Trabajar en un Hospital permite tener experiencias que no se
tienen en un consultorio privado. Llega una niña de dieciséis años,
inconsciente y con una fuerte hemorragia. Al ser examinada los médicos
determinan que había dado a luz a una criatura a término, que debía ser
encontrada y traída al Hospital. Mientras hacían todos los esfuerzos posibles
para evitar una muerte que parecía inminente. Se logra salvar y queda detenida
hasta conocer las causas de tan aberrante conducta. Al momento del parto se
encierra en el baño da a luz a su hijo, jala el cordón umbilical, extrae la
placenta y tira a su bebé por la ventana de un séptimo piso. El niño fue
encontrado porque aun gemía y muere poco tiempo después. Es allí donde el
psicólogo es requerido para hacer una exploración de los rasgos psíquicos de
una adolescente que mata a su hijo de tal forma. Mientras la policía solo
esperaba el informe médico, psicológico y la recuperación de la paciente para
dejarla recluida.
En las largas conversaciones con ella no se pudo encontrar
reflexión, espanto, culpa. No lloró ni se mostró arrepentida, su mayor
argumento fue “mi papá me hubiera matado a mi”, dicho esto con naturalidad y
sin miedo. Los padres no salían de su asombro, nunca se dieron cuenta que su
hija estaba embarazada, solo repetían que en realidad la desconocían. Parecían
una pareja humilde y buena pero nunca se les oyó su indignación cuando hablaban
con ella o de ella. Allí no se sabía quién le tenía más miedo a quien, solo era
evidente una comprensión mal entendida, una aprobación por la vía del
relativismo y esa tendencia de andar por la vida justificando todo. El
asesinato no puede ser justificado, es el comportamiento más antihumano que
existe, la expulsión del sujeto de la civilización. Como bien afirmaba Germaine
de Staël “ser totalmente comprensivo le hace a uno indulgente” Muchas preguntas
después de esta experiencia quedaron para siempre martillando y las emociones
encontradas continúan sin solución ¿Qué patología es esta? ¿Tendrá rehabilitación
un ser así? ¿Cuáles son las condiciones sociales y familiares para conformar a
un asesino? Complejas todas ellas, como para escribir tratados, pero lo que se
hace evidente es la cadena de fracasos.
Fracasa la familia al no entender que un niño es un ser
frágil que requiere cuido y educación. A un niño hay que quererlo y a través
del afecto corregir sus conductas desviadas e introducirlo en las leyes de la
civilidad. Los niños tienen toda la carga pulsional que posee un adulto con el
agravante de no poseer las herramientas para posponer la satisfacción, ni
desviar sus metas hacia actos creativos. Un niño no se sabe hombre o mujer pues
en su inconsciente no está aún registrada su posición como sujeto. Freud los
describió como los “perversos polimorfos” en el sentido de que quieren imponer
su satisfacción sin tener en cuenta ninguna clase de límites. Están
absolutamente entregados a un goce y es mejor que lo disfruten porque nunca más
les será permitido, tendrán que aprender los limites porque hay otros seres que
se lo impondrán. Todo esto si queremos que nuestro hijo sea un ser humano y no
un monstruo el día de mañana. Mucho daño ha hecho esa psicología complaciente y
la comodidad de los padres de permitir una libertad antes de que el niño
muestre responsabilidad. Un niño no nace asesino se conforma por una evolución
paulatina en la que los adultos estaban volteando para otro lado.
Fracasa la escuela al no permitir el desenvolvimiento de los
niños en sus individualidades y sus capacidades. Por lo general se han
convertidos en depósitos, solo quieren tener a los niños dormitados encima de
un pupitre, que molesten lo menos posible. No se les enseña a pensar, a tener
amor por el conocimiento, a leer y a ser ciudadanos. Empobrecidas están
nuestras escuelas con maestros subpagados y mal preparados. Pero sobre todo
fracasa la sociedad que permite que haya “niños de la calle” niños condenados a
la exclusión de la civilidad, sin protección de ninguna índole con el agravante
de no contar con programas de protección infantil que funcionen. Niños que son
empujados a la violencia como única vía para sobrevivir y además sabiendo que
su vida será truncada en cualquier momento. Niños que viven asumiendo toda la
cultura de un submundo donde es admirado el asesino. Fenómeno que ha venido en
aumento considerablemente en esta nuestra sociedad desintegrada. Sucesos
predecibles cuando se habla de hambre, como bien señala Piñango. El horror hace
metástasis en todos los órganos de una sociedad vejada por la tiranía, ¿cómo no
iba a infectar a los niños? El sector más vulnerable.
Una vez que a un niño se le ha maltratado de esa forma brutal no
podemos pensar que solo a través de la recapacitación, el razonamiento regrese
al bien porque carece de esas herramientas. Se conforma un temperamento dado a
la impulsividad y a la falta de miedo, así como asesinan con total desparpajo,
así mismo no les importa perder la vida. Se aprecia una dureza emocional
imperturbable, se carece de empatía, hacia los demás solo hay frialdad y
desprecio. Seres que no sienten como defensa a su propio y personal
sufrimiento. El maltrato por la violencia ejercida directamente o por la
indiferencia tiene como resultado la muerte de la emoción y del razonamiento.
La muerte de un ser humano. En este momento todos estamos siendo fuertemente
maltratados y por lo tanto estamos desarrollando conductas de un aplanamiento
afectivo y nuestras mentes haciendo ruidos desentonados. El maltrato como arma
mortal está matando a nuestra sociedad, nos está deshumanizando.