucho más placenteros si hemos elegido.
A pesar de nuestra elección nos vemos impelidos a aceptar la frustración de resultados indeseados porque otros también deciden y deciden precisamente por lo que no queremos. En ese caso tenemos que comenzar a decidir en como volver a lograr una sociedad mejor que nos de la oportunidad de poder elegir libremente la vida que queremos. Estamos en el momento en que se nos están llamando a elegir. Eludir esta responsabilidad es también una elección. La elección de abstenerse ha traído como consecuencia que la mediocridad se imponga, y el discurso equivocado de que son males necesarios para rescatarnos de la perdición a la que nos estaba llevando el mundo. Si tanto se habla de libertad hay veces que pareciera que no se entiende que la libertad implica riesgos y lucha.
Somos objetivación de la voluntad como lo señaló Schopenhauer, somos deseos omnipotentes que se estrellan en las posibilidades de una realidad, pero mientras operemos dentro de las posibilidades estaremos expuestos al dolor, pero también a la satisfacción de habernos acercado a lo que queremos ser. Nadie sabe hasta donde podemos llegar en esta elección, lo que si podemos asegurar es que podemos contar con la satisfacción de haber elegido. Aquellos que afirman con contundencia su fracaso o su éxito están ejerciendo su función de adivinos demagógicos. Sobre el futuro nada sabemos, no distraigamos la responsabilidad de nuestro presente y los deseos sobre el futuro. Entre otras cosas tenemos en un futuro la tarea de rescatar al ser humano que como decía Hegel es principalmente lo que no es. Somos eso que se nos negó ser.
Es difícil, lo sé, volver a creer en la vía electoral y me cuesta convencer a otros de lo que yo estoy convencida. Pero no deja de sorprenderme la certeza que manejan de nuestra derrota anticipada. Esa posición vital es dolorosa porque no plantea posibilidades de salida, se ve todo futuro perdido. Sabemos lo difícil de combatir a quienes tienen todo el poder, son tramposos y manejan las armas del terror que constituye su principal estrategia política. Están en sus chanchullos mientras nosotros nos estrellamos con la realidad de los hospitales, escuelas, Universidades, sueldos e inflación. Es decir, nos estrellamos en la cotidianidad y nos avasalla sin piedad la realidad del desamparo.
Por reconocernos los unos a los otros en la desesperación de un País perdido, vale la pena, al menos intentar, rescatar nuestros valores y volver a construir un mundo justo perdido.