Carnaval, época en la que se luce con desparpajo nuestra
doble condición entre el parecer y ser. Escojamos el disfraz, el que se acomode
más a nuestra inclinación, el que sepamos vestir con mayor naturalidad, el que
se adapte con comodidad a nuestra piel, a nuestro ser. Aquel que en realidad
hemos llevado todo el año con cierto disimulo, hagamos de él una exhibición de
ingenio, aunque al fin y al cabo no sea original. Aunque cada vez más seres lo
ostenten sin reconocerse unos a otros, sin saber quién se llevará la medalla y
reconocimiento como el mejor de la temporada. El parecer debe tener cierta
moldura desde el ser, si no es así uno se arriesga en pasar como mamarracho, un
ser sin contenido para mostrar su impostura, en definitiva un mal disfraz. En
realidad el Carnaval es el tiempo de quitarse las máscaras y hacer del disfraz
una desfachatez. Prestemos atención a lo ominoso que hay en el interior y
escojamos los colores y lentejuelas para el desfile que espera. No todos
podrán, pero muchos, demasiados más bien ya están entrenados y poseen el
arsenal propio para esconderse detrás de fachadas oscuras que ocultan la
realidad y prometen magia.
No es época de andar pensando, en ser racionales. Si al fin y
al cabo cada vez somos más salvajes e inhumanos porque vamos a esforzarnos
mucho en estos días, no tendría ningún sentido. Escojamos nuestros mitos, aquello
que hemos intuido en nuestra existencia como lo más íntimo y que no tenemos
forma de expresarlo con el lenguaje y de forma comprensible, pasaríamos simplemente como locos y nos haría
muy vulnerables. Si ha cargado con la sensación de que el mundo es deudor por
no haber reconocido su grandeza, de que no se le ha querido como usted lo
merecía; si usted sabe que los otros carecen de lo que afortunadamente a usted
le fue otorgado y le sobra. Si posee la íntima convicción que debe destacarse a
como dé lugar para, desde su pedestal, poder llevar a cabo su misión redentora,
de protección a los otros inferiores y carentes; si siempre ha entendido su
radical diferencia con el resto de los humanos, está entonces preparado. Allí
tiene su íntima historia, solo falta que la haga propia y se arriesgue a
ejercer lo que los dioses le encomendaron. Ensaye en Carnaval, época propicia
porque las elecciones aún no están pautadas y no sabremos si las habrá. Es el
momento de adornar las carrozas y tirar caramelos.
Pero falta aun lo que podríamos llamar la forma como usted va
a contar su cuento. Es de suma importancia que se asegure de una comparsa
convencida, uniformada, que le permita a usted llevar la batuta sin rechistar,
que se preste a envolverse mágicamente con sus relatos, en fin que lo vea como
lo que usted es o quiere parecer, un salvador. Es la parte más difícil, porque
debe haber desarrollado ciertas habilidades y tener memoria para repetir las
mismas ideas, no muchas. No es necesario que las ideas sean propias, agarre
cualquier cuerpo teórico de conocimiento, hágalo religión, no polemice con las
ideas y no trate de cuestionar. Son verdades reveladas, no para usted por supuesto
quien es el encargado de revelarlas, para los otros perdidos en el mundo y que
han obstaculizado su verdadero ser privilegiado. Recoja en el ambiente los
prejuicios esparcidos, ese lado oscuro que tiene toda sociedad y haga que la
comparsa los convierta en principios que rijan sus acciones. Rompa toda
armonía, póngalos a pelear con otras comparsas u otros seres más rebeldes que
quieran pensar por sí mismos. No permita de ningún modo que se cuelen o se
junten con sus aliados, defienda su real fortaleza. Hágase cómplice de los
temores e incertidumbres esparcidos y prometa un mundo mágico de bienestar
colectivo. Recuerde que su enemigo principal está en el saber, el pensamiento y
la racionalidad. Arrase con ellos y llegue tan lejos como le sea permitido. Recuerde
siempre su máscara es para los otros.
Si los otros ofrecen obstáculos genere terror. Ayuda ciertas
insignias guindadas en su carroza, coloque ojos que den la sensación de
omnipotencia, usted todo lo ve y todo lo sabe, que nadie se equivoque. Hágase
de un muerto emblema, reproduzca su voz por los altoparlantes, finja que se
comunica con usted y da órdenes sobre el destino de esas comparsas. Una voz que
viene del más allá tiene mucho poder sobre los pensamientos mágicos que ya
usted ha debido alimentar lo suficiente. Esparza su imagen en grandes
dimensiones y entre nubes, que no se pierda la noción que está en un lugar del
Olimpo. Arrebate lo que no es suyo y de la sensación que el mundo le pertenece
por derecho otorgado desde su nacimiento, al fin y al cabo usted es superior y
los simples mortales tendrán que pagar por sus pecados de no haberlo
reconocido. ¿Cómo fue posible que su mamá no lo quisiera? ¿Cómo fue posible
haber crecido en una casita humilde y sin los privilegios propios de su
condición? Deberán pagar con penurias y muertes para que aprendan. Haga daño,
total usted siente que lo dañaron. Allí tiene la receta y disculpe si se me
pasó algún detalle, total pertenezco a la clase de personas comunes y
corrientes.
Eso sí lamento informarle que el Carnaval no dura para
siempre, que llega un momento que los disfraces se hilachan y las máscaras
caen. Usted quedará al descubierto tarde o temprano. Entonces esté preparado
para correr porque es muy grande el odio que generó. Es muy grande el dolor
causado. Prepárese también para el momento en que baje el telón y se encuentre
solo en su camerino, cuando el silencio y la soledad lo acompañen porque su
comparsa dará la media vuelta y se irá cada quien a construir su propia vida
desperdiciada. Llegará sin remedio el día en que su juego macabro termine.